"Perdona a tus enemigos, pero no olvides sus nombres"
John F. Kennedy
Esta escena es vuestra. Para vuestras cosas.
Podéis usar el post que ya he creado con vuestro personaje para ir actualizando notas personales, como si fuese vuestro "bloc de notas" particular, o podéis ir creando posts para ir haciendo entradas de diario, aunque en ese caso no podréis editar mensajes anteriores. Elegid, o no uséis esta escena si no queréis. Si queréis ambas opciones, puedo abriros una escena aparte para el diario.
1 de Abril
Cala poco transitada en la costa cercana de Sydney. Orilla. 7 AM. Edad: 10
Pavel y Rado se encontraban ambos vestidos con un simple bañador y una camiseta de tirantes, el día había despuntado hacía poco pero el frío era aún palpable. Rado temblaba, Pavel estaba acostumbrado, así que su piel se quejaba erizando sus vellos, pero no dejaba que sus músculos le delataran.
- Hoy vas a correr por la orilla, - Pavel rompió el silencio - ida y vuelta, tantas veces como sean necesarias hasta que simplemente no puedas dar un paso más.
La cara de Rado, hasta ahora compungida en una especie de seriedad forzada y expectante, se torció en un gesto de sorpresa y desagrado.
- Pensaba que me ibas a enseñar a usar mis poderes, no a tenerme corriendo sin sentido toda la mañana.
- Primero correrás, hasta que crea que estás preparado. Luego vendrán los poderes, cuando realmente tengas la fuerza y sabiduría necesaria para usarlos.
- Saltémonos lo de correr entonces, ya sé cómo usarlos. Mira.
Rado seleccionó una piedra no más grande que su pulgar que estaba alrededor de sus pies, y “tiró” de ella con sus poderes, acercándosela. No había calculado bien el punto hacia el que se dirigiría y la velocidad del tirón, así que tuvo que mover la mano frenéticamente en posición, pero acabó cogiéndola antes de atacarse a sí mismo con ella.
- Perfecto.
Pavel cogió entonces una pesada piedra sobre la que habían estado sentados hacía unos momentos y la levantó por encima de Rado. Para ello necesitó usar su mejora física y aun así le costó, pero al final lo logró.
- Si ya sabes usarlo, podrás mantener esta piedra sobre tu cabeza sin que te toque, y salir de debajo cuando veas que no vas a poder más. ¿La tienes?
Rado encendió su poder, que vibraba ya en su interior requiriendo su atención, el opuesto al que había usado justo antes, y pudo percibir entonces bastantes cosas a su alrededor. El centro de masas de las mismas. El más importante, el de la roca que estaba sobre él. No podía verlo, pero sabía que estaba ahí y podía realizar la conexión. En cuanto lo hizo algo en su interior hizo clic, y toda esa energía que antes vibraba sin más ahora tenía un lugar al que ir. Empezó a empujar la piedra.
En cuanto su hermano notó el empuje de Rado, soltó la roca, y por un momento – no sería el último – pensó que iba a morir: Esta empezó a bajar a toda velocidad. En una fracción de segundo multiplicó la energía que expulsaba en el “empuje” por diez, y aun así la roca siguió bajando lentamente, así que tuvo que añadir más y más fuerza al empuje. No había manera, la roca seguía bajando, y Rado se sentía cada vez más… aplastado. La roca no estaba en contacto directo con él pero el enlace los conectaba. Rado cayó de rodillas al suelo. Volvió a multiplicar la fuerza que enviaba: La piedra siguió bajando lentamente y él se hundió un par de centímetros en la arena, clavándose las pequeñas rocas en rodillas y manos. Un segundo después estaba aguantándose con los codos, el pelo rozando la arena. Iba a morir, no tenía más fuerza que enviar, no podía con la piedra, solo estaba retrasando lo inevitable.
- ¡Pavel!
Nada, su hermano no se movió ni un milímetro. La sangre bombeaba la cabeza de Rado, que hacía esfuerzos por mantenerse a cuatro patas y no acabar tumbado en la arena.
- ¡Pavel!
Nada. Rado notó algo frío tocándole en mitad de la espalda: La piedra. Poco a poco fue asentándose en su espalda, empujándole con más fuerza si cabe hacia abajo.
- ¡..vel!
Ya no tenía fuerza para gritar, ya no tenía nada, perdió su último ápice de energía, y simplemente todo su poder se desvaneció, solo quedaba que la piedra le aplastara. Pero no lo hizo, sin embargo salió volando hacia atrás y se incrustó en la arena un par de metros a los pies de Rado. El crío se dejó caer a un lado, exhausto. Su hermano estaba allí, silueteado por el sol y el océano, mirándole desde arriba. Tendiéndole la mano.
Un par de minutos después Rado estaba sentado en la arena, habiendo recuperado algo de su aliento, mientras su hermano le alcanzaba un zumo de los que llevaban en la mochila-nevera. Rado bebió ansioso mientras Pavel hablaba:
- Eres lo bastante fuerte como para levantar esa piedra con tu empuje, tanto como lo era yo a tu edad. Pero tu cuerpo, al igual que el mío entonces, no es lo bastante resistente para aguantar tu propia fuerza. No eres capaz de dar el máximo de ti mismo, no tienes la resistencia, el aguante, ni la fuerza física necesaria.
Pavel se levantó y volvió a usar su mejora física para levantar la piedra, esta vez aguantándola sobre su propia cabeza. Cuando la soltó con las manos esta se quedó flotando más o menos sobre su cabeza, subiendo y bajando suavemente cada vez que Pavel corregía la fuerza aplicada. Momentos después la piedra simplemente salió volando hacia arriba como una treintena de metros. Pavel retrocedió un par de pasos, para que no le cayera en la cabeza, y afianzó su posición separando los pies y hundiéndolos en la arena, usando su propio poder para aumentar su fricción, haciéndose casi inamovible. Cuando la roca volvió a bajar y estaba más o menos frente a Pavel a la altura de su cabeza, pero enfrente, la empujó de nuevo con todas sus fuerzas. La roca salió despedida en una parábola corta, cayendo finalmente a unos cinco metros más allá de la orilla del agua con un gran chapoteo. El propio Pavel, pero, había sido arrastrado unos buenos veinte centímetros hacia atrás, dejando dos surcos en la arena hasta donde habían estado antes sus pies.
- Mi fuerza mágica máxima ahora con veintidós años es más o menos la misma que tenía a los diez. Es solo que ahora se usarla y mi cuerpo puede dar el máximo de ella. Así que, ahora que has descansado. ¿Correrás o voy a buscar la piedra?
Rado, que miraba a su hermano con cara de pasmado y el zumo a medio beber, la cañita aun en los labios, se acabó el contenido del pequeño brick y lo echó a la bolsa de basura, salió corriendo ipso facto, gritando algo como: ¡No más piedras, correré!
15 de Abril
Cala poco transitada en la costa cercana de Sydney. Orilla. 8 AM. Edad: 10
- Bien, para. – ordenó Pavel, cuando Rado le pasó por delante de nuevo – Ya has corrido bastante por hoy.
Rado paró de correr, pero siguió andando tal y como le había enseñado su hermano, aunque no estaba realmente cansado.
- Hoy voy a enseñarte algunos poderes, aquellos que compartimos al menos, aunque dejaremos empujar y tirar para otro día, son los más complicados. Empezaremos con la mejora física. Estoy seguro de que lo has usado en algún momento por cuenta propia, dime… ¿Qué sabes de ese poder?
- Hm… Me hace más fuerte – respondió el delgaducho Rado, cerrando el puño con fuerza – Al principio pensaba que era solo eso, pero creo que también me hace más resistente, me canso menos.
- ¿Ya está?
- Sí, creo.
- No vas mal, pero no acaba ahí. Te hace más fuerte, sí, y te hace más resistente al cansancio. Pero también te hace más ágil, más rápido, más diestro, te proporciona un mejor sentido del equilibrio. No se puede escoger que haga unas cosas y deje de hacer otras, es o todo o nada, pero en sí el paquete es bastante bueno, así que aunque no te hiciera falta la fuerza mejorada, no perdías nada por tenerla.
