Partida Rol por web

Pasaste el resto del día dedicada a diluirte en la ciudad, a partir de estos momentos serías una Parisina, y los hábitos que ahora te resultaban un poco extraños acabarían resultando de lo más cotidiano, pero aún no, te sentías como una turista que visitaba por primera vez la ciudad.

Tuviste tiempo para terminar agotada, te dolían ya los pies cuando decidiste regresar y de paso poder contar la buena noticia a tus padres. No que decir cabe que se alegraron enormemente y se sintieron muy orgullosos de ti.

La noche transcurrió sin novedad, excepto por tu nerviosismo por comenzar el trabajo al día siguiente, decidiste levantarte temprano para no hacer tarde el primer día y tras desayunar y despedirte de tus padres saliste ya a la calle.

Ya cerrabas la puerta de tu casa cuando a tu espalda escuchaste algo que te dejó de piedra - ¡Edición extraordinaria! ¡Los alemanes lanzan su ofensiva! ¡Invasión el Luxemburgo! – Era uno de los chavales que repartía el periódico, te giraste para ver como comenzaban a quitarle los ejemplares de las manos.

La noticia me cogió tan de improviso que no pude reaccionar en unos segundos. Una palabra se abrió paso en mi mente poco a poco, una palabra que traté de mantener alejada mucho tiempo, pero que el mundo se empeñaba en mostrar ante mí... ¡¡GUERRA!!

Entré de nuevo en casa, para decírselo a mis padres. Ahora el trabajo ya no era tan importante. Necesitaba oír de sus labios que todo iba a ir bien, que no pasaba nada, que no teníamos de qué preocuparnos.. Pero mi corazón estaba inquieto desde que escuché a ese repartidor gritar su noticia.

-Mamá, papá.. Un repartidor de periódicos grita en la calle que los alemanes ya están aquí, han invadido Luxemburgo.. ¿Qué vamos a hacer? ¿Qué pasará?

Asustaste un poco a tus padres, especialmente con el tono, con tu nerviosismo, tu madre dio la sensación de sentiste desazonada y un velo sombrío cubrió el rostro de tu padre que te habló con la mayor calma de las posibles.

- No hay nada que podamos hacer nosotros, anda ve a trabajar, puede que la guerra sea muy larga y afortunados los que conserven su puesto de trabajo.

Lo que era cierto, la primera gran guerra fue larga y tediosa, nada parecía indicar que no fuese igual esta vez.

Con el corazón en un puño volví a despedirme de ellos, y de nuevo salí a la calle. La gente parecía más agitada ahora, con prisas, sin ganas de pararse a conversar, ni pasear, como había visto en días anteriores.

Intentaban aparentar normalidad, sí, pero.. no lo conseguían. La sombra de la guerra había tocado a Francia. Estaban cerca, y todos sentían la misma desazón que yo.

Poco a poco me fuí acercando al lugar donde iba a trabajar. Supuse que tendría que presentarme, así que llevaba mis papeles conmigo.

Tampoco es que cundiese el pánico, ni mucho menos, pero si se notó un aumento de la preocupación en la gente de a pié y aunque hubo un aumento en las colas de las tiendas de comestibles, tampoco fue una exageración. La gente tenía confianza en que se frenaría la invasión en la línea Maginot.

Llegaste a la fábrica y encontraste al gerente que te entrevistó sin problema, pero hoy parecía mucho más ocupado y te indicó que le siguieras, te iba a presentar al jefe de planta, el que sería tu jefe directo.

Entraste en la fábrica, olía a aceites y había bastante ruido, una serie de máquinas prensadoras eran las que más ruido hacían, pero tendrías que acostumbrarte... Todos llevaban un mono azul y es que las manchas de grasa eran inevitables, Sieur Joseph se acercó a un hombre que estaba de espaldas – Daniel será tu jefe, ahora os dejo, tengo cosas que hacer.

Cuando se dio la vuelta te quedaste de piedra, le reconociste, se trataba del hijo de los Dafour, los propietarios de los viñedos, los que tanto habían explotado a tu familia.

