Partida Rol por web

En cuanto dejaste aquel mensaje por el comunicador sentiste que te habías quitado una pequeña carga, quizás no mental, pero si de responsabilidad. Quizás, esa pequeña información que habías sacado en conclusión tras el sueño determinaría un progreso para obtener respuestas o en su defecto para declararte como una persona desequilibrada.

De repente, ya despegados, escuchaste una respuesta en el comunicador, supiste reconocer la voz del capitán.

"Gracias por esa información Frercus, lo constataré con tus compañeros y si averiguamos algo nos pondremos en contacto contigo. Buen viaje y devuélvenos el droide de una pieza"

La pequeña nave de transporte tomó rumbo y se introdujo en el basto espacio adornado con millares de estrellas. La Mesopotamía desde la distancia parecía un diminuto punto gris en comparación con la gran embergadura que demostraba instantes después de abandonarla. El droide no tardó en darte algo de conversación ¿estaría programado para ello?

- Nos dirigimos a Delrakkin señor, hay un espacio puerto catalogado como seguro donde podrá seguir con sus asuntos privados, ¿puedo saber a qué se debe el comentario del capitán?¿tiene pensado desactivarme? -

No, tranquilo. No tengo pensado desactivarte. Pero gracias por recordarme que puedo hacer eso.

Luego se quedo callado un segundo. No le gustaban los droides más que a cualquier otro ladrón. Difíciles de contentar, difíciles de explotar, difíciles de entender, y sobre todo, difíciles de hacer callar en muchas situaciones comprometidas.

Sin embargo, podía sacarle algo de utilidad al droide. Seguro que sabía muchas cosas. Esas cajas de chispas y datos eran conocidos por tener mucha información útil escondida entre millones de informaciones inútiles.

Solo tenía que probar suerte, y total, no tenía nada mejor que hacer.

Bueno, amiguete de chapa. Que puedes decirme del planeta que será mi nueva fuente de ingresos. Vamos, que sabes de Delrakkin.

El droide no tardó en complacer tu demanda de información.

- Delrakkin es un planeta localizado en el borde exterior señor, dentro del sector Kallea y único planeta donde se ha detectado vida inteligente - hizo una leve pausa.

- Se trata de un planeta montañoso habitado por los Delrakkin, reptiles de las montañas, aunque hay un gran porcentaje de inmigrantes de otras especies. Nosotros iremos al espacio puerto de la capital, Ciudad Delrakkin - nuevamente se tomó una breve pausa

- Hasta el momento no hay actividad imperial detectada, no hay nada más de utilidad que pueda decirle señor -

Para Isseriol, aquel taller no representaba un lugar de interés. Tal vez por eso comenzó a silbar una tonadilla arkaniana, jugando con los pliegues de su camisa y esperando a ver que le contestaban a Renko.

El comandante no dejó de mirar a Renko y asintió

- Claro muchacho, estás ahora en tu hogar, así que quédate aquí el tiempo que desees. En la planta superior, cerca de los hangares estarán las habitaciones, allí podrás alojarte con tu compañero. Si a él no le importa seguiré mostrándole la Mesopotamia ¿de acuerdo? - comentó sonriente mientras miraba ahora a Isseriol.

- Mañana a primera hora nos reuniremos de nuevo los tres en la sala de misiones, cuando se la muestre a Isseriol te indicará como llegar -

El borde exterior más allá del control de eje Imperial. Seguramente iba de cabeza a una bola de fango, controlada por el Sol Negro o algún otro grupo igual de poderoso.

Sin duda no se iba a divertir. Además, Lock había desarrollado una intolerancia acuciada contra los reptiles. Era algo natural en su raza, y para qué negarlo. El tener a un par de Trandoshanos que querían verlo muerto tampoco ayudaba.

Cuando el droide finalizo su conversación diciendo que no había más información útil se sorprendía. Aquel robot era mucho más listo que los que había visto de su clase. Sobre todo porque sabía callarse a tiempo.

Sabiendo a donde iba, y sabiendo que su vida seguía siendo por fin, esa incertidumbre continua en la que todo giraba alrededor de la próxima comida, en vez de una ignota sensación de vacío espacial creada por el Imperio, estaba más tranquilo de lo que podía esperarse.

Durante un segundo se pregunto si no hubiera sido más fácil quedarse con los rebeldes. Amasar una fortuna pequeña, y dedicarse a dar esquinazo al peligro dentro de la Mesopotamia.

Se habían portado muy bien con él. Y aunque había sido por interés no cabía duda de que eran buena gente. Sin embargo, la sombra del imperio era algo difícil obviar. Y sabía que aquella gente estaba apocada al fracaso.

Con estas ideas, yendo y viniendo por la cabeza se permitió el lujo de cerrar los ojos y esperar a que aterrizaran.

Comprobaste que el Ithoriano e Isseriol se alejaron del taller tras haberte dado algunas instrucciones sobre qué hacer después. Ahora tenías al fin libertad para ir a donde quisieras y justamente el taller era tu objetivo principal.

Desde tu posición pudiste ver que los que allí trabajaban no dejaban ni un segundo de respiro, las chispas y los ruidos a otros les molestaría, pero quizás a ti te revitalizaban.

El Ithoriano te indicó que le siguieras, ibais a retomar la ruta donde se te mostraría el resto de la Mesopotamia, ahora en solitario puesto que Renko se había quedado en el taller y Frercus hacía ya buen rato que se separó del resto.

Caminasteis durante unos cuantos minutos más, te diste cuenta que el Ithoriano en realidad era bastante callado, tan solo hablaba cuando tenía algo importante o interesante que decir, quizás por eso es el que manda.

