Quiero detectar a Heimdallr, claro. ¿Sería tirada con MM?
Por cierto, con la sangre pretendo invocar a Beory para que libre de la corrupción a Vilnës y sane sus heridas. Anwië quiere convertirse en la mami de los Elfos Oscuros, y dominar el continente bajo el nombre de Beory en un mundo supremacista de Elfos Oscuros y naturaleza, xD
Si crees que con la sangre de Anwië, Beory no tendría el poder de liberar la corrupción y salvar a Vilnës, o que consideras que Beory no haría nada por ello, no te sientas obligado a hacerme caso, ¿eh?
Anwië hace un corte en su muñeca con el estilete de Sil. La sangre Diherôth resbala por su brazo y gotea sobre el rostro de la exploradora, llegando a su boca. Vilnës parece recuperarse, y entreabre los ojos como despertando de un profundo y terrible sueño. De sus ojos y nariz emana una sombra, que serpentea y se quiebra al tocar la sangre de la Tenebrïs, formando negras gotas viscosas que riegan el desierto. El sacrificio de Anwië, su propia sangre derramada, elimina la corrupción que alberga Oriväs, y purifica su cuerpo. De cada gota brota un pequeño tallo, y una pradera verde y fértil empieza a expandirse lentamente a vuestro alrededor.
El pasto, y algunos arbustos, devoran los pozos de corrupción cercanos, nutriéndose de ellos e impulsando su crecimiento. Algunas raíces buscan las gemas magenta que lleva Sil. El estilete es destruido, y de él surge un árbol, al igual que el colgante de Nevalar, que ahora pende del cuello del Magister. De ambas gemas surgen raíces, ramas y hojas, que crecen y ascienden como ya habéis visto anteriormente, formando un pequeño bosque en torno a vosotros. La vida, la naturaleza, la Diosa Madre, se hace fuerte en Ordogor, recuperando sus ruinas y expulsando a la oscuridad de ellas.
Sin embargo Beory recupera a su hijo gélido, devolviéndolo a la tierra, y busca algún otro ser del que también nutrirse. Las raíces que brotan y serpentean desde la Gema de la Cripta intentan abrirse paso a través de las ropas del magister, para alcanzar su pútrida y corrompida carne, buscando purificarla, buscando apoderarse de ella y transformarla en verdor.
Tirada oculta
Motivo: MM+Verde
Tirada: 2d6
Resultado: 12(+4)=16 [6, 6]
Motivo: Daño
Tirada: 1d3
Resultado: 2(+1)=3 [2]
Sil, haz una tirada de Agilidad a dificultad 12 para evitar ser devorado por las raíces que surgen de la Gema de la Cripta.
Anwië, recibes 3 Heridas al hacerte el corte. Haz una tirada de Resistencia a dificultad 12 para detener la hemorragia o recibe 1d3 Heridas más.
Ambas gemas, y los objetos en los que van engarzadas, son destruidas:
Has derramado tu sangre para salvar a una de tu especia y purificar una porción del desierto de Ramelok. Beory escucha y agradece tu sacrificio. Sin embargo reclama a su hijo, pues sobre él no has derramado tu sangre, y te pria de su privilegio y presencia.
Hija mía, haz de este lugar un bosque para tu Madre.
Hija mía, expulsa al Kaos y purifica Ramelok.
Hija mía, tienes mi bendición al renunciar a la Sombra.
Hija mía, ve y sé mi emisaria en la Oscuridad.
Cuidado con la tirada de Resistencia, pues si no la superas morirás.
Pierdes:
Te deshaces de:
(has demostrado no despreciar la vida)
Adquieres:
—Deoch bho m ’fhuil, Koräd —dije, antes de detener la hemorragia—. Faigh cuidhteas coirbeachd...
Traducción: Ven y bebe de mi sangre, Korad. Deshazte de la corrupción...
Mini post desde el trabajo, xD. Luego escribo más.
Motivo: Desatar el KAOS -Lumiräs-
Tirada: 3d6
Dificultad: 12+
Resultado: 5, 2, 4 (Suma: 11)
¡¡¡VAMOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOSSSSSS!!!
He hecho la tirada limpia, empleando el poder de las sombras Lumiräs sin el modificador de Agilidad (por lo que a ese 11 hay que sumar un providencial +1).
¡SE VIENE FINAL ÉPICO!
