La espeluznante visión, me dejó sin habla. El corazón latiendo a mil por hora. Este es el momento que llevaba esperando, desde hacía años había imaginado la situación de encarar a aquel psicópata, y... sin embargo, ahí plantado. Era... aún más espeluznante que en cualquier pesadilla, y yo era, esta vez, incapaz de hacerle daño. Me relajé pensando que ya no tenía sentido pensar en venganza alguna.
Estaba agotando todas mis balas. Todo parecía indicar que la primera intuición fue la correcta, un colgado había entrado en el cuerpo de Kemper, le había usado como había querido y le había matado... solo por mí. ¿Cómo persigues a un loco que se mete en la mente de la gente? ¿Qué rastro podría dejar si no había crímenes similares?
Observé a Kemper, en un intento desesperado por comunicarme con él.
- Asiente si me entiendes. - Dije en voz alta y clara. Aunque sinceramente, por mucho que insistiera estaba bastante convencido de que esa cosa no iba a poder responderme. - Necesito saber quién te ha hecho esto.
Por más vueltas que le daba el caso solo me dejaba una pista clara: un Vitalista controló mentalmente a Kemper para suicidarlo. Y, desde luego, el autor tenía interés en mí, era poderoso y muy peligroso. Estimulante, difícil de seguir, pero estimulante en cualquier caso.
Si finalmente, Kemper era incapaz de darme una respuesta clara, la escena del crimen me habría dejado pocas pruebas. Dejaría que revisaran el cadáver los forenses, sin expectativas reales de encontrar algo nuevo, y tras ello pasaría a explorar nuevos horizontes. La investigación más directa no había dado grandes frutos, así que habría que pasarán a sistemas sutiles.
El plan que había conseguido elaborar hasta el momento, en un momento de tanta carga emocional era bastante burdo y probablemente ineficiente, pero aún así, es lo mejor que tenía.
Inicialmente, si tras cotejar las listas de la policía de Vitalistas fichados, ya fueran legales, ilegales, trabajadores de Omega, criminales o ciudadanos normales, seguía dando con un callejón sin salida, me dejaría llevar por la red. Buscaría lugares de reunión de Vitalistas, locales frecuentados o algo similar donde pudiera recabar información. Si eso resultaba complicado, recurriría a las organizaciones reconocidas, tipo "Los Iluminados", para intentar meter las narices y sacar algo de información. Quizá fuera posible infiltrarse en estos grupos con un pretexto cercano a la realidad, soy un tipo jodido, que vaga sin rumbo y tristemente solo. Un poco de compañía de seres vivos podría ser una buena opción, quizá. A lo mejor por ahí es posible conocer gente que me aporte alguna pista.
Task escuchó atentamente las palabras de Sapiens. No se inmutó, tan sólo inclinó levemente la cabeza a un lado, como si de un perro o lobo se tratara... intentando captar cada leve roce, respiración o sonido producido por su interlocutor.
No le parecía mal que Sapiens se asegurara, o creyera asegurarse, de que Task no estaba grabando aquello. Si quisiera, podía haber hecho que Sarah jugara con la mente de Sapiens, haciéndole creer que su dispositivo le indicaba que no había grabaciones ni escuchas, cuando en realidad sí las había.
Pero no era el caso. Task no estaba interesado en grabar aquella reunión. Dejó a Sapiens hacer y asegurarse, después de todo él habría hecho lo mismo. Esperó hasta que el genio acabó su parte del discurso, y lo que escuchó no le sorprendió. Era esperable.
En silencio alargó la mano hasta el GenoChip, lo cogió entre dos dedos y se lo colocó frente a sus ojos, observándolo.
- Omega no tiene visión de futuro. - Conminó. - No tiene lo que hay que tener... Demasiados miedos, demasiados escrúpulos para poder ser el paladín del bien común. - Admitió mostrando su opinión al respecto.
El GenoChip no dejó de girar levemente entre sus dedos, mientras los ojos de Task lo estudiaban con detenimiento.
- El gobierno de los Estados Unidos ha sido siempre muy pragmático... es una lástima que cayeran. - Admitió, coincidiendo con Sapiens en que los nazis estaban suponiendo demasiados problemas para el mundo.
