Partida Rol por web

Se encogió de hombros. Bajar, seguir y dar un rodeo... eran notas de la misma canción. Riesgo. Pero no pensaba discutir, había asumido que Miller era el que mandaba, y a menos que le ordenara algo en lo que no estuviera en absoluto de acuerdo, ella le haría caso.

Miró de soslayo a los demás. Los había en unas condiciones mucho peores que la suya. Pinga y Hegan no habían pasado una noche tranquila, eso ya lo sabían todos. Se les veía cansados. Olessia se sentía bastante bien. Muy bien, para lo que las condiciones de la Invicta permitían. Asintió al Sargento, pero no se adelantó.

-Como tú digas, viejo. -Luego arrugó la nariz, y le hizo un gesto con la cabeza a Nepos. El chico había hecho una finta para acabar donde habían empezado. -Sagaz te llaman, espero que sea verdad.

El sargento había dado la orden de bajar, finalmente, por el nuevo camino mostrado por Nepos. -Anda, el honor es todo suyo- le dice Hegan al Sagaz -tu nos muestras y nosotros te seguimos.

En otras circunstancias hubiera roto el hielo el mismo, pero esta vez fue más prudente, no se sentía en forma como para dárselas de héroe nuevamente. Estaba bien pegado al borde, esperando por el muchacho y mirando a los que aún no habían hablado nada, tratando de desentrañar en sus rostros si estaban de acuerdo o no con la decisión del viejo Miller.

-¡Animo!, sí podremos con esto ya vereis, parece complicado pero si se dan cuenta, hemos vencido obstáculos mucho peores en nuestro paso por la Invicta, que hacen que esto sea pan comido- trata de alentar a los demás con sus palabras, buscando unir un poco más el grupo y que estos se dispongan a enfrentar el pedregal quizá con un poco más de optimismo de lo que le transmitían sus caras en ese momento.

Emeth se había mantenido al margen del asunto, al final no era su decisión, y él se encontraba con buenos ánimos y disposición física para tomar cualquiera de los dos caminos. Sin embargo su joven compañero no parecía tener fuerzas suficientes para alargar mucho más el camino. Hegan parecía preferir el camino propuesto por el pequeño Sagaz. Cierto era que era más rápido, pero también podría tornarse, de un momento a otro, el más peligroso. Aún así, asintió con la cabeza el comentario de Hegan, y cuando Miller hubo decidido finalmente que bajarían, se acercó al borde para mirar el despeñadero por donde se aventurarían.

"En efecto, es más probable una dolorosa lesión o una incapacitante, a una muerte rápida si algo sale mal. Pero bueno... de algo se tiene que morir uno, ¿no?"

Volviéndose a su compañero, le preguntó: ¿Te encuentras bien? Digo... ¿lo suficientemente bien, como para hacer esto?

Te mentiría si dijera que me siento en todas mis condiciones- le susurra a su compañero, bajo, para que no le escuchen los demás. Aunque bien era sabido que todos se habían percatado de su deteriorado estado físico, intentaba por todos los medios, quizá sin éxito, de no mostrarlo.

Mientras, la chica que antes miraba a todos como examinándolos uno a uno, parecía estar dispuesta a bajar, esperando también a que Nepos dé el primer paso de descenso.
 

Yo no protesto ante el rumbo de la expedicion, solo me quedo en silencio total. Dejando que la marea bajara, para asi tener un momento de tranquilidad para mi probre cuerpo, que de tanta discordia en el ambiente me tenia cansado, ¿porque discurtir demasiado ? no es como si cualquiera otra opcion escogiera, fuera mejor para nosotros.

Ya dentro de la bajada, no podria ser peor para mi. Intento seguir la marcha, pero no puedo sin que mis piernas dejes de responderme. Simplemente el cansancio del dia era demasiado para mi, dormiria en la piedra si no fuera temeroso por mi caida.

¡Hegan!......Ayudame.... ya no puedo mas.

Dasha observó también para ver la ruta de descenso que había propuesto aquel chico. Desde luego ninguna opción parecía buena, lo único positivo era que si realmente era tan complicado acceder a aquel lugar pocos se habrían arriesgado y estaría todavía bastante lleno de cosas interesantes. 

Quizás nadie había sido lo bastante estúpido hasta el día de hoy

Pensó sin creer sus palabras, pues su madre le había enseñado que con los tiempos que corrían arriesgarse podía suponer la diferencia entre vivir o morir, y por lo que sabía de la invicta, tal y como estaban ahora, lo de morir era lo más seguro.

Ella era la más menuda y la más ligera, pero desde luego no pensaba presentarse voluntaria para bajar la primera. 

-Eso, te seguimos-  dijo a Nepos como si le retase.