¡PÓNGANSE LOS CASCOS Y APAGUEN LAS LUCES, AMIJOS! ¡NO SE ATREVAN A LEER AL MAGISTER HASTA QUE LA LUNA CORONE EL CIELO NOCTURNO!
Mientras habla, mientras me confía su anhelo más íntimo, Anwië expone ante mí el peaje que ha pagado su bello rostro a cambio de mostrar su lealtad -su verdadera lealtad- a la deidad de la naturaleza. Dos grietas abisales presiden ahora un rostro donde debía brillar un verde esmeralda. Y aún así, sigue conservando su hermosura preternatural.
Los dioses son crueles... Es el pensamiento que azota mi mente en este preciso instante. Beory sabía a quién tomar por Elegida... Sus sacrificios son prueba de fe... Jamás será mía... A menos...
Algo en mi interior se debate con insólita furia, deseando manifestarse con virulencia, imparable y aterrador. Algo que ansía dar una respuesta terminante a mi debate interior. Anwië nunca ha amado Anodiräs. Nunca ha vivido en el presente. Está demasiado vinculada a su pasado y a su legado de sangre. Es el privilegio -y la condena- de llevar sangre real en las venas. Siempre lo supe, pero fui necio y preferí la ceguera.
Ahora, me aguarda una honda hora de dolor.
—Deoch bho m ’fhuil, Koräd —dije, antes de detener la hemorragia—. Faigh cuidhteas coirbeachd...
¿Es esto todo lo que somos? ¿Insectos miserables haciendo planes que se deshacen en pedazos flotando en el éter mientras el Kaos avanza imparable y los dioses eligen a sus campeones? ¿Es esto todo lo que estamos destinados a ser...?
Me niego.
—No... No seré una marioneta de los dioses...—, advierto mientras su sangre mana de la palma su mano, salpicando el rostro de la exploradora.
Antes de que su incontrolable e indómita magia cobre una vez más una fuerza imparable, alcanzo a añadir algo.
—Vives en el pasado, Anwië... Y contigo, vive un fragmento de mi ser... Uno que se resiste a morir... Uno... al que he de matar...—. Ya no hay amargura. El fuego que arde en mi interior no es la llama que brota de las cenizas de un viejo e imposible anhelo. Es fuego de revelación. Koräd no existe. Es la hora del lobo.
—No soy Körad... Mi nombre... es Karan Sil... El Rostro de Plata—.
Mi rabia me hace lento, senil. La naturaleza, una vez más, se abre camino entre las ruinas de Ordogor alimentándose de los cuerpos de los caídos con voracidad sin límites. Contemplo como mi fiel estilete es consumido, junto a la gema bruja que rescaté del cadáver de Nevalar. Beory, una vez más, trata de sumarme a su jardín de las delicias en su nuevo campo de conquista, ese ancestral enemigo mío que es Ramelok.
Esta vez, voy a responder con furiosa cólera.
Bien, Beory... Si mía no ha de ser, tuya tampoco será.
Llamo a las sombras de Ramelok en la Lengua Prohibida, la lengua temida: la Lengua del Abismo. Hoy, las sombras escucharán a su nuevo Emisario.
—¡AZHAN MÜ-BHARÄK!—, bramo con toda la fuerza de la que soy capaz. Los pulmones me arden y en mi garganta se forman flemas que reprimo por pura voluntad. Aún no he concluido mi petición.
—¡I-GHÄN, ANWIË DIHERÖTH!—, siseo, mis ojos brillando en un fulgor azul clavados en la elegida de Beory.
Como emergidos de los pozos que conectan con las tinieblas bajo el manto de ceniza de Ramelok, mis espektros surgen a mi alrededor, silentes guerreros de ónice, carentes de todo rasgo humano. Vaporosas figuras del plano espectral que ejecutan una reverencia al ser invocadas ante mi presencia. El ejército más disciplinado de este mundo, sometidos únicamente a mi voluntad. Se alzan de las negras arenas de Ramelok a mi orden y yerguen las tenebrosas y corrompidas astas de sus lanzas al unísono, en un coro que desafía al brillante verde de la foresta que Beory antepone a mí.
Experimento un secreto regocijo estremecer mi pellejo. Mi falange sombría camina de nuevo. Y esta vez, lo hace para reclamar Ramelok a la diosa que me ha usurpado a mi ángel de la muerte.