- Si lo desea puedo proporcionarle instalaciones secretas... lejos de los ojos y oídos de Omega aunque siga estando en este país. Todo tipo de recursos que necesite, también. Allí podrá avanzar con sus investigaciones sin trabas legales, éticas o morales... Además de ciertos mecanismos de seguridad para que no se descubra nunca lo que allí ocurre. - Explicó. - Y en último caso un ejército de abogados mayor incluso que el de Novák. - Aclaró. - Téngalo en mente... aunque sólo sea por si acaso. -
Las explicaciones de Sapiens acerca de la fórmula genérica no asustaban a Task. Después de todo a él no le interesaba que se consiguiera algo así, ni siquiera por motivos económicos. No, a él le interesaba única y exclusivamente su supervivencia.
- Me interesa. - Admitió finalmente. - No quiero modificar mi edad, estoy bien como estoy. Pero sí parar el proceso de envejecimiento... si eso es posible. - Se llevó la mano libre al mentón. - Y si no es posible pararlo conservarlo mi edad... aceptaré rejuvenecer, aunque como le digo, no es lo que prefiero. -
Agitó levemente la cabeza... - Hay dos aspectos que me gustaría aclarar primero... -
Alzó una mano esta vez él, para pedir un poco de paciencia.
- El dinero no es problema, como ya sabía cuando accedió a reunirse conmigo. - Comentó, sabiendo que Sapiens habría estudiado el encuentro con Task de antemano, y que ya tendría fijado el precio con mucha antelación. - Pero lo primero es que quiero absoluto anonimato. Necesito que sólo usted y yo sepamos para quién es este estudio, y que no se filtre ningún tipo de información, ni quede almacenada en soporte electrónico. - Explicó. - Todo lo que estudie, resultados de análisis, conclusiones y demás... lo quiero en papel... sin copias. Y me lo entregará en cuanto deje de necesitarlo. ¿Le parece aceptable? - Ésa era la primera condición de Task. No iba a permitir que nadie pudiera enterarse de lo más mínimo sobre él. Y todos esos datos, una vez revisados por el propio Task, serían destruidos.
Esperó a que Sapiens asintiera.
- No quiero clones, ni que se estudie mi arbol genealógico... aunque lo de las enfermedades no me parece mala opción. - Admitió especificando qué apartados le resultaban interesantes y cuáles no.
Sin perder tiempo rellenó el GenoChip con una gota de su sangre tras pincharse en el dedo.
- A estas alturas, como supongo imaginará... y sino no tardará en descubrirlo... debo advertirle que soy un Vitalista, pero prefiero que siga siendo un secreto. - La opinión pública no tenía ni idea de la condición de Task, y éste prefería que así siguiera. - Algo personal... privado. - Explicó, aunque ése no era el motivo, obviamente.
- El segundo aspecto a tratar... - Añadió tras unos segundos de silencio en los que dejó meditar a Sapiens sobre todas las implicaciones de ese tratamiento para ambos. - Es que quizá quiera un segundo tratamiento... para otra persona. Supongo que otros diez millones son aceptables para usted... pero en total le ofrezco treinta millones por los dos tratamientos. Mismas condiciones de anonimato. - Explicó.
- Se lo confirmaré en unas horas. - Añadió finalmente. Obviamente estaba pensando en Sarah, pero no era algo que quisiera imponer a su "reina". Quería explicarle todos los detalles y que fuera ella quien decidiera si quería someterse a esa terapia o no.
El Doctor Sapiens escuchó con paciencia, nuevamente. Asintió con la cabeza cuando se le requería una confirmación, pero dejó a Task realizar su propia exposición de las condiciones. Intentó mantenerse neutro ante las declaraciones del billonario sobre Omega, aunque Sapiens no pudo evitar mostrar cierta incomodad. No necesariamente por estar en desacuerdo, sino quizás por el hecho de tratar asuntos en los que prefería no tomar partido.
El GenoChip mostró una pequeña luz azul poco después de recibir la sangre de Task al tiempo que Sapiens sonreía. Cuando terminó su exposición, el doctor tendió la mano al empresario para sellar su acuerdo.
