Partida Rol por web

La figura te miró fijamente, debatiéndose que iba a hacer contigo, dejarte ir, dejarte aquí en la celda, ciertamente…¿se fiaría de las palabras de un ladrón?, no podía fiarse de ninguna manera, pero tenía que hacerlo, no quedaba otra.

 -Yo…yo…-Y de repente, abrió la puerta y la cerró tras de si, dejándote con cara de pasmado, ¿la habías asustado?, ¿tus palabras la habían liado?.-¡T…tienes que prometerlo o te ejecutarán mañana!, ¡T…tienes que prometerlo de verdad!

Mi plan era genial. Ahora conseguiría que esa persona me viese como alguien a quién seguir, alguien imponente, alguien fuerte... O no. Directamente salió de la celda y cerró tras de sí. - ¿Eh? -

Miré a esa persona totalmente desconcertado y luego salté hacia la puerta de mi prisión y puse las manos en ella. - ¡Oye, oye, que era una broma! - Me quejé, esperando no haber perdido mi oportunidad de vivir. Puede que fuese un ladrón, pero apreciaba más mi vida. Un ladrón muerto no roba, ni vive, ni come.

- ¡Te prometo que no robaré! ¡Saldré de la ciudad, haré otra cosa, sácame de aquí! - 

Cuando la puerta se cerró, no tardaste en asustarte y alarmarte, saltando contra la puerta y comenzando a quejarte mientras decías que era una broma, querías vivir, apreciabas mucho más tu vida que el robar, pero esperabas que la figura te hiciera caso antes que nada.

-¿D…de verdad?, ¿no estás mintiendo?...y…¿y que otra cosa harías?, v…vamos, di…dimelo o te dejaré aquí para que te pudras.

Estaba logrando todo lo que yo quería que hubiese pasado, solo que al contrario. Ahora me tenía a mi encerrado, acongojado y contra las cuerdas. No me quedaba otra más que apechugar.

- Que conste que yo solo robaba a gente con mucho dinero. ¡Y los repartíamos entre todos los de la banda! - Quizás eso no arreglase mucho. Negué con la cabeza, dispuesto a cambiar de táctica.

- Vale, vale, dejaré de robar. - Necesitaba algo más. -  Y para que te fíes de mi... Me iré contigo. ¿Así podrás vigilarme? -

No estaba muy seguro de lo que había dicho. Era un poco locura, pero quizás eso hiciese que se fiase más de mi. Y podría aprender de alguien capaz de sortear guardias y colarse en una prisión de Schwindra.

La chica consiguió lo que quería, que prometieras que dejarías de robar, no había otra, quedarte encerrado y morir o dejar de robar, tampoco podía ser tan difícil, ¿verdad?

-E…eso me da igual…-Exclamó la voz. –Solo…solo deja de robar por favor, te meterás en muchos lios…y…-Pero cuando dijiste que irías con el, la figura dejó escapar un gritito de horror, parecía la voz de una chica ahora que lo pensabas.

-¡N…no…no de ninguna manera, eso…eso está prohibido, no…no se puede, no…no puedes venir conmigo y…y yo tampoco ir contigo…yo…yo tengo cosas que hacer!, s...siempre ando muy ocupada...ocupado y ...y tengo mucho trabajo y...

Mi posible rescatador se puso aún más nervioso. De nuevo andaba sobre una cuerda floja y no sabía si me caería o llegaría donde quería. Que era al otro lado de la puerta. Tenía que arriesgarme un poco más. Además... ¿Había escuchado cansada o era parte de su tartamudeo?

- Seguro que puedo serte de ayuda. Tú eres una persona buena, ¿No? Me instruirás y me llevarás por el buen camino. De esa forma podrás estar segura de qué cosas hago. - Por probar, intenté ahora hablarle en femenino - A la mierda. O todo o nada. - Tampoco es que tuviese forma alguna de demostrar nada. Y si de paso conseguía un trabajo o algo con lo que comer, no tenía quejas.

A medida que te ibas acercando a la chica y le ibas hablando, podías ver que retrocedía asustada, espera…¿chica?, quería decir chico, pero fuera como fuera, iba retrocediendo asustado, pasando autentico terror…a fin de cuentas eras un criminal malvado, ¿verdad?, y no  parabas de decirle que ella podría cambiarte y hacerte ser diferente.

Tal fue su miedo que iba musitando un “Por favor…” hasta que tropezó con una piedra y se cayó de espaldas. Fue entonces cuando fuiste cegado con la belleza del maromo.

Piel  morena, pelo corto, ojos rojos, unas pequeñas cejitas y una mirada parecida a la de un corderito, además de el collar de la familia real claro…espera, el collar de la familia real.

No tardaste en caer en la cuenta. La chica chico que se encontraba en el suelo, era Shina Urbossa III ¡La princesa de Schwindra!

Tanto nerviosismo acabó con mi rescatador tropezando y cayendo el suelo. Fue entonces cuando pude ver su cara, un rostro por todos conocido en Schwindra.

