Partida Rol por web

El rumbo estaba fijado y ahora solo cabía esperar que la belleza que pilotaba demostrara su increíble velocidad. La cabeza del pelirrojo daba vueltas a la situación constantemente y la impotencia por no poder ayudar a sus compañeros le impedía dejar de pensar en ello, su mano acariciaba su pistola blaster no pudiendo evitar que por su cabeza pasara el aliviarles el sufrimiento.

Un grito interrumpió sus pensamientos. ¡Voy! Contestó saliendo disparado hacia donde se habían quedado tirados Zuyyi y Banks. Inconscientemente desenfundó la pistola, se temía lo peor.

Zuyyi cada vez se sentía peor. Su respiración, a cada segundo que pasaba, se volvía más dificultosa y las arcadas para sacar aquel asqueroso veneno eran más frecuentes pero a su vez, se sentía tan débil que casi ni podía doblarse.

—Banks... está... —farfulló cuando Dearky llegó donde ellos se encontraban, pero no pudo continuar ya que la fuerzas empezaban a fallarle, incluso para hablar.

Solo pudo acostarse en el suelo y dejarse llevar por el sueño que el envenenamiento le estaba produciendo. Cada vez estaba más convencida de que había llegado su final y que sus sueños morirían allí junto a ella.

La imagen que vio el piloto fue realmente dura, lo que ese veneno causaba en tan poco tiempo era devastador. Se arrodilló junto a Banks y le buscó el pulso con la esperanza de que sólo se hubiera desmayado, aunque a decir verdad la esperanza era poca. 

Dearky apretó la culata de su pistola blaster debatiéndose sobre si acabar con el sufrimiento de Zuyyi o no, llegó a apuntarla, pero no pudo hacerlo. La trasmisión de veneno era muy rápida y no debía quedarle mucho tiempo, no quería cargar con su muerte a sus espaldas, aunque fuera por el hecho de ahorrarle unos minutos de sufrimiento. Bastante tenía con vivir sabiendo que era el único superviviente por haberse retirado a por la nave. Lo siento Zuyyi, por no poder hacerlo y por haberme retirado de la batalla. 

El pelirrojo se quedó mirando como la vida de su compañera se apagaba como ya lo había hecho la de Banks. 

Zuyyi, con los ojos cada vez más velados por su inminente muerte, veía la indecisión de su compañero y amigo Dearky para apretar el gatillo. Lo entendía y no podía echarle en cara el sufrimiento que debía estar pasando. Habían sido muchas las aventuras y desgracias que habían vivido juntos; y darle final a aquel que te había acompañado en los buenos y malos momentos era muy difícil... demasiado duro.

La zabrak, al igual que Banks, dejaban ese mundo sin poder saborear las mieles de la victoria cuando ya la tenían al alcance de la mano. Al menos uno de ellos lograría salir adelante y disfrutar de lo logrado, hacer realidad sus sueños. Zuyyi negó con la cabeza al escuchar las palabras del piloto e intentó sonreír, pero sus labios lo único que consiguieron fueron curvarse en una mueca de agonía.

—La suerte te... ha sonreído... a ti —dijo entrecortadamente. Cada palabra que pronunciaba era una tortura para la zabrak—. Diviertete... cumple tus... sueñ...

La voz se le apagó al igual que se apagaba su vida.

Fue duro, muy duro...

Dearky no recordaba cuando era la última vez que había llorado y a pesar de ello las lágrimas brotaron de sus ojos al ver como la vida de Zuyyi se apagaba. Verlos allí a los dos tirados, inertes, en el suelo de su nave fue terrorífico. Sin embargo, poco podía hacer hasta aterrizar.

El viaje hasta el destino fijado fue corto, sin embargo, se hizo largo. Echó de menos las quejas de Banks y comentarios ácidos de Zuyyi. Debía darles un final justo. 

Investigó sobre el veneno y tal como el soldado dijo se trataba de la sombra azul, de haber tenido el antídoto se podrían haber salvado. Al piloto le pareció oportuno enterrarlos en un campo de de la planta reeksa, tampoco tenía idea de como les hubiera gustado acabar cuando murieran, no era una conversación que hubieran tenido. Los despojó de sus chips de crédito, había mucho dinero en ellos para que se lo quedaran dos muertos, en su poder serían de más utilidad. Banks fue enterrado con su uniforme, casco puesto incluido, al pelirrojo le pareció oportuno hacerlo así. 

Sin duda Penbil tenía una vida por delante de prosperidad. Con compañeros quizás hubiera mal empleado el dinero, estando solo no había aventuras por vivir, por lo que tuvo tiempo para meditar que hacer. Sin duda lo que más le gustaba en la vida era pilotar y la mejor forma que se le ocurrió de demostrar que era el mejor fue participando en carreras. Las vainas de Tatooine fueron su primer destino, pero sus miras estaban puestas más lejos y cualquier tipo de carrera del universo le llamaba la atención. Total tenía dinero de sobra para dedicar su vida a disfrutar.

Y la galaxia demostró una vez más que era un lugar cruel, injusto y peligroso incluso para aquellos que tienen noble corazón.

A veces los sueños son peligrosos, la esperanza de llegar a algo mejor puede desembocar en un callejón sin salida.

El dinero cobra importancia en un mundo donde las posibilidades se abren a medida que el depósito está lleno, pero por el camino queda la sensación de que existen cosas más importantes como la lealtad, la ilusión, la confianza y vínculo que se forja cuando se viven las peores situaciones.

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La galaxia siguió siendo cruel y despiadada con el paso de los años bajo el yugo del Imperio, aquellos que no seguían sus leyes o se amoldaban a juicio sufrirían unas consecuencias nefastas bajo una falsa imagen de seguridad, sin embargo los que habían aprendido a sobrevivir en un entorno hostil mantenían aún la esperanza de que el mañana fuese un mundo mejor.

Nunca se sabía cuando podían surgir nuevas oportunidad incluso en mitad de una tormenta.