Miriel no quiso añadir más a la discusión para no crear malestar entre los compañeros. Entendía el punto de Welf aunque sabía que las buenas intenciones muchas veces se tornaban en resultados siniestros; el camino a la Sombra está pavimentado de buenas intenciones… escuchó alguna vez decir a guardianes más ancianos y experimentados que ella misma. Su mirada se dirigió a Ainar. Para ella el enano era quien debía tomar la decisión. Si acordaban parar para comer ayudaría a buscar ese tesoro; si lo encontrasen ya decidirían que hacer con el mismo.
Si nos paramos aquí a comer Miriel se dará un chapuzón para buscar el tesoro. Invocaría Buena Vista para buscarlo.
Salvo Welf y Vansa, ninguno de los demás mostró interés en rescatar un viejo tesoro cuando la urgencia por salvar a Munin les angustiaba. Así, siguiendo el curso del río Gladio en su viaje hacia el Anduin, continuaron el camino. El viaje continuó tranquilo, como hasta entonces, hasta que finalizó aquel día ya cerca de las aguas del Anduin y de las marismas de los Campos Gladios. Magric les quiso animar diciéndoles que aquella primera etapa ya estaba finalizando y que ahora estaban ya mucho más cerca de su objetivo. Sin embargo, obvió también decirles que el siguiente tramo del viaje era mucho más peligroso y tenía un terreno mucho más difícil que lo que habían avanzado hasta entonces. Pero girando la vista atrás y contemplando lo lejos que estaban ya las Montañas Nubladas, sin conseguir despegarse del todo de su larga sombra, era fácil animarse viendo todo lo que habían avanzado en aquellos días.
En la jornada siguiente, avanzaron siguiendo el curso del río, que baja con aguas feroces de las montañas, y pasaron una tranquila jornada de viaje. Acamparon junto al río una última vez, se imaginaban que al día siguiente estarían en las marismas, comidos por los mosquitos, pero allí se encontraban a gusto. Con el sonido de la corriente calmando hasta las mentes más inquietas.
A medida que el día avanzaba y el sol comenzaba a descender en el cielo, el grupo llegó a un punto donde el río se ensanchaba, formando una pequeña laguna bordeada de cañas altas. Era un buen lugar para hacer una pausa antes de enfrentar el tramo final de su viaje. Allí, mientras el crepúsculo envolvía el paisaje en tonos dorados y anaranjados, se prepararon para el descanso, conscientes de que la verdadera prueba aún estaba por venir en la búsqueda del ominoso Dwimmerhorn.
Creo que a estas alturas ya conozco a Ainar, y que me diga él si me equivoco, pero creo que prefiere salvar a Munin que cualquier posible tesoro. ¡Así que seguimos el viaje!
Cambiamos de escena: El paso de las marismas.