Partida Rol por web

Las cuerdas de la guitarra parecían estrangularte cada vez con mayor intensidad, y estaban empezando a cortarte seriamente allí en donde se habían enrollado, por no decir, que comenzaba a faltarte el aire. Solo en el último momento, terminaron por romperse, quizás debido a que tú misma tirabas de ellas con fuerza, lo que te permitió recuperar el aliento y salir de allí corriendo a toda velocidad.

Pero al abrir la puerta, lo que hallaste no era el mismo lugar, sino otro diferente. Uno distinto, más oscuro, lleno de vapor y de sombras, y con tuberías recorriendo sus paredes como si fuese un sitio muy diferente.

Aquel pasillo no parecía tener salida, así que te giraste para volver otra vez a donde estabas, a pesar de no comprender cómo habías llegado hasta allí, y entonces, aquel hombre, el mismo que parecía haberte visto antes, solo que con forma de guitarra, estaba delante, interrumpiéndote el paso.

-Por lo que veo, no te gusta nada la sinfonía que he preparado para ti. Supongo que soy un incomprendido. Supongo que tendré que mejorar mi composición, ¿no crees?

Entonces, sin previo aviso, de las paredes que te rodeaban, surgieron más cuerdas, que crearon por delante y por detrás una especie de tela de araña, poco a poco, de la cual apenas podías salir o moverte. Cada vez que tocabas una de aquellas cuerdas, te cortaba la piel y gritabas de dolor. Aquellas cuerdas para conseguir agarrarte e impedirlo, solo que cortaban como afilados cuchillos.

Pero por si fuese poco, aquel extraño sujeto, con la cara deformada y aquellas cuchillas en una de sus manos, empezó a acercarse hacia a ti.

-Mi madre siempre quiso que aprendiese a tocar el violín. Ahora quizás pueda compensárselo.

Elevó su brazo y al bajarlo, cortó una buena cantidad de las cuerdas, pero también estuvo a punto de cortarte a ti. En tu ropa aparecieron cuatro desgarros, una por cada cuchilla.

Abrí los ojos como platos y una expresión de estupor se asentó rápidamente en mi rostro cuando aquel hombre -¿¡era siquiera un hombre!?- había comenzado a devorar a mi perro, el cual ya no era mi perro según parecía... Por poco había logrado evitar vomitar cuando vi la peluda cola del falso Per saliendo por su boca, aún moviéndose. Intenté preguntarle quién era o que quería pero no lograba pronunciar ni una sola palabra.

El pánico me invadió completamente en cuanto aquel extraño mutante había salido del abdomen del hombre y se había abalanzado hacia mi a toda velocidad. A tan unos centímetros de alcanzar mi rostro con sus fauces abrí los ojos y grité más fuerte de lo que recordaba haber gritado nunca, con la boca completamente abierta.

—¡AAHHHHH! —grité.

Me encontraba aún algo tembloroso y sudaba más que cuando salía a entrenar. Me senté en la cama con la respiración agitada y un pequeño nudo en mi gargante. Me quedé allí, intentando respirar lentamente para conseguir calmarme. «Fue sólo un sueño» me repetía a mí mismo... Pero por alguna razón no estaba del todo seguro si era correcto creerme aquello, había parecido tan... real.

Me levante, tomé una muda de ropa así como una toalla del armario de mi cuarto y me dirigí al baño con intenciones de darme una ducha. «Está bien... está bien» pensé una vez más en un claro intento de calmarme a mí mismo.

- ¡Mierda! - Exclamé escuchando como me seguían mientras corría por aquellos pasillos buscando la salida. Sentía como mi corazón se agitaba con fuerza, mientras que me ardía el cuello, justamente donde aquel pequeño monstruo me había mordido.

Mis pasos, mi carrera desbocada más bien, me llevaron a un callejón sin salida. Un alto muro de ladrillos se alzaba ante mí y solo tenía una opción, volver al último cruce y tomar otro camino. Al menos parecía que había perdido a mis perseguidores. ¿O no? No había más que dado un par de pasos, para retomar otro camino, cuando aquel tipo apareció de la nada. Su voz... la había oído antes... pero no podía ser. ¿O sí? Dudaba si esto era real o simplemente un sueño... demasido vívido.

