Partida Rol por web

Y ahí iba Ulrich, el soldado especialista acabando con la vida de una rémora del Imperio como era el pandillero. Poco se podía decir, un tiro limpio y certero en el pecho que se cobró la vida del maleante. Ibn adelantó a Ulrich mientras disparaba su arma, pero por desgracia para el doctor no logró dar donde quería, haciendo que los hazes de energía se perdieran.

Los pocos pandilleros que quedaban con vida trataron de defenderse de los herejes, pero no lograron nada en absoluto, uno falló su carga, el líder erró el culatazo y el pistolero se quedó apuntando a uno de los cultistas que hacía zumbar el cuchillo sierra que llevaba.

El sargento Karl, cargó contra uno de los herejes hiriéndolo en el proceso pero sin llegar a conseguir lo que se proponía, que era aturdirlo con su maniobra de carga. Safwan, que había estado invirtiendo tiempo en tener un tiro claro para dedicarle al líder que lo estaban apalizando, logró lo que se propuso, y el disparo de su pistola láser le impacto en la espalda sin que el hereje pudiera preveerlo. Su espalda se arqueó por el dolor, pero ahí seguía, en pie. El tecnosacerdote volvió a demostrar, por tercera vez, que el espíritu maquina de su pistola láser estaba estropeado y le hacía disparar a donde no debía, seguramente el cañón estaba desviado, pero hiciera lo que hiciera, fallaba sin cesar. Vera se movió junto a Darya, mientras la segunda fallaba su disparo de manera un tanto torpe, la mujer que solía llevar el cañón láser, modificó la espoleta de entrada de energía de su pistola, el problema fue que falló su disparo. Fray disparó su pistola contra uno de los cultistas que tenía demasiado cerca acabando con su miserable vida mientras el sacerdote recitaba una oración en nombre de todo lo divino del Imperio.

Los arbites siguieron con su paliza. El cultista se reía en la cara de todos ellos, pero esta vez, las cuatro porras dieron en el blanco, una tras de otra con la suficiente contundencia que al final el hereje se fue haciendo más pequeño mientras solo veía el vals de las porras, ascendiendo y descendiendo una y otra vez. 

Los cultistas parecieron perder toda la suerte que tenían, fallaron una y otra vez, salvo el que se enfrentó cara a cara con Fray Ollanius, que le dedicó una bonita puñalada con su cuchillo sierra. Los demás de sus impíos camaradas no lograron nada en absoluto.

Darya falló el tiro, a pesar de que había pensado que lo acertaría. Se fue corriendo junto al tecnosacerdote, quizá desde allí lograse acertar sus ataques.

Eliminada la amenaza de la ametralladora, y viendo como el sargento y el sacerdote se metían en la melée, Ulrich buscó nuevos objetivos para apoyarlos. Su primera opción fue el otro líder cultista, pero este estaba trabado en combate con los pandilleros y no tenía un blanco fácil. De modo que se fijó en el último cultista con arma de fuego que quedaba, agradeciendo al Emperador y a su entrenamiento que la distancia no supusiera un percance para él a la hora de colocar bien un tiro.

Dos ráfagas sobrecargadas cayeron sobre el cultista, asegurando que no se volvería a levantar del suelo.

Viendo como el cultista caía entre la porras de los arbites, Safwan sabía que ya poco mas tenía que hacer en este lado de la calle. La cosa como siempre era correr hacia donde los problemas aun eran mas graves, unos problemas que tenían que ver con el caos en una colmena condenada.

- Ahí vamos otra vez.

Corro por la calle, intentando ser un blanco pequeño para aquellos herejes que aun tienen armas de fuego y acercarme lo mas posible para ser un apoyo al resto de compañeros. 

Grigory avanzó unos pasos para irse acercando al objetivo y disparó de nuevo, fallando otra vez su objetivo. Si hubiera sido un soldado normal habría estampado esa pistola contra el suelo, pero él no tenía ese tipo de emociones y, además, era un adepto de Marte, por lo que tampoco lo habría hecho. Sin más, el tecnosacerdote se preparó, acuclillándose ligeramente mientras iba quitando la seguridad de su Bobina de Potencia. 

Hoy no solucionaría nada a disparos, lo solucionaría manchándose las manos.

- ¡Adelante, adelante, no dejéis ni uno vivo! ¡Pagarán por su herejía, son enemigos del imperio y morirán ! - gritó el sargento mientras trataba de apuñalar al cultista. 

Entre su binomio y él estaban dándole una paliza, pero el desgraciado se resistía. A pesar de sus esfuerzos, el hereje esquivaba sus golpes, y bloqueaba sus acometidas con pericia. 

Pero el hereje no contaba con el entrenamiento de la poderosa guardia imperial, ni el entrenamiento al que su familia había sometido a Karl, hijo de un noble fronterizo.

El golpe de arriba a abajo fue bloqueado por el brazo levantado de aquella alimaña, pero con un rápido movimiento de muñeca, cambió el agarre del cuchillo volteandolo, y propinó un tajo descendente que tajó profundamente la piel. 

