Yo he interpretado que subís arriba todos menos el polaco. Abajo no hay nada más interesante, a no ser que queráis saquear la cocina...
Jonas se echa hacia atrás instintivamente, debia evitar la granada... No podia permitirse quedar hecho pedazos. Lo ultimo que penso fue en Maggie cuando salio corriendo como harian sus compañeros ante la granada.
- Granada...!!!
Maggie alejó con el pie el AKM del terrorista, antes de comprobar con los dedos en la carótida que su reino ya no era de este mundo.
Cita:
Correcto.
James esta en alerta mientras se encuentra con los civiles, haciendo de guardia, cosa que no le molesta. Por alguna razón, el silencio y la calma que se hacen en el edificio le incomodan, no le da buena espina. Tal vez sea un presentimiento, o tal vez sea la incomodidad de oír tanto silencio después de todo aquello.
No dice nada a los civiles, aunque trata de calmarlos como puede con un gesto con las manos, aun no es muy bueno con la pronunciación del idioma, y menos con tantas variables. Trata de no hacer contacto visual, por alguna razón, se siente cada vez mas nervioso, mirando cada tanto las escaleras por las cuales acaban de venir, y el camino por el cual sus compañeros se acaban de ir. Es cuando esta mirando esos caminos cuando nota que los dos niños salen corriendo del lugar.
De manera instintiva, sin siquiera caer en la cuenta del posible peligro con el cual puedan encontrarse, James sale tras ellos, mientras trata de llamar la atención a los gritos, aunque sin que ninguna palabra, en ningún idioma, pueda salir de su boca, salvo un – Hey! - que se repite y grita con todas sus fuerzas.
Escucho el ruido de algo caer y rebotar en el suelo. Jonas no tarda en gritar "Granada" y se echa hacia atrás. Así que yo no dudo y agarro de la solapa a Kendrik y tiro de él con fuerza, hacia el hueco de la escalera, lugar en el que tengo intención de tirarme al suelo para evitar la explosión y minimizar el efecto de la onda expansiva.
"-¡Mierda! - mascullo mientras me echo al suelo."
Me agazapo como puedo y espero que Kendrik tenga tiempo de reaccionar. Abro la boca para que la explosión no me haga estallar los tímpanos a causa de la presión y si creyera en algo, rezaría para que Maggie haya tenido tiempo de sacar su contorneado trasero del área de la explosión.
Antes siquiera de reaccionar, Kendrik nota como alguien le tira de la solapa del cuello. Entonces ve la granada, rebotar en el suelo, justo hacia él. Todo ocurre a cámara lenta. Cubriéndose la cabeza con las manos, salta al lado contrario de la granada, hacia las escaleras, para lanzarse al suelo y cubrirse.
Un latido después de que Kendrik se tirara al suelo, la granada explotó.
Fue un sonido sordo, como el de un petardo, acompañado del siniestro siseo de las esquirlas, que impactaron contra las paredes de ladrillo con una leve capa de yeso y pintadas de azul marino con gotelé, desgarrándolas como si se hubiera tratado de las zarpas de un animal. Kendrik sintió algo en su espalda, como un leve empujón, que le acercó más a Tyrone.
Después de aquel segundo, el polvo levantado por la baldosa destruída por la explosión cegó durante un momento la visión de la puerta por donde se oían pasos, pasos que se alejaban. El negro se apresuró a comprobar como estaba su compañero, y con una ojeada vió que los MTV se estaba ganando su buena fama en aquel día. La esquirla había quedado incrustada en una de las placas de cerámica de la protección.
El terrorista, según el sonido que escuchaban, había abierto otra puerta, y posiblemente saliera al patio trasero, lavadero o balcón. Estaría tratando de escapar, ya que de haber querido ese hubiera sido el momento idóneo para acabar con los dos marines que se habían lanzado cuerpo a tierra. Solo habría tenido que poner el AK en fuego automático, y rociarles de plomo.
Después de todo, no dejaba de ser un terrorista superado por el despliegue de los marines, y que ante la muerte de su compañero había decidido poner pies en polvorosa. O, al menos, eso era lo que parecía.
Cuando James salió en pos de los niños, estos ya habían atravesado la puerta de entrada de la casa, y bajaban por las escaleras. Podía escuchar confusamente una serie de comunicaciones de radio, solicitando instrucciones, en su mismo canal, mezcladas con su propia respiración y los gritos que comenzó a dar.
Cogió a la niña pequeña del brazo, impidiéndole que continuara su avance, pero el niño siguió corriendo por el patio delantero, corría y corría con la energía propia de su mocedad. Entonces, cuando el marine alzó la vista, vió que el artillero del LAV-25 giraba torreta superior de la ametralladora, apuntando al niño con indiferencia.
La comunicación de radio resonó como un eco en su mente, durante aquellos larguísimos segundos.
-...osible... sujeto hostil... instrucciones.
Cita:
Maggie se puso a cubierto al lado de la puerta al escuchar el grito de Jonas y esperó a oir la explosión para abrir la puerta y lanzarse pasillo adelante entre el polvo, disparando dos ráfagas de tres balas a bulto en dirección al otro extremo del pasillo.
La idea era ganar la puerta del otro lado al amparo de la confusión, por lo que susurró por el InterCom: ¡Vamos!
James atrapa a la niña por el brazo, con fuerza, y de un tirón la acerca hacia él, impidiendo que continúe con su carrera. Pero lejos esta de quedarse tranquilo, al alzar la vista ve como el otro niño sigue corriendo hacia fuera, mientras los soldados del exterior giran sus armas, mientras el LAV-25 gira la torreta, dispuesto a dispararle a cualquier cosa. El pánico que siente James se intensifica aun mas. Si suelta a la niña es posible que ella aun trate de salir, y de todas formas no puede alcanzar al otro civil. No puede hacer otra cosa mas que gritar.
