Partida Rol por web

Carles descendió también a la cámara subterránea aprovechando la distracción que María había provocado y Aina le siguió. Ninguno de los dos tuvo demasiado problema en bajar, pues la altura no era demasiada y ahora que María estaba haciendo de las suyas en medio de aquel ritual, la atención de todos los encapuchados parecía centrarse en la joven rubia. 

- ¡Quieto todo el mundo! - Añadió Carles a las órdenes de Aina. - ¡Guardia civil! - Se identificó como policía. - ¡Tírense todos al suelo! ¡Es una orden! - Esgrimió mientras apuntaba con su pistola en diferentes direcciones a los encapuchados que se movían de un lado para otro desconcertados.

Mientras todo eso sucedía, la distracción creada por María surtió el efecto deseado. Los monjes, si es que era monjes, estaban confundidos y aturdidos a partes iguales. La mayor parte de los asistentes, atendieron de inmediato a las instrucciones de los dos agentes de policía y se tiraron al suelo. Otros trataron de escapar hacia unas escaleras que parecían subir a la primera planta del edificio principal. Otros simplemente se quedaron petrificados sin saber que hacer y el murmullo generalizado, de asombro y miedo, invadió el ambiente.

Pero lo que más importaba ahora a los tres agentes era la reacción que podía tener el "sacerdote", ante la irrupción inesperada a su ritual que acababa de producirse. Aquel hombre, armado con la daga por encima de su cabeza, detuvo el sortilegio al instante cesando en sus rezos. No obstante, no bajó el arma y miró a Aina en un primer momento, luego a Carles y finalmente se centró de nuevo en Aina. 

Las miradas de ambos se cruzaron por unos instantes que parecieron eternos. En la mirada de aquel hombre se leía locura y cierta parte de ira. En los de Aina preocupación y ánimo de venganza, pues aunque no podía estar segura, aquel hombre podía ser el responsable de la desaparición de su hermano Dídac, el principio del fin de su infancia y el inicio de la búsqueda a la que había consagrado su vida. La respuesta de todos sus esfuerzos de los últimos años podía estar delante de sus narices y no obstante, una mala decisión por parte de aquel hombre demente, podía acabar con una bala en su cabeza, silenciando para siempre la verdad que Aina tanto ansiaba.

Fue entonces cuando aquel hombre se quitó la capucha revelando su verdadero rostro. Un rostro conocido que habían logrado identificar cuando investigaban acerca de la posesión. Se trataba del tal "Samul Darin", al que el inspector había dicho que se le conocía popularmente como "Phausto", el líder del "Centro de Yoga y teorías New Age" al que habían puesto cara gracias a los archivos policiales. 

- ¡Azrael et vincere! - Gritó entonces aquel hombre dispuesto a clavar el cuchillo en el pecho de la joven. Era ahora o nunca. Aina tenía que disparar y salvar la vida de a joven y posiblemente acabar con la única persona que tenía las respuestas a sus preguntas o permitir que una inocente muriera...

Todo habia salido bien, la confusion habia sido suficiente para que....

QUE HACES AINA!!!!!!

Porque no corriste por la niña? porque no disparaste? Porque no te lanzaste contra el el sacerdote loco? Porque?????

Sabia que no habia respuestas para mis preguntas y nunca las habria, pero ahora me sentia atada de manos mientras mucho mas lejos que Aina, Carles y yo poniamos en control a todos los demas participantes del rave medieval.

Solo podia terminar por apuntar a aquel hombre y esperar que Aina lo detuviese o disparar yo si ella fallaba aunque fuese demasiado tarde.

Aina no estaba dispuesta a permitir que la muchacha saliese muerta de allí para conseguir todas las respuestas. Sentía como un sudor frío le bajaba por la espalda y la boca se le secaba, como si su saliva se hubiese convertido en una pasta. El corazón le iba a mil por hora, y por un instante el tiempo pareció detenerse en un segundo eterno en el cual ella apuntaba a un punto no vital, apretaba el gatillo y la bala salía silvando del cañón de su pistola. 

