Partida Rol por web

Como si le hubiesen dado cuerda, Mungo empezó a recitar árboles genealógicos relacionados con los Bolsón.

—Pues es de Bolsón Cerrado, de la Comarca, fundada por su padre, Bungo Bolsón, que se casó con Belladona Tuk y…

El hobbit parecía bastante animado, tanto por la oportunidad de poder hablar de su pueblo como por el hecho de que la pequeña trifulca se hubiese acabado.

—… que desciende del magnánimo y celebérrimo Bandobras Tuk, que dirigió a los hobbits en la batalla de los Campos Verdes.  Una banda de trasgos procedente del Monte Gram, liderada por su rey Golfimbul, se atrevió a entrar en la Comarca. Ganamos, por supuesto. El rey orco murió a manos de Bandobras, que con un tremendo golpe de su porra de madera, le arrancó la cabeza. Ésta salió volando unas cien yardas y se coló en la madriguera de un conejo. Así es como nació el golf.

Se detuvo a tomar aire y suspiró. Debía reconocer que, muy en el fondo, sentía bastante morriña por regresar a su hogar.

—Pero no todos los hobbits sentimos la llamada de la aventura. Bilbo y un servidor somos unos bichos raros entre nuestro pueblo. Somos muy celosos con lo nuestro. La vida ideal de cualquier hobbit es la vida tranquila. Trabajar tostándose al sol, tomar té o cerveza con los vecinos y todo eso.

Había tenido sus más y sus menos con trasgos, pero no alcanzaba a creerse una historia como la que Mulgo relataba. ¿Un hobbit arrancándole la cabeza a un cacique trasgo y lanzándola directo a una madriguera? Droul veía al mediano más como un juglar que componía historias y canciones que como un guerrero, así que decidió mantener su opinión para sí para no ofenderle. Todo pueblo de la Tierra Media merecía tener a sus héroes, al fin y al cabo —Buena filosofía de vida es esa, maese Bolguer. Muy buena.

—Bien señores, toca montar campamento, encender fuego, recoger leña y montar turnos de guardia —el enano dejó su mochila en el claro y estiró la espalda hasta que escuchó un relajante crac —. Baldor, no te preocupes. Tú duerme toda la noche junto a tu hijo, nosotros nos encargaremos de vigilar. El resto, dos por turno, un enano por grupo. Yo haré el primer turno. ¿Os parece bien?

Estaba acostumbrado a acampar en el yermo y se sentía confiado pese a lo opresivo de aquel bosque.

El enano asintió ante las palabras de su compañero con un gruñido mientras se palmeaba las manos

- Yo me encargo del fuego; no hay madera, por húmeda que sea, que no sea capaz de prender y lograr una buena llama- dije mientras empezaba a reunir hojarasca y ramitas para hacer el centro de la hoguera - En cuanto a las guardias, yo me encargo de la última, así cuando llegue la hora del lobo tendré los ojos bien abiertos- añadió dando unas palmadas casi cariñosas a su larga hacha

Una vez hubo encendido una pequeña llama, el acorazado enano empezó a colocar con tino ramas de mayor tamaño rodeando la peculiar construcción de un círculo de piedras antes de sentarse pesadamente y sacar su pipa. Con una sonrisa de satisfacción al ver las llamas danzas y chisporrotear empezó a dar largas caladas antes de iniciar, sin apenas percatarse, una nueva canción sobre su pueblo a fin de espantar los malos augurios que aquel bosque parecía querer tejer sobre ellos cual mortaja mientras le echaba una mirada cómplice a Belgo por debajo de sus pobladas cejas

A pesar de la angustiosa sensación de que el bosque Negro cerraba el aire a su alrededor y volvía el ambiente viciado y perverso, la noche fue realmente muy tranquila. Aquellos que estuvieron de guardia sintieron las miradas de las criaturas del camino que vivían en los lindes del camino, ojos brillantes y amarillos que les vigilaban desde las ramas de los árboles colindantes en la cercana densidad del bosque. Realmente inquietantes e incómodas, pero que afortunadamente no se acercaron a ellos.