Radoslav hizo la prueba, intentando mantener la postura de Yoga del árbol. La había practicado un poco ya así que pudo mantenerla, pero no sin temblar de lado a lado como un junco. Luego activó su mejora física, y enseguida notó lo que Pavel le había comentado: La mejora en fuerza era patente, su propio cuerpo parecía no pesar nada – aunque a decir verdad ya pesaba bastante poco – y la mejora en resistencia también se hizo notar, la hora de jogging olvidada en el pasado. La pose del árbol, esta vez parecía un árbol de verdad, y no un junco mecido por el viento. Realmente había mejorado su sentido del equilibrio. ¿Cómo no lo había notado antes? Apagó la mejora física.
- ¿Por eso me dijo Yuri el otro día que lo usara en gimnasia para el examen de equilibrio? Pensé que quería que acabase rompiendo algo sin querer.
- No, el consejo era bueno. Aunque lo mejor será que no lo uses. No porque vayas a romper nada, sino porque siempre es mejor que tu cuerpo aprenda a hacer cosas de forma natural. Así, cuanto mejor seas en algo sin usar tus poderes, mayor será la mejora al usarlos.
- ¿La fuerza de mi mejora física es proporcional a mi propia fuerza?
- No exactamente, la mejora física es… de una cantidad fija, por así decirlo. Puedes verter más o menos poder para aumentar y reducir esa cantidad, pero no depende de tus propias características. Lo que quiero decir es que, cuanto más fuerte, ágil, o diestro seas de forma natural, menos vas a necesitar de tu poder, y en caso de necesitarlo, llegarás a un punto máximo mayor.
- Vale. ¿Siguiente?
- Espera chavalín, que no hemos acabado. Te he dicho la parte buena, ahora falta la otra parte.
- ¿Hay una parte mala?
- No es mala de por sí. Pero como con todo en nuestros poderes, es una consecuencia, cada acción tiene una reacción. ¿Qué crees que pasaría si estuvieras cargando con la piedra del otro día, y te quedaras sin mejora física?
- La dejaría caer a un lado.
- ¿Y si no puedes? La mejora física consume energía mucho más rápido que los otros poderes, y si no estás atento podrías perderla sin darte cuenta, y ser aplastado. Esto y otra cosa: La resistencia que te da la mejora física, es peligroso confiar en ella. Es siempre la última en consumirse y da una falsa sensación de seguridad. La mejora física también te permite aguantar heridas que te habrían derrotado de otra forma, de la misma manera si te quedas sin energía para mantener la mejora, sucumbirás a tus heridas de golpe.
- Por poner un ejemplo – siguió Pavel – A ti te gustan los juegos. Imagina que tienes una resistencia 10, y la mejora te da +5.
- Bien, tengo quince.
- No. Ahí está el truco, tienes diez más cinco, no quince. Pongamos que tienes que realizar una tarea que te cuesta 9. En principio no hay problema, podrás realizarla sin la mejora, pero con la mejora física logras no estar tan cansado al final. Si dejas de usarla simplemente estarás más cansado. Pero pongamos que realizas una tarea que cuesta 12. Los primeros puntos en usarse son los tuyos naturales, tus 10, y luego dos extra cogidos de la mejora física. Si en ese momento dejaras de mantener la mejora física, lo más seguro es que cayeras rendido al suelo de golpe, posiblemente inconsciente. Podría dar problemas peores, problemas de salud, del corazón…
- Así que si vas a necesitar esa resistencia extra, -siguió - estate preparado para mantener la mejora durante un tiempo después de la tarea. Ahora sí, siguiente. El compañero de la mejora física.
- ¡Mejora de vista! – Exclamó Rado – Esa la conozco, visión en la oscuridad. Perfecto para ir al baño por la noche.
- Sí claro, como que solo es eso. ¿Después de que te explicara lo de la mejora física y todo lo que hace en serio esperas que esto sea tan simple?
- Bueno, sí que he notado que me da frío usarla, pero pensaba que era cosa mía.
- ¿Frio? Bueno si solo lo has usado por la noche, aún hace algo de fresca, tiene sentido… En realidad no es Mejora de Vista, sino Mejora de Percepción. No solo mejora tu vista, sino todos tus sentidos, amplifica tus sensaciones, y también mejora tu mente, haciéndote capaz de usar toda esa información extra de forma eficiente. Haz la prueba, úsalo.
Rado hizo lo que le pedían, y buscó en su interior el poder que buscaba, encontrándolo ansioso por ser usado. Lo encendió, y sus ojos ganaron un cierto brillo azulado, de puertas a fuera. De puertas a dentro, a Rado le pareció que le habían apuntado con un flash en la cara, hasta que sus ojos se habituaron a la luz del día, convirtiendo las pupilas en pequeños puntos apenas del ancho de la punta de un alfiler. Su percepción era sin duda mucho mejor, mirando a Pavel desde donde estaba a unos tres o cuatro metros, podía contar no solo los pelos de su barba de dos días, sino los poros de su piel, las fibras de la desgastada camiseta.
No solo su vista había sido mejorada. De golpe fue consciente de su propia ropa, el bañador rozando con sus piernas y la goma del mismo presionando con su cintura, los tirantes de su propia camiseta empujando con cierta… fuerza, contra sus hombros, la textura de la misma camiseta que hasta entonces le había parecido suave y sedosa, áspera y desigual. Sus pies, antes cómodos, ahora estaban apoyados sobre un millar de diminutas, minúsculas rocas puntiagudas. Arena. Decidió que, de querer prestarle más atención a eso, podría contar uno a uno los granos de arena sobre los que estaba apoyado pero sí que martilleó la arena con los dedos de los pies, jugando con la sensación. Y tenía algo de frío, se le puso la piel de gallina. La brisa que hasta entonces le había parecido agradable era ahora un punto demasiado fría para el confort.
El olor al salitre, al que ya se había acostumbrado desde su llegada a Sydney, le invadió como si fuera la primera vez que lo olía, captando todos sus matices. Le llegaba también su propio olor, el de su sudor bajo las axilas y en el pelo. El olor de su hermano a pocos metros de él, también una mezcla de su olor personal, el salitre y el sudor, además de que su aliento olía un poco a zumo. Se dio cuenta de que ya conocía esos olores, simplemente no había tenido la capacidad de separarlos. Además…
Sus oídos habían mejorado también, el rumor del océano parecía una tormenta para él, oía su propia respiración, aún algo rasposa por el ejercicio, y sobretodo oía sus propios latidos, cuando la sangre pasaba cerca de sus oídos. Percibió que el ritmo era cada vez más lento, mientras el cuerpo volvía al estado de reposo después del ejercicio. Encontró que escuchar su propio corazón era tranquilizador, en cierta manera.
Otras sensaciones también le asaltaron, el sabor a salitre, el hambre – todavía no había desayunado – se hizo patente. Ya estaba allí pero solo ahora se daba cuenta, también el cansancio parecía querer hacerse notar más, a pesar de que no se había agotado demasiado.
- Guau. – Rado se sorprendió del volumen de su propia voz. Pero, no estaba gritando, ¿verdad?
- Mola eh.
- ¿Cuándo te has tomado uno de mis zumos?
- Antes mientras corrías. ¿Quién ha dicho que fueran tuyos? Yo también tengo hambre, ¿Sabes? Bien, ¿Recuerdas lo que hablamos antes de las consecuencias? ¿Qué consecuencias dirías que tiene usar este poder?
Rado frunció el ceño, pensativo.
- Lo de notar más el frío o el hambre, eso es malo, ¿no?
- Depende, a veces una punzada de frío puede mantener tu mente despejada, aunque sea solo por lo desagradable que es. La auténtica desventaja es esta.
Cogió la mochila que reposaba en la arena y rebuscó en ella hasta sacar una linterna de la misma, apuntó a la cara de Rado y le deslumbró. Rado cayó al suelo con un grito, ¡Se había quedado ciego! Solo veía un blanco infinito, con pequeños puntos de colores danzando, y parecía que le hubieran clavado agujas en los ojos. Mientras tanto Pavel se había acercado a su oído y simplemente le gritó una sílaba “pa”, en el oído. La cabeza de Rado retumbó como si se hubiera encontrado en el interior de la campana de una iglesia cuando la estaban haciendo sonar, volviendo a gritar de sorpresa. Pero Pavel no había terminado con su “tortura”, recogió su dedo índice con el pulgar y formó una especie de arco con ambos, el índice empujando contra el pulgar, hasta que apartó el último y el primero salió despedido hacia la frente de Rado. Un golpe tonto, pero que dejó al niño viendo las estrellas, con un tercer grito.