¡¡¡PAAAAAAM!!!!

El sonido explosivo del percutor resonó en la sala como amplificado por la acústica del lugar y el tiempo recobró su ritmo normal. Trató de fijarse ¿le había dado? ¿O al menos había logrado que se asustase lo suficiente como para declinar finalizar el ritual? 

Es un loco, estará dispuesto a morir por invocar a Azrael o lo que cojones esté haciendo

​​​​​​

El disparo de Aina impactó en la mano que agarraba la daga ceremonial provocando que el sacerdote la soltara entre gritos de dolor. Un baño de sangre manchó la túnica del sacerdote y el suelo y éste tuvo que agarrase la mano para detener la hemorragia de forma puramente instintiva. El sacerdote miró a un lado y a otro buscando el lugar del que provenía el disparo, pero no pudo hallarlo y finalmente se alejó del altar tratando de ponerse a salvo.

El disparo tuvo más consecuencias que el mero hecho de la interrupción del ritual. Algunos de los encapuchados allí reunidos se asustaron poniéndose a cubierto o tratando de esconderse de los posibles disparos venideros. Algunos de ellos de hecho, corrieron hacia una escalera situada al fondo de la sala, en la pared opuesta al respiradero del pozo desde el que los tres agentes acababan de llegar. Sin embargo, un segundo grupo bastante menos numeroso que el primero, unas diez o doce personas parecieron dispuestas a hacer frente a los intrusos y evidentemente María iba a ser el primer objetivo de éstos.

La joven y alocada agente, la cual había creado una distracción suficiente como para otorgar un disparo claro a su compañera, se vio rodeada por una decena de rostros ocultos bajo oscuras túnicas. Dichos sectarios se acercaban a ella con evidentes intenciones y no eran buenas. Ser golpeada hasta la inconsciencia o apresada para quien sabe con que atroces intenciones, eran cuanto menos las mejores de las opciones que se barajaban si no lograba impedirlo de alguna forma...

- ¡Quieto todo el mundo! - Girtó Carles, quien acababa de bajar de un salto al interior del sótano donde estaba teniendo lugar toda aquella locura. - ¡Guardia civil! - Se identificó como agente de la ley mientras apuntaba con su arma reglamentaria a todos los allí presentes de forma alternativa. - ¡Están rodeados, más agentes están a punto de llegar! ¡Todos ustedes están detenidos y acusados de por lo menos un delito de secuestro y conspiración para asesinato!

Sorprendentemente, la mayoría de los allí presentes depusieron su actitud hostil. Muchos se tiraron al suelo y los que estaban tratando de huir por la escalera, se detuvieron. La intervención estaba saliendo mucho mejor de lo que uno podría haber pensado en un principio y siendo cierto que el equipo de policial estaba a punto de llegar, la resolución de la actuación y por ende del caso, empezaba a ver la luz.

Aina estaba con la adrenalina a tope, nerviosa, inquieta... Había logrado dar a aquel hombre en la mano y ahora se hacía un ovillo en un rincón como el gusano que era. No pudo evitar recordar las breves enseñanzas, aquel intento se mandamientos que habían encontrado en la casa de Vich, ¿donde estaba ahora aquella prepotencia? Su rabia interior, que no era poca, le pedía ir tras Phausto y patearlo hasta desgastarse las botas, pero en vez de eso apretó los dientes. María podría estar en peligro ahora mismo. 

-¡QUIETOS! ¡AL SUELO Y CON LAS MANOS A LA CABEZA! - gritó a los que parecían dispuestos a cualquier cosa, apoyando las órdenes de Carles. Ya no eran muchos, pero en realidad una sola persona puede suponer una gran amenaza, que se lo preguntasen a Campaner. Mientras les instaba a tumbarse les apuntaba con el arma. Si hacían caso dejaría el control de todo aquel rebaño de lobos a sus dos compañeros y procedería a esposar a Phausto. Sabía que si lo esperaba con las manos a la espalda dejaría que se desangrase, por eso lo haría de otro modo. El arma del casi crimen no debía ser tocada, pero la joven, quizás estaría bien comprobar su estado.

