Partida Rol por web

-¡Allá voy! - Belak asintió a las palabras del beórnida, y rápidamente tomó otra flecha de su carcaj y, una vez tensada la cuerda del arco, apuntó con ella al abdomen, justo donde Iwgar le había indicado.

La sustancia pegajosa se le enredó en toda la ropa y le dificultó moverse al enano que mientras pensaba que hacer para escapar de la tela, no notó que la araña le hundió su aguijón en el descubierto de su armadura. El bufido de dolor y bronca que lanzó Lain fue más propio de alguien como Kurdrim que de un erudito. Pero lo que tal vez podía ser una ventaja para la criatura, se convirtió en una desventaja, pues si ahora el naugrim estaba más a merced de su aguijón, también la araña estaba cerca de la piqueta. De un golpe seco hundió su arma contra el abdomen de su enemiga, emulando su mismo ataque en venganza.

De no haber sido por la urgencia, Mungo se habría sentido profundamente avergonzado de su torpeza. En su lugar, estaba empapado en sudor y con las manos pegajosas. Trató de asestar cortes a diestro y siniestro al amasijo de telaraña que lo mantenía atrapado. Por suerte, su arrebato resultaba más efectivo que sus desastrosos intentos anteriores.

—¡Al fin! —bramó Mungo triunfante, arrepintiéndose a los dos segundos por armar tanto alboroto.

Al fin Mungo lograba librarse de la pegajosa telaraña en la que había atrapado su pie y de tan contento que se sintió al verse libre no pudo evitar lanzar un grito anunciando su éxito. El hobbit se sintió muy aliviado de poder mover el pie con libertad, pero en cuanto alzó la vista para ver que ya no era una, sino dos las arañas que amenazaban al grupo le hizo sentirse como aquel viejo refrán que decía que uno había saltado de la sartén para caer en las brasas.

Además, para mayor desagrado del señor Bolguer, ahora Kurdrim también había sido atrapado por la telaraña. En su caso había sido una de las arañas la que había trenzado un hilo alrededor de su cuerpo para inmovilizarle. El enano, luchando en vano contra la hebra pegajosa, entendió el motivo por el cual el señor Bolguer había tardado tanto en liberarse. No era fácil quitarse de encima aquella sustancia pegajosa que, además, le oprimía como una soga bien atada.

Droul saltó a defender a su compañero atrapado blandiendo la piqueta frente a las criaturas, pero no logró acertar en sus golpes a ninguna de ellas. Al contrario, de pronto vio como las arañas tejían una cuerda que terminaba atrapándolo también a él. La araña que iba a clavar el aguijón de su abdomen en Kurdrim, se volvió hacía Droul y clavó sus incontables ojos en él como si fuera una mosca molesta. La araña se contorsionó para inocular su veneno en Droul, pero afortunadamente, el enano se movió lo justo para evitar el afilado apéndice de la criatura.

Viendo la situación, Iwgar que había utilizado su última lanza para rematar a la primera de las arañas, no lo dudó y salió corriendo a grandes zancadas para ir al encuentro de sus compañeros y echarles una manos. El beórnida logró alcanzar la torre rápidamente y subía los escalones de cuatro en cuatro cuando Belak cargó su arco y disparó una nueva flecha con el mismo acierto que en la ocasión anterior, insertando la flecha en el abdomen de una de las arañas, que soltó un chirrido repugnante.

En ese momento, en la cima de la torre, aparecieron tres arañas más, rodeando a los enanos y moviendo sus patas alrededor del borde. Una de ellas clavó sus ojos en Mungo y encogió las patas hasta casi tocar el suelo con su barriga.

Lain logró liberarse de la tela de araña con un gran sobreesfuerzo. Las redes que tejían aquellos gigantescos insectos eran duras como el acero y flexibles como una cuerda, librarse de su abrazo no era tarea sencilla. El enano sabía que muchas criaturas y desprevenidos viajeros quedarían atrapados en sus redes de manera irremediable y mortal. Pero no había que subestimar la fuerza de un enano.

La araña se lanzó por el enano una vez más, intentando clavarle su ponzoñoso aguijón una vez más antes de que el enano se liberara de sus redes. Afortunadamente Lain pudo soltarse a tiempo y lanzarse a un lado para esquivar el ataque del insecto. Ahora bien podría atizarle a gusto con su piqueta para demostrar como se cobraban venganza los enanos. A su espalda, Belgo se mantenía aferrado al talismán que colgaba de su cuello, gimiendo aterrado y deseando que el enano pudiera protegerle de la quitinosa criatura.

Estaban tan centrado en proteger a sus compañeros, que no vio cómo una de las arañas se cernía sobre él hasta que no fue demasiado tarde. Ahora entiendo por qué les ha costado tanto liberarse de estas ataduras. ¡Esa telaraña era dura como el acero! ¡Y terriblemente pegajosa!