- Vaya, mira a quien tenemos aquí... – te dedicó una sonrisa medio sarcástica.

Me quedé de piedra al verlo, jamás me hubiera imaginado que me lo encontraría trabajando aquí.. Tanto capital, tanta riqueza..

Igual no tenían tanto de lo que presumir, pensé.

-¡Daniel, qué sorpresa! No sabía que trabajabas aquí.. -no me hacía nada de gracia que fuese mi superior, espero que papá no lo supiese cuando me ofreció el trabajo. Hacía años que no veía a Daniel por el pueblo, ya entiendo por qué..

- Je, je, je – Rió, sin ocultar cierto orgullo en su actitud – Pues ya ves…

Sieur Joseph se marcho con paso apresurado en dirección a tu despacho y te quedaste a solas con Daniel, algunas miradas de trabajadores se fijaron en ti, pero nadie dejó de trabajar.

- Ven, te daré el mono de trabajo, te cambias y comenzamos, Joseph es muy exigente y no quiere ver a nadie parado, poco a poco te iré enseñando la fábrica, anda sígueme – Comenzó a caminar en dirección a una taquilla, de allí sacó un mono azul – Creo que será de tu talla, los vestuarios están allí – Te señaló una puerta con la mano – No tardes, te espero.

-No tardaré -dije, cogiendo la ropa que me entregaba y encaminando mis pasos a donde él me indicaba. Me cambié enseguida. Era un lugar frío, pero además, no me apetecía que nadie entrase y me sorprendiese cambiándome. Me moriría de vergüenza.

Comprobé que todo estaba correctamente colocado, recogí mi ropa y me dispuse a salir. Supuse que una de las taquillas sería para mis pertenencias, y allí debería dejarlas, aunque no me hiciese mucha gracia.

Cerré la puerta tras de mí, y me dirigí hacia donde estaba Daniel (¿ahora debería llamarle monsieur Dafour? ¡Espero que no!), con mi ropa en la mano. Me pareció que de nuevo algunas miradas furtivas se clavaban en mí, pero fingí ignorarlas. No me gustaba ser el centro de atención.

-Daniel, eemmm.. Monsieur Dafour... Ya estoy lista. ¿Dónde puedo dejar ésto? -dije, acompañando mis palabras con un leve gesto hacia mis pertenencias.

Hoy difícilmente podrías evitar esas miradas, pues eras la novedad en la fábrica, luego sabías que habrían rumores y chascarrillos.

Daniel asintió – A la entrada de los vestuarios verás unas taquillas, algunas tienen la llave puesta, elige la que más te guste y luego ve a aquella prensa de allí, te estaré esperando.

Esperó a que lo hicieras y luego te explicó que tenías que hacer, a tu izquierda tenías una caja metálica llena de pequeñas piezas, tenías que tomar una, colocarla en la máquina y pulsar un pedal, en ese momento bajaba la parte superior de la prensa que aplastaba la pieza y le daba forma, tomabas esa pieza y la tirabas a un cajón vacío que había a la derecha.

Escuché atentamente las explicaciones de Dafour. No parecía un trabajo difícil, pero sí muy tedioso. Coger ua pieza, colocarla, pisar un pedal, coger de nuevo la pieza, y al montón.. Seguro que haciendo ésto varias horas al día acabaría enloquecida. Pero es un buen empleo, si no consiste más que en esto, así que me esforzaré en hacerme valer. Estoy a prueba, como dijo el jefe. Lograré que me tome en serio.

Hice una prueba con la máquina. Había que temer cuidado cuando la prensa moldeadora descendiese, o podría fácilmente dejarme sin una mano.

-Sí, creo que podré hacerlo sin problemas, gracias por enseñarme -dije a Dafour.

Tu jefe directo asintió y se marchó a otra cosa, dejándote a solas con la máquina. Si que daba miedo, había que ir con cuidado, y especialmente porque después de doscientas veces de repetir el mismo proceso comenzaba a ser complicado mantener la concentración.