A la mañana siguiente, mientras Belgo preparaba a los ponis para continuar el viaje, Baldor asaba lo que quedaba de la carne que le quedaba para compartir con los demás. Si querían comer algo fresco tendrían que cazarlo o mantenerse con la carne en salazón que Baldor llevaba consigo y las provisiones que los elfos habían regalado al grupo. Durante aquellas semanas no tendrían problemas con la comida, pero no estaría de más ir llenando el zurrón con lo que el bosque pudiera ofrecerles.

Desayunaron y estuvieron listos para seguir. Al igual que el día anterior, la sensación del bosque era algo agobiante, aunque la mayoría pudieron soportarlo sin problema. Belak e Iwgar se sentían un poco apesadumbrados por la abrumadora sensación que transmitía el bosque, y el hecho de no poder ver el sol a través de esa gruesa y espesa capa de ramas y hojas que el bosque tejía sobre sus cabezas. Junto a ellos seguía discurriendo el cauce del arroyo encantado, con el rubor de sus rápidas aguas de color oscuro acompañándoles en el viaje.

Para un viajero experimentado como Droul, acampar en medio del bosque no tenía nada de tenebroso. Por supuesto, mientras estuvo de guardia no dejaba de sentirse observado y a cada crujido de rama o frufru de las hojas se ponía en guardia. Pero cuando tocó dormir, lo hizo plácidamente. Comparado con dormir al raso con la única compañía de su fiel piqueta, estarlo acompañado de un variopinto grupo le dio la tranquilidad que necesitaba.

Por eso al despertar lo hizo con una sonrisa satisfecha en el rostro. Tras limpiarse la baba que había manchado su barba y agradecer a la última pareja que había hecho la guardia, procedió a esperar a que terminara el desayuno para cubrir los restos de la fogata con tierra y piedras. Sólo faltaría que ocasionáramos un fuego y que los elfos nos soltaran a los perros. Uhm, ¿tendrán perros?

—Entonces, Baldor. ¿Es tu primer viaje por este camino? ¿O ya habías hecho intercambios con los hombres del bosque? —el enano tenía algunas ideas sobre una línea comercial entre Érebor y el Salón del Bosque, pero tener que cruzar por los dominios de los elfos le resultaba una contrariedad.

-Hace varios años crucé el sendero Elfo acompañado de Lindar y un grupo bastante numeroso de los suyos. - Respondió el mercader cuando Droul le hizo aquella pregunta. -Creo que entonces era más peligroso que ahora, la mayoría de orcos murieron en la Batalla de los Cinco Ejércitos, por fortuna. Aunque ir bien acompañado, como ahora, siempre da seguridad.

Baldor compartía el pensamiento del enano sobre que estar acompañado de un grupo numeroso al cruzar aquellas tierras era sin duda de agradecer y proporcionaba una seguridad que de otra manera no tendrían, especialmente para dormir por las noches en el corazón de aquel siniestro bosque.

Cerca de la hoguera que el enano Kurdrim había encendido, el beórnida compartió de su preciada hidromiel y algunas lembas caseras hechas con miel, frutas deshidratadas y harina, con el resto del grupo. Aunque terco por naturaleza, raramente Iwgar se mantenía largo tiempo contrariado o distante tras discutir, siendo la rica bebida fermentada un elixir que lograba templar cualquier rencilla. Al primero que le sirvió una jarra hasta el borde fue al enano Droul, con quién había tenido el fiero intercambio de posturas, y aunque el beórnida no abrió la boca para evitar reabrir de nuevo el asunto, si que brindó en silencio y dio un largo trago sellando posibles rencillas. El ambiente fue bastante distendido hasta que llegó la hora de acostarse, no pudiendo evitar sonreír divertido al escuchar las canciones que fueron interpretadas por algunos valiente, y a pesar de que en algún momento sintió cercano el ambiente asfixiante de la sombra que les rodeaba, logró conciliar bien el sueño y levantarse a realizar su guardia cuando fue su turno.

- Y seguridad es lo que le ofreceremos eur ante el camino, para eso estamos Baldor. - se unió a la conversación Iwgar al escuchar el relato de Baldor mientras terminaba de asar la carne al fuego. Veo que esas son las últimas porciones de carne asada, y aunque todavía restan provisiones, no estaría de más tratar de cazar algo. Me adelantaré a ver qué soy capaz de encontrar... Me mantendré siempre a tiró de piedra del sendero...