- ¡¿Pr-princesa?! - No podía creérmelo. ¿Seguía durmiendo quizás? ¿De verdad era la princesa? ¿Qué demonios hacía ella en los calabozos? ¡¿Y por qué había ido a salvarme a mi?!

Me alejé de la puerta de mi prisión por si acaso un guardia aparecía a golpearme o algo. - ¿Es esto una trampa? Queríais que dijese que lo había robado o algo cara al jui... ¡Pero si me ibais a ahorcar y yo no tengo nada que ver! ¿Por qué has venido a verme? - Ahora estaba más sorprendido que preocupado.

La chica no tardó en asustarse cuando la reconociste, intentando taparse de nuevo con la capucha, pero se quedó trabada y no podía subirla.-¡N…no soy la princesa, t…te…te estás confundiendo, yo…yo…yo soy un chico!.-Exclamó alterada, pero no cabía lugar a dudas, ¡era la jodida princesa de Schwindra!.

Rápidamente intentaste buscar explicaciones, a lo de ahorcarla, lo de robar, incluso pensando que te querían robar una confesión, preguntando al final porque había ido a verte.

-Y…yo…yo…-Susurró con ojos llorosos.-Yo…yo se…se…se…se que tu no tienes mi corona…na…nadie es tan tonto como para robarla y quedarse en la ciudad…es…es de locos y…y…y…-Y no pudo más, comenzó a llorar en silencio, abrazándose a si misma las rodillas. Parecía que la soberana de aquel imperio se sentía culpable por tu inminente muerte.

Intentó ocultar su identidad mintiendo, pero era obvio que le había descubierto. Y al ver que su plan había fallado se derrumbó. - ¡Espera, espera! ¡No llores! - Empecé a ponerme nervioso. ¿Qué hacía ahora yo para que dejase de llorar? Ni si quiera podía acercarme.

- Princesa, princesa, cálmate. - Le pedí intentando tranquilizarla. - Esto... hagamos una cosa. Abre la puerta y hablamos más tranquilos, ¿Vale? Si hacemos mucho ruido te descubrirán. - Ahora tenía que hacer que se calmase y luego intentar convencerla de que me librase... ¿Cómo es que una princesa había ido a buscarme? ¡¿Y por qué era tan miedica?!

Al ver que empezaba a llorar, no dudaste en pedirle que no lo hiciera, intentando tranquilizarla y pidiendo que abriera la puerta para hablar más tranquilos.

La chica te miró con ojos llorosos, no parecía muy convencida. -S…seguro…seguro que solo buscas hacerme daño…yo…yo soy una princesa tu…tu no puedes…es…es de malos…-Murmuró sorbiendo los mocos.-M…m…¿me prometes que no me harás nada?...¿de verdad?

Me llevé una mano a la cabeza algo desesperado. ¿De verdad era ella una princesa? ¿Qué edad tenía? No podía creer que todo dependiese de una niña tan pequeña...

Me acerqué de nuevo a la puerta y asomé la mano por cualquier abertura que tuviese, cerrada en un puño y dejando mi meñique hacia fuera.

- Prometo que no te haré nada malo, y que te seguiré y así podremos hablar tranquilamente sin que te asustes... dedo promesa... - Con los niños de la calle solía funcionar.

La princesa alzó la cabeza, mirándote y secándose lentamente los ojos con la manga de esa enorme túnica.-L…¿lo prometes?.-Preguntó una ultima vez, poniéndose de pie y acercándose lentamente a ti, extendiendo el meñique y…estrechándolo contigo. Era algo normal…solo que por algún motivo, la princesa estaba sonrojada y parecía estar temblando, aunque rápidamente se separó y abrió la puerta.

-T…tienes que darte prisa…hay…hay mucha gente que puede estar observando.-Dijo antes de asegurarse de que salías. Entonces comenzó a andar en dirección a la salida o al menos eso suponías. 

Suspiré aliviado cuando aceptó mi promesa y comenzó a abrir la puerta. Iba a cumplir mi palabra, era un hombre de honor, bueno, un chico de honor. De todo el honor que podría tener un ladrón. La seguí rápidamente mientras íbamos a la salida.

- Princesa. ¿Sabes cómo escapar de este lugar? - Le pregunté en voz baja. Dudaba que fuésemos capaz de burlar a los guardias, y no estaba en situación de pelear.

Rápidamente comenzaste a seguirla por los pasillos iluminados por antorchas, sintiendo vuestros pasos resonando como un eco incesante.-¿Eh?...¿escapar?...bueno, si, creo…suelo caminar mucho por el castillo y…y a veces me encuentro con tuneles de mis antepasados y…¡ay!.-De repente se cayó de cara, tropezando con una baldosa, pero se levantó como un resorte, con un chichón si…pero parecía estar de una pieza.

