Partida Rol por web

Volvísteis a la zona boscosa.

Árboles y árboles por doquier, troncos y ramas a un lado y a otro de vuestros pasos. Sin duda que ya no había niebla en esa mañana, sino que el sol alumbraba como debía hacerlo, incluso notando su calor en vuestras manos y mejillas. Caminásteis durante un par de horas, haciendo un descanso, mientras pensábais qué haríais si os saliera al paso de nuevo una manada de lobos, aquel perro de enormes dimensiones (por llamarle así) o incluso los cadáveres que tomaron vida como de la nada; y enseguida quisísteis quitar de vuestra mente esas imágenes.

Fue entonces que divisásteis unas pocas varas delante de vosotros el arroyos donde encontrásteis una de las jornadas anteriores a Iñaki, cuando era tumbado y empapado tras desaparecer. Al acercaros (pues vuestro regreso había de llevarse por ahí), vísteis una pareja de gamos que huyeron nada más veros, y observásteis claramente que por allí había huellas de oso.

Uhm.... -ese día el Barón Sancho parecía más reflexivo-, ¿porqué habrá osos despiertos al comienzo del invierno? -preguntose el de Landarria en voz alta-. Luego seguísteis andando.

El bosque era, en esos momentos, tranquilo, húmedo, hermoso y lleno de alegres vidas (nada que ver en su aspecto los días anteriores en su través). Fue entonces cuando, dando un paso tras otro, de un lugar inverosímil apareció una mujer atractiva, ataviada con un vestido de brillantes colores.

¡JA JA JA JAJAJAJA! -reía a carcajadas y tenía una actitud como las del más loco juglar, como algo fuera de sí-. No mostró sorpresa ante vosotros, ni tampoco miedo; ni siquiera trató de huir, sino que es más: os habló.

¡No puedo creerlo! -dijo mientras la mirábais expectantes-. ¿Estáis esperando a Rigios? Ella ya no está aquí. Silcharde la lalmó y ella se fue como una gota de agua entre otras muchas. Ya no volverá a cantar y reír con nosotros. Pero no os preocupéis, hay más Ondinas. El bosque está lleno de seres encantadores, y todos espera, si, esperan.

- ¿Fue con esa tal Rigios con la que se encontró Iñaki la otra noche? - pregunto, adelantándome unos pasos, pero manteniendo una distancia prudencial entre la mujer y yo. - ¿Qué interés podría tener ella en nuestro compañero?. ¿Le ordenó Shilcharde que se pusiera en contacto con él?. ¿Por qué la ha llamado Shilcharde?. ¿Acaso la ha ofendido de alguna manera?. ¿Por qué estás tú aquí?. ¿Has sido enviada con algún propósito? -

Cabizbajo cabalgaba aquesta mañana... Poco más pude fazer o decir la noche anterior cuando don Sancho reprendióme. ¿Servir a don Sancho una temporada?. Aquello non me placía, empero era justo castigo, si aquello podía llamarse tal.

Cruzamos bosques e colinas nuevamente tornando al castillo et deseaba con fuerza que cruzáramos camino nuevamente con lobos o cualquier criatura maligna; así demostraría a don Sancho que con mis espada era suficiente, non necesitabamos al Iñaki salvo para ponernos silenciosamente en peligro.

Non tuve tal suerte, pues en lugar de con bestias fue con una hermosa mujer que nos cruzamos. ¡Vive Dios si era hermosa!. Su piel aceitunada se hacía tan apetecible como una fruta madura que apunto está de desprenderse del árbol. Quize flablar, y quizá algo más, más mi boca se mantuvo cerrada recordando las palabras del barón; ─Y no os atreváis a rechistar ni a importunarme de nuevo hasta que lleguemos al mio castillo.

Tirad por IRR.

Et que en una de esas, caminando por la fronda, e incluso antes de habernos encontrado con la mujer de los bosques, acerquéme a la de Taramundi; ─Ladia, ¿qué pensáis sobre lo acontecido en la ermita con Iñaki? placeríame conoscer la vuestra opinión, et que sea aquesta sincera por favor.

