Momentos después de morir Afrodita notáis que el campo de energía que rodeaba la mansión Kido se desvanece, parece ser que el era el caballero del patriarca restante y al morir el y dejar Saori de mantener su cosmos elevado al máximo consiguió recuperarse de su letargo casi instantaneamente
Minutos después aparece ante vosotros para agradeceros vuestra ayuda acompañada por los caballeros muertos, todos incluso el propio Afrodita están con ella pues una vez acabada la amenaza consiguió acabar con el influjo que el patriarca tenía sobre ellos.
Caballeros, gracias a vosotros hemos vencido al mal que amenazaba el mundo, como siempre habéis dado vuestra vida por mi y yo os lo agradeceré devolviendo a la vida a los fallecidos.
Realmente es lo único que puedo hacer por vosotros pues de sobra sé que no queréis dinero ni fama y que si vuelve el patriarca o cualquier otro a intentar algo parecido volveréis a vencerlo por el bien del mundo.
Otra vez habéis vencido al mal y de nuevo estáis todos reunidos celebrando la victoria cuando de repente al unisono notáis un cosmos conocido: el de Eris
Si Eris ha vuelto posiblemente Saori vuelva a necesitaros pronto...
Yo te agradezco lo que has hecho por nosotros, aunque yo siempre fui fiel al regente actual, fuese quien fuese... no se que paso durante la tormenta, ni que nublo mi mente... gracias ded nuevo.
¿Veis como volvería?
Pregunto, no sin cierta sorna. Miro a todos los que han acabado conmigo. Niego con la cabeza.
Algo me impidió pronunciarme... Dad gracias de ello.
Camino con un paso firme hacia Shun de Andrómeda, aunque hablo en general.
La verdad es que ha sido bastante burdo. Algunos confiásteis, otros no... En particular después del golpe al partriarca que alteró nuestros cosmos... Lo que es seguro es que volveremos a vernos...
Entonces mis ojos miran a los ojos intertes de la dama de Andrómeda.
Sin máscaras, sin veneno, pero recuerda que nunca dejo una rosa sin podar...
Me giro y avanzo a un paso tranquilo.
Puedes quedarte con mi capa, como un regalo...
Sonríe y observa en dirección al cosmos de Eris, como si su mente ya hubiese tramado algo antes de siquiera comenzar...
Vaya, me alegro que hayamos podido proteger a Atenea. Y que una vez liberados de la influencia del Patriarca, también nuestros hermanos y hermanas hayan sido devueltos a la vida. No hay más gran poder que el corazón de Atenea, y damos gracias por el don de poder protegerla.
Aioria se arrodilla frente a su diosa pletórico de felicidad con el puño sobre el pecho, finalmente había sido ella, su única diosa quien había ganado. Su estancia en el Yomutsu había estado plagado de pesar y sufrimiento. Su corazón le pedía que protegiera a Atenea, pero las cadenas del Patriarca eran fuertes y tenía que seguir obedeciéndolo a pesar de estar desgarrando su alma. La verguenza, la ira y la desesperación con su regreso a la vida se habían transformado en paz y felicidad. Al menos ningún caballero había muerto por sus manos mientras estuvo sometido a la posesión infernal.
-Mi princesa... - la miró a los ojos mostrándole su alma incapaz de seguir hablando, entonces se dio cuenta de que los ojos de Atenea lo miraron con comprensión y afecto, sin rencor, tan sólo con el misericordioso amor que profesaba a todos sus caballeros, ella había visto su lucha inetrior, su sufrimiento y su ardiente deseo de protegerla a pesar de todo- Gracias mi diosa- Aioria inclinó la cabeza, se levantó y le dijo- te protegeré siempre, hasta el fin de mis días y hasta más allá de mi muerte.
Si había entendido las palabras de despedida de Afrodita, Shun no dio muestras de ello, aunque aún portaba la prenda que éste mencionase. Su diosa estaba de regreso y en su infinita sabiduría, había logrado limpiar cualquier mácula en el corazón de los caídos ¡Incluso su hermano!
Aún bajo su máscara, supo que estaba llorando de felicidad. Todo se había resuelto. Al fin. El Patriarca jamás volvería a amenazar la vida de Saori y la vida en el mundo podría regresar a la tranquilidad.
En comparación con ello, las pequeñas espinas que le cercaban el corazón eran insignificantes.
- Saori... Diosa Atenea... Gracias por luchar de nuestro lado. Tus caballeros pudimos sentir la gentileza de tu cosmos, velando por nosotros y dándonos ánimos, hasta el último momento. Atenea sama... - Entonces se interrumpe. Como no, shun estaba llorando... otra vez. Solo que en esta ocasión sus lágrimas eran de felicidad y alivio.
Ves asquerosa Y perra andromeda como yo no era un traidor...te mereces un castigo por ello. Al igual que Shura y Mime por haberte creido. Sois crueles e insensatos!!!!!