— Por supuesto— confirmó el científico en relación a la segunda persona a tratar—. Un placer hacer negocios con usted, Señor Task— añadió mientras estrechaba su mano—. El GenoChip responde con cuatro colores tras hacer un breve análisis sobre ciertas cadenas de ADN; Rojo, error. Verde, normal. Azul, Vitalista. Y amarillo, mutación desconocida— ensanchó su sonrisa, satisfecho por aquello—. Aún no, pero en el futuro esperamos que morado identifique aquellos que han dejado de envejecer. Por desgracia, o por suerte— comentó mirando directamente al empresario a los ojos— es imposible saber a través del ADN que capacidades específicas tiene un Hijo de Dios.
Guardó el GenoChip de nuevo en su maletín, no sin antes encerrarlo en una pequeña caja negra similar a la de una sortija.
— Me aseguraré personalmente de que su terapia genética, y la de su otra persona de interés si se da el caso, se desarrollen en las instalaciones que usted facilite— tendió una tarjeta de visita al empresario, aunque en lugar del número de su asistente personal estaba el privado de Sapiens, por motivos obvios—. Como dije, preferiría mantener la financiación del proyecto en la legalidad, pero vista su generosidad— comentó con un cabeceo en relación a los 10 millones extra por tratar a dos personas— creo que para su proyecto personal podemos hacer uso de otras instalaciones. Supervisaré y trabajaré personalmente en él, asegurándome de involucrar solo a personas cercanas y de total confianza.
Continuó hablando, accediendo a mantener su identidad en secreto de cara al equipo -y cualquiera-, todos los registros en papel y entregarle al terminar toda la documentación, salvo aquella que pudiese vincularse directamente con Sapiens, en cuyo caso se destruiría ante el empresario. Comento que se aseguraría de que, si en algún aspecto biológico no podía evitar el envejecimiento, teniendo que revertirlo de forma manual, fuese sólo en aspectos que afectarían en nada, o de forma mínima, al aspecto externo del billonario.
Tras aclarar algunos pormenores más sobre la operación, desde materiales requeridos en las instalaciones -algo con lo que Task no iba a lidiar directamente, pero sobre los que debía informarle debido a su difícil acceso-, hasta el plan de seguimiento y el pago inicial para cubrir gastos.
Era obvio que el Doctor Sapiens desconocía las intenciones reales de Task para con aquel avance en materia de salud y ciencia. De lo contrario, era difícil creer que un hombre tan dedicado como Sapiens aceptase financiación por parte de Task. Pero no lo sabía, ni tenía porqué enterarse hasta que fuese demasiado tarde, por lo que, tras concluir aquella reunión, se fue satisfecho con la promesa de 30 millones de dólares, recursos y un 23-24% de la compañía, cuya cifra iba a ser sustancialmente alta visto el interés del resto de inversores con presupuestos más limitados.
Un par de días después Abigail se reunió con Wright en una terraza de la ciudad. Situada en el décimo piso de un edificio comercial, constituía una balconada con vistas a cierta parte de la ciudad, incluyendo el sector cercano al puerto donde se aglomeraban una significativa cantidad de edificios gubernamentales y militares.
Entre ellos, la famosa "Oficina de Contramedidas" de Omega, lugar donde típicamente se recogían la mayoría de Hijos de Dios a su servicio, aunque no dejaba de ser un edificio de tres plantas bastante anodino y de acceso restringido, con rumores de extenderse varios pisos bajo tierra.
Frente a un café de Starbucks, Eve Wright estaba sentada en una mesa, esperando a que llegase Abigail. La mujer llevaba unos vaqueros grises y una cazadora negra, así como un par de anillos y pendientes a juego. No llevaba maquillaje ni pintalabios esta vez, relevando ciertas arrugas de edad, aunque nada que hiciese pensar que se acercaba más a los cuarenta que a los 30.
— Ey— saludó con un cabeceo a la joven Vitalista cuando llegó—, me alegra de que hayas venido, Abigail.