Por mucho que se sacudiera no era capaz de romperlas, y esas viles criaturas se abalanzaron sobre ellos para acabar con su aventura. Afortunadamente, Iwgar llegó a tiempo de echarles una mano, aunque veía en él una vena violenta que le hacía estremecer.

¡Esperaba que no les confundiera con objetivos!

A su diestra, Kurdrim se liberó, y de un tajo rompió parte de sus ataduras, permitiendo a Droul hacer fuerza —empujando con la barriga— y liberarse—. ¡Descendamos! ¡Aquí somos presa fácil!

Más de aquellos seres inmundos emergían de sus escondrijos para intentar darse un atracón con los recién llegados, y buena prueba de sus intenciones fue que Kurdrim pudo ver como su compañero corría la misma suerte que él mientras lo protegía. Con rabia creciente, y con un esfuerzo titánico, logró rasgar las telas de araña y ponerse nuevamente en pie

- Ahora ya me habéis hecho cabrear, seres asquerosos. Os voy a trocear pata a pata hasta que no quede de vosotros más que un bulto sanguinolento tirado en el suelo!!- gruñí afianzando mi posición presto para la lucha*

Iwgar nunca rehuía del combate, y allí donde hubiese engendros de la sombra, el beórnida siempre acudiría presto para ayudar a sus camaradas. Como si de un colosal oso se tratase, las enormes zancadas no tardaron en conducirle escaleras arriba hasta llegar a la parte alta del torreón, donde vio una situación desesperada y de lo más peliaguda. La araña ensartada por su lanza seguía con las patas boca arriba, habiendo expirado su último aliento, pero lejos de acabarse los problemas para la pequeña comitiva, aquellas criaturas malignas parecían haberse multiplicado, empezando a trepar por las telarañas y aposentarse en el puente, donde los enanos y el mediano peleaban con tratar de retirarse aquellos hilos que por su tamaño, más bien parecían sogas.

Iwgar no se lo pensó dos veces, e iniciando la carrera para acometer a las arañas, gritando a pleno pulmón, blandió su hacha hendedora por encima de su cabeza para incrustarla de arriba a abajo, con fuerza e ira incontenidas, atravesando la coraza de quitina, musculos y vísceras por igual. Estaba desatado, no quedando muy claro por su expresión si aquella sonrisa dibujada en su rostro se debía a que había perdido por completo la razón, o si por el contrario estaba disfrutando del fragor del combate, sintiendo placer por ver hendirse su hacha en aquellas deleznables criaturas.

- ¡Dejádmelas a mí! ¡GROARRRGGGHH! - rugió el beórnida viendo como su rostro era salpicado por la sangre negruzca de sus víctimas. En aquellos momentos, todos agradecerían tener a su favor al beórnida, que no tener que enfrentarle, dado que su aspecto fiero resultaba del todo intimidante. ¡Por Béorn!

Belak cargó una nueva flecha en el arco y no dudó en volver a disparar a la misma criatura a la que había conseguido acertar. Pero en esta ocasión las prisas le jugaron una mala pasada y la flecha se le escurrió de los dedos en el último segundo.

-¡Maldición!

Mungo trató de incorporarse mientras rebuscaba una flecha en su carcaj. No permitiría que esas condenadas arañas se merendasen a sus compañeros. 

Sin embargo, no contó con que sus manos todavía estaban algo pegajosas y no logró tensar bien la cuerda.

Poco tiempo estuvieron presos por la telaraña los fornidos enanos, quienes lograron liberarse de las pegajosas y tirantes redes no sin esfuerzo. Sin embargo, ahora debían hacer frente a tres arañas más que habían sumado sus fuerzas a las dos que ya había. Por fortuna para ellos, un grito estridente y furioso anunció la llegada del beórnida. Iwgar dejó un buen tajo con el filo de su gran hacha en el lomo de una de aquellas criaturas, que se encogió y retrocedió siseando.

Belak quiso repetir el certero disparo que había realizado momentos antes sobre el insecto gigante pero la prisa le provocó que la flecha se cayera de la cuerda del arco antes de que pudiera tensarlo para disparar. De igual modo, Mungo quiso preparar su arco pero las manos todavía pegajosas hicieron que la flecha en lugar de salir disparada del arco se le quedara sujeta a los dedos de la mano. 

Poco tiempo estuvieron presos por la telaraña los fornidos enanos, quienes lograron liberarse de las pegajosas y tirantes redes no sin esfuerzo. Sin embargo, ahora debían hacer frente a tres arañas más que habían sumado sus fuerzas a las dos que ya había. Por fortuna para ellos, un grito estridente y furioso anunció la llegada del beórnida. Iwgar dejó un buen tajo con el filo de su gran hacha en el lomo de una de aquellas criaturas, que se encogió y retrocedió siseando.

