Partida Rol por web

El casco te nubla la visión y sólo alcanzas a ver a Sortien danzando entre llamas y batiéndose con dos ogros a la vez. El manco es simplemente el mejor espadachín que hayas visto jamás, fintando, tirando, esquivando, rizando y deteniendo es tan rápido como un felino y tan seguro como tu fe en la Justicia. Es difícil de creer que un fino estoque como el suyo pueda frenar a tales bestias que le rodean, pero su total seguridad te hace pensar que sí, que tiene una oportunidad de salir victorioso de este brete.

El ogro, sangrando por el cuello como un toro rejoneado, brama y se lanza hacia Sortien con la intención de derribarlo y aplastarlo contra las piedras del suelo. Pero Sortien gira con gracia en una pirueta a dos tiempos y evita con gracia al ogro, incluso lanzándole una estocada sin fuerza al pasar.

El segundo ogro que saltó el precipicio espera a ver si su compañero derriba al espadachín para rematarlo en el suelo, o, en caso contrario, esperar a que evite la embestida para golpearle por un flanco. Pero Sortien hace una parada a revés en la que, con un esfuerzo mínimo, usa la fuerza del ogro para impulsar el golpe y así desviar el garrote hacia el flanco derecho.

Forad corre preocupado por su propia vida o, mejor dicho, vidas. En su cabeza se cruzan pensamientos confusos. Piensa en su madre y su hermano que van delante y en su padre que queda atrás pero algo no cuadra: ellos no deberían estar ahí, estan fuera de lugar. A la vez piensa en su vida en las montañas, en los ogros y en Hadros, su compañero perdido en "extras circunstancias mágicas" con ogros de por medio.

- No a, a mi no me vas a pillar, maldita perturbación ogra. - Piensa mientras lucha por huir de su igneo perseguidor tratando de que este no corte el paso a su "familia".

Al ver como se aproxima el ogro me hago a un lado el segundo hago un bloqueo Munisor para evitar que su potente golpe rompa mi estoque.

Tenéis la sensación de estar solos. Detrás, el murmullo de la batalla se apaga y la pendiente de la cañada es cada vez menor. Los pinos se espacian cada vez más y finalmente los dos, exhaustos, salís de Bosqueogro. Ankor clava las rodillas en el suelo y deposita dócilmente a Kanlil para descansar unos instantes.

Ante vosotros queda todavía unos 500 metros de bajada y unos 50 de desnivel. Cincuenta pasos a vuestra izquierda un serpenteante camino para los burros de carga desciende plácidamente hacia la imponente Cortogro, la fortaleza hermana de Puertagua a la que os llevaba Faldoras.

Mas algo en ella os deja atónitos: Cortogro está habitada. Penachos de humo surgen de las torres de la barbacana, y algunos puntos de luz se filtran desde las saeteras de niveles interiores. El rastrillo, eso sí, está bajado. Incluso alcanzáis a ver a dos personas que dialogan apoyados en el matacán que da a vosotros. Durante un segundo pensáis que os están señalando, pero al mirar atrás, Ankor descubre que Bosqueogro está en llamas no mucho más allá de donde deben andar vuestros amigos.

Te detienes un segundo a valorar la situación. Más ogros siguen rodeando el precipicio por encima de tu cabeza. Aquella extraña criatura arrugada, de aspecto famélico y tan alta como un árbol ya no se le ve por los alrededores; sientes un nudo en el estómago pensando que quizás esté descendiendo para rodearte junto a los otros ogros...

A tu alrededor, el ogro herido en el cuello se gira y parece dispuesto a arrojarse sobre ti de nuevo cuando las llamas, que ahora os rodean, saltan (sí, aunque no lo crees cuando lo ves, saltan en un arco de casi medio metro) y prenden un fuego azulado en la grasienta piel del monstruo, que lanza un alarido y retrocede intentando apagarse las llamas.

El otro ogro, impertérrito, te intenta azotar nuevamente con su martillo.

Pero antes incluso que comiences una maniobra Lorantas para destrabarte del combate, ves por el rabillo del ojo que las taimadas llamas que corren por doquier se dirigen a ti, para hacerte lo mismo que le han hecho a tu oponente ogro.

Sin más dilación Emprendo mi huída con la avación Lorantas

Gracias, Ankor. –dice Kanlil cuando este le deposita en el suelo.- ¿Es allí donde nos llevaba Faldoras?- dice señalando, con esfuerzo, la fortaleza[b]- Se supone que no estaba habitada. ¿Serán amigos o enemigos?

El ogro huele que su oponente busca una retirada digna e intenta detener su huida con un certero golpe. Le es imposible alcanzar al ágil manco que sigue evitando una y otra vez sus embestidas hasta que alza con las dos manos el martillo sobre su cabeza y antes de que descargue el golpe con un sonoro bramido, el espadachín se cuela por debajo de su antebrazo y le deja dando un golpe al aire.

Tras meditar rápidamente prefiero enfrentarme al fuego eterno antes que esas bestias.

No puedo andar, Forad. –¿Hermano? Ya está delirando otra vez…que tipo mas extraño- Tengo la pierna derecha totalmente inutilizable, y el cuerpo como si todos los ogros de este bosque hubiesen pasado por encima mío.
Kanlil se dispone a dejarse curar por el conjurador, cuando escucha los gritos provenientes del bosque.
¡Maldita sea! No tenemos tiempo, tenemos que llegar a la fortaleza, que por cierto, no está abandonada, Faldoras. ¿Y el maestro?- pregunta preocupado Kanlil.