Tras alejarse lo suficiente de la comitiva para evitar el ruido innecesario, el destino quiso que Iwgar encontrase un joven venado que logró abatir de un certero lanzamiento con la lanza. Cómo buen beórnida, toda vida animal le era sumamente preciada, y no tardó en disculparse con la criatura al rebanarle el cuello con el cuchillo, para evitarle un sufrimiento innecesario y agradecerle a los dioses. Por lo general su dieta era a base de miel y frutas deshidratadas, pero la carne y la leche siempre eran bien recibidas cuando era necesario, y aquel momento lo era al estar recorriendo una larga travesía. 

Iwgar regresó llevando a cuestas sobre su hombro el venado, lo cual fue bien recibido por el grupo, pero tras largas horas de camino, lo cierto era que el beórnida no era un experto viajante. El cansancio empezó a hacer mella, y es que lo cierto era que él era de ritmo mucho más tranquilo.

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La noche fue tranquila y placentera pese a lo opresivo del bosque, pero al levantarse de su postura de guardia durante la última ronda un crujido de espaldas le recordó que no se había movido, cual piedra, en demasiado tiempo en su afán de intentar detectar posibles amenazas agazapadas entre la maleza... nada que un buen trago y un par de estiramientos no aliviaran, en especial después del venado que Iwgar trajo para el almuerzo

- Venado! Siempre me ha gustado la carne roja, buen trabajo Iwgar!- le dijo al beórnida, palmeándole el brazo, antes de sentarse nuevamente para degustar la caza

Con la panza llena después del ágape y el ánimo más resuelto, Kurdrim reemprendió la marcha junto al resto coincidiendo en el hecho de cazar mientras pudieran, reservando las provisiones para cuando la comida escaseara, y así lo hizo saber

- Espero que la suerte en la caza no decaiga, Iwgar, pues no sabemos cuando podremos necesitar de carne asada que estamos reservando... aunque todo en este oscuro bosque parezca malicioso vale la pena ir echando un ojo por si se cruza otro venado o algún conejo... no estaría de más un buen jabalí- añadió relamiéndose antes de proseguir

- Dado que vamos a abandonar las inmediaciones del territorio de los elfos me adelantaré para cerciorarme que no hay sorpresas esperando a la vuelta de la esquina... si encuentro problemas me haré sentir, descuidad- dijo antes de ajustarse las correas y, hacha en mano, emprender un ligero trote para adelantarse al grupo

Mungo empezaba a notar el cansancio del viaje. Se maldijo a sí mismo por holgazán, por malgastar el dinero en comodidades durante las últimas semanas y por sentirse tan oxidado.

Hasta notó cómo se le nublaba la vista al intentar acertar a un conejo que había visto junto al sendero —el cual resultó no ser más que un arbusto—. Quería sentirse útil para el grupo, pero no paraba de llegar tarde, meter la pata y quejarse. Todos estaban colaborando de una forma o de otra y él… 

—Porras…

El mercader vio que Mungo volvía alicaído de su intento de caza tras haberle incluso disparado una flecha a un arbusto al haberla confundido con un conejo. Baldor trató de consolar al mediano y le pasó su bota de vino para que diera un trago.

-No se preocupe, señor Bolguer. Lo que ha cazado Iwgar dará para un par de días largos. Seguro que la próxima vez ya ha recuperado el tino y logra cazar una liebre.

Baldor había comenzado el día bastante animado, ver la gran pieza de caza que había traído el beórnida era para alegrarse. Podrían comer todo el grupo durante aquella jornada y la siguiente sin necesidad de cazar nuevamente ni tener que gastar de las provisiones que llevaban consigo. Tras el desayuno, y preparar el resto de la carne para cargarla durante el viaje, el grupo se puso de nuevo en marcha. Con Kurdrim abriendo la marcha bien atento por si alguno de los miles de peligros que habían escuchado que aquel siniestro bosque guardaba en su interior era capaz de asaltarlos.

Al comenzar la compañía su camino a través del bosque Lain se sintió algo extraño, un presentimiento de que no sería tarea fácil toda esta travesía. El enano supuso que ese sentimiento más que una certeza era provocado por tener que ir por el bosque, tal vez en un túnel bajo tierra no se sentiría igual.