Belak quiso repetir el certero disparo que había realizado momentos antes sobre el insecto gigante pero la prisa le provocó que la flecha se cayera de la cuerda del arco antes de que pudiera tensarlo para disparar. De igual modo, Mungo quiso preparar su arco pero las manos todavía pegajosas hicieron que la flecha en lugar de salir disparada del arco se le quedara sujeta a los dedos de la mano. 

La primera de las arañas atacó a Kurdrim, preparada como estaba ya para clavarle el aguijón ponzoñoso de que disponía. El enano no pudo esquivar a tiempo el ataque de la araña tras librarse de las ataduras y sintió como la araña le golpeaba en el vientre quitándole el aire de los pulmones. Afortunadamente, su gruesa armadura le salvo de consecuencias mayores, pero el golpe le hizo sentir todo el peso del viaje de súbito.

Droul vio como la araña que ya le había atrapado una vez, al ver como el enano lograba librarse, intentó afianzar sus redes tejiendo de nuevo alrededor del enano una nueva tela. Pero Droul logró esquivarla antes de que las telarañas se cerraran contra su cuerpo una vez más. Del mismo modo, Iwgar logró esquivar la red que le lanzaba la araña a la que había herido. Entre tanto, Baldor llegaba al lugar donde Belak se encontraba, resollando como un caballo al que han puesto a galope tendido y todavía cubierto de telarañas que se pegaban a sus ropas, barba y pelo. Con los ojos abiertos como platos se tendió junto al hombre de los bosques con una expresión de alivio por haber salido con vida de aquella.

A la torre llegaron cuatro nuevas arañas trepando por los ladrillos plagados de blanca tela, para sumar un total de nueve insectos para cuatro de los héroes de la compañía.

Belak se apresuró en recoger la flecha que se le había caído mientras veía como Baldor llegaba a su lado y le miraba con alivio. El hombre del bosque no era el más indicado para reprocharle nada al mercader, pero su mirada no fue precisamente la de un alegre reencuentro. Sus compañeros estaban allí arriba batiéndose el cobre en una situación que se volvía más peliaguda a cada momento. Belak cargó la flecha pero algo que vio por el rabillo del ojo le hizo disparar muy lejos del objetivo al que apuntaba.

-¡Por los Valar! - Exclamó, para a continuación llevarse las manos a ambos lados de la boca y gritar para alertar a sus compañeros. -¡Salid de allí de inmediato! ¡Por el muro trepan otras cinco arañas, y seis más vienen por la torre!

Mientras soportaba el dolor por su aguijón, el enano intentaba escapar de la maraña de telas de su enemiga y de un gruñido se safó de ellas. El bufido de dolor y bronca que lanzó Lain fue más propio de alguien como Kurdrim que de un erudito. Pero lo que tal vez podía ser una ventaja para la criatura, se convirtió en una desventaja, pues si ahora el naugrim estaba más a merced de su aguijón, también la araña estaba cerca de la piqueta. De un golpe seco hundió su arma contra el abdomen de su enemiga, emulando su mismo ataque en venganza.

—¿Es que no me habéis oído, insensatos? —dijo, agarrando a Mungo del brazo para que se dejara de arcos y le hiciera caso. Precisamente estaban en esa situación porque él había sido atrapado, ¡y ahora se quedaba atrás!—. ¡Nos van a rodear! ¡Ya hemos rescatado a Baldor, marchémonos!

Y esquivando las patas de una de las arañas, emprendió la carrera escaleras abajo mientras esperaba, de todo corazón, que sus compañeros le siguieran.

El beórnida estaba completamente de acuerdo en que la opción en aquellos instantes era echar a correr y dejar atrás la muralla en la que se encontraban. Había escuchado la voz apremiante de Belak, advirtiéndoles de las arañas que se aproximaban, por lo que para ganar un poco de tiempo y darles algo de ventaja a sus amigos, decidió rugir como una bestia e intimidar a los enemigos en liza al tiempo que se desplazaba hacia el torreón por donde acababa de subir, cubriéndoles la retaguardia. Con que lograse unos segundos para que la comitiva empezase a bajar para ponerse a salvo, era más que suficiente, y además, Iwgar confiaba en su capacidad de detener el avance de aquellas criaturas, por numerosas que fuesen, dentro del espacio reducido que había dentro del torreón. ¿Qué otra opción les quedaba??

