Partida Rol por web

Las 9 carretas con comida, y las 4 con toneles esperan con los conductores en ellas. Por suerte para ti, has separado tus gélidos de su aperitivo favorito, los caballos y mulas que tiran de esos "armatostes" de transporte. Ha pasado una hora desde que separaste a los tuyos y uno de ellos, de los que quedan, da una ronda. Visita a los centinelas montados y viene trotando tranquilamente. Su montura porta unos harapos que le cuelgan de entre los dientes. Parece ser lo que queda de los ropones de algún esclavo.

Su crueldad, estamos sin novedad. Todos los puestos siguen como estaban.

Sonrío ante la visión del gélido con algo entre sus mandíbulas. Eso me garantiza que mis hombres han tenido algo de diversión y sus monturas algo que llevarse a la boca. "Un gélido con algo en el estómago es mejor montura que uno hambriento." Pienso al contemplar la escena. 

- Bien, y mientras tanto esos marineros holgazanes sin venir a por sus cosas. No tendrán cabeza con la que comer cuando los encuentre. - Me giré a las carretas y dí la orden de avanzar, haciéndolas girar sobre sus pesadas suedas de madera para encaminarlas a lo largo del puerto, hacia algún puesto de la guardia portuaria. Estaba cansado de esperar, y los otros dos jinetes no habían regresado aún. Lo cual no era buena señal. - Ve a la retaguardia de las carretas, yo seguiré al frente. - Dije al caballero que había vuelto de su ronda. Después comencé a llamar a voces a los otros para que se reagrupasen.

Enseguida tienes a toda tu tropa reunida, escoltando al convoy por el paseo en el cantil.

Con mi patrulla reunida, aposto a cada uno de ellos en los distintos lados de la columna de marcha, cubriendo los dos flancos y la retaguardia con un jinete en cada posición y conmigo al frente. Me dirijo a la búsqueda de cualquier autoridad responsable del puerto para preguntarle sobre el barco que debe recoger sus mercancías, mientras maldigo el nombre del capitán para mis adentros y me regodeo en el castigo que le infligiré cuando caiga en mis manos.

La capitán del puerto es una Sacerdotisa que está tan cabreada que irradia dolor. Enseguida sus subordinados te dicen el amarradero de ese barco, para que se puedan cargar esas mercancías y suministros. Esperabas tener que pagar por la información, algo que sería normal, pero tienen tanto miedo que te dan los datos sin demora, para que te marches de allí lo antes posible.

Con una sonrisa maliciosa, me regocijo ante el miedo de los empleados del puerto y encamino a mi gélido en dirección al muelle donde está atracado el barco que debería haber venido a recoger sus mercancías. - ¡Adelante, panda de holgazanes! Vamos a hacerles una visita a eso malditos navegantes, a ver qué tienen que decir antes de que les corte la lengua. - Digo a voz en grito, dando la orden de marcha a la columna, encaminándonos hacia el lugar de reposo del barco. Mientras avanzamos hago una señal a mis hombres para que estén atentos. Quizá haya algún motivo por el que el barco no se haya movido, más allá de la eficiencia de sus tripulantes.

Os acercáis al sitio donde tiene que atracar el barco.

Es un explorador pesado. Se usa por esclavistas que están empezando, en misiones de esploración de largadistancia y como avanzadillas de flotas mayores o incluso para buscar presas (monstruos) por algunos Señores del Mar o Grandes Señores de las Bestias. También lo usan algunas ciudades portuarias como alerta temprana en caso de ataques, para poder estar prevenidos con tiempo.

Observando el barco desde lejos, viendo que no podía acceder, doy un golpe sobre mi silla de montar, preguntándome que diablos les pasará a esos marinos. Me acerco al borde del muelle, lo más cercano del barco que pueda, pero sin meterme en el agua. Trato de elevar la voz y gritar a los del barco. - ¡Eh! ¡Malditos gandules! ¡Llevo una hora esperando aquí con vuestro cargamento, bajad a por el o me largo y lo revendo! - Amenazo a voz en grito, dispuesto a cumplir mi amenaza, pues estaba perdiendo la paciencia.

El buque está atracando. Te das cuenta que tiene una tripulación exígua para lo que tendría que ser. Te parece extraño que sean tan pocos, pero ... eso te da igual (Seguro que es un tacaño y tiene el mínimo de gente para pagar menos).

Aún van a tardar unos minutos, y tienes dudas de que tus gritos fueran escuchados, para que lancen el portalón ... y empiecen a cargar.