Solo resta un pequeño, minúsculo detalle.
A mi espalda, percibo las pesadas pisadas de un corcel de guerra hollando el desierto. Mi general ha acudido a la llamada.
Me giro para reconocer al que una vez fue mi hermano de armas, mi mano derecha, el Gran Midrahïm, la Lanza Estelar. Su imponente silueta acorazada no me hace sentir pequeño y vulnerable esta vez. Ahora, él es mi títere.
Alzo la mano y señalo a la Tenebrïs.
Si Beory quiere sangre, regaré este desierto con sangre con la que germinará una foresta a mayor gloria de Anodiräs.
Y será conocido... como el Oasis de Anwië Diheröth, Reina de Adarnaj...
El campeón oscuro de Lord Sil
—Atraviesa su corazón...—, sentencio en una orden tan concisa como impostergable.
Mi hueste no responde, no vacila. Tampoco lo espero de ella.
Tú y yo, Beory.
Tú y yo.
Motivo: Legio Spektra
Tirada: 3d6
Resultado: 17(+7)=24 [5, 6, 6]
Solamente diré que Lord Sil se merecía esta tirada.
Agoto Luminäs y sumo +1 a MM por el bastón. No tenía nada magenta -gracias, Anwië xDDDD-, así que tiro a pelo y desato el Apocalipsis.
Tiempo de milagros en Orbis. ¡Tiempo de épica!
N. del T.
1) Alzaos de los confines de las sombras.
2) Matad a Anwië Diheröth.
La verdad se me muestra presente... Una verdad que la oscuridad de las tinieblas me habían mostrado y que yo, vanamente, había intentado negar una y otra vez. No servía ya el diálogo, no servían los esfuerzos... ya no servía la generosidad.
Tras acariciar por última vez el rostro de Vilnës, me erguí solemnemente, anduve algunos pasos a un lado para separarme de ella y evitar así que pudiera resultar herida en el fragor del combate, y... finalmente, encaré a aquel ingenuo que se atrevía a desafiarme.
—¿Crees tener el poder para derrotar a una diosa? —pregunté, más que furiosa por la traición, decepcionada—. ¿Te crees además con el poder suficiente como para amenazarme? ¿A mí? ¿A Anwië Diherôt?
Negué con la cabeza. Ni siquiera con su horda de espektros, ni su campeón, podrían hacer que sintiera un atisbo de duda.
—Has cometido un error —pronuncié—. Has cometido el fatal error de mostrarte, retar a Beory, y de amenazar a su hija...
Bhë bhüin e riutsä nas môtha...
Mi brazo estaba bañado en sangre, haciendo brotar árboles a mi paso en un espectáculo celestial. Karan tendría un ejercito corrupto dispuesto a luchar fielmente por él, pero yo tenía a mis hermanos y a Beory. No estaba sola. Nunca más lo estaría.
Ni en la vida...
... ni en la muerte.
Màthäir, nì mi än t-àite seo na côillë nad äinm.
Màthäir, cuiridh mi às dô nä Kaos agus glanäidh mi Ramelok.
Gabh ris an fhuil agam, a mhàthäir.
Fàs dô shìôl, a mhàthäir Dèan dhômh dò emissäry sän dôrchadas ägus le mô bheathä sgriosaidh mi dô nàimhdeän.
De mi bolsa, saqué una daga, así como el Fruto de Beory que con tanto mimo había estado cuidando desde el mismo día que lo recogí en Ûldatär.
Había aguardado pacientemente, soñando con plantarlo en Adarnaj y hacer florecer la naturaleza en sus dominios. Lamentablemente, mis pies nunca pisarían la tierra que tanto anhelaba... pero sí lo haría mi sangre, y las raíces de los árboles que de ella se alimentarían. Reinaría Adarnaj, reinaría Ramelok, y reinaría en el continente entero... tal vez no en vida, tal vez no como Anwië Diherôt, pero sí con el legado que de mí vendría...
Gäbh ris an fhuil agam, màthäir...
Con la daga, corté mi otra muñeca haciéndome sangrar abundantemente... Notaba como descendía por mi piel, bañando la totalidad de mi cuerpo hasta acabar formando un charco escarlata en el suelo. Entonces abracé el fruto de Beory, fundiéndome en una con él...