- Por fin hemos llegado - dijo señalando una puerta que estaba a varios metros de vosotros.

- Esta es la clínica, también posee en su interior un laboratorio. Aquí el Doctor Kan se emplea a fondo para aliviar todos nuestros males y coordinar a nuestros investigadores a desarrollar cualquier tipo de agente bioquímico que pueda sernos de ayuda, al igual que remedios y curas de gran eficacia. Como puedes ver este lugar es el que por desgracia todos terminamos visitando, ya sea para curar una simple enfermedad rutinaria o para curarnos alguna herida provocada por las misiones -

Con los ojos cerrados notaste el retumbar de la nave de transporte en el momento que impactó con la atmósfera del planeta.   Realmente lo más desagradable de las naves pequeñas era precisamente eso, que no dejaban de moverse cuando se trataba de un aterrizaje, pero peor sería que se hubiera desintegrado.

El droide te informó que en menos de dos minutos ya estaríais en tierra. Te deseaban una feliz estancia y te daba las gracias por tu colaboración con la causa rebelde.

Tal y como estimó la máquina, en dos minutos la nave tomó contacto con el suelo. La compuerta se abrió y el droide esperó a que salieras de ella para subir de nuevo la compuerta. Parecía que al final habías logrado llegar a tu destino, alejado tanto del imperio como de la rebelión, con el regusto aún a una pesadilla incómoda y a preguntas sin respuesta que se contrastan con hipótesis sobre qué es lo que ocurre a tu alrededor, de repente, luces de neón brillantes te sacaron de tus pensamientos, parecía que muy cerca del hangar donde te dejó la nave había una buena cantina donde recuperar el tiempo perdido.

Isseriol pareció recobrar la vida de repente, hacía demasiado tiempo que ejercía de forma ambulante, en consultas de tercera o clínicas improvisadas. Las máquinas de diagnóstico, el instrumental, los fármacos... todo lucía con orden y olía a desinfectante. El arkaniano se acercó y tendió la mano al Dr. Kan.

Es un placer saludar a un eminente colega, soy Isseriol, médico y genetistas. Espero que pueda serles de ayuda en algo, me gustaría colaborar.

Isseriol no había oído hablar de aquel hombre ni había leído nada publicado, al menos con ese mismo nombre. En general sabía que era mucho mejor científico que cualquiera de los que pudiera haber en aquella tartana espacial, pero por prudencia no se lo dijo. Sabía lo envidiosos que podían llegar a aser algunos colegas.

El humano conocido como Doctor Kan no dudó en estrecharte la mano y mostrarte una conciliadora sonrisa.

- Vaya comandante, no me dijiste que entre los recién llegados había uno de los míos. Un placer caballero, espero que tu estancia en la Mesopotamia sea de tu agrado, cualquier ayuda que nos podáis brindar será bien recibida ¿verdad? - comentó al Ithoriano.

El Ithoriano sonrió

- Claro que sí, aunque ahora deben centrarse en sentirse cómodos en esta nave e ir poco a poco encontrando su sitio, más adelante le explicaré como funcionamos, pero parece que este hombre tenía muchas ganas de conocer nuestras instalaciones  científicas -

Memorizó aquellas palabras del comandante, habitaciones en la planta superior, junto al hangar, por la mañana ya hablaría con el arkaniano para eso de la reunión.

Se adentró en el taller, mirando a un lado y a otro. Aunque lugares como ese le hacían sentirse como pez en el agua, en este concretamente se encontraba algo perdido. No podía coger cualquier cosa y empezar a toquetear, aquí no, por lo que se acercó a cualquiera que se hubiera tomado un descanso o no estuviera metido en faena.

-Disculpa, pero busco a quien esté al mando de este taller. Acabo de subir al Mesopotamia y aún estoy algo desorientado con todo esto. ¿Con quién tendría que hablar para prestar mis servicios de mecánico? -Renko dio un vistazo más a su alrededor, pensando qué le encargarían, luego centró su mirada en su interlocutor-

En el momento que entraste en el taller te diste cuenta que las personas que allí trabajaban te observaban. Era como si estuvieran vigilando que no tocases nada o que no estuvieras allí para "estorbar". No parecía haber nadie desocupado en aquel momento, pero un chico joven que allí trabajaba, humano, no tardó en atenderte.

Escuchó tu pregunta y sin dudarlo te señaló una puerta que había en el interior.

- Allí encontrarás al jefe, y buena suerte - sonrió y continuó trabajando.

Lock esquivo con facilidad las preguntas de los aduaneros del espacio puerto. Era un lugar pequeño, la nave se había marchado y el iba con lo puesto.

Echo un vistazo, el sitio parecía que prometía. Era feo, estaba lleno de gente, y seguramente fuera peligroso moverse por allí sin saber quiénes eran los verdaderos regentes de aquel chiste de urbe.

Camino en dirección a la cantina, pero lo hizo sin prisas, buscando con los ojos algún desgraciado que estuviera fuera de lugar. Algún matón paleto que estuviera buscando a quien zurrar.

Sus oídos por otro lado, iban filtrando todas las conversaciones que se cruzaban con él. Quería saber que se cocía. Si había algún problema en la zona, en los campos, en la ciudad. Si algún deportista famoso había ganado algo, o estaba a punto de hacerlo.

Todas esas cosas serian importantes antes de entrar en la cantina. Pues todas ellas eran informaciones más que útiles cuando se trataba de sacar ventaja a una situación complicada.

Renko, agradecido por las palabras del muchacho, dejó el taller para acercarse a la puerta que le habían indicado. No entendió aquello de buena suerte, pero tampoco era algo por lo que alarmarse.

Cruzó la puerta y se quedó a la espera de que alguien le recibiera.