El Kóbold, al que pasarían a nombrar como Ano, nació de una Kobold llamada Hurta “Bruisedtail” en una fecunda nidada de siete huevos; de esta, según las parteras que se toman muy en serio observar estos detalles para elaborar conjeturas supersticiosas, el último en eclosionar fue él. Siendo los Escamahollín una pequeña tribu donde la gran mayoría de integrantes son de escamas negras desde el principio llamó mucho la atención el nacimiento de uno blanco; los más viejos mencionaron haber oído historias sobre que ya antes habían nacido otros Kóbolds blancos y que eso se repetía de cuando en cuando a través de las generaciones. No fue necesario que las parteras vaticinaran que sería especial y con todo aquello su padre, el líder de la tribu, lo escogió de entre sus hermanos como su favorito y por ende su sucesor; sus hermanos y hermanas no se mostrarían muy contentos por él pero siendo lo común nidadas de entre dos a ocho huevos es lo usual que el líder siempre deba escoger de entre alguna de sus nidadas.
Durante su etapa como cría, como era lo usual, los padres Kóbolds se desligaban bastante de ellos dejándolos corretear por los alrededores, a veces alejándose bastante de la tribu, formando sus propios grupos o bandas. Durante cierto tiempo Ano era rechazado por las otras crías lo que le hizo tender a ser más bien tímido y solitario; hasta que cierto día, un par de años después, correteando tras las bandas de crías, encontró el cadáver de un humano muerto. Cuando se hubo asegurado de que podía acercarse examinó el cuerpo con curiosidad, era la primera vez que veía un ser que no era otro Kóbold… o comida. Observó todos los lados de la armadura que llevaba e intrigado dedico tiempo y esfuerzo en descubrir como quitársela, pero al intentar colocársela comprobó que era demasiado grande para él y no solo porque aun fuese una cría. Se llevó consigo a cuestas lo que pudo y ya de regreso en la tribu paso varios días chatarreando con la armadura hasta que consiguió desarmar sus partes y re-ensamblarlas como pudo. Esa pesada e incómoda “armadura” casera le hizo sentirse orgulloso y más seguro de sí mismo, siendo el primer empujón hacia la personalidad y el carácter que poseería después. A medida que iba creciendo fue modificando su armadura para re-adaptarla a su tamaño y también para añadirle o quitarle cosas.
Entre sus cuatro y cinco años, ya con su tamaño adulto aunque aún adolescente, comenzó a desarrollar su patriotismo por su tribu como era natural. Pero según lo que supo preguntando a sus mayores la tribu se había mantenido como aquel pequeño grupo de pescadores habitantes de los bosques, prácticamente sin cambiar en su número ni en sus costumbres, ya sea por ataques de otras criaturas salvajes o sus conflictos con otras tribus enemigas siempre morían más o menos tantos adultos y adolescentes como nacían. Recordando aquellas vestimentas especiales y tan resistentes como la piedra, o más, que llevaba aquel humano muerto y comparándolo con la desnudez de los suyos, despertó en él un sentimiento de inquietud y curiosidad sobre lo que había más allá de las tierras en las que se ceñían a habitar los Escamahollín. También estaba el hecho de la tribu rival y sospechaba que podría haber mejores armas y maneras de hacer las cosas que podrían hacer a su tribu vencer a la vez que reclamar los territorios como suyos.
Fue entonces que decidió emprender un viaje para ver que podía aprender espiando a los humanos y que podía traer para su tribu. Y luego de comunicarle a su padre su idea, a la que estaba ya decidido a no abandonar, partió hacia donde supuestamente creían que se encontraban humanos, hacia el Norte, pero su padre no le permitió marchar si no era acompañado por Anila “Eggrunner”, una de sus hermanas.
El viaje fue extremadamente arduo y difícil ya que no contaban con ninguna clase de mapa y solamente eran dos, y no particularmente entrenados. Viajaban durante la noche, aprovechando al máximo sus habilidades en el sigilo, y dormían escondidos durante el día.
Durante ese tiempo Ano fue identificándose con las figuras de Deftsnare y Skutzel, con el primero porque sentía que estaba haciendo la labor de cazar algo valioso para proveer a su gente, llevando el alimento a su pareja y crías, y con el segundo por la locura que se había impuesto realizar dejando su tribu en pos de buscar algo que no sabía ni que era ni si existía pero si llegaba a regresar con ello cambiaría a su tribu para mejor y para siempre.