-¿Qué le habéis suministrado a esta chica? - pregunto al jefe de ceremonia con un tono no muy amigable. Estaba claro que alguna droga le habían dado. En cualquier caso no creía que pudiesen confiar demasiado en aquel tipo. 

En cuanto tuviese a ese tipo esposado solicitaría una ambulancia por radio, o llamando a emergencias, si sus compañeros no lo habían hecho ya. Sabía que ellos no se que darían quietos, y esperaba que Mate y el resto de agentes  no tradasen demasiado, no fuese a ser que a alguno de los de allí abajo se le despertase el estúpido héroe que algunos creen llevar dentro. Seguían siendo tres contra demasiados, y tampoco tenía ganas de liar una carnicería a tiro limpio. 

Despues del disparo todo se habia ido al garete. O habia sido yo?

No, seguro fue por Aina, ella siempre descontrolando todo con sus normas y su actitud que.... tanto admiraba.

No importaba si habia fallado, aunque no podia ver que habia pasado, mi distraccion y su disparo eran suficiente para que interrumpir el ritual y ahora faltaba salvar a la chica solo que ahora estaba rodeada y venian hacia a mi.

Agradeci mentalmente el arma que tenia en mis manos mientras de manera erratica aquellos hombres en tunicas se acercaban cerrando el circulo.

- Quietos... no se muevan...   que disparo...  joder....

Mi voz no habia sonado como me hubiese gustado y seguro se notaba que estaba nerviosa porque aquellos sujetos seguian acercandose y aunque instintivamente me movia hacia atras no tenia a donde ir y practicamente estaba rodeada.

Entonces escuche la voz de Carles y luego Aina. Era el valor que necesitaba.

- QUIETOS YA!!!! MANOS DONDE LAS VEA Y NO SE MUEVAN!!!! Esa era mi voz de mando, determinada y segura de mi misma.

Ahora, solo esperabamos a los refuerzos pero no por eso deje de apuntar y mirar alrededor porque alguien podia hacer algo estupido y mandar todo al desastre.

La firmeza con la que Carles y María hablaron y sobre todo, el cañón de un arma apuntándolos sirvió para que todo el mundo se quedara quieto. De hecho, la mayor parte de los sectarios, asustados, se tiraron al suelo y otros alzaron las manos. Tan solo el tal Phausto parecía mantener el pulso a las órdenes de los agentes, aunque más bien era por el dolor que sentía en la mano, que por el hecho de no querer colaborar.

Aina se acercó al presumible líder de aquella secta y se preocupó por a herida. La mano de aquel hombre tenía muy mala pinta. Tenía un dedo colocado en una posición imposible y un agujero enorme en el centro de la mano que sin duda había roto huesos y tendones. Se veía una masa informe de carne blanca y grasa en el orificio de entrada, pues al ser la munición de punta hueca, había hecho un verdadero estropicio en la mano de aquel hombre, quien con la mano sana trataba de taponar la hemorragia. Poco o nada podía hacer Aina hasta que llegaran los servicio sanitarios, pero lo cierto era que la vida de aquel hombre no parecía correr peligro.

Poco después de que Carles y María controlaran la situación y de que Aina se interesara por Phausto, empezaron a escuchar pasos procedentes del piso superior y a través del hueco de la escalera por el que habían huido algunos de los cultistas. Sumado aquellos pasos a los gritos de: "alto policía", hicieron que los tres agentes que se encontraban rodeados en aquel sótano, se tranquilizaran ostensiblemente.

Momentos después, un grupo de encapuchados asustados salió del umbral de la escalera distribuyéndose entre el resto de cultistas y acto seguido el haz de varias linternas acompañados por los agentes de policía encabezados por el inspector Mate y el cabo Jiménez, todos ellos con las armas desenfundadas, hicieron aparición en escena colocándose estratégicamente alrededor de la sala, cubriendo todos los puntos.