—¿Querías saber qué es lo que haría mi sangre en Ramelok? ¿Querías ver la flor que sólo con fe verdadera podrá florecer en sus tierras? —pronuncié, tal vez mis últimas palabras—. Mira, Karan... Mira el poder de Beory, pues será lo último que podrás ver...
Traducción1:
Él tampoco te pertenece...
Traducción2:
Madre, yo haré de este lugar un bosque en tu nombre.
Madre, yo expulsaré el Kaos y purificaré Ramelok.
Acepta mi sangre, Madre.
Haz crecer con ella tu semilla, Madre
Hazme tu emisaria en la Oscuridad y con mi vida destruiré a tus enemigos.
Traducción 3:
Acepta mi sangre, madre...
Anwie intuye, por las palabras de Lord Sil y la voz que le habló, que éste está siendo dominado por la corrupción de Ramelok (Karan). Realmente no desea matar a Koräd, sólo limpiarlo de la corrupción (de ahí que le pidiera antes que bebiera de su sangre) y así se lo pedirá a Beory como último favor de hija consentida (además de que proteja a Vilnes) .
Motivo: MM+Verde
Tirada: 2d6
Resultado: 9(+6)=15 [3, 6]
Sil: 26 al invocar Legio Spektra (5+6+6 + 6MM + 1MM Bastón de la bruja + 2 Magenta Khörn Shèe)
Anwië: 15 al invocar Ingrassamat Mulguriis (3+6 + 4MM + 2 Verde Fruto de Beory)
Lord Sil, Karan Rostro de Plata, invoca sus legiones, imponiendo su férrea voluntad al desierto, renunciando a su último atisbo de humanidad, a su último reducto de cordura. Su cuerpo se corrompe, y las sombras acuden a su llamada, emergiendo de las profundidades de la tierra, cabalgando sobre corceles negros y envueltos en llamas de korrupción y kaos. Su propio cuerpo se desvanece, y se une al violento viento kaótico que se levanta desde el este.
Lady Anwië Diherôth, dejando a un lado su título de Tenebrïs, clama a la Diosa Madre ofreciéndose ella misma como sacrificio, derramando su sangre, la última sangre de su linaje, sobre la tierra, sosteniendo entre sus manos el Fruto de Beory. Su cuerpo muere, y nutre al poderoso árbol que emerge del fruto y de su pecho, floreciendo en ella, en sus vacíos ojos, en su delicadas formas. De la tierra nacen árboles, y de ellos surgen criaturas ancestrales, defensoras de la vida.
Ambas fuerzas chocan y cargan, arremetiendo sin tregua la una contra la otra. El orden y el equilibrio de la naturaleza frente al kaos y la korrupción del Príncipe. Feroces criaturas luchan, alimentadas por una luz verdosa, contra espektros y guerreros sin rostro ni voluntad propia. Pero el sacrificio de Karan ha sido mayor.
El Gran Midrahïm, campeón de las tinieblas convocado por el Arkanum Karan Sil, hunde su Lanza Estelar en el pecho de la Hija de Beory. Herida, ciega, entregada por completo a su madre, sacrificada y mártir, cae. De su sangre brota más verdor, de su muerte nace más vida, pero no es suficiente para resistir el embate de las tinieblas. La Hija de Beory es torturada, sometida y arrancada de la existencia por el Lord Magister.
Las sombras devoran todo a su paso, corrompen a las criaturas de Beory, a sus hijos, y terminan por sumir al oasis en la más absoluta oscuridad. La diosa Beory es incapaz de resistir en un entorno tan kontaminado, tan korrupto, y debe alejarse. Ha sido expulsada, repelida, pero su dolor no será olvidado, al igual que el sacrificio de su hija Diherôth. Este lugar será siempre recordado como el Tenebroso Oasis Marchito de Anwië Diherôth, reina de Adarnaj, ahora el lugar más oscuro y siniestro de Ramelok. Adornado con los ennegrecidos esqueletos de los hijos de Beory que aquí perecieron. Por él vaga toda una legión de espektros, comandada por la Sombra Karan Sil y su campeón Midrahïm, devoradores de toda vida y de toda luz.