- ¡Ya! ¡Ya basta! ¡Ya lo entiendo! – Dijo, apagando la mejora de percepción – Demasiada información es mala. Au… Ahora me dolerá la cabeza.
Se puso en pie, mientras recuperaba poco a poco la visión y su cabeza dejaba de repetir ecos del “pa” que le había ensordecido. La molestia en la frente, pero, parecía querer persistir.
- Está bien. Fin de la tortura por hoy.
- Espera, ¿no vas a enseñarme más?
- Te dije que te enseñaría aquellos poderes que compartíamos, excepto empujar y tirar. Eso he hecho. Para los próximos quiero que domines a la perfección estos dos. Para los poderes que compartes con Yuri y Varja les pediremos a ellos que te enseñen, y para los que no, ya nos apañaremos. De momento, tu a lo tuyo, practicaremos con ambas mejoras, sígueme.
Le dijo, mientras le lanzaba uno de los zumos de la mochila.
3 de Mayo
Cala poco transitada en la costa cercana de Sydney. Acantilado. 6 AM. Edad: 10
Pavel y Rado se encontraban a los pies de uno de los dos acantilados que delimitaban la cala en la que habían estado entrenando durante el último mes, ambos de lado y mirando hacia arriba a lo alto del muro de roca. Rado miraba a las alturas con el ceño fruncido, los ojos claros con un tinte anaranjado por el sol que todo justo despuntaba. Pavel sonrió, sabiendo lo que les esperaba, y le puso una mano en la cabeza – que no le llegaba muy por encima de la cintura, todavía – y le revolvió el pelo.
- ¿Listo?
- Ehm… ¿no? – Rado había tenido ya bastantes castigos por creer que lo sabía todo, así que optó por la sana costumbre de responder que no.
- Perfecto. Empecemos pues. – Pavel dejó la mochila a un lado y dio un par de pasos alejándose de la pared, esperando que su hermano pequeño hiciera lo mismo. - ¿Qué sabes de los poderes de Empujar y Tirar?
- ¿Nada?
- Veo que aprendes rápido. Venga, mójate un poco, claramente los has estado usando sin mi permiso. ¿Qué has descubierto?
- Sirven para mover cosas con la mente, puedes acercarlas o alejarlas.
- Un buen principio. Aunque es mucho más que eso.
Se agachó entonces y cogió una piedra pequeña, que levantó hasta la altura de su pecho, con la palma abierta.
- Coge la piedra. Con tus poderes.
Bien, eso Rado podía hacerlo. Puso ambas manos ante su pecho, y encendió el poder de Tirar. Percibió la piedra claramente, y le dio un pequeño tirón. La piedra voló directo a su pecho, y el niño la cogió con las manos.
- Bien. Devuélvemela. – Rado le lanzó la piedra a Pavel, que la cogió al vuelo. Esta vez puso la mano a un lado de su cuerpo, con la piedra sobre ella. – Ahora empújala hacia la pared detrás de mí.
Otra prueba sencilla. Volvió a buscar la piedra con sus poderes, esta vez con el opuesto. Como que no tenía que preocuparse por auto atacarse con ella, le dio un buen empujón, y para asegurarse de que llegaba a la pared, mantuvo una fuerza constante en vez de darle un solo golpe al principio. La piedra salió volando de la mano de su hermano trazando un arco ligeramente descendiente hacia la pared. Todo iba bien, hasta que la piedra impactó con la pared. En ese preciso instante, Rado salió despedido hacia atrás, volando un par de metros hasta caer de espaldas en la arena, con un grito.
Su hermano estuvo enseguida allí, para ver si se había hecho algún daño y ayudarle a ponerse en pie.
- ¿Qué te ha pasado? ¿Me lo explicas?
- No lo sé. Al principio todo iba bien, pero cuando la piedra tocó la pared, fui yo el que salió despedido.
- ¿Sabes porque?
- Supongo que, ya que la piedra no podía moverse más, tuve que moverme yo.
- Bingo. Empujar y tirar dependen de tu masa, de tu peso. Si intentas empujar o tirar algo menos pesado que tú, es lo que se moverá. Si intentas empujar o tirar de algo más pesado que tú, tú serás quien se mueva. Si ambos son de un peso aproximado, ambos se moverán. Piensa en estos poderes como en poner un muelle entre tú y tu objetivo. Cuando empujas, el muelle que pones quiere separarse, y empujará aquello que le sea más sencillo. Cuando tiras, el muelle quiere comprimirse, y tirará de aquello que le suponga menos esfuerzo.
- Muelles… Vale, tiene lógica. Cuando la piedra llegó a la pared, dejó de ser la cosa más sencilla de mover, así que me moví a mí mismo.
- Exacto. Otro tema. Cuando te pedí que me quitaras la piedra, llevaste las manos a tu pecho. ¿Por qué?
- No lo sé, las cosas parecen querer ir hacia allí cuando tiro de ellas. No vienen a mis manos como haces tú.
- No vienen a mis manos tampoco. He aprendido a ponerlas en la trayectoria, nada más. En realidad, cuando empujas y tiras, lo haces basándote, más o menos, en el centro de gravedad de las cosas. Si atraes una raqueta, la mayoría de las veces no puedes elegir tirar del mango, sino de toda ella y lo más probable es que venga volando con la red por delante. Y su objetivo será siempre algún punto en tu pecho, allí donde esté tu centro de masas.
- Otra cosa que debes aprender es que el centro de masas de un objeto es siempre algo subjetivo. Depende de tu punto de vista así como del punto de vista del objeto.
- ¿El punto de vista del objeto? Las cosas no tienen punto de vista, son o no son.
- Cierto. – Pavel se encogió de hombros – Pero aun así tienen… opinión sobre sí mismos. Cojamos por ejemplo una pared. Una pared es un único objeto, ¿Verdad? Pero también podríamos decir que cada ladrillo es un objeto único en sí mismo, con su propio centro de masas. Incluso si yo eligiera una fracción de la pared, podríamos encontrar el centro de masas de ese fragmento de la pared, y aun así podría aplicar fuerza en ella.
- Entonces en realidad no tengo que preocuparme del centro de masas, puedo simplemente decidir empujar a donde quiera.
- No. Ahí está la cuestión. Si la pared que mencionábamos antes es antigua, se verá a sí misma como una pared, no como una colección de ladrillos, así que empujar a un ladrillo individualmente aunque plausible, será más complicado. En cambio, si la pared es nueva, cada uno de sus ladrillos aún mantendrá un poco de su “ego”. Pero todo esto es un pelín demasiado complicado, simplemente lo que quería decirte es, de forma general solo puedes empujar a los centros de cada objeto… Pero a veces puedes obviar esta norma. Por ejemplo, puedes empujar objetos muy grandes por un lado u otro sin mucha dificultad, es más fácil dividirlos mentalmente en trozos pequeños. En cambio, una cuchara es un objeto muy pequeño y concreto, siempre se ha visto a sí mismo como un todo… Alguien muy experto podría empujar una de las puntas individualmente, pero sinceramente yo no he visto nunca a nadie capaz. Lo máximo que he visto hacer es empujar una punta de la cuchara mientras se tira de otra, dándole vueltas en el lugar.
- Entonces, si pienso en mi mano como algo suelto, ¿puedo atraer las cosas a ella?
- No. Tú eres tú, y tu propio concepto de ti mismo es algo completo, no puedes ir en contra de tu propio razonamiento. Además, si consiguieras mentalmente separar tu mano derecha como una entidad aparte, lo único que harías sería mover tu centro de masas algo a la izquierda, puesto que seguirías siendo tú, y no tu mano, quien atrajera los objetos. Pero esto es hipotético, simplemente no se puede.
- Vale, siguiente lección del día. Empújame.