- ¡Me has disparado, zorra! - Gritó entonces Phausto, como si acabara de salir de un extraño trance dándose cuenta de lo que acababa de suceder. - ¡Mi mano, joder, mi mano! - Exclamó. - ¡Me la has destrozado!

Sin duda, aquel hombre con acento argentino estaba fuera de sí. Se le veían las pupilas totalmente dilatadas y el rostro desencajado. Casi podía decirse que no parecía él, sino otra persona. Era evidente que estaba bajo los efectos de algún tipo de sustancia estimulante o alucinógena, o de ambos tipos.

- ¡Azrael te castigará a ti! - Le dijo señalando con la mirada a Aina. - ¡A ti y a todos aquellos que han entrado en su templo interrumpiendo su regreso y sacrilizando su casa! - Amenazó a la joven oficial de la policía local de Llanura del Buenpaso. - ¡El quinto advenimiento de Azrael será una realidad y...!

- ¡Cierra la puta bocaza, imbécil! - Gritó Álvaro mientras propinaba un culatazo con su pistola en el rostro de aquel hombre.

El golpe provocó que Phausto cayera al suelo y que al alzar la mirada se encontrara con los ojos del agente Isern clavados en él con pocas ganas de parlamentar sobre lo sucedido. Phausto pareció entender que sus amenazas apocalípticas de poco o nada iban a servirle en ese momento y finalmente decidió guardar silencio.

- Esta gente estaba a punto de asesinar a esa joven... - Dijo señalando con la mirada a la chica vestida de blanco que reposaba sobre el altar. - ¿Es así? - Le preguntó a Aina.

- La chica es una de las jóvenes desaparecidas. - Dijo entonces el guardia civil al que conocían por su apellidos, "Mantas". - Está bien, parece. - Afirmó mientras le cogía el pulso. - Respira y tiene pulso, aunque no atiende a estímulos. - Se agachó junto a ella y le golpeó levemente en la cara sin obtener respuesta. - ¿Hola? ¿hola? - Nada. Cogió su linterna, le abrió los párpados y le lanzó un haz de luz directa al ojo. - Sus pupilas no reaccionan. - Dijo con tono de preocupación. Entonces apretó con el dedo gordo sobre un punto de dolor, tras la oreja y la chica se quejó levemente. - Está totalmente drogada. ¡Joder! - Exclamó.

- Están todos ustedes detenidos. - Dijo entonces el inspector. - Se les acusa de secuestro y de intento de asesinato, al menos de momento y hasta que averigüemos algo más. - Desveló Mate. - Tienen derecho a callarse la boca, a un abogado, a que se avise a un familiar de la mierda que estáis haciendo aquí abajo, a ir al médico y a un maldito intérprete si a alguno de ustedes no les gusta el idioma inclusivo con el que estoy hablando... 

Acto seguido algunos de los agentes de la guardia civil y también de la policía local empezaron a poner grilletes a algunos de los cultistas allí presentes, aunque estaba claro que no iban a bastar los grilletes para todos. Otro de los agentes empezó a comunicarse con su central solicitando dos ambulancias, una presumiblemente para la joven drogada y otra para el demente sacerdote con la mano destrozada. 

- Voy a contactar con la comandancia. - Dijo entonces el cabo Jiménez. - Vamos a necesitar aquí al GRS y quien coño haga falta. - Sonrió. - Nos saldrá más barato contratar un autobús para llevarnos a todos estos. - Dijo con cierta preocupación por el marrón que tenía por delante. - Voy a tener que escribir una maldita enciclopedia... - Resopló. - Iré a hacer las gestiones oportunas. - Le dijo a Mate antes de salir hacia la superficie y justo después de que el inspector asintiera con la cabeza. Él y sus hombres se harían cargo por el momento de la custodia de todos aquellos detenidos.