Dedicó unos minutos a cierta cháchara claramente destinada a relajar a la joven y romper el hielo. Demostrar que era humana, como Abigail, pese a trabajar para el gobierno.
— Se supone que no te lo tengo que decir, pero me da igual— comentó al final, mostrando su personalidad dejando de lado las apariencias—. Sé que vas al psicólogo, y lo que tu madre piensa al respecto, pero creo que Ángel podría ser real— miró directamente a la joven, para ver su reacción inicial al respecto—. Hay numerosos casos documentados, desde el nazismo, de Vitalistas que pueden ver y hablar con ciertos difuntos. Yo no puedo, pero sé quien sí puede. Tengo una reunión con él en un rato, así que puedo llevarte hasta él y salir de dudas, si quieres.
Señaló un edificio gubernamental cercano a la "Oficina de Contramedidas".
— Ahí— se limitó a decir, señalándolo con una larga una pintada de negro.
Ángel, que había permanecido de pie todo el rato, echando algún vistazo a Wright y contemplando a los demás en la terraza y las vistas a la ciudad, giró su cabeza con rapidez al escuchar cómo la mujer hablaba de él.
— ¿Qué cojones?— se limitó a decir, claramente cogido por sorpresa—. ¡Pues claro que soy real! La madre que la parió...— refunfuñó, indignado, hasta que escuchó su propuesta—. Tenemos que ir, Aby.
Por supuesto, Ángel no quería perderse aquello por nada del mundo. Nunca había podido ver o hablar con nadie que no fuese Abigail, y la oportunidad, aunque remota, de que alguien pudiese ser consciente de su existencia, era una que no podía dejar pasar.
Tras la intervención de Lafayette, el ario permaneció un tiempo en silencio, reflexionando.
— Kidman...— murmuró Zimmerman para si, pensativo—. Kidman...— repitió—. No me viene nada por ese hombre, pero eso tiene solución— concluyó, asumiendo que era cuestión de tiempo que uno de sus lacayos reuniese la información por él.
Su silencio fue aún más prolongado en lo referente a Genesis, el apartamento, el tercer cadáver y la relación con Cotard.
— Necesito encontrar ese apartamento— sentenció por fin—. Cotard cubre su rastro, pero no contará con que sabemos de la existencia de Genesis. Si el cadáver del piso estaba relacionado con ella, lo más probable es que el piso también— era una conjetura cogida por los pelos, pero no tenía muchas más opciones—. Quizá sea en vano, pero es posible que el apartamento nos de más información.
Señaló en dirección a la cámara que contenía los cadáveres.
— Examina el cadáver de nuevo, Lafayette— declaró. No se molestó en darle un tono imperativo, pero tampoco parecía una petición amistosa—. El número de puerta, las vistas desde la ventana, algo que permita saber dónde está— hizo un ademán de irse, probablemente a hacer algún encargo a su gente, pero hizo un par de comentarios finales—. Avísame si te fuerzas demasiado, puedo traspasarte energía mientas estás en trance— comentó con trivialidad, aunque probablemente fuese una experiencia muy incómoda para la doctora que Zimmerman canalizase energía, suya o del ambiente, hacia ella. Lo contrario a drenarla, pero igualmente íntimo—. Ah, y... modera tu temperamento. Si me faltas el respeto delante de mis hombres, tendré que matarte.
Acto seguido, Ancel desapareció por la puerta, encarando la habitación donde descansaban varios miembros de su cuadrilla.
No lo había dicho como si fuese una amenaza, aunque a todas luces lo era. Su tono era el de una declaración fría, y durante su intervención parecía particularmente aséptico en relación a su actitud habitual. A juicio de Lafayette, Zimmerman había pasado a centrarse en estudiar la situación y ver cómo proceder, sin importarle con quien estaba tratando y, por tanto, sin considerar su personalidad, sus emociones, o su relación con ella.
Por un momento daba que pensar que la había tratado como a cualquiera de sus seguidores, aunque no lo había hecho a propósito. Un error que demostraba la falta de habilidades sociales de Zimmerman más allá de la intimidación, ya fuese por no haberlas practicado o, simplemente, por no venir de fábrica con el resto de muebles. Quizás por ser un híbrido, quizás por su trasfondo social, cabía la posibilidad de que no tuviese inteligencia emocional en ese ámbito.
