El gran cometa de doble cola, un augurio a Sigmar y al Imperio, ha sido avistado en el cielo. Para algunos es una señal de esperanza; para otros, el heraldo de la destrucción. Las tensiones van en aumento; ha sido un riguroso invierno, y la carestía comienza a hacer estragos en los pueblos del Imperio. Las comunidades y las granjas cada vez atraviesa más penurias para subsistir, y la constante actividad bélica del Imperio merma los ya de por sí exiguos suministros.
Para muchos ciudadanos imperiales, esto sólo puede significar una cosa: se avecina el fin de los tiempos. Ha cundido el pánico; pronto estallará otra gran guerra. Los hombres bestia se han vuelto muy activos; cada vez es mayor la ferocidad y frecuencia con que asaltan las aldeas. Las sectas del Caos también conspiran con mayor audacia, invocando demonios, fomentando la disensión e instigando insurrecciones en todas las ciudades del Imperio. Las huestes de bárbaros del Caos se adentran cada vez más hacia el sur; algunas incluso llegan a penetrar en Reikland para poner a prueba las defensas imperiales de cara al inminente conflicto.
Y en estos tiempos inciertos el miedo cobra mayor intensidad con los rumores que llegan a Reikland desde Kilev. Se habla de un paladín del Caos llamado Surtha Lenk, y de los enfrentamientos entre su formidable ejército y las tropas Kislevitas. Toda información parece vaga y poco fiable. Algunas de las noticias que llegan a oídos de los reiklandeses conjeturan el posible saqueo de Wolfenburgo. Varios rumores contradictorios sostienen que el ejército de Surtha Lenk ha sido derrotado, pero otros señalan que las fuerzas del Caos no eran sino la vanguardia de un descomunal ejército que pronto arrasará Kislev e invadirá el Imperio.
Como respuesta a tan ominosos augurios, y presintiendo que el destino del reino se halla en terrible peligro, el emperador Karl Franz trabaja sin descanso para proteger a su Imperio. Ha enviado emisarios al Rey Fénix de Ulthuan para solicitar la ayuda de los elfos en el conflicto que se avecina. También ha apelado al juramento ancestral de lealtad prestado por el gran rey enano para que su pueblo se una a la causa imperial.
En las profundidades del Athel Loren, la reina Ariel también ha percibido la llegada de la invasión del Caos. En su nombre, numerosos grupos de elfos silvanos recorren el Paso del Mordisco del Hacha y se adentran en Reikland para proteger los antiguos túmulos sagrados que se ocultan en el corazón del bosque de la provincia y poner sus armas al servicio de la alianza contra el Caos.
Y en medio de toda esta nefasta y crepitante agitación se hallan los aventureros, brillando cual fuego de esperanza. El destino los ha convocado, ligándolos con las plateadas hebras del sino y la fortuna. Juntos, los valerosos humanos de Reikland, los elfos silvanos del Athel Loren, lo altos elfos de la distante Ulthuan y los enanos de Karak- Azagaraz habrán de enfrentarse a la formidable amenaza que se cierne sobre el Viejo Mundo.
¿Podrán estos valientes cumplir su destino como adalides del bien en la hora más aciaga del Imperio?