Ibn siguió avanzando, dándose cuenta con no poco terror visceral que se estaba quedando atrás... Y aquello no podía ser. No podía dejar flaquear su fe y su celo justiciero, aquello simplemente no tenía cabida. Así que, en lugar de disparar estúpidamente, apretó el paso para intentar alcanzar el núcleo del combate. 

El sacerdote trató de parar la cuchillada, pero fue demasiado lento y un cuchillo es notoriamente difícil de defender como cualquiera sabe: notó el frío punzante del momento y luego el calor recorriéndole el hombro. De haberle dado de lleno el golpe bien podría haberle seccionado la articulación, pero fue más rápido que eso.

-...degenerado...

Trató de darle una puñalada para apartarlo y abrirle el pecho, pero sólo consiguió una de las dos cosas, saludado a cambio con una sonrisa desdeñosa por parte del mejor equipado (¿y quizá preparado?) adorador de las entidades perversas y lacayo del Adversario.

El especialista Ulrich, por enésima vez, volvió a demostrar que disparar era lo suyo, y tras apuntar brevemente contra el último cultista con arma a distancia, el droveliano lo abatió sin dificultad, el doctor, en cambio, esta vez optó por avanzar a gran velocidad hacía la pelea a la salida del tugurio donde hacía un largo rato se habían tomado una cerveza juntos.

El líder de los pandilleros se destrabó del combate cuerpo a cuerpo realizando una sencilla pero efectiva finta que lo sacó de todo peligro, dejando al fortachon con martillo solo ante el peligro, el cual blandió el martillo con una maestría que superaba con creces a cualquier maestro de combate cercano, pero al final, tanta filigrana se dio de bruces con que el cultista había evadido el martillazo con una suerte que ni él mismo se creyó. El movimiento del lider de los pandilleros propició que su único pistolero abriera fuego con sus dos cañones de mano reventando al hereje que había sido su objetivo, el cual, por fortuna, ya estaba herido de antes.

Karl trató nuevamente esa maniobra que tanto parecía gustarle para tratar de dejar sin sentido a su oponente, nuevamente le salió bien, pero cuando se quiso dar cuenta, ya no había enemigo que aturdir ya que lo acababa de matar con la segunda apuñalada que le asestaba. Safwan avanzó imitando a Ibn a la par que Grigory erraba otro disparo, la frustración del adepto iba creciendo por momentos. Darya se arriesgó disparando contra el líder de los cultistas que quedaba, y dio en el blanco. La pierna derecha del líder se iluminó de color rojo y dio un fuerte estallido arrancando un grito de dolor al líder que bramó algo en una lengua que provocaron alguna que otra arcada en el resto de leales. Vera, que estaba al lado de Darya, la imitó sonriendo al superar la arcada y ver como el hereje se quejaba del certero tiro de su compañera, el problema es que la artillera erró el tiro por un milímetro. Fray se veía envuelto en una pelea que por el momento iba mal para él, estaba herido y acababa de fallar su puñalada.

Los arbites estaban algo más relajados, mirando como los soldados iban resolviendo la situación; el que tenía la escopeta encasquillada seguía intentando destrabar su arma, pero parecía obra imposible para él.

Los cultistas actuaron, muchos de manera torpe menos el último de ellos que rajó desde el vientre hasta el esternón al corpulento martilleador que le sacó las tripas con su cuchillo sierra. La sangre lo duchó por completo y la sonrisa de placer surgió de entre sus labios mostrando sus dientes blancos en contra posición al rojo sangre que manchaba su rostro - ¡MÁS SANGRE! - gritó.

Otro cultista mordió el polvo, apenas quedaban enemigos y estos parecían más centrados en matarse entre ellos que pelear contra los drovelianos, aunque algunos se defendían y uno incluso logró herir a Fray Ollanius. Aquello estaba durando demasiado, si tuvieran su equipo semejante escoria no les habría durado un suspiro, pero tenían que trabajar con lo que les habían dado.

Decidido a acabar cuanto antes, y viendo que el líder que les quedaba vivo a los cultistas estaba herido y apartado del combate ahora que se había deshecho de su adversario, apuntó hacia él con su pistola y apretó el gatillo dos veces, esta vez en el modo estándar. Aquella escoria ya estaba tocada y no valía la pena malgastar más munición de la necesaria.

El cuerpo de Grigory se quedó completamente quieto durante un momento, tras el cual empezó a emitir un ligero zumbido mientras sacaba toda la energía de su bobina de potencia y la redirigía hacia sus piernas y los implantes que le aumentaban su agilidad. Un ligero humo, como el de los núcleos energéticos que se sobrecalentaban, comenzó a surgir de su chepa y de las zonas donde se unía la carne con el metal de los implantes. Se agazapó mientras teminaba de reconducir la energía mientras se preparaba para realizar su acción en cuanto terminara.

Ibn había avanzado guiado por su celo justiciero, quizás demasiado, pues seguramente se convertiría pronto en el próximo objetivo de aquel condenado cultista y del líder... Pero si algo mantenía en pie el Imperio, era la fe y la furia justiciera, y en aquel momento al medicae le sobraban ambas cosas. Por desgracia, andaba algo más falto de puntería...