FIN
Te unes al kaos, te fundes con él. Te deshaces de tu forma corpórea para trascender. Ante ti se muestra todo el konocimiento, todos los saberes okultos que con tanto celo los primeros magos y hechiceros quisieron olvidar y jamás transmitieron. Has renunciado a tu humanidad, a tu último atisbo de orden, y te has entregado de lleno a la lokura, al Kaos. Has sido rekompensado y ahora puedes ver toda la existencia con total klaridad, e incluso puedes traspasar las fronteras de lo conocido para adentrarte en lo deskonocido e inkomprensible, en lo imposible e inimaginable. El Negro es tu kolor ahora, tu úniko kolor, fuente de todo poder, la fuente únika, el único origen de la magia. Pues de él nacen todos los kolores, una vez ordenados y refinados. En él te sentirás libre, en él podrás bañarte, y de él podrás servirte. Mientras le sirvas a Él y no reniegues jamás de Su voluntad.
FIN
Epílogos
Lord Magister ha cambiado, llegó a Ramelok siendo extremadamente fiel al orden, al conocimiento, a la disciplina, y poco a poco se ha ido adentrando en la espiral magenta, desprendiéndose de partes importantes de sí mismo, dejándose arrastrar por la seducción del poder del Kaos, hasta haberse vuelto totalmente libre, sin ataduras de ningún tipo, para trascender y unirse a la fuente de Magia Negra.
La Tenebrïs ha recorrido un camino a la inversa. Llegó a Ramelok sin escrúpulos, fría, calculadora, capaz de todo por alcanzar su objetivo, pero poco a poco se ha ido entregando al amor de la Diosa Madre, realizando un sacrificio tras otro, un acto de amor tras otro, para engrandecer la presencie de Beory y la naturaleza en el desierto, para expulsar al kaos y establecer un nuevo orden. Su sacrificio final representa su implicación con estos valores, por encima de sí misma e incluso por encima de su linaje y del Reino de Adarnaj.
Juntos han descrito una trayectoria doblemente helicoidal, girando uno en torno al otro, admirándose, respetándose, amándose. Transformándose mutuamente. El final no podía ser otro, no era posible que ambos vencieran, no así. Ambos han encarnado dos polos opuestos, dos fuerzas contradictorias. La verde, la del equilibrio y la fragilidad de la existencia natural; y la magenta, la del kaos y el cambio e improvisación constantes.
Finalmente las sombras han defendido sus dominios frente a la intrusa verde. Ramelok seguirá perteneciendo a la oscuridad.
Sin duda esto afectará a todos los acontecimientos futuros en Orbis. La balanza se ha decantado hacia el Kaos, al menos en Ramelok y en sus alrededores. Las fuerzas del Príncipe tienen vía libre para atravesar el yermo e invadir Anodiräs, y posteriormente el resto de reinos libres. ¿Qué fuerzas se opondrán a ello? El Príncipe está preparado, y sus huestes marchan hacia el desierto negro en estos momentos.
Cuando sentí la lanza atravesar mi pecho y arrastrarme durante algunos metros en su avance... Cuando supe que mi vida se extinguiría para siempre y que jamás podría cumplir la Palabra de Beory, tampoco recuperar Adarnaj, ni a mi amado hermano... no sentí dolor, ni frustración... Ni siquiera odio por no haber podido lograr el único objetivo que había dado razón a mi vida y que había cargado sobre mi alma como una pesada penitencia durante siglos de existencia.
El dolor, la frustración, el odio desmedido habían desaparecido... Beory me había enseñado a amar, a proteger y valorar la vida...
...y, sin embargo, yo le había fallado.
Había sido incapaz de cumplir mi promesa. Incapaz de proteger a mis hermanos, quienes ahora eran cruelmente mancillados por nuestros enemigos. Incapaz de erradicar la corrupción ni siquiera en una mínima proporción. No merecía el amor de Beory... Tampoco ser llamada su Hija...
Sólo merecía el olvido...
—M-mathanas... dhômh... màthair —pronuncié débilmente... Mi voz apenas era un lastimero susurro dirigido a la nada... un agonizante lamento musitado cuando era ya alzada como un trofeo, ensartada en la lanza del campeón de Karan—. Tha... mi air... f-àiligeadh o-ort..
Y... pese a todo, sólo era capaz de sentir paz; pues... incluso en la muerte y el fracaso, Beory era piadosa y me abrazaba cálidamente como una Madre que cuida y protege a su Hija independientemente de sus acciones.
Perdóname... Madre... te he... fallado...
Mi cuerpo ya no reaccionaba... mi voz se había apagado, y mi vida desaparecía lenta pero inexorablemente.
