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Os vuelvo a poner el mapa de la posada. He visto que algunas de las imagenes de mis partidas han desaparecido.
Tras un viaje seguro - en está época de guerra, sangre y tormentas - os encontráis de nuevo en la posada. Refugiados en su interior y cerca de la chimenea, esperáis que suceda el milagro.
Al llegar y tras dejar las monturas en el establo, que ha sido reparado recientemente, entrastéis en busca de cobijo. Tarlik os recibe con amabilidad y su mujer, Ariana, se preocupa por la salud del pequeño que os acompaña. Al verle tan bien atendido se alegran, al igual que se alegran por tener de vuelta a su hijo menor.
Lo que os llama la atención es ver a al reina sentada en una silla, mirando al fuego, absorta en las llamas.
- Su alteza Meribel, salió un buen día del sótano por su propio pie - afirma Ariana preocupada - y se sentó en esa silla. Lo cierto es que no se ha movido de ahí y su cuerpo parece ser de piedra otra vez. Espero que vuelva a la vida.
Cuando al entrar veo a Meribel sentada en una de las mesas no puedo evitar pegar un grito y abalanzarme sobre ella a abrazarla.
Meribel, despertaste -digo mientras la abrazo, para darme cuenta más tarde de los que estoy haciendo y, como se tratara de una serpiente apartarme- disculpad, alteza, he sobrepasado mis límites -le digo mientras hago una reverencia.
La reina está fría al tacto. Ya no parece una simple estatua de piedra, aunque su cuerpo continúa rígido.