Acordándome del rescate de mi primo en la prisión de Tuheno, aprieto las zancadas como hice aquel día en el que me añadí un logro, más por recuperar la compañía de mi primo que por rescatar al futuro rey.

Te deslizas a toda velocidad cañada abajo. Las llamas por un instante te cierran el paso, pero sigues un sendero lateral quizás usado por las cabras montesas de estos lugares y finalmente te arrastras por el lecho de un arroyo seco lleno de cantos rodados para llegar al centro de la cañada. Ésta pierde poco a poco en pendiente y se ensancha. Apresuras el paso, los árboles cada vez son más escasos y al fin sales de este bosque de pesadilla.

Ante ti, un cielo plomizo se extiende por tres cuartas partes del horizonte. Bajo él, se ven las montañas que ocultan la Garra del Tigre, primer bastión de la Casa Hochalas de los que cierran los pasos fronterizos con los Clanes Bárbaros. Los bosques de Adeel cubren el camino entre la Garra del Tigre y Cortogro, la fortaleza gemela a Puertagua que se extiende a tus pies y que cierra la salida del Paso de Gunjen. Un camino más allá de Cortogro se dirige hacia el Sureste, hacia las brumas que envuelven Vallealto. Mirando hacia allá alcanzas a vislumbrar la línea de frondosa vegetación que acompaña al río Saltarín y media docena de dispersas y distantes poblaciones de las que desconoces su nombre. A tu izquierda, un camino discurre paralelo a Bosqueogro y serpentea hasta llegar al rastrillo de la fortaleza a la que os dirigís.

Más cerca de ti, tus amigos se encuentran a unos 30 pasos a mano derecha, reunidos en torno a Kanlil, que parece malherido. Parecen nerviosos y miran al bosque con cierta ansiedad.

También te llama la atención la luz que se filtra por algunas saeteras de la fortaleza ¡e incluso se ven a dos tipos apoyados en el matacán que da hacia el Paso, es decir, hacia vosotros, contemplando el incendio que el salvaje ha causado en Bosqueogro!

Una gran sonrisa se dibuja en la cara de Kanlil, a pesar de su pésimo estado, al ver que su maestro ha conseguido escapar de los ogros.
He estado mejor, maestro, pero sigo vivo gracias a vosotros.
Ya me he fijado en que la fortaleza está habitada, pero ¿sabemos si son amigos?
Kanlil echa una ojeada hacia la fortaleza, mientras le hace un gesto a Ankor para que vuelva a cogerle.

Kanlil observa nervioso y asustado como los hombres de la fortaleza no se deciden a abrir el rastrillo. Sin fuerzas, y sintiéndose un saco de patatas, decide permanecer callado, mientras sus compañeros se encargan de intentar convencerles para que abran la puerta.

Pese al momento de tensión, y aprovechando el receso que se produce mientras el grupo implora porque se le granjee el paso, Forad esquilma el resto de energías que le quedan.

Se acerca a la pierna de Kanlil y pronuncia unas palabras. Las manos cuyo calor ha provocado destrucción y daño esta vez acarician cálidamente el cuerpo de Kanlil reconfortándolo y aliviando su malestar.

Acto seguido hace lo que nunca se le ha visto hacer: ase su lanza con fuerza y, demacrado como está, se apresta para usarla.

-¿Serán de fiar, Hadros? - Pregunta con inocencia y dubitativo Forad a Sortien. - Si les damos las armas no tendremos con qué defendernos y yo... no puedo más por hoy.

Soy Faldoras de Vallealto, Caballero de la justicia, que mis amigos miren y noten vigor en sus corazones pues mi puño y mi espada los defenderan de cuantos peligros los acechen, mas ay de los enemigos pues sere su azote yo os digo amigos LEVANTAD EL PORTON

¿Qué me estas haciendo Forad? Dice Ankor con un acusado gesto de dolor en su cara.
Para ahora mismo. Los dientes de Ankor rechinan y todos los músculos de su cuerpo se contraen fuertemente.
TE HE DICHO QUE PARES. Kanlil se escurre de los brazos de un Ankor que parece fuera de sí y que inmediantamente agarra a Forad por la pechera desgarrandole parte de los harapos que lleva como ropa.

Justo cuando Ankor armaba el brazo para golpear al conjurador el dolor cesa y el puño se para a escasos centímetros de la cara de Forad.

El cuerpo de Ankor vuelve a su estado original, los músculos se relajan y la expresión de la cara pasa a ser normal pero los ojos de Ankor permanecen cerrados y sigue asiendo fuertemente al conjurador.

Pasado un segundo escaso, Ankor abre los ojos. Su rostro refleja haber soportado un gran dolor.
Escuchame bien. Dice Ankor casi susurrando y con un tono de voz del todo sorprendente por lo sosegado y serio.
Me da totalmente igual quién seas, a qué te dediques y qué clase de extraña... magia Ankor se para un segundo tras decir esa palabra. ...practiques, pero nunca más en tu vida vuelvas a hacerme eso. Nunca.
Dicho eso deposita suavemente a Forad en el suelo al que no sabe exactamente en qué momento había levantado unos centímetros del mismo y se vuelve hacia Kanlil para ver como se encuentra.