La compañía se puso en marcha y no tardaron en coger un buen ritmo que les permitiría cruzar el bosque Negro en el tiempo que Baldor había planeado. A pesar de que el bosque se mostraba siniestro y los árboles parecían inclinarse hacia ellos tenebrosos, el sendero Elfo les mantenía seguros y protegidos de las hostilidades que seguramente había más allá del camino. Lindar se lo había advertido al grupo: no abandonar el sendero era lo más seguro. Confirmaron esa sensación cuando vieron algunas telarañas que esporádicamente cruzaban de un árbol a otro a ambos lados del sendero, aunque por fortuna no lo hacían cruzando el camino, seguramente por alguna protección que la magia del Rey Elfo imbuía en aquel trayecto. Pero aun a pesar de que las telarañas aparecían de forma esporádica, de manera breve y daban la sensación de ser viejas y llevar tiempo abandonadas, no les quedaba duda de que era un mal presagio verlas allí. Seguramente, cuanto más se internaran en el corazón del bosque más presencia habría de ellas. 

Llevaban ya más de media mañana caminando, habiendo dejado atrás las telarañas, por fortuna, y manteniendo la esperanza de que el resto del camino fuera igual de tranquilo. Entonces, vieron que Kurdrim se encontraba rascándose el cogote parado frente al camino. El enano se había adelantado para advertir de cualquier posible peligro que pudiera estar acechando o de alguna situación fuera de la tranquilidad que había marcado hasta entonces el viaje. Cuando llegaron junto a él, pudieron ver el problema que le tenía indeciso sobre por dónde continuar. A pesar de que los elfos les habían asegurado que seguir el sendero era muy sencillo, pues solamente había uno y no se cruzaba con ningún otro, allí frente a ellos parecía dividirse en dos y no había manera de saber cuál era el correcto.

Satisfecho con el buen desayuno a base de carne fresca, Droul caminaba con buen ritmo y mejor humor sin conocer el desánimo que planeaba sobre algunos de sus compañeros de viaje. ¿Qué más podía pedir que recorrer un sitio nuevo, en buena compañía y después ganar una jugosa recompensa?

Incluso se permitió tararear una rítmica melodía para sí.

Sin embargo, al ver a su compañero Kurdrim detenido en medio del camino, aceleró el paso para ponerse a su altura y rápidamente entendió lo que sucedía —¿No se suponía que sólo había un camino? —dándose cuenta que acababa de poner voz a los pensamientos de su compañero, negó para sí. Menuda torpeza la suya—. Déjame echar un vistazo, quizás encuentre alguna huella que nos sirva.

El viaje estaba resultando más duro para Belak de lo que jamás habría podido esperar. El agobio que le producía la espesura del bosque no le dejaba del todo tranquilo. Era como si los mismos árboles estuviesen pendientes del menor síntoma de debilidad de cualquier transeúnte que se atreviese a cruzar su territorio. Por suerte, el camino que les indicó Lindar ofrecía la seguridad prometida aunque no pudiese lidiar con la atmósfera del entorno. 

Una buena noche de descanso y un desayuno reconstituyente recompusieron en cierta medida el ánimo del joven hombre del bosque. Si bien los ánimos no eran los mismos que cuando iniciaron el viaje, la emoción de un nuevo día era suficiente como para que Belak lo iniciase con una sonrisa. Pero una vez más el terreno lo ponía a prueba, aunque esta vez no se dejó avasallar por la opresora aura del bosque y su determinación se sobrepuso. Aunque la atmósfera del lugar no sería el único impedimento que se encontrarían durante el viaje. -Al menos esto nos sirve para distraernos un poco del estupendo paisaje que nos rodea.- Respondió un tanto sarcástico a las palabras de Droul. Realmente aquella bifurcación podía ser un verdadero problema si erraban en el camino a seguir. Algo no encajaba en todo esto y a Belak le preocupaba que todo esto les llevase a mal puerto. Siguiendo su instinto, puso sus sentidos en alerta mientras Droul y Lain se decidían por la dirección que debían tomar. 

El cartógrafo pasó un poco de vergüenza al llevar al grupo de forma algo descuidada, les habían dicho que era un sólo sendero y ahora tenían una bifurcación, algo había hecho mal. Por fortuna no tuvo dificultades para decidir cual era el camino correcto.

