Zuheros - Fortaleza fronteriza
Zuheros es uno de los típicos pueblos-fortaleza, baluartes defensivos situados en la frontera con Granada, que el rey castellano solía donar a la nobleza para que los convirtieran en plazas fuertes y resistentes a las excursiones de los nazaríes. Un imponente castillo se erige sobre la base de una elevada roca que domina un pequeño pueblo, un lugar privilegiado desde el cual se puede otear el horizonte y quedar advertido de la llegada del enemigo con tiempo suficiente para preparar la defensa.
El pueblo, en el que viven no más de veinte o treinta familias de campesinos y ganaderos, se extiende sobre una meseta a los pies del castillo protegido por una muralla, y rodeando los enormes peñascos desciende un río que irriga todas las tierras de cultivo, y que hay que salvar mediante un puente para acercarse a las murallas. Hay algunas viviendas extramuros, que los moros construyeron cuando Fernando III conquistó el castillo y les obligó a residir fuera del recinto amurallado; los vecinos las aprovecharon después de que quedaran desiertas tras el éxodo de los mo-ros a Granada abrumados por los excesivos impuestos que debían pagar al rey y a la iglesia.
El castillo de Zuheros lo erigió en el siglo IX el clan de los Banu-Himshi muy cerca de una vía de tránsito que unía Córdoba y Granada, a las puertas de la Sierra Subbética, formando parte de la Cora de Ilbira. El clan se rebeló contra el califa Abderramán III, y como consecuencia de ello poco después todos sus castillos serían derruidos. En el siglo XII llegan los almohades a la península y lo reconstruyen, y un siglo más tarde, en 1241, las tropas de Fernando III el Santo lo toman al asalto y pasa a manos cristianas; a partir de entonces será frontera con el Reino de Granada hasta 1492, en que los Reyes Católicos la conquistan. En el siglo XIV pasa a ser propiedad del concejo de Córdoba, hasta que en 1441 Juan II lo dona a don Gonzalo Martínez de Córdoba, de la casa de Aguilar, para que lo convierta en una plaza fuerte, pensando en la guerra contra Granada.
La fortaleza se asienta sobre un enorme peñasco que domina todo el pueblo, de manera que es inexpugnable por la parte norte y oeste, mientras que su parte suroriental da a la villa. Hacia la parte occidental, en el tiempo que nos ocupa, se comienza a construir un palacio, pero no se terminará hasta el siglo XVI.
El castillo se encuentra a una altura considerable, a la que se llega a través de una entrada en recodo, especialmente diseñada para defender el acceso a la fortaleza. Una puerta de hierro, siempre custodiada por un soldado, da paso a un interior en el que se observan unas ladroneras en el techo, con aspilleras para hostigar a los enemigos que tratan de invadir la fortaleza. Al frente hay dos pequeños puestos de guardia. Hay que salvar dos niveles de escaleras antes de llegar al patio de armas.
Lo primero que se ve son los establos a la izquierda, tras los cuales hay un espacio destinado a las letrinas. Al frente de estos, un viejo edificio de madera que contiene la herrería.
Al fondo hay un edificio de dos plantas: la primera se usa como almacén, para guardar tanto las armas como las herramientas que utiliza la servidumbre, y también como despensa; la segunda como dormitorio y comedor para siervos y soldados.
Al frente de este edificio está el aljibe, donde se conserva el agua de la que se abastece la fortaleza, y a su lado un pequeño huerto y un corral con gallinas y una cabra, que proporcionan huevos y leche fresca.
Por aquí se accede a la torre del homenaje, que tiene tres plantas y la azotea. A la primera solo se puede acceder desde el interior, mientras que las otras dos son accesibles desde escaleras exteriores flanqueadas por muros almenados.
La primera planta se usa como mazmorra, ya que no tiene ventanas y solo tiene un acceso; también como bodega, que el señor es muy aficionado a los buenos vinos de la campiña.
El conde hace su vida en la segunda y la tercera planta. La segunda alberga el gran salón donde celebra los banquetes e imparte justicia, con las paredes cubiertas de tapices, largas mesas de madera a ambos lados y una gran sillón al fondo, forrado en terciopelo de color rojo. También se encuentran en ella las cocinas y una pequeña capilla, con un banco dispuesto frente a la imagen de un santo colocada bajo un arco ciego y precedida de unos cirios que se mantienen encendidos. A ambos lados del banco hay sendas losas de piedra con una argolla de bronce en el centro, donde reposan los restos de la esposa y el hijo del conde. En la tercera planta está la alcoba y la habitación de invitados, actualmente ocupada por el mayordomo y el escribano; a este último se le ha facilitado allí mismo un escritorio y utensilios de escritura, así como un arcón donde guarda todos sus legajos.
De la azotea cuelgan los pendones con las insignias de Castilla y de la casa de Aguilar. Es el punto más alto del pueblo, y aquí siempre hay un soldado que otea el horizonte.
Contando con el conde, son 25 las personas que viven en el castillo.
De esas personas, once son soldados. Como se ha dicho, uno siempre guarda la entrada y otro hace de vigía. Héctor, el alcaide, suele estar en el castillo, aunque sale de vez en cuando. Otro soldado más se queda en el castillo desempeñando diversas funciones, como la de carcelero cuando hay prisioneros en las mazmorras, mientras que un quinto disfruta de descanso. Los otros seis soldados están fuera del castillo, siendo uno de ellos el alguacil. Dos se dedican a hacer la ronda por la muralla, aunque normalmente se quedan en las torres albarranas, y otro custodia la puerta de entrada al pueblo. Los otros tres dan vueltas por el pueblo, pero cuando el ganado sale a pastar suelen acompañar a los pastores para disuadir a los bandidos que moran en las cuevas cercanas.
