La mañana había llegado a Corvis un día mas y la gente volvía a retomar sus quehaceres diarios... Era un día normal para la ciudad de Fantasmas.
Pero nuestro grupo de aventureros iniciaba un nuevo día y su nueva misión de investigación...
Fui golpeando las puertas de los huéspedes. -¡El desayuno ya esta listo vayan bajando por favor!
La campana había sonado en la iglesia y todos los sacerdotes y clerigos permanecían ya despiertos y desayunando en un silencio característico...
Estabas terminando de desayunar cuando el Padre Dumas se acerco hacia ti y te pidió que le fueras a ver una vez hubieras acabado.
Permanecía sentado mientras pensaba en lo que había hablado ayer con el joven... La verdad es que todo era muy extraño y estoy seguro de que algo me ocultaba, pero no le di mayor importancia...
Vi como el iniciado Ylian se acercaba hacia mi y le sonreí suavemente. -Buenos días joven Ylian, hoy van a venir el resto de los aventureros con los que hablé ayer... a ellos se les unirá el joven con el que hablé ayer, ya que su búsqueda parece estar relacionada con todo esto... Lentamente me frote la rodilla, parecía que iba a llover... mis viejos huesos hablaban. -Ve a preparar todo lo que necesites y cuando esteis todos contaremos nuestras averiguaciones...
Su cuerpo desnudo se sentía tibio y descansado. El baño y una cama cómoda le habían sentado tan bien como la atención de la iglesia a su herida. Valea remoloneo unos minutos en la cama, estirándose suavemente desde la punta de los dedos hasta el cuello, antes de siquiera abrir los ojos. Ayer había sido un día largo. Hoy iría con menos prisas.
Finalmente se incorporó y paso a vestirse rápidamente, prenda a prenda. LA espada y la pistola fueron lo último, aunque ambas descansaban justo al lado de la cama, al alcance de la mano de ser necesarias. En caso que un visitante entrase la encontraría desnuda, pero no desarmada. Nunca más...
No requería adornos ni maquillajes dada su condición, asi que simplemente se limitó a recoger su cabello y deslizarlo hacia atrás bajo el borde de la capa, de modo que lo apretase y cuando levantase la capucha no estorbara. Luego salió en busca del desayuno. Si se les había pasado la borrachera, ahora si sería momento de charlar con aquella bárbara y los demás…
La voz de la tabernera me extrajo de mis pesadillas, lo agradecí internamente. Mis ojos se abrieron de golpe y miraron el techo de madera de la habitación, tenía el cuerpo sudado y en tensión, las sábanas estaban revueltas. Había soñado con mi padre, mi antigua casa y luego con mi maestro, no recordaba bien los detalles, como siempre que despertaba pero la sensación de desasosiego era difícil de extraer de mi sistema en ese momento.
Lo mejor era levantarme y eso hice, me puse la ropa que había abandonado en la silla junto a la cama y saqué la daga de abajo de la cama, en donde la había dejado a mano.
Me puse mis armas una vez vestido, la capa y tomé mis pertenencias. Me hubiera gustado descansar, pero con dormir me conformaba.
Salí de la habitación y bajé hacia la taberna por la escalera de madera que crujía suavemente bajo mi andar, me pasé una mano por el cabello y por el rostro, para despabilarme.
Me senté en una mesa y miré por la ventana hacia afuera.
Había estado preparado para partir por la tarde. No hacerlo había sido... bueno, decir que le había dejado inquieto como si fuera un chiquillo no era lo más digno que admitir, pero por ahí iban los tiros.
-Sí, um... Eminencia, ya está todo preparado.
Después de todo él no tenía una armadura que preparar, ni yelmos que enlucir, ni espuelas que uncir a las espinilleras. Todo aquello era de vieja guardia morrowita y con cierto gusto menothino, demás que como estudiante nunca había aprendido a ceñirse una armadura. Ni siquiera llevaba una pistola: igualmente, para alguien que sale de la universidad para meterse al seminario, hubiera hecho muy mal efecto empezar a llevar una. Eso, y lo que pesan.