Rado se preparó separando los pies y hundiéndolos en la arena. Sabía por su experiencia de antes que si intentaba empujar a su hermano, que pesaba como el doble que él, saldría despedido hacia atrás, así que se afianzó todo lo que pudo intentando impedir aquello. Buscó en su interior. Como siempre, el poder vibraba, buscando una salida, un punto al que conectar y empujar. Un montón de puntos aparecieron en su campo de percepción, hacia todos lados. Piedras en su mayoría, una concha tirada en las inmediaciones, la mochila, una papelera en el límite de su percepción. Su hermano. Su centro de masas estaba en algún punto justo debajo del pecho. Sonrió e intentó conectar su poder… Y no pasó nada. No había clic.
- No… No puedo.
- No puedes empujar ni tirar de nadie, ni nada vivo. No directamente al menos. Tampoco puedes tirar de nada que lleven en el interior del cuerpo, total ni parcialmente. Digamos que tengo un caramelo sobre la mano, lo podrías empujar, si me lo meto en la boca, o me lo trago, nada. Difícilmente podrías detectarlo, y no podrías manipularlo. Pendientes y piercings también están protegidos, al estar traspasando el cuerpo. Es un alivio porque si no podrían arrancarte la comida del estómago, abriéndote en canal en el proceso. Así que no te lo tomes como una desventaja.
Rado, que se hizo una idea mental de lo que su hermano acababa de comentar, no se lo tomó como una desventaja en absoluto. Le gustaban sus intestinos donde estaban.
- Bien, ahora que sabes esto. Vuelve a intentarme empujar.
Rado volvió a colocarse, hundiendo los pies en la arena, arrodillándose para acercar su propio centro de masas al del suelo de forma instintiva sin saber por qué. Y pensó. ¿Cómo puedo empujarle si no puedo hacerlo directamente? La primera idea era lanzarle una piedra y empujar la misma, eso le empujaría… Pero necesitaría alcanzarle con una piedra… Lo siguiente que se le ocurrió fue mejor. Buscó el centro de gravedad de la camiseta de su hermano y… ¡Empujó con todas sus fuerzas!
Automáticamente se hundió un par de centímetros en la arena, a la vez que su hermano, cogido por sorpresa, tuvo que recolocar el pie derecho detrás de sí mismo para aguantar el empuje. La camiseta tiró de él hacia atrás con gran fuerza durante un instante, solo el tiempo que tardó en romperse por delante con un sonoro desgarro y salir volando hacia atrás a toda velocidad. Cuando la camiseta chocó con la pared Rado, que ya estaba preparado, dejó de empujar. Aun así no fue lo bastante rápido y recibió su propio empujón, desplazándole hacia atrás unos diez centímetros y forzándole a hincar una rodilla para no caer de espaldas.
- ¡Whoa! Si no te gustaba la camiseta solo tenías que decirlo. – Las palabras de Pavel denotaban su sorpresa. No esperaba tanta fuerza en el empuje, no la suficiente como para romper la camiseta y forzarle a afianzar su postura. – Eso ha estado bien. Aunque para próximas ocasiones, intenta no romper mi camiseta favorita.
Pavel cogió los restos de la prenda, con aire de tristeza, y acabó echándolos a la bolsa de la basura. Rado pensó que su hermano le iba a guardar rencor por esa camiseta de por vida. No se equivocaba de mucho. Entonces se volvió hacia la mochila que llevaba y sacó de ella un arnés al que iban atadas dos pesas de hacer ejercicio.
- Ponte esto encima de la ropa y asegúralo bien.
Rado hizo lo que le mandaban, tirando de las correas de las hebillas con fuerza. Las pesas quedaban a lado y lado de su cintura, de forma bastante incómoda.
- Bien, visto que sabes empujar con ganas, y tienes la fuerza necesaria… Vamos a subir al acantilado. Ese chaleco me permitirá empujar o tirar de ti por si hay algún problema, y esperemos que no se rompa tan fácilmente como mi camiseta. Para subir, simplemente empuja el suelo debajo de ti. Así.
Y como el que no quiere la cosa, Pavel salió disparado hacia arriba, subiendo en un instante los veinte metros que les separaban de lo alto del acantilado, y se quedó allí arriba flotando con las piernas cruzadas, como si simplemente estuviera sentado meditando en el suelo.
- Ahí es nada. – Exclamó Rado, intentando buscar el valor necesario para hacer lo que había hecho su hermano. – Vamos.
Se acercó a la pared, quedándose a un par de pasos de la misma, y encendió su poder de empujar. Encontró un centro justo debajo de sus pies, y empujó. La pared se convirtió en un borrón, y ascendió, y ascendió, y siguió ascendiendo a velocidad alarmante, hasta que salió volando por encima de donde estaba su hermano, y empezó a caer, porque el punto estaba ya muy lejos como para aplicarle toda la fuerza, bajando por debajo de su hermano… para volver a subir por encima, y volver a bajar un par de veces, hasta que más o menos estuvo centrado a la misma altura que él.
Pero, ¿estaba ya tranquilo? No, todo su peso estaba apoyado en un único punto, empezó a hacer aspavientos con las manos, intentando mantenerse equilibrado sobre ese punto.
- No te preocupes tanto. – Le dijo su hermano – Tu cuerpo sabe lo que hacer, encontrarás el equilibrio fácilmente si dejas de pensar en ello, llevas haciéndolo toda la vida, desde que andas. Si sigues empujando al final te quedarás al límite de tu alcance sin subir y bajar tanto. Cierto que sería más fácil si tuvieras tres puntos en los que apoyarte, pero de esta manera aprenderás a confiar en tu instinto.
- No… no fun… funcionaaaaaaaaa – Exclamó Rado, dando vueltas en el aire hasta que se quedó con la cabeza hacia abajo y las piernas haciendo aspavientos en el aire – ¡Ayuda!
- Prueba a usar la mejora física. Eso te ayudará, mejora el equilibrio.
Rado le hizo caso y poco a poco pudo volver a ponerse boca arriba, el momento de pánico pasado, pero aun temblando, contorsionando el cuerpo para intentar mantenerse sobre ese centro que le mantenía en el aire.
- Vamos. Ahora tira del acantilado, suavemente, y te atraerás hacia él.
Y pasó a demostrarlo, descendiendo suavemente sobre la parte alta del acantilado. Rado intentó imitarle, pero algo hizo mal, o bien tiró demasiado fuerte, o dejó de empujar contra el suelo. No supo exactamente el que, pero vio el borde del acantilado volar a toda pastilla hacia él, solo que no chocó, en cambio su cuerpo fue arrastrado hacia arriba y al centro de la plataforma, volando directamente hacia su hermano, con el que acabó chocando suavemente. Este lo cogió en brazos y lo dejó en el suelo.
- La próxima vez te saldrá rodado. Ahora vamos a bajar.
- Eh, ¿ya?
- Si claro, no pintamos nada aquí arriba. Bajar es un poco diferente que subir, yo acostumbro a subir aplicando fuerza constante, pero para bajar me dejo caer un poco, empujo para detener la caída hasta que casi casi no caigo, y dejo de empujar. Así poco a poco hasta que llego al final. Es simplemente más fácil que intentar encontrar una forma de graduar tu fuerza para bajar cuidadosamente… Verás cómo enseguida le coges el ritmo.
Y Pavel simplemente saltó por donde habían venido, bajando a trompicones en el aire, tal y como había dicho que haría. Rado se acercó al borde del acantilado y miró hacia abajo, viendo a su hermano allí de pie, saludándole con la mano. Tan pequeño, tan lejos. Tenía que saltar, iba a saltar, estaba a punto de saltar…. Pero no. Se echó hacia atrás y se sentó en el suelo.
- ¡Vamos! ¡Salta! – Pavel gritaba desde abajo - Yo estoy aquí para ayudar si pasa algo.