Hubiese avanzado, pero su guante no me gustaba nada, puesto que cuatro afiladas cuchillas se mostraban con claridad en él. Su rostro se ocultaba bajo un viejo sombrero y su voz... se asemejaba a la de aquel bebé mostruoso. ¿Podía ser? Había retrocedido hasta el muro de ladrillos. Ya no había más salida. Mis ojos buscaban algo con que defenderme y entonces aquellos ladrillos, como si se tratasen de seres vivos, comenzaron a lanzarse sombre mí. Caí al suelo, entre gritos de dolor a cada impacto como de terror por lo que estaba viendo. Y no es que la pared se desplomase sobre mí... es que literalmente, saltaban sobre mi cuerpo.

Aquel tipo, ayudó a ello con una pala, tratando de sepultarme bajo aquella extraña tumba que parecía querer hacer sobre mí. Pero no estaba dispuesto a morir así... ni en un maldito sueño, ni en la vida real... fuese lo que fuese aquello, debía salir de allí. Si la situación hubiese sido otra, seguramente me hubiese reído de su "broma".

- Lo siento, no estoy estudiando para ser un simple albañil y hacer casas. - Le repliqué mientras peleaba por salir de allí. - Tendrás que buscarte otro peón. Puedo presentarme a muchos futuros albañiles de mi instituto.- Le dije tras liberarme de aquellos ladrillos y aproveché el hueco que dejó libre aquel muro, con un nuevo pasillo, para seguir corriendo y rezar porque me dejase en paz. - ¡Por cierto, me encantó la casa... falló la compañía! - Grité mientras corría alejándome de él.

No llegaste demasiado lejos corriendo, porque aquel lugar parecía un condenado laberinto de pasillos y tuberías, la mayoría de los cuales no tenían salida. Cuando giraste en la siguiente esquina, te encontraste conque la temperatura aumentaba considerablemente. El aire parecía hervir y todo a tu alrededor dio la sensación de estar a punto de explotar.

Sudabas, y el aire te quemaba la garganta.

Todas las burlas que habías hecho en aquel juego que era correr y saltar, deshacerte de los ladrillos y dejar atrás a aquel hombre, se volvieron en aquel instante contra ti.

Delante, al fondo de aquel nuevo pasillo, había una caldera con el fuego encendido. Las llamas salían entre los barrotes y el calor parecía estar llegando hasta donde te encontrabas, amenazando con prenderte en llamas.

Las paredes del fondo estaban llenas de recortes de periódicos, fotografías y revistas, que parecían no estar afectadas por el calor o el fuego que emanaba de aquella caldera.

Retrocediste y entonces, te encontraste frente a frente con aquel hombre de nuevo.

-Vaya, vaya, chico. ¿Te gusta el fuego? A mí también, como puedes ver. ¿Qué te parecen mis cicatrices? -te preguntó. A continuación, pasó una de sus cuchillas por su mejilla, cortándola, solo que en lugar de sangre, comenzaron a salir gusanos y pequeños insectos, algunos de ellos voladores, que se dirigieron hacia tu rostro y el interior de tus ropas -. ¿Qué te ocurre? Creía que te gustaba jugar con los animales pequeños ja ja ja

Cada vez entraban más bichos por tu ropa, y algunos de ellos empezaron a penetrar a través de tu piel hacia el interior de tu cuerpo. Miraste tu brazo. Pequeños bultos parecían estar formándose a todo lo largo del mismo, como si se estuviera formando algo mayor.

Las cuerdas de la guitarra me laceraban los brazos y las piernas.

Me dolía como si me quisieran cortar la circulación y casi lo hicieron hasta que en el último momento se rompieron y pude correr asustada como nunca lo había estado. Incluso me costaba respirar y me ahogaba en mi propio sofoco.

Hasta que abrí una de esas puertas y estaba en otro lado ¿Dónde narices estaba? Poco importaba pues ese hombre me peseguía, con paso lento del que que se sabe ganador y que no iba a poder escapar.

- Socorro!!- gritaba.

Pero allí nadie me oía. ¿Era un sueño? debía de serlo pero...no podía escapar! Y menos en esa tela de araña formada por cuerdas de guitarra. Cortes por los brazos sugirieron que estaba a su merced y que ese maldito engendro de cara de Pizza me iba a matar con esas cuchillas.

