Un luz te ciega. Ves menos que si estuvieses sumida en la oscuridad. Algo te toca la mano y se sienta a tu lado. Reconocerías ese hocico en cualquier situación, es tu burro.
La intensidad de la luz disminuye lo suficiente para que puedas ver a esa mujer. Otra mujer identíca se situa junto a ella, surgida de más allá de la luz. La única de forma de diferenciarlas es por su ropa, pues la ropa de la recién llegada es un poco más oscura.
Tozu -susurro mientras acaricio y restriego la cabeza contra su hocico. Entonces observó a las mujeres que hay delante mío. hermosas y distantes.
He muerto? -pregunto sorprendentemente sin miedo- sois diosas?
- Si, lo somos. No, no estás muerta. -Ambas mujeres hablan al unísono, sus voces tienen cierta musicalidad.
- Este reino debe salvarse de pudrirse desde su interior - dice la primera de las mujeres.
Pero la reina... -se la atraganta la respuesta al recordar el cuerpo inerte de la mujer- ya es demasiado tarde -nota, no sin preguntarse una vez más por que le importa tanto el destino de una mujer que acababa de conocer, como las lagrimas vuelven a agolparse en sus ojos.
- La reina está sufriendo un destino incierto. Nuestra es pregunta es ¿salvarás este lugar siendo tu misma o tomarás la apariencia de Meribel?
Soy lo que soy. Una tramposa, jugadora, mentirosa, adicta y salvaje. Como puedo ser una reina o siquiera soñar en parecerme a una. Me descubrirían enseguida -sabía que ante diosas era mejor ser sincera. Mentirles no tendría sentido.
Respiró profundo tratando de ordenar sus ideas, si eso era algo siquiera posible en las circunstancias que se encotraba.
Como podría yo salvar un reino cuando no he sido capaz de salvar ni siquiera mi propia vida?
- Tienes dos opciones: derrotar a los nobles que se disputan el reino entre sí y unificarlo bajo una misma bandera o encontrar el corazón del rey.
Alyssa sopesó lo que aquellas diosas le estaban diciendo.
Ella una heroina del reino destruyendo el mal que lo devoraba desde dentro o siendo sensual para atrapar un rey? -rió ante tal pensamiento.
Y como se supone que derrotaré a los nobles para unificar al reino bajo una misma bandera? -la pregunta en sí era una respuesta y sentía una mezcla de curiosidad y ansiedad por conocer la respuesta.
- Una reina lo haría. También lo lograría una poderosa mujer guerrera.
Ojalá fuera una poderosa guerrera... -musitó al escuchar a las diosas.
Se miró y cabizbaja respondió
No se donde encontrar otra reina, ya he perdido una -dijo con un lamento- pero buscaré a esa guerrera que pueda liderar a los nobles y me pondré bajo su servicio. Si mi pobre persona puede ayudarla en su cometido, así lo haré.
Ambas mujeres te miran y situandose a tu lado ponen sus manos en tu hombros.
- Confiamos en ti, lo harás bien.
Una densa niebla te envuelve y pierdes la noción del tiempo. Ellas desaparecen y tu único compañia es tu fiel asno.
Como persona nacida y criada en este reino recuerdas que estás dos mujeres identicas son Telda e Hilda, diosas hermanas de la magia.
Cuando el Rey Eleksem II llegó al poder impuso el culto a Renius, dios del sol, desplazando al resto de divinidades a un segundo plano.
En cuanto al corazón del rey: Está sentado en el trono, su cuerpo petríficado muestra sus dedos crispados como garras y sus ojos abiertos llenos de miedo. La mandíbula apretada. Se desconoce el motivo de su muerte, pero los rumores hablan de que trató de robar los secretos de una bruja y esta lo mató convirtiéndolo en piedra. También se dice que aquella persona que quiera reinar debe ser capaz de arrancarle al petreo corazón al rey Eleksem III y entregárselo a la bruja que le maldijo, allí donde este… si es que alguien lo sabe.
FIN DEL INTERLUDIO