El avance por el sendero se detuvo bruscamente cuando ante Kurdrim apareció la disyuntiva de escoger un sendero en una bifurcación que no debería estar ahí... se rascó la barba, meditabundo, e intentó detectar marcas o señales que indicaran la dirección correcto, no obteniendo más que el mudo eco de la risa del bosque. Cualquiera de las dos direcciones podía ser la correcta y el hecho de haber visto telarañas no daba ninguna seguridad en cuanto a decidir por uno u otro por miedo a meter al grupo en un entuerto

En esas estaba cuando el resto lo alcanzaron, haciéndose claro que aquella división del camino no estaba prevista, ni mucho menos, pero Lain haciendo gala de su intuición, conocimiento del terreno o interpretación del mapa que tan concienzudamente había estado observando en la taberna, no tardó en decidirse

Kurdrim le echó una mirada al sendero escogido, luego al otro sendero y de nuevo al sendero que seguirían. Se encogió de hombros, asintió con un gruñido y reemprendió la marcha por delante del grupo

- Ojo a las telarañas; supongo que las habréis visto a ambos lados del sendero. No me gustaría acabar como en la historia de Thorin...  - advirtió serio antes de alejarse para seguir explorando el sendero, con más ahínco si cabe que antes, dado la ligera incertidumbre de si era o no el sendero correcto

Iwgar había preferido estar callado desde que de buena mañana abandonasen el lugar donde acamparon. Si bien al inicio del trayecto observaron que a una lado y otro del sendero a veces se veían telarañas con aspecto amenazante, lo cierto era que probablemente por el poder mágico del rey Elfo, en su interior siempre parecía seguro e inmutable. 

El beórnida cerraba en esta ocasión la marcha, recordando que a cada paso que daban en dirección este, estrechaban la distancia que les separaba de su lugar de origen y de su señor Béorn el Cambiaformas, lo cual en cierta medida le alegraba. Se podría decir que desde el amanecer de aquel día Iwgar había estado de bastante mejor humor y ánimo hasta que de pronto, algo que no estaba previsto sucedió. El sendero que se sabía único de pronto se dividía en dos... ¿Cómo era aquello posible? ¿A caso no cruzó ese mismo sendero meses atrás para ir a Ciudad de Lago y en ningún momento observó bifurcación alguna?

- No entiendo que está pasando. No debería haber ninguna bifurcación en todo el sendero. ¿Alguno tiene la menor idea de que ocurre? ¿Nos hemos desviado del sendero en algún momento, yendo a parar a otro que no es el principal? - sabía que la respuesta era negativa, y él mismo se habría dado cuenta de ser el caso, pero dadas las circunstancias y no haber duda alguna de que el sendero se dividía en dos, creyó necesario comentarlo. Lain, tú eres el guía. Confío en tu criterio. 

Algo le daba mala espina en todo aquello, por lo que desde ese entonces, Iwgar trataría de estar más alerta...

El grupo se detuvo ante una bifurcación que no esperaban encontrar allí, comprendiendo la duda de Kurdrim sobre qué camino tomar pues ambos podrían ser el camino bueno por su parecido. Habían visto con anterioridad otros caminos más pequeños que salían del sendero Elfo o llegaban de pronto a él, pero por las hierbas que crecían salvajes en su superficie y por su estrechez en comparación al sendero principal, no dejaban lugar a dudas. Sin embargo, en esta ocasión no había manera de distinguirlos, era como si los árboles del lindero se hubieran apartado para igualar ambos caminos y hacerles caer en la duda. Droul comprobó que ambos caminos tenían huellas de animales salvajes, pero no había nada que pudiera darles una pista significativa. Incluso Lain, que había estudiado los mapas con precisión antes del viaje y los había repasado una vez más durante la estancia en las Bodegas del Rey Elfo, dudó por un segundo. Pero sólo fue eso, un segundo. El enano recordó que había visto en un mapa que, por aquella parte del bosque más o menos, había una antigua vereda de caza y según el mapa que consultó se distinguía del sendero Elfo por una piedra con forma de cabeza de oso que había a un lado de dicha vereda. En cuanto localizó la piedra no tuvo duda alguna de cuál era el camino que debían seguir. Aquella vereda regresaba más adelante al sendero Elfo, pero descendía por una pronunciada pendiente mal cuidada y llena de cantos que luego había que subir de nuevo, por lo que aunque no encontraran ningún peligro en ella, Lain sabía que iba a suponer un cansancio innecesario. Además, Lindar había dejado claro que era recomendable no abandonar el sendero.