- Buen trabajo Aina. - Le dijo orgulloso Ferrer a su compañera. - No lo harías mal en nuestro grupo. - Le sonrió. - Por cierto... - Se acercó un poco a su antigua ¿novia? - No sé que pasó entre nosotros para que nos distanciáramos hace años, pero... - Tragó saliva. Estaba algo rojo, pero aún así acabó la frase que estaba a punto de soltar. - ¿Qué te parece si lo retomamos donde lo dejamos y vemos a ver que pasa? - Dijo finalmente guardando la respiración ante la reacción de la oficial.

- ¡Aina! ¡Aina! - Gritó entonces uno de los encapuchados interrumpiendo la magia que estaba a punto de surgir entre Aina y Carles. - ¡Me conoces! - Exclamó corriendo hacia ella con las manos vacías pero con la clara intención de agarrarla. - ¡Diles quien soy! ¡Diles que no pasa nada! ¡No tengo nada que ver! ¡Yo...!

Trevor se lanzó a los pies de Aina y trató de agarrarla suplicante. Sin embargo, rápidamente un guardia civil y un agente de la policía local se tiraron sobre el señor Spencer inmovilizándolo en el suelo y procediendo a la colocación de los grilletes.

- ¡Ahh! - Gritaba Trevor. - ¡Esto no! ¡Esto es un ultraje, yo...! - Se quejaba armargamente. - ¡Aina! ¡Ainaaaaa!

¿Donde estaban las otras niñas?

¿Que habia pasado con el hermano de Aina?

¿Cuando fueron los otros 4 advenimientos del tal Azrael?

Preguntas sin respuestas.

Pero habia logrado salvar a la joven y detener a un culto que de otra manera hubiese sido imposible y tomado años de investigacion y recursos.

De seguro algunos se salvarian, tenian poder y dinero para comprar su libertad pero sus nombres siempre estarian en un expediente y en nuestras memorias, si se quedaban España tendrian que andar derechitos.

Por ahora solo podia colaborar con mis compañeros en ir esposando a cada uno de ellos para sacarlos de alli, todo con una gran sonrisa en la cara mientras esperabamos a los paramedicos que atendieran a la chica.

Donde estan las otras chicas? Vivas?

Creo que Aina ya tiene empatia con el sacerdote loco, tal vez sea mejor que ella y Alvaro lo interrogen para saber mas, de seguro querra escuchar sus derechos, pero aqui abajo no creo que importen mucho.

Al fin llegó Mate y el resto de agentes, suficientes como para poder dejar ir un poco toda aquella tensión, Aina ahora se sentía más segura y la escena sería controlada definitivamente. Todos los encapuchados parecían haber comprendido que no había alternativa, iban a ser detenidos y juzgados si era preciso. Desde luego a ojos de Aina todos eran cómplices de absolutamente todas las cosas feas que se habían hecho a lo largo del tiempo en honor a Azrael.

El mierdas, porque a ojos de Aina no merecía otro calificativo, del director de ceremonia, el tal Phausto, no iba a morir, no de un modo inmediato al menos, y lo más importante, no por culpa del disparo que ella había efectuado. La mano tenía un aspecto terrible, eso sí, y realmente le satisfacía.

Que se joda. Eso no se lo arreglan ni los mejores cirujanos. Jódete gurú de mierda.

Sentía un gran desprecio y odio por todos los cultistas, por Phausto, pero también por los que vestían las túnicas y habían acudido al macabro espectáculo esperando a saber qué. Casi con total seguridad eran, en su gran mayoría, ricachones aburridos que ya necesitaban algo más fuerte que los videojuegos para sentir la adrenalina. Creyesen más o menos en todo lo que hacían ahí abajo, en Azrael, los rituales y los sacrificios, eran malas personas, dispuestos a disfrutar viendo como arrancaban la vida de una joven indefensa.

- ¡Me has disparado, zorra! -

Le gritó Phausto, y Aina sonrió ampliamente.

