Fuisteis a Las Vegas al primer Congreso de Vampiros, donde se iban a reunir miembros de todos los clanes (civilizados) para hablar, intercambiar ideas y hacer sentimiento de comunidad, algo que en esta nueva década parece estar poniéndose de moda. Iba a ser un fin de semana muy interesante y entretenido, sobre todo por la ocasión de beber sangre gratis y sin repercusiones, a cargo de la Camarilla norteamericana. ¿Qué podía salir mal?
Tras una noche loca a lo vampire’s style, despertasteis en una suite de categoría en el hotel Luxor, resacosos, avergonzados (si eso es posible) y sin recuerdos de la mejor/peor noche de vuestra no-vida. Y con el cadáver de un humano, que ninguno parece conocer. Aún confusos con lo pasado en la primera noche del Congreso, el Príncipe de Las Vegas, una niña vampiro llamada Misty, aparece en vuestros aposentos y os acusa de haberos comido a su humano. Os encierran en un cuarto de los sótanos del cual escapáis “sospechosamente” (alguien se dejó la puerta abierta), mientras Enoch el Brujah es interrogado por Vincent, el Justicar a cargo de la investigación. Éste sufre un extraño ataque de retorno a la celda que tiene como consecuencia comerse a otro humano de Misty. Ya van dos cadáveres que dejáis por el camino.
Tras pasar las horas diurnas mal escondidos por ahí, iniciáis la tercera noche, yendo a hablar con Troy, el malkavian más loco de la historia de su clan. Con una gran obsesión por la mitología de Lewis Carroll, os manda hacia el piso de arriba, mientras su vecino deja caer que Marion, la Ventrue, lanzó una lluvia de billetes la noche de la fiesta, dinero que no se sabe de dónde sacó, mientras Enoch y Toter estuvieron “sospechosamente” desaparecidos parte de la famosa noche, a la vez. Y la famosa Dama Blanca del piso de arriba es la única que sabe qué hizo Darren, el vampiro incrédulo. Y hacia allí os dirigís…
Llamáis a la puerta y la persona, que ocupa el cuarto al que llamáis, tarda un poco en responder. Le gusta hacerse esperar. Pero cuando abre la puerta, lo hace con la elegancia de una reina: hermosa, sensual y con un vestido color marfil que remarca todas sus curvas. Su cabello negro le cae suelto, como una cascada sobre los hombros. La Reina Blanca os recibe en persona. El perfume francés con el que se ha bañado el cuerpo ataca agradable e intensamente vuestro olfato. Su aspecto marfileño impone desde el minuto 0 en que os abre la puerta.
-¿Si? ¿Quién es?- sonríe encantadoramente –¿Nos conocemos?- mira contrariada al Nosferatu, con la sonrisa casi congelada.