Aun estaba demasiado lejos, debía acercarme al enemigo si quería que mis disparos fuesen lo suficientemente útiles como para marcar la diferencia. Con las piernas cansadas, pero sin haber recibido la atención del enemigo, avanzo. 

El sargento había acabado con otro hereje, y se agachó para coger el cuchillo sierra* que aquel bastardo llevaba. - Coño, parece mentira pero van mejor equipados que nosotros. - pensó con consternación. 

Apretó el botón que activava la sierra y escuchó con satisfacción el sonido. 

- ¡YA ESTÁN ACABADOS, TERMINEMOS CON ELLOS! - gritó el Sargento, dando ejemplo con su acción.

Lo habían pasado mal para llegar donde estaban, pero ahora que se les estaba dando la oportunidad, acabarían con toda la escoria hereje que pudieran, y tras eso, ¿qué? 

Volver al cuartel estaba prácticamente descartado...o al menos hacerlo libremente. Uno de sus superiores les había acusado de herejes, y no sabían si era un tejemaneje del Inquisidor o no, pero parecía muy claro que si volvían, serían fusilados. Pero, ¿qué hacer? allí no conocían a nadie, y no tenían donde ir. 

Contactar con sus inmediatos superiores de alguna forma, y buscar alguna respuesta, parecía la solución óptima. 

El combate entre los dos continuaba.

El padre tenía de su lado el fervor y la ferocidad, pero no el entrenamiento tan extenso como el que tenía el pandillero (su educación militar había sido la menor de los presentes, no habiendo crecido en origen para ellos como regimiento especializado) ni en aquellos momentos un peligroso cuchillo sierra, que hacía que tuviera que combatir trazando arcos y más pendiente del arma que de cualquier otra cosa. En el momento en el que realizó otra cuchillada el pandillero la desvió con el cuchillo, trazando una línea en las ropas que quizá vertió sangre o quizá no, y para el daño que hubiera hecho sería irrelevante.

-Tú... escoria traidora... corrupto...

Desvió un ataque que le llegó sin demasiadas ganas, preparándose para lo que temía era una finta e iría emparejada con un ataque más serio y a fondo.

Ulirch decidió que esta vez, a quien le tocaba morir, era al líder de los cultistas. Su pistola liberó la descarga de energía cuyo objetivo no fue capaz de esquivar dada la pericia del droveliano. Los disparos dieron en el blanco y este se quejó del dolor, antes de caer muerto al suelo. Ibn trató de finiquitar al líder, pero por desgracia su disparo quedó algo lejos de su objetivo y erró el tiro.

Los pandilleros que quedaban con vida centraron sus esfuerzos en acribillar al que quedaba en frente suya. Los disparos del pistolero se perdieron en la distancia, pero su líder lo acribillo con una precisión endiablada, como soltando toda la rabia contenida por el combate que le acababa de costar practicamente toda su banda. El caotico no pudo hacer nada más allá de moverse de manera rítmica con los disparos recibidos hasta caer completamente muerto en el suelo, ahora bien, las tornas habían cambiado y se les echaban encima los imperiales, no dudaron demasiado, las armas las soltaron al suelo y alzaron las manos - ¡NOS RENDIMOS! - gritaron al unísono de manera un tanto patética. 

El sargento tomó la peor de las decisiones que podría haber tomado, recoger un arma de un enemigo que había dejado bastante claro que era un adorador de los temibles dioses del caos. Cuando Karl recogió el codiciado puñal sierra, el cual estaba plagado de runas que dañaban la vista, sintió como le ardió la mano y el corazón, un ardor que trascendía lo físico y dejaba claro que su alma se había puesto en peligro. Aún así, cuchillo en mano, avanzó para apoyar al pater mientras el sargento comenzaba a desarrollar ligeros espasmos y su ojo se guiñaba de manera aleatoria. Safwan avanzó y el bueno de Grigory se quedó sin objetivo al que disparar con su arma. Vera y Darya hicieron otra vez pareja y dispararon las dos, sobrecargado, al cultista que quedaba batiéndose en combate cuerpo a cuerpo con el pater y ahora Karl. El disparo de la primera falló, pero el segundo le dio de lleno en el pleno costado matándolo en el acto. 

Las amenazas habían sido eliminadas, y solo quedaban los dos pandilleros que se habían rendido. Los arbitadores se pararon donde estaban y se quedaron mirando la situación, como valorando lo ocurrido hasta que uno de ellos soltó esa frase tan manida en el cine antiguo - ¿habéis oído eso? - y como si aquello fuera un revulsivo para todos, el sonido de motores y un griterío que iba en aumento llegó a los oídos de los drovelianos. Fue fácil determinar de donde venía semejante estruendo, sobre todo porque los arbites se habían girado parar mirar en la dirección correcta, que no era más que el otro la do de la calle, cerca de donde estaban ellos. Sin lugar a dudas provenía de la entrada a la subcolmena.