La última heredera de Adarnaj, Reino de los Elfos Oscuros, perecía en Ramelok... sin nadie quien llore su triste destino...
Traducción: Lo siento madre. Te he fallado.
El mundo… ha cambiado.
Puedo sentirlo…
He… trascendido.
Ramelok sangró para mí…
Ahora… Ramelok… soy… YO.
Carezco de forma física. Reconozco en mis manos la esencia misma del cosmos. Soy anterior al mundo mismo. Ajeno a él. Y sin embargo… Inevitable.
Soy una entidad nueva… perturbadora, en cierto sentido… fascinante.
Soy lo imperceptible.
Lo inenarrable.
Lo incomprensible.
Lo indescifrable.
No padezco. Ya no. No lamento. No siento remordimientos.
No hay dolor. No hay flemas. No hay esputos.
No queda nada de lo que una vez fui.
Soy un eterno enigma.
Mi pensamiento no se ha desvanecido. Ahora, más lúcido que nunca, observo mi entorno desde los ojos del Abismo. Lo analizo todo, pero desde un prisma diferente. Aséptico. Desapasionado.
La vida pierde su sentido. Carece de valor. Como la luz, nace para extinguirse. Solo la Oscuridad más absoluta permanece. Como siempre ha sido. Como siempre será.
Nadie sabrá qué ocurrió aquí, solo intuirán una gran tragedia entre un terrible presagio de muerte.
Una tragedia que es, en realidad, una advertencia del peligro inminente que se cierne raudo hacia ellos, como el mismo paso del tiempo.
Inexorable.
Contemplo mi vieja máscara, semienterrada en este desierto de ceniza… Mi rostro…
Las sombras me lo hacen accesible con un solo pensamiento.
Aún poseo mi cara.
El Lord Tenebräe, Karan Sil,
Ahora, Garoir Sil
La Sombra de Plata.
Avanzo hasta contemplar el cadáver de esta necia que ha osado oponerse a mí.
No respira.
A su alrededor, la patética exploradora Vilnes, desfigurada por el pánico, es incapaz de apartar su mirada de mi rostro. Hoari, la antaño risueña guardiana, ya no sonríe. Se estremece. Se arrastra por la arena barbotando palabras sin sentido, vomitando sangre.
Qué insólita satisfacción.
Mis miembros las prenden y acaban con su miserable vida descuartizándolas llevándose por un vacuo odio y esparciendo sus restos por mi nuevo feudo, mis sombras devorando su carne aún fresca al tiempo que doy rienda suelta a la masacre sin sentido que aguardaba paciente en mi interior, deseosa, necesitada de liberación.
Vuelvo mi atención a la Tenebrïs.
La lanzada sombría que ha destrozado su corazón jamás habría fallado en su objetivo.
Mis tentáculos reptan hacia ella con avidez, la ultrajan para mi deleite, la atraen hacia mí.
Contemplo en silencio su cuerpo exangüe.
No siento nada.
Solo…
Nada.
-Tu ceguera rebasó el plano físico... Tuviste a tu lado a alguien capaz de rivalizar con un dios, y aun así preferiste mantenerte fiel a tu pasado estéril. Sea, Tenebrïs… Únete a él para siempre en sus cenizas-, pronuncio en la lengua abisal mientras desafío al cielo con una mirada inerte que es Vacío y presagio de tormenta a un tiempo.
-¿Dónde está tu diosa ahora…?-. No hay emoción. No hay ira. No hay rabia. No hay frustración. Solo silencio. Silencio, y hechos. Fríos, incontestables hechos.
Incluso la luz más brillante…
Engendra las sombras más oscuras…
-Aniquilaré a todos tus hijos, Beory… Cada vez que unjas a un campeón, le maldecirás con mi infatigable persecución… Mataré tu semilla en este mundo… Eterna, sistemáticamente… Jamás descansaré… Jamás me detendré… No conozco el miedo… Y ahora, tampoco el sueño... Soy el Terror del Hombre en su forma más pura… Aquel cuyo Rostro es Plata… He asesinado a la única persona que me importó en este mundo para arrebatártela… No hay sacrificio demasiado grande para mí... Pues nada tengo que perder ya. Haré de este mundo un erial eterno consagrado a su recuerdo… Y lamentarás el día en que me privaste de ocupar el corazón… de Anwië Diheröth…-.
