Partida Rol por web

Sortien
Te sitúas junto a la poza, poniendo a Kanlil entre tu posición y la del salvaje. Tu pupilo ha pescado algo con la lanza. En el fondo del estanque hay una armadura de placas oxidada y con un esqueleto dentro. Sólo es visible el pectoral y el yelmo, que Kanlil ha separado del pectoral con la lanza. El resto está atrapado bajo unas rocas y algo de fango. Las aguas están algo turbias y no ves nada más que eso.

Retomáis la senda todavía tensos, cada uno por cada lado. Ni siquiera Kanlil se muestra hablador como en otras ocasiones.
La empalizada de madera que rodea Caminocorto es ya visible. A mano izquierda se suceden las últimas granjas de Esquina de Gunjen. A mano derecha aparece la extensión de bosque arrasado que separa Bosqueogro de la aldea.
Cuando lleváis media hora andando, os percatáis de que a una milla de distancia se levanta una estructura de madera, probablemente un puesto de vigilancia. Está construido en una pequeña loma a la derecha de la senda, semioculta por los últimos pinos del pinar que crecía por estos lares.
Faldoras no recuerda haber visto ese puesto durante su estancia en el Paso. Piensa que quizás los Exaltados lo hayan levantado durante sus tres años de ocupación de Esquina de Gunjen para controlar los movimientos en torno al Paso, el bosque y el pantano que hay en las cercanías.

Kanlil
Tomas un desvío del sendero que va hacia una alquería que parece abandonada. Una vez allí, estudias el terreno y usas otro de los canales de agua para acercarte hasta cerca de donde crecen los restos del pinar. En tu deambuleo ves a un grupo de hombres, probablemente leñadores, que llevan un carro cargado de leña por una senda que va entre los campos de cultivo y es paralela a la vuestra. Van hacia el pueblo. Aparte, al llegar casi a la base del pinar vuelves a mirar hacia el puesto con detenimiento. Estas seguro de que no hay nadie en el puesto, y una escala de cuerda cuelga meciéndose al viento desde lo alto de la estructura de madera. Tampoco hay nadie en el pinar, ni en su entorno. Vuelves con tus compañeros más tranquilo, una hora más tarde.

Todos
Pasáis cerca del pinar un cuarto de hora más tarde. No hay nadie en el puesto, como os dijo Kanlil.
La senda sigue por el llano que conduce a Caminocorto. Una hora más tarde ya veis con claridad la empalizada de madera que rodea al pueblo. También observáis cómo un poco delante de vosotros un carromato cargado de madera llega hasta la puerta de la empalizada, que consiste en un mecanismo de cuerdas y poleas que tira de parte de los troncos de madera hacia arriba, y pasa entre los vigilantes ojos de un nutrido grupo de lugareños, hombres robustos y en la flor de la vida armados con espadas, mazas y picas.
Cuando pasa el carro, los lugareños comienzan a cerrar la puerta, a pesar de que estaréis a unos doscientos pasos de ella y os hayan visto acercándoos.

Os llama también la atención el abundante humo que surge de alguna chimenea dentro de la aldea. A Ankor le recuerda al que emiten algunas metalúrgicas y herrerías que ha visitado con anterioridad.

Faldoras
No hay nada en la empalizada que te haga pensar en los Exaltados. No hay tampoco mercenarios de esa compañía en la puerta de la empalizada. No crees que si estuvieran al mando permitieran a los lugareños abrir y cerrar la puerta a su antojo, sin ninguno de sus hombres cerca para controlar lo que se traen entre manos.

La explicación de Sortien muere sin respuesta.

Asomándote entre los recios troncos clavados de la empalizada no alcanzas a ver mucho. Lo más, el grupo de lugareños de la puerta, que parecen estar a una treinta de pasos de la misma, reunidos y hablando entre ellos.

El hombre parece meditarlo durante unos instantes. Después grita:
-¡Harid!¡Trae cinco cestos con queso, chacina, pan y judias!
El hombre se agacha tras la empalizada y un rato después está descolgando los cestos sobre ella. Mientras Ankor los va recogiendo, más de una docena de hombres van asomándose sobre la empalizada, algunos con piedras, otros con lanzas, un par con arcos. Murmuran por lo bajo entre ellos y os miran con desconfianza.
Cuando está todo en manos de Ankor, el lugareño vuelve a hablar:
¡Ahí tenéis comida para una semana si la administráis bien, forasteros!¡Contamos con que el Caballero que os acompaña hable a sus hermanos y pronto vuelvan a abrir el Paso para comerciar con Vallealto, como ocurría hasta antes de la llegada de los Exaltados!
Ahora, vuestra parte del trato. ¿Qué noticias traéis?
Los hombres os miran tensos, esperando vuestra respuesta.

-Os intentaré procurar unas vendas. Las flechas, sin embargo, escasean y las necesitamos para defender nuestra empalizada en caso de que los mamporreros vuelvan.
El hombre va, vuelve y lanza a Ankor un hatillo donde dentro van cuatro rollos de venda.
- Si bien no sé vuestros nombres, no olvido nunca el rostro de un amigo. Volved cuando queráis, seréis bienvenidos. ¡Suerte en vuestro viaje!
El hombre se suelta de la empalizada. Os quedáis solos ante la puerta de Caminocorto.