Task terminó su reunión con el Doctor Sapiens, y tras atar cabos con sus subordinados respecto a la adquisición del material y las instalaciones, continuó con su trabajo corporativo. Horas después había hablado con Sarah y esta había aceptado de buen grado al tratamiento, confiando en Task en lo que a seguridad y privacidad se refería. Quedó claramente sorprendida por la situación, y probable pasase horas reflexionando sobre ello, pero no tardó en acceder.
Tres mañanas más tarde el billonario se encontraba en el ático del edificio más alto de todo New Sydney, un gigantesco rascacielos de 837 metros y 164 pisos, el cual daba al millonario lugar para reflexión sobre la caída, pese a su capacidad para absorber energía cinética.
En aquel momento, el acceso al último piso estaba vetado, con un par de miembros de seguridad del hotel a ambos lados del ascensor, otro par en las escaleras, y una cinta roja prohibiendo el acceso a la terraza. Sin embargo, estaba reservado por Task, por lo que tras llegar allí con tres de sus propios guardaespaldas uno de ellos abrió la cinta roja para dejarlo pasar.
Con ambos antebrazos en la barandilla, mirando al infinito, se encontraba Al Adam Blake, el líder de Los Iluminados y uno de los Hijos de Dios más poderosos en la faz de la tierra. Llevaba botas militares y una garbardina de color gris claro, larga hasta sobrepasar las rodillas. Su pequeña mata de cabello oscuro, con alguna cana, se removía con una ligera brisa, como el de Sebastian.
Se mantuvo impasivo hasta que el empresario se acercó, en cuyo momento saludó sin girarse.
— ¿Quería verme, Señor Task?— preguntó en voz alta y tono neutro. No parecía molesto, ni a la defensiva, sino meramente neutral, ajeno al motivo de la reunión pero dispuesto a llevarla a término dada la relevancia de Task en el panorama internacional.
Había otro hombre en aquella terraza. Bajito, de aspecto envejecido, calvo y enfundada en una túnica de color rojo, parecía claramente algún tipo de monje o guerrero de la organización de Blake, probablemente ahí por protocolo. Mientras dos hombres de Task tomaron posición a un lado de la puerta, el tercero lo hizo junto al hombre de Blake, en el otro lateral.
- Sí, supongo que todo tiene solución en esta vida, menos la muerte.-dijo, encogiéndose de hombros- O eso dicen.-añadió, utilizando un tono claramente cínico, mientras arqueaba una ceja, escuchándolo, con cierta indignación mal contenida, pero que se mantenía controlada bajo sus propias ganas de no tener ninguna clase de conflicto con aquel individuo emocionalmente tarado. De volver a casa, de darse un baño, de tratar de olvidar, al menos durante un rato, lo que había visto.
Aunque el hecho de que la tratase como a uno de sus subordinados no podía dejarla callada. Y el miedo no era un aliciente suficientemente potente en su caso como para disuadirla de decir nada al respecto- Está bien, me callaré delante de tus hombres. Dejaré que hagas de Adolf Hitler y des órdenes a diestro y siniestro mientras finjo que te tengo respeto. Pero recuerda: Hemos hecho un acuerdo. No te sirvo. Te ayudo.-advirtió- Te lo diré, porque no creo que nadie te haya enseñado algo así: si quieres que un asunto se resuelva por la via fácil, harás bien en recordar que no debes tratar a alguien que no tiene mucho que perder como si fuese tu perrito faldero.