-Pues sí, pero tranquilito que vas a perder clientela- se suponía que allí enseñaba técnicas de relajación, a comer como los caracoles y ha hacer el saludo al Sol ¿no?

Y entonces la amenazó, a Aina todo aquello le resbalaba, creía tanto en Azrael como en que ella fuese a ser declarada santa en un futuro por la Iglesia Católica, pero Isern intervino y ese culetazo le supo a gloria, lo disfrutó.

"Gracias" le dijo con una mirada y un asentimiento de la cabeza.

- Esta gente estaba a punto de asesinar a esa joven... - Dijo señalando con la mirada a la chica vestida de blanco que reposaba sobre el altar. - ¿Es así? - Le preguntó a Aina.

Le preguntó Álvaro.

-Exacto, este gusano pretendía clavarle una daga a la joven aún cuando ordenamos claramente que depusiese el arma y estaba arrestado. El cuchillo debe andar por aquí..- dijo buscando por el suelo con la mirada. Desde luego con el disparo lo hubo de soltar por fuerza, pero a saber hasta dónde habría volado. 

Mantas se ocupó de la muchacha, y tal y como habían imaginado ya antes María, Carles y ella misma, era una de las desaparecidas. Lo bueno era que seguía con vida, y aunque drogada hasta la médula, quizás los servicios médicos pudiesen hacerla volver en si relativamente pronto y ella pudiese explicarles lo que le había sucedido y, quizás, incluso lograr rescatar alguna víctima secuestrada más. 

Ojalá...

Se sintió muy orgullosa del inspector, al final, pese a sus dudas, había sido todo un acierto confiar en él, aunque no le había contado toda la verdad por temor a ser apartada del caso, ya que lo de su hermano le hacía vivirlo de un modo más personal. Y entonces se acercó a ella Carles. 

- Buen trabajo Aina. - Le dijo orgulloso Ferrer a su compañera. - No lo harías mal en nuestro grupo. - Le sonrió.

Ella le sonrió también, con cierto nerviosismo, todo aquello suponía mucho para Aina. ¿Realmente iba a poder dar con las respuestas de lo sucedido con Didac? ¿Tantos años de esfuerzo, dedicación y superación darían sus frutos? Había sacrificado todo, se había volcado al cien por cien por aquella causa, y una pequeña esperanza de que Dídac  y ella pudiesen reencontrarse se iba abriendo paso en su interior, por más que tratase refrenarla, y todo le parecía una especie de sueño, como si ella no estuviese realmente allí. ¿Qué haría a partir de entonces? Si había llegado a la meta no sabía qué más hacer.

  - No sé que pasó entre nosotros para que nos distanciáramos hace años, pero... - Tragó saliva. Estaba algo rojo, pero aún así acabó la frase que estaba a punto de soltar. - ¿Qué te parece si lo retomamos donde lo dejamos y vemos a ver que pasa? - Dijo finalmente guardando la respiración ante la reacción de la oficial.

El tiempo se detuvo con estas palabras de Carles. Ella era muy consciente de qué les había distanciado. Y al reencontrarle había pensado en la posibilidad de que él pudiese tener incluso ya una familia. Pero no, la realidad era muy distinta. Incluso el ruido de alrededor había quedado atenuado, y ahora tan solo podía ver la cara de Carles, sentir el sudor en sus manos y las palabras que no salían, estaba como paralizada. Quiso responder, pero tan solo fue capaz de articular un sonido gutural.

Mierda, pareces una cría estúpida. 

Y de pronto un encapuchado corría hacia ellos gritando su nombre.

Ese acento...  

Desvió su mirada y descubrió a Trevor, vistiendo la túnica, aunque ahora la capucha descansaba sobre su espalda. Dio un paso atrás como acto reflejo cuando él se lanzó a sus pies. Sentía asco y decepción. Sabía que había acudido a aquel evento, pero no había esperado que estuviese allí abajo, si no en la cena, arriba con los demás snobs que no tenía ni idea de si eran conscientes o no de lo que ocurría bajo sus pies.

