Hace unos 1000 años los humanos a pesar de ser numerosos no eran una potencia importante, estaban divididos en multitud de pueblos y tribus que batallaban constantemente entre sí. Hacían lo que podían por sobrevivir en un mundo dominado por las razas que controlaban lo sobrenatural. Entonces apareció un hombre extraordinario llamado Cristo (aquí en ánima se llama Abel no Jesús), que unificó a todos los humanos y repartió fe a base de leches y matar demonios y semidioses por igual. Fue traicionado en el último momento por Iscariote, pero su legado perduró y sus apóstoles fundaron los once reinos santos en los que la magia, los brujos, etc eran perseguidos y exterminados.
Doscientos años más tarde la unidad entre los reinos se había roto y estaban agrupados en bloques. Rah, el último de la estirpe de Iscariote, había creado su propio reino acogiendo en ella a los más poderosos hechiceros y proscritos del mundo. Con ingenio engañó a la princesa de los Duk'Zarist (“elfos oscuros”) y la secuestró, ganando para sí el apoyo de su ejercito. Con todo esto estaba listo para declarar la guerra al mundo en el año 223. Rah aniquiló a todas las fuerzas que se le oponían, desatando una ola de destrucción y muerte como ya nadie recordaba. Sin embargo, al borde de la desesperación apareció un hombre, Zhorne Giovanni, heredero de uno de los antiguos once reinos, comenzó a conseguir victorias marginales pero significativas contra la fuerzas de Rah. Los humanos se unieron bajo su bandera y Zhorne, gran estratega, aceptó una alianza con los Silvain (“elfos”) y otras razas para acabar con el enemigo común. Al final, con enormes sacrificios y debido al heroico rescate de la princesa por uno de sus fieles sirvientes, el mundo entero unido logró doblegar a las fuerzas de Rah y a él mismo. Sin embargo antes de rendirse activó una máquina que transformaría Gaïa para siempre; alimentada con decenas de millones de almas perdidas en el conflicto, el artilugio consumió a Rah y parte de la esencia del propio mundo, y de no ser por intervención divina el planeta habría quedado asolado. Una de las consecuencias fue la casi completa desaparición de energía sobrenatural en el mundo y con ello la casi extinción de las razas espirituales, feéricas, etc.
Zhorne Giovanni entonces se dedicó a terminar de conquistar y unificar a los hombres bajo una sola bandera fundando el sacro santo imperio de Abel. Expulsando de sus fronteras a las otras razas y a los practicantes de magia y demás poderes, ya que comprendía que la convivencia no era posible sin volver tarde o temprano a los antiguos tiempos.
Los siglos transcurrieron y a pesar de las disputas internas e intentos de independencia de algunos principados, la familia Giovanni mantuvo unido el imperio hasta hace bien poco. El principio del fin llegó a manos de Lascar Giovanni; en su mandato llevó la corte a una depravación y crueldad como nunca se habían visto. Sus decisiones arbitrarias y tiránicas forzaron a Elías Barbados, uno de los cuatro señores de la guerra, a deponerlo en favor del hijo de Lascar, Lucanor. Sin embargo Lascar obligó a su chiquillo a matarlo en público para que a ojos de todo el mundo quedase inhabilitado para el cargo. El señor de la guerra sintió lástima por Lucanor y le cedió el control del principado de Lucrecio y al ser el descendiente más directo acabo siendo coronado emperador.
Durante un tiempo todo fue bien, Elías Barbados era un gobernador excelso y logró mantener la estabilidad del imperio a pesar de la conmoción inicial. Sin embargo su esposa murió al dar a luz a su primera hija, Elisabetta, a quién culpó por la muerte de su madre manteniéndola alejada de él en todo lo posible. Poco después falleció Lazarus, un gran amigo y el sumo arzobispo de la iglesia que no había declarado sucesor. Mientras buscaba uno conoció a una mujer extraordinaria llamada Eljared, a sus 26 años ya ostentaba el cargo más alto al que una mujer puede aspirar en la iglesia. Elías se quedó fascinado con ella y finalmente se enamoró y le concedió el título de sumo arzobispo. Esto creó mucho descontento entre varios principados ya que contradecía todas las tradiciones y más aún cuando poco a poco Eljared empezó a ostentar más y más poder. Finalmente Eljared acaparó tanto poder como el propio emperador y comenzó a tomar decisiones sin dar explicación y aplastando a quién osara contradecirla. Fue Tadeus Van Horsman, señor de la guerra, quién tuvo que repetir el acto cometido años antes y tomar el palacio para detener la locura. Elías en un acto abominable intentó acabar con la vida de su propia hija y Kisidan, el guardaespaldas de Elisabetta, lo mató. El cielo retumbó y se tiñó de rojo esa noche, Eljared desapareció para siempre.
Al día siguiente para retomar la normalidad lo más rápidamente posible se declaró a Elisabetta emperatriz. Los principados rebeldes y aquellos descontentos con el imperio aprovecharon la ocasión para declararse independientes e incluso la propia iglesia, que no ve con buenos ojos a Elisabetta, ha nombrado su propio arzobispo.
Actualmente corre el año 989, la magia retorna con fuerza a Gaïa y por primera vez en siglos, la humanidad vuelve a estar dividida mientras imperio, iglesia y diferentes facciones están a punto de desatar una nueva lucha por el poder.