-¿Está bien? -dijo, al verle frotarse- ¿Necesita algo más?
Me llevo las manos a la cabeza, frunciendo el ceño, el golpe en la puerta y el posterior grito, me hacen estallar la cabeza. Gruño sin abrir los ojos todavía, y me incorporo en la cama, apartando mechones de pelo cobrizo de mi cara, me froto con las manos, y voy abriendo los ojos despacio. Luego llevo la mano hacia atrás.
- Arriba, tú – gruño – por Loki, ¿Tendrán algún brebaje para la resaca por aquí?
Me levanto, la sábana descubre mi cuerpo desnudo, con la espalda cubierta de cicatrices, mi antiguo amo fue muy dado al látigo desde que yo era apenas una niña. Me acerco a la tinaja, para lavarme un poco la cara a ver si me espabilo, por Thor, habría dormido mil años, uno de los sueños de Odín me vendrían bien. Sonrío al observarme en espejo, cicatrices de algún mordisco en el cuello, una grande en el bíceps derecho, uno de mis pechos está coronado por otra cicatriz en vez de por un rosado y bonito pezón, y… eh! ¿La de las costillas es nueva? Sonrío, por los Aesir, mi cuerpo es una estampa, parece que Thor me haya fulminado con su rayo cada día desde que nací. Aún así, aquel chamán cubrió bien las marcas con los tatuajes rojos, siguen a plena vista, pero el rojo llama más la atención. Llevo ambos con mucho orgullo, las marcas por un motivo, los tatuajes rojos por otro distinto en el que no me apetece pensar ahora. Niego, y después del momento de paz, empiezo a vestirme en silencio, a peinarme, y salgo por la puerta sin esperarlo, casi sin apenas mirarlo.
Al salir veo a un hombre al lado de la ventana, a Susie repartiendo el desayuno supongo, y a la chica de ayer, la muda.
- Buenos días, chica – farfullo a la chica de ayer, que parece que ha vuelto después de su pronta despedida, sonrío, de muy buen humor mientras desayuno, un humor bastante mejor que le de ayer, se me ve pletórica, comiendo todo lo que me entre en el estómago.
-Buen día.-+saludo con un cabeceo. La estudio detenidamente mientras desayunaba, aunque lo hacía mucho más despacio. No era de extrañarse que estuviera resacosa considerando como habían estado anoche.+ Parece que celebraron abundantemente. Espero que eso no les afecte hoy…
Paso el bocado y se relajó en la silla, estirando las piernas.
-Al final, ¿Qué decidieron hacer sobre la propuesta del sacerdote?+inquirió...
me siento solita...
- Había muchas cosas que celebrar, claro que sí, te perdiste una buena pelea.
Murmuro, a carrillos llenos, me echo a reír cuando parece preocupada por si afecta mi resaca a la misión de la que nos habló el sacerdote.
- Tranquila, sé cómo manejar las resacas, no te preocupes, estoy bien – sonrío, y le doy un trago largo a la jarra. – Quiero ver qué nos tiene que decir el sacerdote, formamos buen equipo ¿eh? Les dimos guerra a esos retacos. ¿Qué tal en el mercado, Chica? ¿Algo interesante?
Enarco una ceja. Al parecer sus recuerdos de la pelea con los “retacos” como llamaba a los gobos, eran muy diferentes. Pero sin hacer comentarios al respecto, comió un bocado antes de responder.
-Fue… interesante, sí. La ciudad tiene mucho que ofrecer. Está muy bien surtida y tiene alguna que otra historia interesante además que la del sacerdote. Pero no las investigue a fondo todavía. He pensado quedarme un par de días más para completar el recorrido. No me vendría mal aprovechar y hacer algunas monedas con el sacerdote. Pero si el problema es tal como dejo a entender, tendríamos que ser más que nosotras dos… ¿Qué dijeron los otros?