- Bien, nuestra misión ha sido cumplida con exito, y al final ningu hermano ha caido a manos de esos traidores... - Levanté el escudo que usaba para protegerlos por la noche y lo arroje al suelo. - Espero no volver a necesitarlo.
Shura miró hacia el cielo. El campo de energía que rodeaba la mansión habia desaparecido. Habian conseguido proteger a Atenea al fin. Dura había sido la batalla que los caballeros libraron en el interior de la mansión. Muchos acontecimientos sucedieron en aquel lugar. Incluso la Diosa tuvo que intervenir por el bien de sus caballeros, modificando sus poderes, liberando a unos y perdiendo a otros. El caos hizo estragos en la mansión. Lo objetivos tan claros momentos antes fueron difusos después. Amigos y enemigos eran difíciles de discernir. Pero finalmente lo habían conseguido. Una dura batalla, sí, pero con el final esperado.
Shura cerró los ojos y respiró de nuevo. El ambiente fresco y puro llegó a sus pulmones. Estaba satisfecho, sabía que había hecho lo que Atenea requería de él.
Atenea se apareció a los caballeros supervivientes, se acercó a ellos, con el séquito de caballeros caídos junto a ella. En su infinita sabiduría les purificó y devolvió a la vida. Shura no estaba de acuerdo, pero nadie era él para oponerse a la Diosa, y si ella los había purificado y perdonado, el caballero de Capricornio debía hacer lo mismo.
Volivó a ver a los caballeros engañados por el Patriarca como a sus hermanos, y sonrió por dentro. Su rostro, si es que alguien pudo percatarse, sólo mostró un movimiento rápido de labios. Estaba contento y orgulloso de lo que habian conseguido.
El caballero de pronto giró su cabeza hacia la izquierda y miró por la ventana. Un extraño cosmos hacía acto de presencia, Eris, la diosa de la discordia se hacía más poderosa, su cosmos aumentaba y los caballeros eran capaces de sentirlo. Una nueva batalla se encontraba cercana y una nueva lucha estaba por venir.
Shura se giró de nuevo y observó a sus compañeros:
Mu de Aries, al que había dado muerte por un bien mayor.
Saga de Géminis, el protector, que tuvo a bien cuidar del caballero de Capricornio en alguna noche oscura.
Dohko de Libra, corrupto por el patriarca pero liberado por Atenea, al igua que Mime de Asgard, Máscara de muerte de Cáncer e Ikki del fénix.
June del Camaleón, a la que los caballeros del patriarca no dieron ni una oportunidad.
Aioria de Leo, el león dorado cuya lealtad a Atenea fue corrompida por el Patriarca, pero que aún así demostró ser un caballero hasta su muerte.
Afrodita de Piscis, aquel caballero misterioso e intrigante, jugador del doble sentido, muy distante al caracter del caballero de Capricornio.
Nicolae de Altar, ajusticiado seguramente al ser descubierto antes de poder seguir los dictámenes del patriarca.
Hyoga del cisne, cuyas últimas palabras despertaron el recelo del caballero de Capricornio.
Dócrates de Hidra, uno de los caballeros que atentó contra su vida. Si no fuese por el caballero protector, habría muerto en aquel instante.
Shiryu del dragón, caballero que agotado por la lucha se retiró a descansar.
Andrómeda, la dama que más ha sufrido con esta guerra pero que valientemente se repuso. Sus heridas no le hicieron flaquear y levantarse de nuevo como protectora de Atenea.
Shaka de Virgo, su maestro en los comienzos y que había demostardo en verdad una visión superior a la de los demás.
Zelos de rana, caballero con el que Shura mantuvo bastantes disputas, siempre a la defensiva ante los interrogatorios que Shura le mantenía, pero que en el fondo el caballero de Carpicornio consideraba inocente. Se alegró que finalmente así fuese.
Con un vistazo a todos y cada uno de los caballeros, Shura volvió a sonreir. Asintió desde el fondo de la sala, apartado, a las palabras de Atenea, convencido de su poder y sabiduría. Sin más el caballero de Capricornio se retiró de la sala, tranquilo, decidido y contento. Había hecho lo que debía, ya no se le requería en aquel lugar. Su lugar estaba en la décima casa, en el santuario. Allí se encontraría hasta que Atenea tuviese a bien llamarle para proteger su vida con la del caballero si fuese necesario.
El caballero abandonó el lugar de forma silenciosa sin despedirse de nadie, dejando a sus compañeros y hermanos junto a Atenea. Cuando volviesen la vista el caballero de Capricornio no estaría, pero eso no importaba. El trabajo estaba realizado, juntos habían acabado con una nueva amenaza, y Atenea salía victoriosa de nuevo. Sus caballeros se habían encargado de ello.