Dijo, frunciendo el ceño, antes de volver a entrar, enfrentando de nuevo la abominación que esperaba en aquel almacén, disponiéndose a tratar de llegar al fondo de aquel asunto. Ya no porque Zimmerman casi la hubiese obligado a ello, que también. Sino porque deseaba saber más. Más acerca de aquellas personas. De Cotard, de esa mujer, y del apartamento. Y si bien tendría que darle ineludibles detalles al nazi, se dijo que quizá, obtener algo con lo que investigar por su cuenta más tarde, iba a serle útil. Para negociar, y para conservar su pellejo. En caso de que quisiera conservarlo. De modo que buscó. Buscó en los bolsillos accesibles de la ropa de aquellos monstruos desgraciados, tratando de encontrar cualquier cosa relacionada con sus vidas personales. Alguna clase de identificación, tarjetas de visita, un mechero que tuviera apariencia de haber sido usado varias veces... Cualquier cosa que pudiese guardar en los bolsillos de su bata antes de que el nazi regresase a la sala.
Suspiró, de nuevo, tratando de serenarse, y cuando lo vio entrar otra vez, le volvió a dedicar aquella mirada aviesa que le había dedicado antes de entrar de nuevo al almacén- Lo cierto es que estoy un poco cansada.-lo estaba, en cierto modo, aunque quizá no por haber utilizado sus habilidades- Y si me ayudas, podré ver las cosas... Con mayor detalle. No te garantizo una respuesta del todo precisa, porque nunca se sabe. Pero si estás tan interesado en que lo haga... -dijo, tendiéndole una mano mientras se acercaba al cadáver en cuestión. El que había sido encontrado en el piso. Quería averiguar quién era. Intentar ver... Más allá de su renacimiento. Y averiguar más sobre ese evento en concreto, claro estaba. Y no pensaba quedarse indefensa, falta de energías, para poder hacerlo. Si se ofrecía a ayudarla, por supuesto que lo aprovecharía. Y quizá, si conseguía la energía suficiente, incluso lograba saber un poco más de aquel ser híbrido y carente de empatía con el que se había topado por algo a lo que se negaba a llamar casualidad.
Motivo: TODO EL POWER
Tirada: 7d10
Dificultad: 3+
Resultado: 10, 8, 2, 2, 4, 2, 1 (Suma: 29)
Exitos: 3
Task sopesó los resultados de su reunión con Sapiens al finalizar la misma. No cabía duda. Como mínimo un notable... quizá sobresaliente. El doctor le había puesto en bandeja una de las mayores aspiraciones del billonario a lo largo de toda su vida... y a un precio ridículo dadas las sumas que Task podía manejar. Si lo que prometía Sapiens era cierto - y todo parecía indicar que el doctor no se guardaba ningún extraño As en la manga al respecto, - Task pronto dispondría de todo el tiempo del mundo para continuar con sus maquinaciones.
Se frotó las manos en un gesto instintivo mientras se relamía en su interior de gusto por los progresos. Tenía muchos puntos en la agenda, pero casi con seguridad ninguno tan importante como aquel que acababa de dejar atrás. Tan sólo tenía que seguir financiando en secreto a Sapiens y aprovecharse de los avances de la investigación.
Se preguntó si Locke tendría una reunión similar con Sapiens... y de ser así, cómo pensaba Sapiens ocultar el fluir del dinero en dirección a su laboratorio ilegal. Estaba seguro de que Novák ni pensaría en la posible oferta, si es que Sapiens se la mostraba. El vitalista millonario de los nanobots seguramente confiaría más en la ciencia y tecnología de su empresa, que en los experimentos de Sapiens... aunque se le había visto muy interesado por ese proyecto secreto suyo de mezclar inteligencia artificial y esperanza de vida orgánica ilimitada... La verdad es que eso podía ser todo un nuevo universo de posibilidades... pero Task no estaba convencido de que fuera buena idea aunar todo aquello.
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Tuvo varios días para rumiar sobre toda la situación. Pudo incluso hablar con Sarah y finalmente, para su agrado, informar a Sapiens de que sí serían dos. Hasta le entregó de forma privada y bastante segura y confidencial otro genochip con una muestra del ADN de Sarah.
Sólo tres días habían pasado, y ahora se encontraba ahí, a punto de hablar en privado con Adam Blake. O eso creía él. El tipo bajito y calvo debía ser el guardaespaldas de Blake. Task no se fiaba de las apariencias, y creía hacer bien. Aunque, salvo que el tipo fuera un Hijo de Dios, no supondría jamás un peligro para Task... por muy buen luchador que fuera.