Sílex se acerca al desfiladero donde el chico ha señalado y, alzándose de hombros, comienza el descenso con cuidado. Tampoco es que pueda hacer mucho más y cuanto antes salgamos de aquí, antes llegaremos a nuestro destino. Con suerte, llevaremos buenas noticias a la Invicta. Cuando comienza a caminar se fija en una chica que parece menor que ella y que, no muy disimuladamente, se les deja pasar primero y piensa en que parece simpática. Ojalá una ocasión para charlar con ella como es debido.

- ¡Vamos allá!

El muchacho contariado miró a Hegan con actitud hastiada:

-Haznos un favor: Cállate.- le espetó antes de encararse con Miller. -Yo iré primero Sargento. Que todos sigan mi ruta para evitar daños mayores, de acuerdo?- lanzó la pregunta al aire. -Bien, vamos allá...- concluyó tras tantear el borde más firme y comenzar el descenso.

Para el muchacho, que a pesar de encontrarse cercano al límite de sus fuerzas era joven y ágil, el descenso del primer segmento resultó agotador pero asumible. Con la pericia adquirida como Físico en la factoria de Amsera, alcanzó el llano ardiente que aguardaba en el fondo con una odiosa sonrisa en el rostro cubierto de polvo rojizo.

-Cuidado con ese terraplén al pie de los peñascos! Puede haceros resbalar con mucha facilidad!- informó antes de hacerles la señal de que comenzasen a bajar.

Nepos había bajado. A trompicones, y con dificultades, sí. Pero había marcado un camino.

De modo que otro debía seguirlo, o al menos intentarlo. Olessia se sentía fuerte, y quizá lo que necesitaban los demás era que alguien más se atreviera, y lo lograra. Mentalizarse era tanto como estar físicamente preparado. Ella lo sabía muy bien de las maratonianas jornadas allá en la mar, pescando horas y horas, cargando las redes y soltándolas, arriando las velas, o desplegándolas. Las manos acababan sangrando, pero era lo que había.

Se arremangó las faldas y las ató a la cintura, se recogió el pelo con un pañuelo, y lanzó su mochila al llano del fondo, nada de lo que llevaba podía romperse, y un par de abolladuras más en la vieja cantimplora no la afearía demasiado.

Y tras mascullar algo entre dientes, empezó el descenso sin detenerse.

Nepos lo había conseguido, una mujer (Creía que llamada Olessia) también lo había conseguido y consideró que había llegado también su turno de descender y, con suerte, hacerlo sin despeñarse en el intento. Reunió valor, inspiró hondo con los ojos cerrados, respiró y, con sumo cuidado, comenzó el descenso.

Esperaba que el resto del grupo tuviese menos reticencias a la hora de bajar al ver que ellos habían bajado con éxito y ella, con calma, trataba de hacer lo mismo. Sobre todo, deseaba no tener que lamentar la pérdida de ninguno de sus compañeros que, con el tiempo y el viaje, había comenzado a apreciar.

El chico lo había conseguido. No podía negar que tenía aptitud y actitud. 

Observo el desfiladero, y me agarro a una piedra antes de dejarme rodar. Las piedras pequeñas que cubrían el suelo me hacían sentir como si no lo tocara. Ahora patinaba sobre las rocas. En medio del viaje, resbalé y con una mano en el suelo fuí rodando. Tenía toda la mano enrojecida y con algunos cortes, pero estaba entero. Al menos lo que quedaba.

- ¡Venga, que se nos acaba el sol! 

Decidió bajar justo detrás de su padre. Tratando de poner los pies justo donde los habían puesto los otros, con la convicción de que si ninguno había caído ella también podía lograrlo. Sin embargo sus piernas eran más cortas y llegado un punto no le daban para alcanzar allá donde los demás ya habían prensado la tierra. Vio una piedra, la tanteó con el pie y le pareció firme, podía usarla para alcanzar el otro lado. Confiada puso su peso sobre la modesta roca y cuando se dejó ir de una de las manos la piedra se soltó de la pared, dejando un precioso agujero allá donde había estado y a Dasha colgando de una mano, con un muy leve apoyo en el otro pie. La jovencita agitaba desesperadamente el brazo libre de sujeción en busca de un lugar al que anclarlo, un saliente, una raíz seca, cualquier cosa que pudiese evitarle la fatal caída.

-Que peo, nunca paras de pelear. Cógete esa piedra de allí, si tanta ganas tienes.- Respondo a Nepos, cansando de tanta peleas entre hermanos. No habíamos completado el trayecto, y todo el viaje habia sido discusiones sobre mujeres de nombres tontos, ¡A si nunca podre dormir!