Sabía que la de Taramundi compartía la misma inquietud que yo sobre el extraño comportamiento del Iñaki, empero non estaba seguro cuanto le había afectado lo acontecido. Aunque aquella mujer era plebeya et humilde, hallábanse en sus ojos una chispa de inteligencia poco común. Aquella chispa me era familiar, et en cierta medida era parescida a la que habitaba en los ojos de Malena...

Aquellas palabras promulgadas por la dama aparecida te hicieron recordar historias que, por alguna razón un otra, tenían algo que ver con lo que oíste:

Silcharde era llamado al demonio del dominio. Acostumbraba a tomar la apariencia de un hombre de mediana estatura, muy pálido, frío y húmedo al tacto, y expedía un terror y espanto inexplicables entre los hombres. Según dicen, tiene control absoluto sobre las Ondinas y adoran a Silcharde todos aquéllos que ansían el poder y el dominio absoluto sobre las vidas de otros hombres. Éste acostumbra a ayudarles en su camino para luego divertirse viéndoles caer.

También recordaste algo sobre las Ondinas:

Según decían, eran entidades demoníacas elementales del agua, con forma de mujeres muy hermosas. Algunas ondinas están ligadas a una fuente, un río o un lago determinados, mientras que otras aparecen y desaparecen a voluntad, siempre en el agua. En ocasiones, atraen a los caminantes hasta el agua, donde los ahogan, pero también es cierto que en algunas circunstancias han llegado a enamorarse de algún viajero, y le han protegido durante el resto de su vida.

Pareciera que Ladia no oyera las palabras de don Diego al ser preguntada por su opinión, ya que enseguida había aparecido la mujer como de la nada, y Ladia quedóse estupefacta*. El Barón hallóse también estupefacto, pero no consideró la idea de sacar, de momento, de sacar la espada.

¡Pero quien sois vos! -exclamó-, ¿¡qué palabras malévolas pronunciáis!?

Por suparte, el ballestero quedóse boquiabierto.

Todos aquí esperamos... -contestó la misteriosa "mujer", pese a que quizá no respondiera (o tal vez sí) a los preceptos de Ladia-, al Primer Nacido.....mmmmm....JA  JA JA  JA JA  JA J A!!!

La mujer hizo seguidamente intención de marcharse, y se dió la vuelta alejándose unos pasos. Sin embargo, giró su cabeza hacia vosotros, y os dedico unas últimas palabras.

¿Qué hacéis ahí parados? Ya os lo he dicho: Rigios ya no está, ya nunca estará -¿sería esa Rigios la vieja que irrumpió en pleno banquete? Pues en vuestra batida no había habido ni rastro de ella-, y la mañana es efímera como una vida. Aprovechad el día... porque no habrá más noches.

Seguidamente, sin más, desapareció, corriendo tras un árbol cercano que, pensándolo bien, no supísteis discernir si había estado allí todo el tiempo. La mujer se había esfumado igual que había venido.

Sin más impedimentos, el grupo vió una vereda que bien recordábais de días anteriores, señal de que el castillo no andábase lejos. Caminásteis casi todo el día, y ya era a punto de anochecer cuando encontrásteis un cadáver: era el soldado que quedó en la ida a cargo de los caballos de la batida. Los restos por allí esparcidos tambien pertenecían a las monturas, todos ellos devorados por lobos (deducido por su marcas). Tras acampar una noche más, en la que no hubo ni nieblas ni sorpresas, llegásteis al día siguiente a pie a la linde del bosque. En breves saldríais de él y pondríais rumbo al Castillo de don Sancho de Landarria.

:: FIN DE LA PRIMERA PARTE ::

Reparto de Experiencia:

Diego: 20 P. Ap + 10 P. Ap por criterio personal

Ladia: 20 P. Ap + 5 P. Ap por criterio personal

Euxeo: 15 P. Ap