Rado volvió a acercarse al borde del acantilado y volvió a mirar abajo. ¿Cómo podía nadie saltar con tanta tranquilidad? ¡Había que estar loco! Dio un paso hacia atrás, e iba a dar un segundo cuando notó un fuerte tirón en la cintura, y de golpe estaba cayendo por el lado del acantilado. ¡Pavel le había tirado a la fuerza! ¡¿Cómo se atrevía?! Pero esas eran preocupaciones para otro momento. Ahora, iba a morir. Así que gritó. Caía dando vueltas pero intentó concentrarse en el “abajo” y encontró un punto sobre el que empujar, y así lo hizo, deteniendo su caída y saliendo disparado hacia arriba a cambio en un movimiento elástico. Pero no salió totalmente hacia arriba, sino que también iba hacia un lado, ya que el punto sobre el que empujaba no estaba justo debajo de él, cuando volvió a empezar a bajar volvió a empujar, desplazándose cada vez más lejos del centro, empujándole cada vez más hacia el agua y las rocas que había en la base del acantilado. Iba a morir. Pero Pavel no le iba a dejar morir, así que tiró del arnés hacia sí y Rado volvió a salir volando hacia su hermano, esta vez impactando con algo más de fuerza y cayendo ambos a la arena. Rado dejó de gritar cuando le entró arena en la boca.
- Casi muero – dijo escupiendo para aclararse la boca.
- Nah, yo estaba aquí. Además no lo has hecho del todo mal. Te has acordado de empujar, dos veces. Bien – Pavel se puso en pie y tras sacudirse toda la arena de la que era consciente se dirigió a la mochila, de la que sacó dos zumitos, lanzándole uno a su hermano – A partir de hoy tus vueltas a la playa incluyen subir y bajar del acantilado. No te preocupes, llevarás las ruedas – señaló el arnés con las pesas – hasta que te sientas seguro haciéndolo por ti mismo, luego ya podrás montar en bicicleta sin ellas.
Permanecieron allí un rato, sentados el uno al lado del otro, bebiendo cada uno su zumo en silencio, antes de volver al entrenamiento.
10 de Mayo
Cala poco transitada en la costa cercana de Sydney. Carretera. 10 AM. Edad: 10
Estaban ambos de pie al final de la carretera de asfalto, donde esta se convertía en una pequeña plaza redonda para poder dar la vuelta antes de meterse de lleno en la playa. No había ningún coche a parte del todoterreno de Pavel así que tenían el “ring” para ellos solos.
Rado lucía el uniforme habitual: camiseta de tirantes y bañador, aunque esta vez le había añadido un par de chancletas, para andar por el asfalto. Pavel en cambio iba descalzo igualmente, con el bañador de siempre y la camiseta que Rado le había comprado después de romperle la suya durante el entrenamiento. Era una camiseta sin mangas, no de tirantes, de color negro. Rado creía que le quedaba bastante bien, pero Pavel a pesar de estarle agradecido, no dejaba de encontrarle pegas. Después de todo, no era su antigua camiseta. Rado ya no llevaba el arnés desde hacía un par de días, aunque se lo hubiera quitado a mitad del primer día, en cuanto le había cogido el tranquillo a aquello.
- ¿Por qué estamos hoy aquí? – Pavel rompió el silencio.
- No tengo ni la menor idea. ¿Vas a enseñarme otro poder?
- Más o menos, voy a enseñarte cómo funciona, pero no es uno de los que tú tienes, así que simplemente te servirá de preparación, por si alguna vez te encuentras a alguien que pueda usarlo. Hoy te enseñaré mi especialidad: el control de la fricción.
- Te vuelves viscoso, o pegajoso, a voluntad. ¿No?
- No. No me vuelvo viscoso, ni pegajoso, eso es desagradable. – Pavel le dio una colleja a su hermano, sin aplicar ninguna fuerza real. – No, pero no vas desencaminado, el efecto es parecido. Cuando incremento mi fricción, las cosas necesitan realizar muchísima más fuerza para deslizarse por mi cuerpo. Mira – sacó la billetera de la mochila y extrajo de la misma un billete de un dólar, se lo puso en el brazo mientras este estaba en reposo, en vertical. El papel aguantó ahí no más de un segundo antes de caer. Pavel tiró del papel y esta vez volvió a ponérselo en el brazo, con el incremento de fricción activado. El papel se quedó ahí, sin moverse. - ¿Ves? La fuerza que hace la gravedad tirando hacia abajo no es lo bastante grande como para arrastrar el billete por mi piel.
- ¿Y qué diferencia hay entre eso y ser pegajoso?
- Oh, que pesado con lo de pegajoso. Ven y tócame y verás la diferencia. – Rado debió poner cierta cara de asco, porque Pavel siguió – ¡Vamos! Soy tu hermano no una mierda de perro que te has encontrado en el camino.
Rado se acercó al fin, sonriendo ante el comentario, y pasó la mano por el brazo de su hermano. O intentó pasar la mano, porque en cuanto tocó el brazo ya no pudo seguir deslizándose por él. Hizo un poco más de fuerza hacia abajo y sus dedos bajaron, pero separándose de la piel de su hermano cada vez que se desplazaban. En cambio, simplemente ponerle la mano encima y luego separarla no parecía tener efecto especial alguno.
- Vale, no eres pegajoso. Si no intento mover la mano por tu piel no noto nada raro.
- ¿Ves? ¿Valía la pena tanta cara de asco? Cuando hago esto puedo trepar por casi cualquier sitio, si tengo un arma en la mano es muy difícil que se me caiga, puedo tirar de una cuerda sin temor a quemarme las manos. Además, si me afianzo de esta manera al suelo, puedo realizar empujones o tirones de mayor fuerza, al no desplazarme yo. Mira, otro ejemplo.
Se guardó el billete por fin en la billetera, y se acercó a su coche. Se puso de espaldas a él y apoyó una planta del pie en la puerta, seguida de la otra, aguantándose como si estuviera sentado en cuclillas… Aun así parecía que poco a poco se iba deslizando hacia abajo, así que se quitó la camiseta y apoyó la espalda en la puerta, para darse más superficie con la que trabajar. Ya no seguía bajando.
- Perfecto. Mi hermano es spiderman.
- Buena comparación. – Pavel se bajó del lateral del coche y se volvió a poner la camiseta – Ahora la otra parte del poder.
- Espera. ¿Qué pasa si hago esto? – Rado cogió arena del borde del asfalto con ambas manos y se la colocó delante, empujándola mágicamente hacia su hermano, que quedó más o menos cubierto de la misma por todos lados. – Si. Estás pegajoso.
- Gracias. Claramente llenarme de arena es lo que más necesitaba – respondió con sarcasmo – Pero me viene de perlas, ahora verás la otra mitad del poder.
Pavel se llevó una mano a la cintura, y agarró con fuerza la goma del bañador. Inmediatamente de su cuerpo se desprendieron absolutamente todos los granos de arena, patinando como si se los estuviera llevando una corriente de agua. No solo eso, sino que su cabello se volvió lacio de golpe, cuando el sudor que había acumulado entrenando durante la mañana simplemente cayó al suelo, sin tener a dónde agarrarse. Por eso se había sujetado el pantalón, sin fricción simplemente habría caído al suelo. Entonces se soltó el pantalón, pero no cayó, ya había desactivado el poder.
- Por eso no activo la anulación de fricción en todo el cuerpo a la vez. No sería la primera vez que me olvido que los pantalones se aguantan ahí por la fricción, principalmente.
- ¿Y ahora eres viscoso? ¿Resbaloso? Como quieras llamarle.
- No todo, lo he dejado activado de cintura para arriba y del muslo para abajo, más o menos, excepto en las palmas de las manos y en las palmas de los pies. No quiero salir patinando, de momento.
- ¿Y qué ganas con esto? A parte de que parece que no te hace falta ducharte si no quieres.
- ¿Recuerdas cual decían que era mi mejor cualidad?
- Hm… ¿Qué eras rápido?
- Soy rápido. Mucho más de lo que te puedas imaginar. Básicamente puedo patinar por donde quiera, como quiera, y puedo empujarme casi constantemente con los otros poderes.
Y dicho esto, empezó a desplazarse por la “plaza”, sin realmente andar, deslizándose por todos lados. Lentamente al principio, como si estuviera patinando sobre hielo, pero luego iba más rápido, cada vez más, realizaba giros bruscos que ningún patinador soñaría en hacer, cambios de velocidad abruptos, movimientos exactos, controlados. Rado no había patinado mucho, pero sabía que si hubiera intentado hacer la mitad de lo que su hermano hacía, se habría acabado estrellando con algo más temprano que tarde, tirado por los suelos y arrastrando la cara por el asfalto.
Al final su hermano paró con la demostración, deslizándose hasta donde estaba antes como si flotara, pero pegado al suelo.