Kurdrim se adelantó de nuevo, una vez solucionada la cuestión sobre cuál era el camino seguro. A pesar de que confiaba en el criterio de Lain, se mantuvo doblemente atento por si acaso. Además, aquellas telarañas cruzando de árbol en árbol le daban mala espina. La visión de las telarañas, de hecho, no había pasado inadvertida para ninguno de ellos, que extremaron la precaución y se mantuvieron alerta. Iwgar, que cerraba la marcha, no dejaba de mirar a ambos lados y controlar el camino que dejaban atrás. Lo cierto era que, cuanto más avanzaban por el sendero, la presencia de las telarañas se volvía una constante. Hasta que llegó un momento en que su presencia fue prácticamente continua. Más de una hora de viaje después de haber dejado atrás la bifurcación, Lain les señaló el lugar donde la vereda de caza regresaba al sendero Elfo. Haber tomado aquel camino por error les hubiera retrasado tontamente, por lo que la compañía debía agradecer la previsión y el talento de su guía para distinguir el camino bueno.

Finalmente, al caer la noche, Kurdrim les indicó que había encontrado un buen lugar para pasar la noche. Un recodo del camino que les permitía controlar tanto el sendero que dejaban atrás como el que quedaba por delante, y donde el grueso tronco de un árbol caído les proporcionaría cierta cobertura en caso de necesitarla. No se habían percatado de en qué momento, pero el arroyo Encantado había dejado de fluir pegado al sendero tras un par de idas y venidas entre la maleza y los árboles, no obstante, todavía podían escuchar el rubor de sus aguas no muy lejos de allí, tras los gruesos troncos de los viejos árboles que se erguían junto a ellos. Una vez más hicieron una pequeña hoguera para espantar el frío de la noche primaveral y montaron las guardias correspondientes: Lain e Iwgar harían el primer turno, Belak y Droul se encargarían del segundo y, finalmente, Mungo y Kurdrim darían cuenta del tercero.

La bifurcación suponía un verdadero quebradero de cabeza. Si errraban en ese punto podían echar por tierra toda precaución tomada anteriormente para no abandonar el sendero. La sensación que la atmósfera del bosque todavía no se iba completamente de la cabeza de Belak y alejarse de la protección del Rey elfo daba la sensación de no deparar nada bueno. No obstante, el buen humor del Hombre del Bosque ya se había recuperado casi por completo a pesar de esa aura opresora. 

Después de alguna que otra revisión tanto del terreno como de la documentación, gracias al buen ojo de Lain y a la habilidad de Droul, no tardaron en dar con el camino correcto. Aquel desvío no parecía alejarlos mucho de la senda élfica e incluso los devolví a él más adelante. Pero no bastaba más que un traspiés para caer en alguna desgracia, aunque finalmente no fue así. Tampoco parecía que nada ni nadie les acechase desde la espesura, por lo que el resto del camino hasta encontrar un lugar adecuado donde descansar fue bastante tranquilo. Montaron el campamento sin alejarse del sendero y bastante bien protegidos antes casi cualquier eventualidad. Con el fuego encendido y las guardias asignadas, el grupo se disponía a descansar después de un largo día. Tan solo el destino conocía que les depararía esta noche...

No le cabía la menor duda de que aquel viaje estaba siendo un éxito gracias a los enanos. Kurdrim marcando el camino y Lain, gracias a sus mapas y su fabuloso sentido de la orientación, evitando que se perdieran. Droul, por su parte, seguía de buen humor y se apiadó de muchos de sus compañeros, quienes no parecían estar acostumbrados a ese ritmo de paso. ¿Para cuántos de ellos no sería ésta la primera vez que salían de la comodidad de sus hogares?

Tras montar el campamento y organizar las guardias, Droul palmeó la espalda de Belak a sabiendas de que sería su compañero durante aquella noche. Parecía buen muchacho aunque tenía una verborrea que ponía a prueba al más pintado. Al menos estaría obligado a mantenerse callado durante unas horas para no molestar a sus compañeros.

El enano, por su parte, aprovechó su vigilia para actualizar sus mapas, que falta le hacía.