Tras más de media hora, cuando ya comenzabas a estar más ubicada te diste cuenta de una cosa, la máquina tenía dos botones delante de ti separados unos 50 centímetros, de esos de tipo seta, y una flecha los unía, con la palabra "descenso" escrita entre ambos, no hacía falta ser muy listo para saber que era como realmente debía de usarse la prensa. Era el modo de asegurarse que las manos estaban lejos del mecanismo y lo del pedal debía de ser una treta para poder trabajar más rápido.

No me gustó lo que ví. Entendí que por la producción y sus beneficios se olvidaba la seguridad de los trabajadores. Y si eso pasaba con esta plancha, me figuré que el resto de la fábrica estaría igual de trampeada.

Decidí hacer mi trabajo con cuidado, mucho cuidado. Estaba a prueba, eso se encargaron de recordármelo, y necesitábamos el dinero.

Comencé poco a poco a realizar la labor que se me había encomendado, procurando no perder la atención de lo que estaba haciendo. Era demasiado fácil distraerse, sobre todo al haber cogido una rutina tediosa.

Me obligué una y otra vez a centrar mis pensamientos en lo que estaba haciendo, pero también me preocupaba lo que podría estar pasando fuera, en la calle. Deseaba llegar a casa ya.. pero aún me quedaban algunas horas.

Al final, lo que parecía ser un trabajo rutinario resultó más duro de lo que parecía, tratando de estar concentrado, no era el mejor de los trabajos, pero tratabas de reforzarte a ti misma pensando en lo necesario que era económicamente.

Pasaron unas cuantas horas, las cajas metálicas llenas de piezas iban y venían. Hasta que casi te dieron un sobresalto cuando Daniel tocó con sus dedos en tu hombro. Viste que estaba muy serio – Ven, quiero enseñarte una cosa.

Salió hasta el exterior y espero a que lo siguieras, en el suelo habían algunos de esos cajones que habías llenado. Tomó una pieza, tomó otra, y las puso juntas - ¿Te parece que está bien esto?

Miré las piezas que me mostraba. Yo las veía iguales, pero para no tener idea, supuse que algo mal habría hecho.

-Eeemmm.. Bueno, señor Dafour, supongo que no lo están. Pero no veo en qué, yo he seguid las insrucciones lo mejor que supe. Si algo hice mal, me gustaría saber el qué, y poder aprender a hacerlo orrectamente.

Ojalá no me despidiese, pensaba. Al menos tenía un trabajo, aunque fuese bajo sus órdenes.

Te miró con cierta severidad - Fíjate, tienen que formar un ángulo recto y están curvadas… Ay… En fin…

- De tanto en tanto hay que ajustar la máquina, ven, te enseñaré – Realmente era un poco injusto que sus ojos te acusaran por algo que no te habían explicado, pero tu actitud prudente en los tiempos que corrían había servido para que el problema no fuese a mayores.

Te explicó como ajustar la máquina y de vez en cuando comprobabas el estado de las piezas. El día se hizo largo, mucho, pero por fin sonó la sirena que indicaba que te podías ir a casa.

Llevaba horas deseando escuchar el sonido de la libertad: la sirena de salida. El día no había estado mal, pero.. era terriblemente tedioso el trabajo. No me quejaba, pues haber sobrevivido al primer día dignamente me daba ánimos para volver mañana con más fuerza, y conseguir mis objetivos a la primera, in broncas de capataces.

Temblaba al recordar el caso, suponngo que estuve a punto de ser despedida, Al menos Daniel no se aprovechó de la siuación, y pude seguir. Me sorprendió en ese sentido. Siempre lo metí en el mismo saco de los Darfour, pero quién sabe.. tal vez no fuese tan malo.

Recogí mis cosas, me cambié de ropa en el vestuario y me dirigí a la salida, deseando sentir la luz del sol en mi piel helada de trabajadora de fábrica.