- ¿Se te ocurre algo más? ¿Qué más ventaja pueda tener?
- ¿No te pueden coger?
- Exactamente, hay que hacerlo de una forma muy concreta si quieres mantenerme atado. La otra ventaja es que, la mayoría de ataques me resbalan, reduciendo su daño. No es una regla exacta y no puedo fiarme de ser “invulnerable” como Yuri, pero ayuda.
- ¿Y cómo se te gana, si no te puedo pegar, ni te puedo agarrar?
- Eso tendrás que descubrirlo tú solo, no te voy a contar como ganarme. Por cierto… - Pavel se dio la vuelta, hacia la mochila-nevera, y tiró de ella, para sacar de la misma dos zumos, y le lanzó uno a Rado – Toma.
Rado lo cogió… durante un instante. El pequeño brick patinó en sus manos como si fuera una pastilla de jabón y acabó en el suelo donde se deslizó a unos buenos cuatro o cinco metros de los pies de Rado.
- ¿Puedes hacérselo a otras cosas?
- Solo durante unos momentos. Y no a otras personas. Ya podrás coger el zumo, no dura tanto como eso… O se habría ido patinando hasta la ciudad.
Rado anduvo hasta el esquivo zumo y se agachó a cogerlo, pausándose unos segundos antes de hacerlo, dudando de la veracidad de la información de su hermano. Al final lo intentó coger y… nada extraño pasó. Lo levantó con facilidad. Le sacudió un poco el polvo y se dirigió al lado de su hermano, que ya se estaba tomando el zumo apoyado en el todoterreno.
12 de Mayo
Cala poco transitada en la costa cercana de Sydney. Orilla. 9 AM. Edad: 10
Ese día eran tres. Rado, Pavel, y Varja. Los dos primeros iban con el uniforme habitual, Varja con un top ajustado de esos elásticos y pantalones de ejercicio de un material semejante.
Llevaban más o menos una hora corriendo cuando Pavel les hizo parar.
- Hoy Varja te explicará cómo funcionarán los dos poderes que compartes con ella, y los que solo ella tiene.
- Bien.
Exclamó Rado. Los poderes que compartía con Varja eran los más esotéricos, y los que más le costaba forzarse a intentar.
- El pequeño saltamontes es todo tuyo hermana.
- Eeestá bien… Los poderes que tú y yo compartimos son dos, sin tener en cuenta la mejora de percepción. Conversión en sombra – Varja levantó la mano derecha, y esta se convirtió en una especie de construcción de niebla negra, hasta la altura del codo. Ya no era de carne y hueso, sino de un vapor oscuro y opaco – y creación de objetos de sombra – Una mano, semejante a la de Varja y definitivamente hecha del mismo material, brotó del suelo a espaldas de su hermana, pero esta era tan grande como la propia chica. Ambas manos sombrías parecían moverse al unísono – En realidad no tienen normas tan rígidas como el resto de poderes, por lo que se. Los poderes Sombríos de empuje son demasiado despegados de la realidad como para atenerse a muchas de sus normas.
- ¿Así que no hay normas extrañas ni consecuencias?
- Oh, sí las hay. Pero no tienen mucho sentido. Cuando te conviertes en sombra, sigues teniendo la misma masa y el mismo peso. Si, las cosas te pasan a través y una verja no supone obstáculo, pero tú sigues siendo tú. Además, no puedes combinar este poder con el de crear objetos para “curarte”. Si alguien te cortara un brazo, convertirte en sombra y crearte uno de sombras no te devolvería entero cuando dejaras de usar los poderes.
- Otra cosa – Varja siguió hablando – es que no le puede pasar nada a tu cuerpo mientras estés así, pero tampoco puedes hacer uso de los poderes físicos aunque no es que me haya preocupado nunca mucho ya que no los tengo. Y convertirte en sombra consume mucha más energía que la mejora física, así que si vas a usarlo, será mejor que sea durante el menor tiempo posible. Además ahora mismo solo lograrás convertirte a ti mismo totalmente, no por partes como lo hago yo… Y… no podrás llevarte la ropa contigo, así que te quedarás en pelotillas. Llevarte objetos contigo cuesta bastante práctica. Convertirte solo en parte también. Cuando mi instructor me enseñaba, hizo que otro soldado le disparara. Su cuerpo se convertía automáticamente en sombra, solo allí donde las balas impactaban, dejándolas pasar sin recibir daño alguno. Yo no puedo hacerlo de forma tan automática… Pero he estado practicando. Vamos, dale un tiento.
- ¿No has dicho que se me caería la ropa las primeras veces?
- ¿Y qué más da? Estamos solos aquí. Soy tu hermana mayor, ¡Te cambiaba los pañales! Y no tienes nada que Pavel no tenga más grande, así que no te preocupes, inténtalo.
Rado buscó el poder. Había tonteado con él antes, sin atreverse a activarlo del todo, le asustaba la idea de volverse incorpóreo. Pero si alguna vez tenía que hacerlo… Además, todo ese tiempo saltando de acantilados le había quitado bastante miedo a sus propios poderes, así que simplemente se dejó llevar por los mismos.
Percibió enseguida que su piel expulsaba un vapor negro, como cuando hacía esfuerzos con los otros poderes, pero aún no había logrado ser inmaterial, así que empujó un poco más, dándole más leña al fuego, y al final sintió como su camiseta pasaba a través de él y los pantalones caían a la arena. No había ninguna otra sensación extraña. Seguía notando el suelo, y su cuerpo no parecía haber cambiado, en lo que a sensaciones se refiere… Pero claramente era inmaterial, estaba hecho de la misma niebla negra que expulsaba otras veces, igual que había hecho su hermana con su brazo.
Y tal como vino, se fue. No pudo mantenerlo más de unos breves segundos, aunque sabía que podría volverlo a hacer varias veces antes de quedarse exhausto. Simplemente no podía mantenerlo mucho tiempo seguido.
Se quedó parado, mirándose la mano, y esta vez concentrándose en ella exclusivamente, reactivó el poder. Al principio parecía que todo su cuerpo iba a volverse a convertir, pero no lo dejó, redirigió sus esfuerzos y volvió a empezar, una vez, dos, tres, cuatro… A la quina, logró que su mano y el resto del brazo hasta por encima del hombro se convirtieran en sombra, pero no el resto del cuerpo.
- Eso está muy bien para la segunda vez – admitió su hermana – Pero déjalo ya y súbete los pantalones. Que ya sepamos lo que tienes no quiere decir que queramos verlo todo el tiempo.
Pavel se rió, mientras Rado se subía los pantalones, sonrojado. Había sido ella la primera que había dicho que no importaba, y ahora se quejaba. ¿Quién entendía a las mujeres?
- Ahora vas a practicar el otro poder. Crear objetos de sombra. Aquí la única norma que hay es que la masa que creas es siempre más o menos la misma, independientemente del tamaño, así que cuanto más grande sea lo que hagas más frágil será, y viceversa. Lo que crees no tiene por qué estar en contacto contigo, pero es más sencillo si lo está. Puedes controlar las cosas que haces a distancia… Animarlas y moverlas, pero no vuelan, están sujetas a las leyes de la naturaleza. Venga, haz algo sencillo.
Rado lo intentó, levantó una mano e intentó imaginarse el objeto más sencillo posible en sus manos. La niebla negra se empezó a formar y condensarse… Y segundos después tenía un balón en las manos. No era lo más elaborado del mundo pero…
- Bien. Intenta chutarlo.
Rado obedeció, y dejó caer el balón para darle con el pie, pero en cuanto dejó de estar en contacto con su mano, simplemente se desvaneció. Rado frunció el ceño.
- No te preocupes, ya te dije que era más sencillo cuando estabas en contacto con lo que creabas. Hacer lo demás te tomará tiempo y práctica. Nada más.
- ¿Eso es todo lo que puedes enseñarle? – Intercedió Pavel – Pensaba que habría más.
- Sí es todo, no hay más. Como dije antes, los poderes Sombríos son bastante bizarros. Los otros son mucho más estrictos, por lo que tengo entendido. Estos están más despegados de las leyes de la física, aunque no del todo. ¿Le enseño ahora los otros?
- Vale, pero deja los dos que puede hacer Yuri para él. Le gustará participar.