Blake tomó la palabra, sin girarse, como si no le importara lo más mínimo la presencia de Task en aquella habitación. Pero Task era un depredador inteligente y no se sentía herido en su orgullo por algo así. Podía comprenderlo. Blake le subestimaba. Bien, aquello jugaba en su favor.
Antes de responder al líder de Los Iluminados, Task hizo un gesto a su hombre, el que se había situado junto al monje, y le indicó con la cabeza que se fuera con los otros dos, junto a la puerta. No quería guardaespaldas armados cerca de él y Blake.
No es que en esos instantes Task tuviera la fuerza de diez o cien hombres, pero sí había instruido por precaución a dos de sus guardaespaldas para que le dieran una buena zurra previa al encuentro. Tenía las pilas ligeramente cargadas – lo justo para comenzar una defensa si era necesario, aunque no lo creía -, y sus hombres sabían que no debían decir ni media palabra sobre aquel gusto extraño de Task porque le golpearan. Les pagaba bien, y Sarah de tanto en tanto les sondeaba para saber si se plantearían revelar algo de aquello. En algunos casos extremos habían tenido que llegar al punto de tener que borrar algunos recuerdos... o eliminar algún cabo suelto. Pero hasta ahora nada había salido a la luz, y los hombres de Task sabían que era mejor obedecer sin preguntar, y nunca, nunca, nunca mencionar el tema.
- En efecto, señor Blake. - Respondió Task una vez su hombre se hubo alejado. Si Blake prefería que el monje continuara relativamente cerca de ellos, era cosa suya.
- Es un honor conocerle en persona. - Admitió con sinceridad. - Tras conocerle en la conferencia de Sapiens pensé que teníamos que hablar. - Continuó. Era el típico "tenemos que hablar" que precede a algún comentario serio y dramático en todas las películas. Una ruptura, una revelación importante o algo similar. - Dentro de la más estricta confidencialidad para ambos, por supuesto. - Aclaró. No había activado ningún dispositivo anti escuchas ni nada similar. Sospechaba que Blake tenía en mente que aquello iba a ser una pérdida de tiempo así que no tenía ni por qué molestarse en grabar – o evitar que Task grabara – aquella conversación.
- Por un lado, me intriga su organización. - Admitió con franqueza y casi directo al grano. - Me preguntaba si sería posible conocer más acerca de sus propósitos, o... si aceptarían nuevos miembros, y bajo qué condiciones. -
Ahí comenzaba el cebo de Task. Esas palabras como mínimo sugerían que Task era un Hijo de Dios también. Quería que Blake mostrara algún tipo de interés... o al menos que se alejara de la apatía con que actuaba hasta ese momento. Pero el cebo no estaba completo.
- Por otro lado, quería mostrarle mi apoyo casi incondicional a su cruzada anti nazi. - Añadió. Segunda parte del cebo. - Esos alemanes no respetan nada ni a nadie. Sólo buscan destrucción por destrucción... alimentan al caos. - Dijo con la voz inflamada. Task era un orador experto y elocuente. Sabía cómo captar la atención de su público, cómo hacer que vibraran con sus discursos y cuándo ir hacia arriba o hacia abajo.
- New Sydney... no. Australia entera será su siguiente objetivo en cuanto acaben con Rusia. - Las palabras del propio Morrow, ligeramente cambiadas, salían de los labios de Task. Mientras hablaba, gesticulaba con las manos expresando esos supuestos sentimientos de ira e indignación. Apretó un puño.
- Ni tan siquiera el plan de defensa de Novák podrá pararlos. - Tercera parte del cebo. Task sonreía por dentro. - Omega será todo lo inteligente que quiera... pero su moderación... su neutralidad... todo por la política... no darán resultado. Hay que ser más activos en esta lucha. - Desconocía los motivos de Blake pero estaba bastante seguro de que en el tema antinazi era un fanático. Y Task pensaba aprovecharse de ello.
Colocó ambas manos a la espalda y se situó junto a Blake, al lado de la barandilla sin miedo alguno. También miró al infinito. Tenía un cuarto as en la manga, pero prefería guardárselo por el momento.