Y entre la bajada al desfiladero, que yo imito a mis demás compañeros. De los cuales, lo mas suertudos parecen tener un buen pie para sostenerse, no tanto para lo demás, que de caía de una chica parezco ver a la lejanía, demasiada lejana para yo poder sujetarla.

Emeth se acercó al borde. Los demás ya habían comenzado a bajar uno tras otro, y parecían estarlo consiguiendo. Salvo algún que otro raspón o deslizamiento, todos habían sobrevivido. Miró a Hegan, se le veía algo agotado. "Se ve mal el chico... pero no creo que eso le impida bajar, no está TAN mal."

Ven Hegan, ahora es nuestro turno! Dijo mientras se volteaba de espaldas al vacío y buscaba los ojos de su compañero. Ven, ayúdame a... Madre! En ese momento sintió una punzada terrible que le inmovilizó la pierna derecha. El dolor éra tan agudo que se sentía como si mil agujas heladas se clavaran en su pierna. Apretó los dientes y los puños y lágrimas brotaron de sus ojos.

La mirada de Hegan era lo único que sostenía al viejo al filo del acantilado. Todo su cuerpo temblaba con espásmos rítmicos y él solo podía resistir el dolor y la parálisis con todas sus fuerzas. Pero aquel era un mal lugar para soportar un ataque de dolor, de hecho era un mal lugar para cualquier cosa. Los breves segundos de intenso dolor parecieron siglos para Emeth hasta que finalmente su rigidez le impidió mantener el equilibrio. Y las piedras bajo sus pies, al borde del acantilado, cedieron, deslizándose cuesta abajo; y llevándose consigo al viejo que luchaba con sus manos para tratar de asirse a alguna saliente.

Era muy fácil percatarse de la desesperación que se dibujó en el rostro de Hegan cuando su viejo compañero cayó por el peñasco. Rápidamente trató de bajar, mirando más el cuerpo dolido de Emeth que sus propios pasos. Como era de esperar, un pie mal puesto llevó que intentara de sujetarse de una roca medio suelta que debido a su peso terminó de desprenderse completamente y de caerse junto al desesperado y abatido joven.
 

En otras circunstancias, cualquier mente medianamente cuerda y no espoleada por la más cruda necesidad, hubiese desaconsejado descender por aquel desfiladero que semejaba más una escombrera de alguna cantera gigantesca que un accidente natural producido por la erosión. Por desgracia, la prisa siempre es mala consejera y los exploradores aprenderían con sangre esa lección antes de la muerte del día.

Los más graves fueron Hegan y Emeth, compañeros en la vida y compañeros en la muerte que evitaron por centímetros al precipitarse por la cara más "amable" del desfiladero en lugar de por una caída libre de más de diez metros por la que el viejo Emeth  se habría despeñado si no hubiese chocado con una peña que desvió su trayectoria. Hegan, más joven pero vencido por el cansancio, derrapó por la pendiente sin control antes de peder pie y bajar rodando junto con Emeth hasta el llano abrasador.

Aún así, más tarde alabarían su suerte, pues si no hubiese estado ese peñasco para frenar su caída, sin duda yacerían en el fondo del desfiladero... convertidos en un amasijo de sangre y huesos rotos.

El buen Pinga, por otra parte, habría podido conseguirlo... pero el cansancio de la noche anterior, un enemigo que su voluntad ya no podía vencer, le hizo perder pie y precipitarse rodando hasta golpearse con una roca que le abrió una brecha en la cabeza. Aturdido, había intentado auxiliar a los demás pero el dolor y el mareo eran tan intensos que solo pudo acurrucarse y esperar a que todo pasara.

Dasha quería impresiona al arrogante Nepos que la observaba con especial interés. Sin embargo, un tropiezo de Suzzet manos torpes le costó el equilibrio y un feo raspón por gran parte de su pierna derecha y sus manos, con las que intentó frenar la caída.

Pero la montaña, cruel, había probado la sangre y ansiaba más, consumida por una sed insaciable. Por eso no hubo piedad con Suzzet Manos Torpes, que de no haberse agarrado a ella, habría caído por el sediento precipicio del desfiladero hasta la que sin duda habría sido su tumba. Ella no se lo diría a Dasha pero de no haberse agarrado a su hombro para recuperar el equilibrio, habría sido su fin.

Tanto Miller como Sílex, como Olessia, solo pudieron observar junto a Nepos como sus compañeros descendía rebotando y como Emeth estuvo a punto de precipitarse al vacío. Ellos estaban magullados y polvorientos pero vivos e ilesos y a juzgar por el rostro de ira de Miller, quizás Nepos no podría decir lo mismo por mucho tiempo.