- Perfecto. Vale, ahora vas a ver de qué más soy capaz. Primero: Escudo Repulsor.
Algo sucedió alrededor de Varja, y unos pocos granos de arena empezaron a salir volando, alejándose de ella en todas direcciones. Nada más parecía haber cambiado, pero Rado intentó acercar una mano a ella, y empezó a notar una fuerza que le impedía acercarse. No era realmente un muro, sino realmente eso, una fuerza, como si hubiera un muelle empujándole.
- ¿Qué diferencia hay entre esto y el Empujar que podemos hacer Pavel y yo?
- La base es completamente distinta. El funcionamiento básico, elemental, no es el mismo. Esto crea una especie de anti-gravedad. Sabes que la gravedad atrae objetos, ¿no? Pues esto es lo contrario, los repele, conmigo como su centro.
- ¿Y no tiene consecuencias como nuestro Empuje? ¿No recibes una fuerza equivalente en dirección contraria?
- Si claro. Las leyes de la física se aplican igualmente. La cosa es que, cuando nadie me molesta como esto proyecta en todas las direcciones a la vez, no noto diferencia alguna.
- ¿Y si alguien intenta entrar en tu campo?
- Pruébalo otra vez. Y fíjate en la arena detrás de mí.
Rado volvió a empujar con su brazo contra aquella fuerza invisible, era como… No sabía con qué compararlo. Nunca antes se había enfrentado a una fuerza inmaterial. Hizo lo que Varja le había mandado y se fijó en la arena detrás de ella. En el lado opuesto al que él estaba intentando traspasar, había un chorro de arena algo más potente. Rado dejó de empujar y el chorro cesó, reduciéndose hasta los pocos granos que salían volando en el resto de la “esfera”. Cuando volvió a empujar, el chorro volvió, y empujar más o menos lo hacía más o menos intenso.
- Cuando alguien me empuja, la propia esfera compensa el empujón potenciando a la vez ambos extremos de la esfera, manteniéndome equilibrada en el centro. No siempre es suficiente y a veces tengo que poner de mi parte. ¿Qué otras diferencias hay?
- Tú si puedes empujar personas.
- Si. De hecho me resulta bastante complicado discriminar. Las primeras veces rompía la ropa. Y no te rías. – Tarde, porque ya Pavel lo estaba haciendo, y si su hermano mayor lo hacía, Rado seguía, siempre. – Además, esto consume muchísimo más que vuestros Empujes y Tirones. Es una fuerza que se proyecta en todas direcciones todo el tiempo, y que produce fuerzas en AMBAS direcciones para mantenerme estable. Ciertamente no puedo estar todo el día usando esto como vosotros.
- Ahora el siguiente. Singularidad.
- ¿Qué?
- Singularidad. Agujero negro. Digamos que es una segunda gravedad en un punto que yo determino. Míralo.
Varja levantó una mano y a unos cinco metros del trío sucedió algo extraño. La arena empezó a levantarse y girar, toda dando vueltas alrededor de un punto en el aire, más o menos a un par de metros de altura. El punto empezó a convertirse en una bola de arena, pero en cuanto ganaba demasiada masa algunos trozos de la misma caían y se reemplazaban por nueva arena.
- Esto es lo que hace. Un centro de gravedad sin masa. No le he querido dar demasiada fuerza, así que no levanta otra cosa que arena. Con más fuerza, atraería a personas al interior, cambiaría el curso de las balas que tuvieran que pasar a través…
- ¿Y este no tiene consecuencias tampoco?
- Oh si, si las tiene. Yo me veo tan atraída por esa fuerza como el que más. Y dado que solo puedo colocarlo en algún sitio cerca de mi alcance, a no ser que lance una muy débil como está siempre estoy envuelta en su efecto gravitatorio. Otra consecuencia, es esta.
Levantó una segunda vez la mano, y otro punto semejante apareció a un par de metros del primero, atrayendo la arena del suelo y visible solo gracias a esta. Ambos puntos empezaron a acercarse poco a poco, y a dar vueltas concéntricas el uno al otro, cada vez más cercanos, hasta que impactaron. Cuando los dos puntos se unieron Rado empezó a notar la fuerza de atracción del nuevo punto más grande y tuvo que afianzar los pies e inclinarse un poco hacia atrás, porque le atraía con bastante fuerza. Entonces Varja canceló ambos puntos y Rado trastabilló hacia atrás, a la vez que la arena que había sido comprimida estallaba en todas direcciones, sin la fuerza que la mantenía unida y compactada.
- Los puntos son susceptibles a la física también, cuanto más pesan más difícil es mantenerlos en el aire, y si se juntan dos o más su poder se multiplica. Si no se va con cuidado llega un punto en el que se mantienen de forma automática y no puedes cancelarlos, no hasta que te quedas sin nada de energía y prácticamente inconsciente. O puedes morir aplastado bajo los efectos de tu propia singularidad.
- No me extraña que no te guste usarlo.
- No, por sí mismo no me gusta usarlo. Pero ahora viene lo divertido. ¿Qué pasa si combino este poder con el de crear sombras?
- ¿No lo sé? Enséñamelo.
Rado ya no sabía que sospechar. No tenía ese poder, no sabía que posibles relaciones habría entre ambos, así que simplemente prefería verlo.
- Vale, apartaos.
Ambos hermanos así lo hicieron, y Varja desató sus dos poderes a la vez. Una niebla oscura, idéntica a la anterior, apareció a sus pies y empezó a extenderse en todas direcciones, arrastrándose lánguidamente por el suelo. Pasados unos momentos alcanzó una rama que llevaba ahí atrapada vete a saber cuánto, y en cuanto la niebla la rozó se rompió con un crujido. Cuando la niebla la cubrió siguió crujiendo durante unos instantes, y luego ya no se oyó nada. Varja dejó escapar un sonoro suspiro, y les miró.
- Rado puedes acercarte. Está al mínimo no te hará daño.
- ¿Estas segura? – La voz de Pavel sonaba preocupada – No tengo muy buenos recuerdos de las prácticas contigo.
- Si, tranquilo. He mejorado mucho, y ahora está al mínimo. Menos que esto y simplemente el efecto desaparecería. Vamos Rado, no pasa nada. Ven.
El niño no lo tenía muy claro la verdad. Las dudas de Pavel al respecto le ponían los pelos de punta, pero dado que el mismo ahora parecía animarle a ello poniéndole la mano en la espalda y empujando suavemente, decidió lanzarse a la piscina. Avanzó hasta el borde de la niebla y dubitativo, metió un pie. En cuanto la niebla le tocó la punta del pie, se afianzó en el mismo y tiró de él hacia abajo, enroscándose en su extremidad con fuerza, y trepando por la misma hasta casi la rodilla. El otro pie cayó enseguida, y sufrió el mismo destino. Notó entonces que no solo la niebla era algo sólido que le apretaba por todos lados con gran fuerza y tiraba de él, sino que se sentía más pesado, tanto que segundos después cayó de rodillas al suelo. La niebla pronto le apresó los brazos hasta poco más por encima de los hombros, y le llegó casi hasta la cadera subiendo por los muslos. No contenta con eso, Varja levantó una mano y la niebla se arremolinó, creando una réplica enorme de su mano y cogiendo al chico por el pecho. La presión que ejercía la niebla en sí ya era demasiado, pero el peso extra le estaba anclando al suelo. Cansado de esto decidió usar la mejora física y emplear la fuerza y resistencia extra para salir de allí.
Abandonó la niebla, trastabillando hacia atrás, y ésta se deshizo en jirones hacia él, como si se sintiera herida porque la hubiera abandonado. Rado apagó enseguida la mejora física y suspiró.
- No sé por qué os hago caso.
- ¿Cómo has salido? – Preguntó Varja, mientras disipaba la niebla. El suelo afectado por la misma había quedado extrañamente liso, como si le hubiera pasado una apisonadora por encima – No creía que pudieras.
- Ha usado la Mejora Física. –Pavel respondió por su hermano – Debo decir que en su caso yo hubiera hecho lo mismo.
- Ah claro, trampas.
- No son trampas solo porque tu no puedas hacerlo, princesa.
- Claro. – Suspiró ella – ¿Aquí no ofrecíais zumo después de practicar? Yo he practicado. Quiero mi zumo.