Todos los soldados duermen en la segunda planta del edificio que se usa como almacén, junto con los siervos, pero el alcaide y el alguacil tienen camas aparte para ellos solos y se aíslan de los demás mediante unos cortinajes. Pedro, el mayordomo, siempre está en el castillo organizando el trabajo de los siervos y asesorando a su señor en los juicios y en cualquier otro menester, pero a veces sale en compañía del alguacil para recadurar los impuestos.
El escribano siempre está en su escritorio, aunque a veces da un paseo por el castillo para hacer inventario (para lo cual se ayuda de un par de siervos) o para calcular el coste de las reparaciones que indica el mayordomo. Este también puede requerir su ayuda cuando sale a cobrar los impuestos, que para eso es el que más sabe de cuentas.
Entre los once siervos que trabajan en el castillo se encuentran el cocinero, con su mujer y tres hijas que ayudan en tareas diversas, como cuidar del huerto y calmar los apetitos del conde, que las requiere a una o a todas cuando le viene en gana. Hay también dos mozos de cuadra, y un albañil que ha llegado recientemente con su esposa y un hijo pequeño, por el tema del palacio, y que también es un poco herrero. Hay también otros dos criados que hacen un poco de todo.
Aparte de ellos, el conde tiene a su disposición un cazador que le acompaña siempre que sale a practicar la caza y que le proporciona carne para su despensa.
- Conde y señor de Zuheros -
Don Gonzalo se convierte en señor de Zuheros tras serle donado el emplazamiento por Juan II para que lo convierta en una plaza fuerte, pensando en la guerra contra Granada.
- Mayordomo y mano derecha del conde -
El hombre más cercano al conde, ya que actúa como su consejero personal y administra sus propiedades, organizando el trabajo en el castillo y recaudando los impuestos en compañía del alguacil.
- Alcaide de Zuheros -
Es el jefe de las tropas del señor feudal, que se encarga de defender el castillo y la frontera de los ataques de los moros. El cargo lo detenta Héctor, un experimentado combatiente que siempre ha estado al servicio de Don Gonzalo y rara vez lo ha defraudado.
- Alguacil mayor -
El jefe de la “policía”, que actúa fuera del castillo garantizando el cumplimiento de la ley que dicta su señor.
- Escribano -
Pone por escrito las decisiones que se toman en el concejo. El concejo es un edificio situado extramuros donde se reúnen los oficiales que administran el pueblo. El señor de Zuheros informa de las reuniones a través del portero, que actúa como pregonero. Los oficiales que participan son: Alcaide, Alguacil, Escribano, Mayordomo, Jurado y Regidores.
- Jurado -
Hombre elegido entre los más notables del pueblo, que transmite las peticiones y quejas de los súbditos.
- Párroco -
El guía espiritual de Zuheros. Fue él quién ofició la misa de difuntos en la intimidad del castillo en honor a Fernando. Éste recibió sepultura en la capilla en presencia del conde y sus oficiales.
- El contacto -
Tobías es un campesino afable y bonachón, al menos en apariencia, ya que la realidad es que es un hombre con multitud de contactos en todos los estratos de la sociedad. Especialmente en los más bajos y turbios.
- Mujer de Tobías -
María, es grandota y fuerte, de anchas caderas, voz potente y pronto fácil, pero bajo esa apariencia se es-conde una persona inocente que confía plenamente en su marido.
- Hijo de Tobías y María -
De 12 años, alto y bien formado, de manera que parece dos o tres años mayor.
- Mozo de cuadra -
Pablo es un muchacho atractivo, vigoroso y pese a su humilde ascendencia bastante educado. Se dedica mayoritariamente a las labores de la cuadra.
- Cocinero -
Entre los once siervos que trabajan en el castillo se en-cuentran el cocinero, con su mujer y tres hijas que ayudan en tareas diversas, como cuidar del huerto y calmar los apetitos del conde, que las requiere a una o a todas cuan-do le viene en gana.
- Albañil y herrero -
Patxi ha llegado recientemente con su esposa y un hijo pequeño al castillo, por el tema del palacio. Domina la albañilería y se defiende también trabajando el hierro.
- Guardias -
Hombres bien pertrechados y de malas pulgas. Aunque parezca mentira, son soldados del señor de Zuheros, y solo por sus gambesones y sus bacinetes se reconocen, pues de lo contrario parecerían bandidos.
- Parroquianos -
Los habitantes de Zuheros están cada vez más asustados por la tensa situación que está viviendo el lugar. Desde que la villa paso de las manos del Concejo de Córdoba a las de don Gonzalo Martínez, las cosas han ido irremediablemente a peor. La reciente muerte de Fernando, el hijo del conde, no ha hecho más que avivar la llama de un incendio que amenaza con arrasarlo todo.
- Sepulturero -
Un tipo alto, delgado, de piel morena y oscuros cabellos. Vive extramuros, en una cabaña al lado del cementerio. Recibía una pequeña paga del Concejo de Córdoba, y ahora la recibe de don Gonzalo. Su come-tido es excavar fosas y amedrentar con su presencia a posibles saqueadores de tumbas.