-Tranquilo, en juicio quedará todo aclarado- se limitó a responderle, con esa expresión de nada que tan bien le había enseñado su madre, esa cara de póker gracias a la cual el otro no podía discernir el verdadero sentido de sus palabras, y tan solo podía interpretarlas bajo su criterio, que normalmente era el más favorable, pues la educación siempre está por delante. 

Te mereces todo lo que te ocurra.

Tan solo lo lamentaba por su padre, pues sabía que eran socios en varios negocios. Esperaba que aquel escándalo no salpicase demasiado al apellido Vallespir, pues estaba segura de que sus padres eran completamente ajenos a todo aquello. 

¿Y Martha? se preguntó, ella tenía que estar también por allí, y Pelayo.

La seriedad volvió a ella y se fijó en todo lo que podía. Eran muchos los detenidos, pero seguro que a más de uno lo conocería, y le darían respuestas, les obligaría si era preciso. 

Apretó los puños y la mandíbula y caminó en busca de MaMi. Al quedar junto a ella le dijo:

-Todavía queda mucho que hacer-

Carles debería esperar un poco a su respuesta, como ella esperaba las respuestas a la gran incógnita de su vida.

Poco a poco fueron sacando detenidos e introduciéndolos en los coches patrulla. El cabo Jiménez llamó a su central para gestionar la llegada de un par de furgones de detenidos. En total eran veintitrés las personas detenidas, entre ellas Trevor Spencer y Phausto, quien acabó igualmente detenido, pero en una habitación del hospital comarcal de Inca y custodiado por varios agentes.

Pelayo no estaba entre los presentes. De hecho, el más joven de los hombres que había en aquel "templo", pues todos eran hombres, tenía cuarenta años. Todos ellos gente de negocios o simplemente adinerada, que como bien había intuido Aina, no eran más que un grupo de gente con demasiado tiempo libre y con demasiada fe en aquel hombre, el líder de la secta, que les había comido el cerebro con su parafernalia pseudoreligiosa.

Tardaron toda la noche en trasladar a los detenidos y alojarlos en las diferentes celdas de las jefaturas de la Guardia Civil de Inca, Palma y Manacor, pues no daban a basto en la jefatura de Inca. A partir de ese punto, la investigación de todo lo sucedido correspondía a la guardia civil, pues aunque habían colaborado de tú a tú con la policía local, las competencias de cada cuerpo estaban muy claras. No obstante, el cabo Jiménez se comprometió a mantenerles informados con sumo detalle de todo lo que fueran descubriendo.

No obstante, antes de abandonar la mansión, se realizó un rápido registro y se encontró algo que les heló a todos la sangre. En el fondo del pozo por el que María, Aina y Carles habían descendido, había lo que parecía ser una pira de huesos sumergidos en el agua. Al menos eso fue lo que creyeron ver cuando alumbraron con las linternas hacia el fondo del pozo. Sería lo primero que registrarían en cuanto obtuvieran la orden preceptiva por parte del juzgado de guardia.

Por descontado que la noticia de la detención de los veintitrés miembros de aquella secta, fue toda una bomba entre los asistentes a la fiesta. Muchos de ellos familiares de los detenidos, no podían creer lo que la policía les acababa de decir, pues al fin y al cabo, no parecían conscientes de en lo que familiares estaba metidos. Hubo nervios, gritos, insultos, empujones y amenazas con abogados que iban a quitar el traje a todos los actuantes, pero por fortuna éstos pudieron controlar la situación sin saldarse con más detenidos.

Finalmente Aina y María abandonaron la zona cuando ya despuntaba el sol y todo estaba tranquilo en aquella mansión. Mansión que fue precintada por la guardia civil a la espera de la pertinente orden judicial para llevar a cabo un exhaustivo registro en busca de pruebas. Fuera como fuera, Aina y María se fueron a dormir, pero cuando despertasen sin duda alguna tendrían trabajo... mucho trabajo...