- ¡Alto! ¡Alto! - grita con todas sus fuerzas, tanto al niño como a los demás soldados por la radio – ¡ Es un civil! ¡No disparen! - grita con todas sus fuerzas, hasta que su voz se quiebra, mientras mira clavado en el lugar a la vez que el tiempo parece ralentizarse. Lo único que puede esperar es que detrás de aquella torreta no haya algún nazi dispuesto a dispararle a cualquier cosa con tal de tener algo que contar en la cena - ¡Mierda, NO DISPAREN! - vuelve a gritar, mientras aprieta con mas fuerza el brazo de la niña.
Me incorporo como un boxeador sonado. Me zumban los oídos, veo lucecitas y tengo la sensación de andar de lado. Kendrik está entero, aunque esta noche le tendrá que rezar a Jesús por haber inventado el blindaje cerámico. Un pedazo de metralla del tamaño de un Zippo se ha incrustado con soberbia mala leche en el chaleco del sureño.
El hijo de perra que casi nos hace papilla trataba de huir, probablemente por un patio trasero. Los demás todavía no han reaccionado, salvo Maggie. Quizá ellos han estado más afectados por la explosión, pero los veo moverse. Alguno de ellos controlará y vigilará la posición tal como nos enseñaron.
Yo voy a ir a por el cabrón. Y creo que Maggie también está dispuesta. Me golpeo contra las paredes al tratar de correr dando bandazos por el mareo. Necesitaré unos instantes para centrarme, pero eso tendrá que ser en otro momento. Ahora no se nos puede escapar.
"-¡Vamos, vamos! - le digo a Maggie mientras le hago signos - ¡Controlad que nadie más salga!. ¡Abatid a los objetivos si los véis.!"
Máster.... ¿tengo a tiro a ese cabrito? Dame un objetivo y lo mando al otro barrio.
Kendrik se lanza hacia las escaleras, entonces oye una explosión, y nada más... Pasa a verlo todo negro, como si alguien hubiera corrido el telón, y se hubiera acabado la obra, sin aplausos. No obstante, no pasan ni unos segundos, hasta que el negro se convierte en blanco, y del blanco, empiezan de nuevo a distinguirse colores, primero básicos, luego más complicados. Luego un pitido, muy suave y distante al principio, luego intenso, y luego casi insoportable. Parpadea en el suelo, respirando con dificultad. Mueve los brazos, y se los mira, y luego las piernas. Sigue ahí, siguen entero. Se toca el pecho con las manos, y descubre que no está herido, pero de jodido milagro. Un pedazo de metralla está clavada con mala hostia en el chaleco, pero no ha pasado de ahí. Dios existe, no hay duda, y ese día quería que aquel hijo de Alabama matara unos cuantos moros.
Ve como Jackson grita algo, y ve humo, y fogonazos, pero no oye nada, solo un intenso pitido que parece que le va a destrozar los tímpanos. Se lleva la mano izquierda a su oreja izquierda mientras dibuja una mueca de dolor, levantándose, de forma algo torpe. Finalmente, el pitido cesa, poco a poco, aunque todavía sigue sin oír una puta mierda. Pero ya puede moverse con cierta soltura.
-¡ME CAGO EN LA PUTA MADRE QUE TE PARIÓ, MORO CABRÓN!- Grita, son controlar en absoluto su volumen de voz, pues no se oye a si mismo. Corre, en dirección al final del pasillo, con Molly por delante, esperando poder hacerla cantar en breve, frente al primero moro hijo de puta que se cruce en su camino, sin importar su edad o condición.
Si soy la primera en reaccionar, debería llegar a la puerta antes que los demás, en cuyo caso asomo, localizo al que huye, me tumbo cuerpo a tierra y planto el bípode para apuntar con el DMR.
Ya dirás.
Maggie fue la primera entrar a aquella habitación, una especie de estudio, situándose junto a la puerta con cautela. No había nadie allí, pero se escuchaban pasos afuera, y gritos en inglés. Kendrik pasó de largo por la puerta, empitonado, y se dirigió directamente a la puerta abierta que daba a la gran terraza de afuera. El moro había desaparecido de la vista, y sus dos compañeros llegaron entonces a la carrera.
Tyrone se dirigió, flechado, hacia el borde de la terraza, a la altura de lo que parecía ser el final de una escalera de bajada. La pendiente de tierra que había debajo reveló al insurgente corriendo campo traviesa, con un RPG en las manos. Otros marines comenzaron a perseguirle, y sus hombres apuntaron cuidadosamente con sus armas, esperando la órden de disparo.
Acorralado, al final de la calle, el insurgente se detuvo, mientras los marines le gritaban para que tirara el arma al suelo. Había que dejar uno vivo, al menos uno. Mientras, Kaczynski se había tirado sobre el niño para protegerlo, y el artillero del LAV dejó de apuntarle, tras haber disparado una primera ráfaga, que no dió en el blanco. Había salvado la vida a aquel chaval, no cabía duda de ello.
Entonces, en el callejón de detrás de la casa, el insurgente se giró muy despacio, e hizo el gesto de alzar las manos para apuntar a los marines de abajo. Y solo hizo el gesto, porque la lluvia de disparos que cayó sobre él desde la terraza le tiró al suelo como si fuera un saco de patatas.
Y luego, quedó el silencio, un silencio tan solo roto por el rotor del helicóptero del MEDEVAC, que ya aterrizaba en el descampado junto a la carretera, cerca del supermercado y el humvee herido de metralla, con la rueda destrozada, que había rocíado con casquillos de calibre 50 el suelo a su alrededor.