-F…fallo mio, tengo…tengo que mirar por donde voy…esto…son…son cuatro pasillos a la derecha y luego uno a la izquierda, subir escaleras, pasillo recto y…y la trampilla.-Exclamó en voz alta, como si estuviera recordándose a si misma el camino…y así fue, estuvisteis caminando un buen rato, hasta que al fin llegasteis a la susodicha trampilla.-A…arriba están los jardines de palacio…m…mi criada, nos…nos está esperando.  

Espera, ¿sabía que ibas a acceder?

Al parecer la princesa era algo traviesa. Le gustaba explorar, y ese era el motivo por el cuál conocía los calabozos y las zonas subterráneas del castillo. Yo caminaba atento a ruidos ajenos, preocupado por si algún guardia aparecía por nuestra espalda o si nos encontrábamos uno al girar una esquina. Tal era mi distracción que no llegué a ver que la princesa se había tropezado hasta que ya estaba en el suelo.

- ¿Estás bien? - La respuesta era obvia, se había descalabrado contra una losa y tenía un chichón. Ahora si venía un guardia encima me torturaría por "atacar" a la princesa.

Después de un rato encontramos una escalera con una trampilla sobre ella. - ¿Criada? Esto.. - No me gustaba que hubiesen más personas involucradas. No sabía si podía fiarme de ellas, y tampoco quería causar problemas a otra gente.

- Vale... subamos. Las damas primero. - Le dije mientras hacía una reverencia a modo de broma.

Desde luego te dejo algo colgado y preocupado el hecho de que hubiera más gente metida en ese meollo, sobretodo una criada...nadie podía fiarse de un criado, normalmente se iban de la boca y la liaban.

Pero fuera como fuera, observó tu reverencia sonrojada y comenzó a subir la escalera. Lamentablemente llevaba una túnica que llegaba hasta los tobillos y no llegaste a ver nada pervertido ...además, te quitarían los ojos si veías algo que no debías.

La chica no dudó en subir arriba y tu la seguiste, encontrándote en un precioso jardín, con fuentes, estatuas, árboles de frutos extraños y exóticos, flores, matorrales...incluso bancos de piedra. Aquello era un lugar maravilloso para alguien con pasta, incluso sentiste un poco de celos al respecto...maldita niña canija...

El problema fue cuando viste a su criada, una mujer alta, de grandes pechos, piel tostada, pelo rubio, preciosos ojos azules y ...ropa semi transparente que no dejaba nada a la imaginación. Rápidamente agarró a la princesita y la abrazo, hundiendo la carita en sus pechos mientras pronunciaba algo que no llegabas a entender.

La princesa aceptó subir y yo le seguí poco después, fijándome en la propia escalera y no en ella. ¿Cómo me iba a interesar a mi una niña tan llorona y patosa? No había manera de que eso fuese posible. De cualquier forma, llegamos a la superficie y nos encontramos con un paraje de ensueño.

Nada tenía que ver con mi prisión de mala muerte, quizás la niña princesa estuviese acostumbrada a esas cosas, pero tanto lujo dañaba la vista... ¿Tendría una prima o algo con quien emparejarme? Yo quería algo así.

Pronto mi envidia pasó a convertirse en celos. La criada resultó ser una moza de cuerpo de escándalo y con una ropa un tanto sugerente. Ni corta ni perezosa empezó la pequeña princesa con sus senos. - ¡Oye, oye, que a quien han torturado es a mi! - Me quejé intentando recibir yo también una recompensa.

Pensaste que la niña era quien abrazaba a la criada, pero no fue así…al fijarte bien, era la criada quien la mantenía hundida en sus pechos mientras la pequeña intentaba escapar, así que cuando hablaste, la mirada de la criada se centró en ti, mirándote de arriba abajo mientras mantenía a la pequeña enterrada en sus pechos, como si estuviera recelosa de que la quisieras tocar.

-Deberías estar agradecido ladrón…mi señora os ha salvado la vida, podría haberos dejado morir, pero su corazón es tan inmenso…-Susurró emocionada.

Tal y como hablaba, parecía de esas criadas obsesionadas con cuidar a su ama...y la verdad, viendo lo pequeña y frágil que es la princesa...no podías reprocharselo.

-C...calma Astarte, por favor...-Susurró la pequeña mientras se liberaba de su agarre y terminaba en el suelo.-E...el es inocente y nunca más va a robar.

Escuchar a la criada me dio algo de repelús... ¡Si era una niña rica y rodeada de comodidades! Vale que agradecía que me hubiese salvado de un castigo que no merecía, pero tampoco es que pudiese pagarle con algo que no tuviese. Ahora sentía más envidia.

Había pasado de la cárcel al jardín del palacio, pero eso no significaba que estuviese a salvo. - Sí, sí, no robaré más... pero comprenderás que no puedo quedarme aquí. Si me ven en la ciudad. - Hice un gesto con mi dedo pulgar pasándolo por el cuello. Sí, me cortarían la cabeza, como poco.

- Así que, ¿Qué hago ahora? - No podía estar escondido para siempre.