Pavel le lanzó un pequeño brick a la cara, y ella lo cogió como pudo. Luego los tres hermanos se sentaron juntos a tomarse cada uno su zumo, mirando la costa.
25 de Diciembre, madrugada.
La voz de Frank Sinatra resonaba entre los azulejos del baño, deseando, a través de la radio, unas blancas y felices Navidades a cada uno de sus oyentes, a golpe de voz melancólica y nostálgica, a golpe de viejos tiempos y tristeza, y de unas lágrimas que ya no manaban.
Im dreaming on a White Christmas… El humo del cigarro se esparcía, serpenteando, sobre el agua, contemplado, indolente, por aquel par de ojos que, ausentes, se desviaban finalmente, posándose sobre las letras del envase medicamentoso que reposaba sobre la repisa de la bañera, vacío.
La palabra “alprazolam” resaltaba en el campo de visión de Lafayette, dejando un eco de su propia voz silenciosa dentro de su cabeza, a modo de sentencia ominosa...Just like the ones I used to know… La música se entremezclaba con el sonido del agua fluyente, repiqueteando, al compás del giro del émbolo del bolígrafo de insulina rápida que había conseguido de entre las pertenencias de aquella mujer de 85 años que había muerto la noche anterior, por un tromboembolismo pulmonar masivo, y que la había mirado a través de aquellos ojos grises y apagados, sin vida, casi retándola a hacer aquello que llevaba tanto tiempo pensando de manera inmediata.
La aguja hipodérmica se clavaba, sobre la grasa localizada alrededor del deltoides. ¿Cuarenta unidades serían suficientes? Apretó el émbolo, y contó hasta diez, mientras percibía, comenzando a sentirse ajena en su propia carne, cómo le temblaban los dedos, clavados con una fuerza que no era capaz de medir sobre el pequeño envase.
Dejó caer el bolígrafo dentro del agua, y observó el brillo metálico de la navaja multiusos de Bryan. Aquella que tanto le gustaba, y que había sido un regalo perfecto de cumpleaños, permaneciendo en sus bolsillos hasta el último día de su vida.
Su brazo se alargaba, mientras su campo visual se sumergía en una neblina onírica, en la que aún era capaz de percibir su entorno, pero lo hacía como si de hecho no existiera. Como si no perteneciese ella misma a aquella situación en absoluto.
Rió. No supo por qué. No fue una carcajada. Más bien había sido casi un bufido, cargado de resignación. No había dejado ninguna nota, pensó. ¿Para qué? A nadie le interesaba lo que estaba a punto de hacer.
El brillo metálico de la hoja refulgió sobre su piel. Sobre el blanco inmaculado de sus muñecas. “En vertical”, se dijo, recordando tantos y tantos cortes mal hechos en horizontal, que habían alargado innecesariamente un sufrimiento que no debía ser tal, al resultar inefectivos.
Escuchaba su propio corazón latiendo en sus sienes, casi ensordecedor, mientras el filo se posaba sobre la carne y sus dedos apretaban, con precisión quirúrgica, entorpecida tan solo por el efecto sedante de las benzodiacepinas. La mano comenzó a flaquear en el tramo final, y sus labios, también ajenos, emitieron un siseo.
La sangre comenzó a manar, mientras cambiaba la navaja de mano. El corte de la muñeca derecha también había sido doloroso, de una manera un tanto alienígena, y quizá no tan profundo como le hubiese gustado, pues los dedos de la mano izquierda comenzaron a ponérsele fríos, hasta que a penas fue capaz de sentirlos.
Metió ambas manos en el agua, evitando la coagulación de ambas heridas, que tiñeron la bañera en carmesí en cuestión de unos pocos segundos. Y una sensación de pesadez sobrecogedora comenzó a apoderarse de su cuerpo, al mismo tiempo que reclinaba su espalda contra la parte de atrás de la tina y la pared de azulejos del baño, mirando hacia el techo, exhalando casi todo el aire que quedaba en sus pulmones.
...May your days be merry and bright...
Los labios se movieron solos, vocalizando sin voz aquella letra conocida. Una sonrisa sardónica se posaba sobre los mismos, a medida que su campo visual oscurecía, y la luz que coronaba el techo del baño se iba haciendo cada vez más borrosa... And may all your Christmas be white... Resonó, como última frase coherente que sus oídos fueron capaces de percibir, justo antes de que su corazón terminase por desbocarse, ensordeciéndola.
Su cuerpo resbaló, hundiéndose, despacio. Y fue extraño, porque a penas fue capaz de notar cómo trataba de respirar bajo el agua y sus pulmones se encharcaban. Lo vio todo de repente del color de la sangre, y pensó que al fin y al cabo, aquel era el fluído primordial de la vida, y era hermoso.
Pensó que quizá todo habría sido diferente, dados otros acontecimientos. Pensó que quizá lo suyo, al fin y al cabo, no habría tenido jamás un remedio concreto. Pensó que si volvía a abrir los ojos, quería hacerlo e otra vida, y de nuevo junto a Bryan. Bryan... ¿Habría sido su muerte igual de indolente? Siempre había querido consolarse con la idea de que al menos no había sufrido... Pero sospechaba que no había sido así. Él no había decidido. Y al menos durante un instante, de seguro había sentido el mismo miedo que en su caso, parecía mantenerse atado en el fondo de su cabeza, y que ahora palpitaba, sobreponiéndose a su corazón, que había perdido ya la fuerza.
Se sintió caer en el vacío, y percibió, como una sensación tenue y lejana, un dolor que debería haber sido excruciante, y que sin embargo se comportó como una balsa de aceite denso, en la que se sumergió, poco a poco, como si tras tocar el suelo de la bañera por entero se encontrase con un abismo embalsamante. Quizá rió. No lo supo. Quizá ni siquiera podía gobernar su cuerpo en aquel instante. ¿Qué más daba?
La cuestión es que se dejó caer. Se dejó morir. Se permitió a si misma desaparecer, en un torbellino oscuro que giraba desesperadamente despacio. Y pronto, o quizá tarde. o puede que una eternidad después, se sintió incapaz de pensar. Se sintió incapaz de percibirse a si misma, o de organizar una sola frase complicada. "Así debe ser..." se dijo, dejando que una extraña paz, una paz sobrecogedora que jamás había sido capaz de percibir en lo que podía haber sido su vida entera o un instante, gobernase el pequeño hilo de pensamientos que aún se empeñaba en titilar en su cabeza.
Y todo dejó de importar. Después de todo, ¿qué iba a poder arreglar ahora? ¿Qué importaba ahora cualquier cosa que no fuera aquella paz, aquel momento?
Sebastian Task:
Marionetas: No corresponden a ningún tipo de no-muerto. Son simplemente cadáveres que Zimmerman -y posiblemente otros vitalistas - pueden mover gracias a capacidades Telequinéticas avanzadas y precisas que articulen el cadáver.
Erráticos: No-muertos bajo el control de su creador, pero que parecen defectuosos o sufriendo algún tipo de interferencia o influencia, por lo que muestran movimientos corporales y faciales erráticos, desde zarandeos del cuerpo hasta gruñidos.
Huecos: No-muertos bajo el control de su creador, pero que se mantienen inmóviles hasta que reciben algún tipo de orden (incluso mental) por parte de su creador.
Prisioneros: Tanto Cotard como Genesis parecen tener consciencia de si mismos, pero parecen estar completamente inmóviles hasta que deciden ejecutar algún tipo de movimiento, lo cual parece indicar que su consciencia y su cuerpo no están sincronizados.
Pre-Conscientes: Son no-muertos que parecen tener consciencia de si mismos, mostrando la comunicación no verbal de un ser humano normal, salvando la ausencia aparente de respiración, lo cual indica que su consciencia y su cuerpo están sincronizados. Aún así, son incapaces de hablar o reflejar emociones. Aunque no resulta obvio, probablemente sigan sujetos al control de su creador, pese a tener consciencia propia.
Conscientes: No-muertos capaces de hablar, pensar y comportarse como una persona normal, ya fuese aquellos que fueron en vida u otro "Espíritu" insertado en dicho cuerpo. Existe un grado de control variable por parte de su "creador", dependiendo del poder del mismo y del individuo atrapado en el cuerpo reanimado.