- Por que no te compras una flauta y te la metes por el culo, hijo de puta!- Dije esperando que esas garras me destrozaran

Despiertate, Sam, despiértate! Me decía a mi misma pero no lo conseguía. NO podía despertar a pesar de lo asustada que estaba hasta que ese hombre se abalanzó sobre mi y me acuchillo. Entonces...

Despiertate!!!

-AAAAAAAAHHHHHHH- Grité incorporándome en la cama agarrada a las sábanas, completamente empapada en sudor, y con el corazón saliéndome por la boca.

Incluso allí, en la oscuridad de mi habitación, podía oir el chirrido de las garras y el olor a humo y calor de ese hombre.

Aquella pared de ladrillos me llevó a otro condenado lugar. Un maldito laberinto lleno de tubos y calor... mucho calor. Callejones sin salida me iban acercando a una zona donde la temperatura iba en aumento y no era debido a mi carrera. Había algo más...

Mi sudor prácticamente se evaporaba según salía de mi cuerpo y aquella sensación era verdaderamente sofocante. Mi garganta ardía y eso me obligó a dejar de correr, pero no a detenerme. Seguía moviéndome por aquel lugar cual rata asustada huyendo de un cazador.

- Que ironía... el cazador debería ser yo.

Y llegué al centro de aquel infierno. Una caldera. Una miserable caldera desperendía tanto calor que me sentía derretir. Curiosamente solo parecía afectarme a mí y no a los recortes de prensa que habían a su alrededor. Quise acercarme a ellos para leerlos, pero el calor era demasiado fuerte... quemaba y no me quedó más remedio que retrocer. Era otro callejón sin salida.

Entonces fue cuando le vi, frente a frente. Su voz atravesó mi cabeza y su rostro... parecía queso fundido... Era verdaderamente atroz y sus chuchillas, tan afiladas y resplandecientes. Daba miedo. Me daba miedo. - He visto pizzas con mejor aspecto que tú. - Le dije con sarcasmo a la par que cargado de miedo. Era lo único que tenía para defenderme... mis palabras.

En ese instante sentí como mi piel era sesgada por una de aquellas cuchillas. No me dio la impresión de que el corte fuese muy profundo y por instinto me quejé de dolor y me llevé la mano a la zona afectada. Pero no sentí la humedad de la sangre en mis dedos, pero si como algo correteaba por ellos. Miré mi mano y la encontré llena de gusanos, larvas y pequeños insectos que solían alimentarse de la carne muerta. Se me acabaron las frases recurrentes y comencé a temblar de miedo, no solo por eso, sino porque aquel tipo, conocía mi secreto.

Le miré con horror. - ¿Cómo sabes qué...? - No terminé la pregunta pues empecé a ver y a sentir que esos insectos que salían por mi herida, querían volver a mi interior y comenzaron a aprovechar cualquier orificio que tuviesen disponible. Además, los veía y sentía moverse bajo mi piel. Me los comencé a sacudir, pero eran demasiados y pude notar como entraban por mis oídos, mi nariz... por los ojos... y grité. Grité hasta que mi boca se llenó de aquellas cosas.

Y desperté.

Estaba empapado de sudor, jadeaba. Tenía mucho calor y mi cuerpo temblaba. No tardé demasiado en encender la luz, puesto que la oscuridad me asustaba en aquel momento. Tenía el miedo metido en el cuerpo y... me dolía el rostro y el cuello. Me llevé la mano a la mejilla y sentí la sangre húmeda en ella. No podía ser...

De un par de temblorosas zancadas, me planté en el baño y me miré al espejo. Mi mejilla tenía un corte fino, preciso... como si lo hubiesen hecho con un bisturí o una cuchilla de afeitar. Pero eso no era todo, en el cuello tenía la marca de los dientes de... - No puede ser... - Dije tembloroso ante el espejo. - Fue un sueño... nada real... - ¿Acaso seguía soñando?

La razón quedó de lado en aquel momento y primó el instinto. Asustado, hice lo que cualquiera hubiese hecho en ese momento. - ¡Mamá! - Exclamé asustado sin entender nada. - ¿¡Mamá!? - La volví a llamar, sintiendo que mis piernas flaqueaban y mis rodillas golpeaban contra el suelo, mientras rompía a llorar recordando todo aquello con terror en mis ojos a la par que el frío suelo aliviaba el calor que aún sentía en mi cuerpo.