A medida que se iban encaminándose más y más hacia el Norte, valiéndose más o menos del curso del río para orientarse, fueron encontrándose cada vez con más humanos y gnomos; de los primeros la mayoría bandidos que debían esforzarse en eludir y de los segundos siendo grupos de exploradores amantes de las hadas. Como estos se veían más pacíficos, Ano y Anila acabaron por atreverse, con cautela, a hacer un primer contacto en el que al principio la comunicación fue imposible por la diferencia idiomática. Los Gnomos viajeros, aunque muy recelosos al principio, vieron con esperanza el haber encontrado a dos nativos que pudieran tener información valiosa. Pasaron tiempo con este grupo mientras se movían por la zona, tiempo durante el cual Ano se afanaba en aprender la lengua de estas gentes.
Todo esto fue finalmente truncado cuando ocurrió lo esperable, un grupo numeroso de bandidos localizó la caravana de viajeros gnomos y en una cuidada emboscada atacaron sin piedad asesinando a los miembros encargados de la protección y capturando a los restantes para venderlos o pedir rescates. Les llamó la atención la presencia del par de Kóbolds allí y estuvo muy cerca de que simplemente los mataran sin más al no verles valor, pero eso fue hasta que advirtiesen sus habilidades para el sigilo, además de las sobrenaturales de Ano que ya empezaba a demostrar. Poco a poco con el pasar de los días que se hacían meses, tácitamente, en una complicada posición casi de semi-esclavos, fueron volviéndose parte del grupo de bandidos. Fue entonces cuando se dio cuenta de que la armadura casera que había estado llevando la mayor parte de su corta vida no era más que chatarra, por lo que no le molestó demasiado cuando los bandidos se la quitaron junto a todo lo demás que llevaba al momento de revisarlos.
Así es como pasaron ocho años desde que iniciaron su viaje lejos de su tribu. Durante ese tiempo Ano acabo de aprender el Gnomo pero además aprendió a fuerza el Común que hablaban los humanos bandidos. Participó de muchas emboscadas de viajeros desesperados o incautos, aprendió a identificar los objetos de valor y como también lo obligaban a limpiar y reparar todo lo que se estropease fue puliendo su ya despierto interés por armar y desarmar, tallar y afilar, y poco a poco con la práctica y las bruscas órdenes y reproches de los bandidos que antes se dedicaban a eso fue volviéndose más diestro.
Pero llegó el día en que finalmente se decidieron a intentar escapar, no sin antes llevarse consigo unos cuantos objetos de valor de entre lo que guardaban los criminales. Lamentablemente muy rápido se dieron cuenta de la ausencia de ambos y salieron a cazarlos. Huyeron con rumbo hacia Brevoy, cuyos límites ya conocían bien luego de años de aprender a entrar y salir evitando a los guardias y soldados, para intentar refugiarse dentro de alguna ciudad o pueblo. Durante la larga persecución ambos hermanos se separaron, en la exaltación pasó mucho tiempo antes de que Ano se percatara de que había extraviado a Anila pero no se detuvo sabiendo que ella sabría que debían dirigirse al poblado más cercano y que allí se encontrarían.
Ano lo consiguió y pasó varios días, hasta casi un mes, viviendo en los alrededores del poblado esperando a que ella también llegase… cosa que nunca ocurrió.
La espera terminó abruptamente cuando unos hombres entrenados lo atraparon durmiendo en un granero, ya había sido visto muchas veces por los campesinos del poblado, y pasó varias semanas yendo de una celda a otra explicando una y otra vez la mejor versión de su historia con los bandidos, una en la que él y su hermana lucieran únicamente como victimas sin una pizca de culpa. Pero pese a que no lo culpaban de nada más que de deambular por un poblado, no lo liberaron sino hasta que fue “convocado” por unos Señores de Restov para que participe en una misión en las Tierras Robadas en las que él podría ser útil. Viendo que iría con un grupo armado y entrenado, junto con que aun guardaba la esperanza de que su compañera de viaje hubiese sido capturada por los bandidos pero aun estuviese viva, no opuso la más mínima resistencia.