Los sanos asistieron a los heridos y lenta y trabajosamente, se desplomaron todos al abrigo de un gran peñasco al pie del llano. Era necesario hacer un alto y atender a los heridos.

Acabados de arrastrar a los heridos, Suzzet dudó sobre que hacer durante un momento. Su padre le había inculcado la razón de su juramento pero su madre le había dicho que solo los afortunados o pudientes merecían su atención. Quédate con quien tenga una buena estrella de oro sobre su cabeza. le repitió frecuentemente hasta que todo había terminado.

Y es que pensándolo, no conocía de nada a aquellas personas y probablemente no fueran más que lacayos de Seies Yurda pero aún así... su vida dependía en cierta manera de la de ellos y en eso sus padres habían sido unánimes.

Salva tu vida para poder salvar a otros.

Salva tu vida para gozar de sus placeres.

No, no podía dejarlos así. Ya se preocuparía de cobrarles el favor.

-Dejadme atenderlos. Tengo conocimientos para tratar esa clase de heridas.-su tono de voz se vuelve autoritario. -Dejadme trabajar, necesito espacio y agua para lavar las heridas y evitar infección.-

Uno agotadora hora más tarde, se apartó del ensangrentado lugar y examinó su labor. Su padre habría estado orgulloso.

Había pasado miedo, verdadero miedo, y durante unos instantes pensaba que había llegado su fin. Todo por culpa de aquella estúpida que había estado a punto de irse por su cuenta. Le dolían las manos y la pierna, la brillante sangre roja empezaba a asomar despacito a través de la piel rasgada, pronto se haría costra y las zonas golpeadas se volverían moradas.

Suzett trató de ser útil y empezó a aplicar cura a los pobres infelices que habían bajado sin la habilidad suficiente. Dasha la miró, esperaba que la asistiese a ella la primera, para empezar era todavía una niña, para seguir había sufrido daños por su culpa, y ya no eran necesarias más cosas para que ella fuese la primera en recibir los cuidados. Sin embargo "manos torpes" creyó mejor otra cosa, empezar por Hegan, después Emeth y por último Pinga. Cuando llegó junto a Dasha ya no había nada en su botiquín ni fuerzas en la muchacha ¿sería eso cierto?

-Eres una puta- le espetó alzando la voz para que la oyese bien. Los ojos de Dasha reflejaban toda la rabia y desprecio que sentía hacia Suzett - ¿Le curas a ese, al melenas, que estaba bien jodido, pero no puedes limpiar mis raspones? A mí no me engañas, esta claro que te los quieres follar y has ido por el orden de preferencia- Buscó con su mano una piedra, alguna lo suficientemente grande. Si Suzett se acercaba con ira le abriría la cabeza sin contemplaciones. Ojalá no se hubiese agarrado a ella y hubiese seguido cayendo hasta molerse los huesos y aplastarse la cabeza contra el suelo. Suzett estaría muerta y ella seguramente intacta. -Has intentado tirarme- siguió acusándola. La rabia que sentía ahora por aquella joven le hizo olvidar por ese momento el pulsito de egos que se llevaba con Nepos.

Se le heló la sangre y un profundo escalofrío recorrió la espalda de Sílex cuando, junto a sus compañeros, vio desde abajo cómo sus otros compañeros habían resbalado. Por suerte ninguno ha muerto aquí. Respiró hondo y ayudó a transportalos para los cuidados que Suzzet les daría. Observó a la chica mientras les atendía con la rapidez que sólo la experiencia y los conocimientos ofrecen. Le daba agua si la precisaba y se apartaba para no estorbar mucho.

Hasta que llegó a la otra chica, Dasha, y... Pasó lo que pasó.

- Eh, ella sólo intentó sobrevivir. Sé que te jode profundamente lo que ha ocurrido, pero ellos necesitaban las curas primero y lo tuyo no deja de ser un rasguño. Deberías dar gracias de no haberte matado bajando, niña. Somos un equipo y todos debemos ayudarnos entre nosotros. Si no fuese porque está viva, probablemente algunos de ellos habrían sufrido peores daños de los que tienen en estos momentos. Y entonces, malamente podríamos sobrevivir los demás. - Le espetó.

Miró a Suzzet con muda admiración por el gran trabajo que había hecho con los heridos y supo que necesitaba intercambiar algunas palabras con ella antes de que se fuesen todos a dormir. Si Suzzet aceptase, le encantaría aprender un poco de ella. No entendía por qué le llamaban manos torpes con lo que le había visto hacer.

Se aclaró la garganta y en un tono muy audible mirando a Miller preguntó

- Ahora, ¿Deberíamos descansar o continuar viaje? - Creo que nadie está de humor para continuar viaje ni tiene, tampoco, la energía para hacerlo.