Mis nuevas extremidades, extensibles y de una flexibilidad inusitada, captan mi interés en perfilar un macabro ritual mortuorio para la última de los Diheröth.
Tiendo con innecesario mimo a la Tenebrïs sobre un lecho de cenizas y afilada roca negra.
Ramelok provee de ambas.
Mis espektros nos rodean en silencio, sus lanzas desafiando el firmamento nocturno, acaso una última advertencia a Beory de mi inconmensurable poder. Comienzan a entonar un coro de lamentos del que yo soy la guía con una nueva y gutural voz que emerge de las tinieblas de mi alma.
La maldición definitiva.
Kharnïs Khääl.
El Despertar Eterno.
Alzo una mirada vacía mientras en el cielo emerge un eclipse del que mana sangre.
Mis pseudópodos arrancan dos capullos de flor de un mágico color esmeralda de los restos aún por consumir de este fútil intento de la diosa de la naturaleza por reclamar Ramelok. Luego, los depositan sobre las cuencas vacías de la Tenebrïs.
Ahora…
Ahora, es perfecta.
Y sin embargo…
No… siento… nada.
Devoro su sombra y su alma en silencio. Sus restos mortales, marchitos y decrépitos; su corazón destrozado, quedan sobre el improvisado altar, dispuestos para mi último regalo.
Transporto su alma al núcleo de Ramelok y la dejo despertar en un mundo onírico infinito.
Un sueño en el que reina espléndida sobre sus recuerdos en Adarnaj.
Un sueño en el que no existe Kaos.
Un sueño en el que le regalo la presencia de su difunto hermano.
Un sueño en el me reconoce, al fin, entre los miembros de la Corte.
Un sueño en el que cae presa de un amor imposible por mí.
Un sueño en el que no soy yo.
Un sueño en el que soy Körad Lathaniël.
Un sueño en el que no viajo a Ramelok entregado a la búsqueda de los secretos del mundo.
Un sueño en el que mi rostro no es plata.
Un sueño en el que no la asesino para hacerla mía en el Vacío.
Un sueño que concluye cada crepúsculo con una revelación en soledad.
La revelación de una máscara argéntea que se le aparece flotando al otro lado del espejo, como si careciese de sustrato físico. Como si el propio espejo diese a otro mundo.
Su escalofrío regocija mi alma.
“Eres mía… Para siempre”.
Concluido el ritual, consumida su esencia por mi nueva y perfecta forma, dirijo una mirada impávida a mi etérea legión negra.
Entienden su propósito.
Forman a mi espalda en completo mutismo, mi general a mi diestra.
El ejército más disciplinado de este mundo dispuesto para la conquista.
Abrazo mi forma sombría alargando mi silueta hasta los tres metros, mi máscara presidiendo una faz carente de forma alguna. En mi siniestra se materializa un largo báculo de ébano en el que brilla una gema con forma de rombo multifacetado que parece tallado en brillante brea sólida.
Soy la Sombra de sombras. El nuevo Adalid del Kaos. No tengo límites. El Kaos fluye en mi interior salvaje, indómito, incontenible. La magia negra es ahora mi esencia. Ramelok se revela en un aliado primordial, sincero y abrumador en su lealtad. Y es entonces cuando la ironía de mi búsqueda acude a mí, cobrando sentido:
He aprendido a amar a mi enemigo, puesto que cuanto más he anhelado destruirle, más he empezado a comprenderle.
Y así, convertido a las filas del Kaos, elevado como Kampeón de la Oscuridad más primigenia, bajo la débil y cetrina luz que arroja la aureola de la luna tras la sangrienta lente opaca que la cubre esta noche, marchamos.
Extendiendo los dominios de Ramelok hasta los confines del mundo conocido, marchamos.
Impasibles. Inmisericordes. Inevitables. Marchamos.
Hacia una victoria que hará de este mundo el Vacío en el que habita mi alma. Marchamos.
Alibesi.
Agaläm.
Enaj.
Todos caerán derrotados bajo mi promesa.
Reinaremos juntos sobre un mundo sumergido en una noche eterna y sumidos en sepulcral silencio.
Porque en las tinieblas, sobran las palabras.
Tú y yo, Anwië.
Tú y yo.
Es tiempo de cambio.
Termina la Era del Hombre.
Comienza la Era de la Sombra.
Es la Hora del Lobo.
Tiembla, Orbis.
Tiembla.