Irritado, pero viendo que el barco avanza lentamente hacia el puerto, realizando sus maniobras de aproximación con dificultad, decido esperar a la llegada del barco, dispuesto a sacarle una buena cantidad por todo aquel tiempo extra que me había hecho esperar. Reuno a mis hombres, preparándolos para el combate, pues ante cualquier negación por parte del capitán me dispondría a brirme paso con mi acero si era necesario. O tal vez lo hiciera igual, esa exigua tripulación dificilmente podría detenernos, y tal ves podría sacar más dinero aún por la venta de la mercancía y quedarme el barco. Trato de hacer memoria para recordar a quien sirve el Capitán, pues en mi ambición también he aprendido que a veces es mejor no hacer enfadar a la gente equivocada.

Mientras maquinas en el cantil sobre la mercancía y el barco, uno de los gélidos mente una dentellada a uno de los caballos en la cabeza. El animal decapitado se desploma como una marioneta sin hilos, y regueros de sangre encharcan un húmedo pavimento. El esto de caballos empiezan a encabritarse y las monturas de tus chicos ven su oportunidad. Antes de que nadie pudiera estar preparado para evitar la sangría, no hay un caballo vivo al que se pueda curar. Uno de los carreteros también ha perdido la parte superior del torso y sus piernas dan un par de trancos antes de estrellarse con las patas de un caballo y amerizar en el agua. El resto de conductores han desaparecido a todo correr.

No sabes a quién sirve el marinero, pero si sabes que te ha pagado poco el comerciante, y que este es amigo del Varaulkar de la ciudad. Ahora le debes más de una docena de caballos de tiro y la vida de un sirviente, que no era un esclavo. Las monedas que portas en el bolsillo no pagan más que el alimento y algo a tus caballeros, que por suerte para ti tienen un enlace personal al haberte prometido fidelidad por un año.

Acaban de terminar de atracar y ya han puesto un portalón para poder acceder.

- ¡Idiotas! ¡Controlad a vuestras monturas! - grito a los caballeros, pero la tragedia ya estaba servida. El descontrol de los gélidos termina con todas las bestias de tiro muertas, y también un sirviente, y el resto huidos. - ¡Este error correrá de vuestro cargo, tenedlo claro! - Increpo a los hombres por su ineptitud. Veo entonces atracar al Arca Negra, hago a dos de los caballeros quedarse custodiando la carga, uno en cada extremo de forma que no puedan intrigar entre ellos, mientras el caballero siniestro me acompaña en dirección al portalon.

- ¡Dónde diablos está el Capitán! Llevo una eternidad esperándole con su carga en el puerto, una espera que sin duda ha costado alguna vida, y sobre todo, mi tiempo. - Digo en cuanto me acerco al barco, esperando a que los marineros desciendan para recoger la carga.

Ya se ha amansado la pela y los monstruos de dan un lujo con esos aperitivos. Alguno incluso, como si de un gato se tratase, lamen la piedra con la sangre derramada.

Un marinero curtido se acerca a la regala de popa de la nave y se asoma con aire inquisitivo. Su rostro te mira fijamente y tiene una expresión que parece preguntarte algo que no entiendes.

Alguien en la nave empieza a impartir órdenes a gritos para iniciar la carga. El que te mira, hace caso omiso de las órdenes y la gritona no le presta atención.

Hago una señal al caballero que me acompaña, Karth, el caballero siniestro, y le indico la pasarela que conecta la nave con el puerto. Espero a que un par de corsarios bajen para iniciar la carga, y subo junto al otro caballero a la cubierta del barco. - ¡He dicho que dónde está el capitán! llevo una eternidad esperándole, ha incumplido su horario y eso requiere una compensación. - Digo a voz en grito una vez en cubierta, mientras tanto señalo a aquel que se me había quedando mirándome por la borda mientras se repartían las órdenes, diciéndole a Karth que lo mantuviera vigilado y cargara ante cualquier movimiento.

Enseguida los corsarios se prestan a defender la pasarela. Como 5 ó 6.

Hago una señal a los otros dos caballeros, los que custodiaban el cargamento, para que se acerquen, mientras mantengo la vista fija en los corsarios. - Vosotros lo habéis querido así... - Dije, casi en un siseo amenazador, mientras me lanzaba a la carga junto al caballero que me acompañaba, indicando a los otros dos que se unieran al combate en la cubierta del barco. Intentaría buscar al capitán entre la multitud de corsarios y decapitarlo cuando tuviera oportunidad.