- ¡¡¡GROOOOARRGGGGHHHHHH!!! - rugió de forma furiosa, blandiendo el arma por encima de su cabeza, como un berserker, al tiempo que sacaba su escudo de pavés que llevaba atado a su espalda y lo interponía frente a aquellas criaturas y sus compañeros. De inmediato volvió a apremiar a sus camaradas. ¡¡BAJAD YA!! ¡¡DEPRISA!!

Sabía que el efecto sería momentáneo, y que tarde o temprano la superioridad numérica las envalentonaría para tratar de atacarles. Al menos había logrado su propósito, que ya era mucho decir en aquellas circunstancias tan adversas.

Aquello era trampa mortal de proporciones épicas y, cómo buen conocedor del peligro, Kurdrim coincidió con sus compañeros en que lo mejor era intentar salir de allí cuanto antes, dejando atrás las arañas y toda su malignidad, pero el golpe recibido le había entumecido ligeramente el cuerpo y apenas pudo avanzar unos pocos pasos

Con gesto adusto, afianzó su posición y se dispuso a pelear como solo un enano sabía hacerlo adoptando una postura defensiva

Esta vez, Mungo se empapó las manos con un lapo y usó su chaqueta para quitarse los restos de telaraña que tenía adheridos a los dedos. Estaba echando chispas. Se imaginó a sí mismo como una tetera que silva furiosa hasta que un amable hobbit decide retirarla del fuego para servirse una buena taza de té. Si no fuese por estas criaturas repugnantes, tal vez podría estar disfrutando de uno.

Se sacudió la cabeza y volvió a tensar el arco, apuntando a una de las arañas que intentaba devorar a Kurdrim.

—¡Deja en paz a mis compañeros de trabajo, escoria deforme!

- ¡Salid! No creo que podamos contenerlas - gritó Belak mientras disparaba de nuevo desde su posición de Retaguardia.

No lo sabían, pero una de las arañas se preparaba para lanzarse sobre Mungo con un portentoso salto. Aquel tipo de arañas al que se estaban enfrentando eran unas hábiles saltadoras, capaces de caer sobre sus víctimas tras cruzar los aires y provocar un gran daño. La araña tenía a Mungo en su mirilla, lista para caer sobre él y clavarle las poderosas mandíbulas junto con el ponzoñoso aguijón. Pero justo cuando la araña flexionaba sus alargadas patas para saltar contra el mediano, Iwgar soltó un poderoso rugido que hizo que la araña se quedara clavada en el suelo e incluso retrocediera un par de pasos impresionada ante la furia desplegada por aquel humano.

Ese fue el momento perfecto para aprovechar la distracción generada por el beórnida para poner tierra de por medio con las arañas. Droul, que había escuchado los avisos de Belak sobre que más arañas llegaban de diferentes puntos para rodearles, no se lo pensó dos veces y salió corriendo hacia las escaleras de la torre. Kurdrim quiso hacer lo mismo, pero su cuerpo no reaccionaba con la agilidad de la que gozaba normalmente, sus piernas apenas dieron un par de pasos lentos y supo de inmediato que no iba a poder salir de allí antes de que las arañas se le echasen encima, por lo que se preparó para resistir sus golpes una vez más.

Mungo, que se encontraba todavía en el puente de telaraña que unía el muro con la torre, creía que estaba seguro en esa posición por lo que optó por seguir atacando en lugar de huir. Aunque, tal y como había anunciado Belak, más arañas subían por el muro a su espalda. En esta ocasión, Mungo si atinó a cargar la flecha en la cuerda, y logró tensarla y dispararla con fuerza. Su viejo arco, herencia familiar, era una extraordinaria arma que disparaba los proyectiles con una velocidad endiablada. La flecha cruzó la distancia que le separaba de las arañas en un pestañeo y se introdujo en el abdomen de una de las bestias hasta que apenas se veía la pluma del proyectil sobresalir del cuerpo de la araña, quien lanzando un horrible y agudo grito cayó al suelo y se retorció alejándose del lugar malherida.

El grito de Iwgar había pausado a unas cuantas arañas, pero no todas se sintieron intimidadas por el beórnida. Cuatro de ellas se lanzaron al ataque, y otras dos fueron a por Mungo después de comprobar como hacía uso de su propio "aguijón". Las arañas intentaban atrapar de nuevo al enano con sus telarañas, pero en esta ocasión no tuvieron suerte. Kurdrim ya conocía como se las gastaban y anticipó sus movimientos esquivando las redes que le lanzaban. Iwgar, en cambio, antepuso su gran escudo como defensa para evitar ser alcanzado por las redes de las arañas y desviarlas de su cuerpo. 

La situación se había tornado, al fin, en algo positivo para ellos, pero no duraría mucho, pues como ya sabían cinco arañas más aparecieron al otro lado del puente, justo por la espalda de Mungo, y sabían que no tardarían en aparecer muchas más.