Adif se decide a llamar a la puerta. Da un par de golpes secos con el puño y espera.
La puerta es lisa, de madera maciza. Y pese a que tus golpes han sonado claros y contundentes, nadie abre. Desconcertado, repites la llamada. La respuesta es la misma: ninguna.
- Menudo éxito de husmeador- piensa para sí mismo.
Se piensa quedarse en la puerta lo que quede de noche para ver si la puerta se abre. No le costaría nada. Pero finalmente decide dar media vuelta y seguir deambulando por los próximos jardines.
Los jardines son frondosos, exóticos, un auténtico desperdicio de tiempo, energías y agua -recordemos que Enoch está en el desierto-. Aunque la parte privada del palacio sigue rodeada por una muralla infranqueable, la parte pública es recorrida por bastante gente. Te cruzas en tu deambular con varias parejas de diversas edades, algunos grupos de jóvenes jugando a las cartas y apostando en cenadores, un par de damas que podrían ser -o no- prostitutas caras, algún anciano caminando tranquilamente... es un remanso de paz. Clar que para tí es más bien una muestra de la estupidez humana, de cómo se empeña en imponer su voluntad contra la naturaleza que finalmente acabará por convertir todo esto en polvo...
Y te llama la atención, entonces, un hombre arropado por las sombras. No sabrías definirlo mejor, en todo caso. Es alto, muy alto -1'90 y recuerda en la época en la que estamos-, y no puedes evitar pensar que te recuerda de alguna manera al reverso tenebroso del caballero que tan hostilmente te echó de sus terrenos. Elegante y atractivo como él, pero infinitamente oscuro, siniestro. Bajo su túnica, cara pero discretísima -negra de arriba abajo, sin un sólo adorno- se adivina un cuerpo atlético y fibrosos. Alguien que en vida, posiblemente, tuvo un trabajo manual, o quizá fue aficionado al deporte.
Cruza por el camino de gravilla, en dirección contraria a ti. Sin embargo, pese a que sin duda va a cruzarse contigo, no parece que se haya fijado en ti. Camina con seguridad pero sin prisa, y de nuevo tienes la sensación de que las sombras se arremolinan tras él de un modo nada natural.
Felicidades, acabas de cruzarte con el Padre. Disfruta ahora que todavía es tratable. Y si yo fuera tú -si me preguntan negaré haber escrito esto- intentaría aprender todo lo que pudiera de su modo de ser para aprovecharlo para Subrosa.
Estoooo ¿Me estás invitando a que interrumpa su paseo?
En esta escena yo no te invito a nada. Me limito a narrar. Vives con miedo, ¿eh, jodío?
No es miedo, es que si somos la piltrafilla que dices, a cuento de qué voy a decirle, ¡¡Hombre Lucian!! ¿Cómo va eso macho?
Adif detiene su marcha y se queda mirando a Lucian cuando pasa a su lado. Es la primera vez que ve las secuelas de la obtenebración.
JAJAJAJAJjajajjajJAJAJAJJAJAJAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA
Tíooo, nooo, no hace falta que seas tan basto, pero hay otras posibilidades más delicadas. Y sí, hay antediluvianos cabrones -véase Veddartha-, pero Lucian en principio no te va ni a escupir ni a matar.
Él detiene su marcha al sentir sus ojos sobre tí. Se gira. Sí, dirías que las sombras van un par de milésimas de segundo más retrasadas de lo que debieran...
Su expresión no es agresiva ni hostil. Es, sencillamente, la expresión severa, siniestra, infinitamente inexpresiva de una máscara de porcelana. Has visto miradas tan pétreas como esa en los ojos de las máscaras funerarias. Su mirada haría parpadear a una esfinge. Y, sin embargo, no es hostil, como ya he dicho. Sospechas que es su expresión normal. Un hombre capaz de ver un bebé mordiéndose los dedos de los pies y no esbozar ni media sonrisa.
- ¿Deseas algo? -pregunta con absoluta, perfecta y total cortesía.
Tras unos instantes de silencio
- Vos sois Lucian, claro... -dice, como para sí- no quería interrumpir vuestra marcha. Soy casi un recién llegado y no había visto... eso - dice, refiriéndose a las sombras, vibrantes.
Ahora te fijas en que sus ojos son perturbadoramente verdes. No el verde pardo de la gente normal, sino casi un verde esmeralda, verde mar, un par de puntos brillantes en toda la oscuridad que le rodea. Inquietante.
Sorprendentemente, sí sonríe. Llamarlo sonrisa quizá sea apuntar muy alto, dejémoslo en un tenue, infinitesimal alzamiento de la comisura izquierda de sus labios. Un experto conocedor de la naturaleza humana podría atisbar un puntito de amargura en esa "sonrisa", pero no es tu caso.
- Sí. Hay tantas...
Imagínate a alguien metiendo la realidad en una batidora. esto es lo que ves, el universo real pasado por la thermomix.
tiempos pasados, actos pasados, desgarrados, incoherentes, desenhebrados.
Una voz, un trato, una oferta que no podría rechazar. ¿Quieres un mañana? ¿Quieres un mañana para ella?
el Sol brillante como la cabeza de un alfiler, la pesadez del mediodía
hay crímenes y crímenes
escoge entre un padre y una hija
nunca hubo elección
dame tiempo... sólo dame tiempo... tú que me quitaste el tiempo, espera
llegará el día en que lamentes en lo que me has convertido
-... cosas por conocer en esta ciudad.
Tras los instantes de trance, Adif asiente muy despacio
- Muy cierto. Mi nombre es Adif Benshajar, y como sospecháis soy chiquillo de Margulis.
Con esos silencios y esos pasmos no me extrañaría que alguien pensara que a Adif le falta un hervor. Me encanta el rollo visionario. Ya verás cuando hable con alguien con quien tenga confianza. JUAS.
- Chiquillo de Margulis -repite. Expresión neutra, tono de voz aún más neutro.
Tú eres el colmo del jolgorio y la expresividad en comparación a este hombre.
Te examina, de arriba abajo. Casi hasta hacerte sentir incómodo, a tí, que duermes con muertos. Una pausa. Larga. Algo pasa por su mente, podrías jurarlo: ahora, el qué, se te escapa.
- Buenas noches -termina, lacónicamente. Saluda con la cabeza. Echa a andar.
Y las sombras tras él.
Es que le falta un hervor... ¡no me jodas! XDDD Ya verás cuando me aburra y me dé por enchufarte visiones apocalípticas. ¡Quien ríe el último, es el máster!
- Buenas noches- le responde a destiempo, después de que Lucian ya se haya puesto en camino. De igual forma, Adif continúa deambulando por los jardines
Los jardines son fascinantes. Un monumento a la banalidad dentro del monumento a la banalidad que es la misma Enoch, un derroche salvaje de agua y recursos.
Puesto que la otra partida ha terminado ya, y soy libre como el viento, dime si deseas hacer, explorar o conocer algo más en esta escena. Si no, en cuanto pueda abriré la primera escena de verdad.