Otro golpe en la puerta hizo que Aldo se girase de golpe, parecía que no le quedaba demasiado tiempo.
Poco podía aportar a la estrategia a partir de ahí, así que simplemente cumplió órdenes y se retiró con el resto a la bodega, esperaba que el FRED aguantase una vez se quebrase la línea protectora de la puerta de la bodega.
Me coloqué justo al final del grupo, apuntando hacia la puerta y preparada por quién o qué pudiera atravesarla. Mi obligación era proteger a mi unidad hasta el final, fuera cual fuese el peligro, y esa era mi intención.
-¡Entendido, señor! Protegiendo la retirada -informé, esperando a retroceder a que los demás fuesen retirándose en dirección a la bodega.
No era la primera vez que me veía obligada a actuar cerrando el grupo, y solo esperaba no tener que lamentar bajas, al menos, no del resto de miembros a los que protegía.
El SG-4, tras los pasos de Arkwuior, regresó hasta la zona por la que habían entrado a la nave unas horas antes. A través de la compuerta abierta podían constatar que la tempestad había amainado pero el cielo estaba cubierto por penachos de nubes que ocultaban parcialmente el sol mientras surcaban rápidamente el azul celeste. La temperatura había refrescado y alguna que otra ráfaga de viento fuerte soplaba en ocasiones, silbando al cruzar recovecos del casco. El agua goteaba perezosamente desde lo alto de la nave, si bien hacia estribor fluía un hilillo de agua casi constante debido a la ligera inclinación de la astronave accidentada hacia dicho lado.
Los segundos se desgranaban lentamente mientras esperaban el rescate, las armas en ristre y apuntadas hacia la puerta de la bodega. Si los artrópodos lograban reventar el acceso del puente, sólo sería cuestión de pocos minutos que llegasen hasta allí. La cuestión era ¿llegaría la nave de descenso antes?
El cielo se oscureció levemente al minuto largo de haberse apostado en la bodega. Un sonido semejante a un zumbido siseante se impuso claramente al resto de ruidos y la superficie del estanque situado a unos pocos metros frente a la compuerta se rizó. Al poco, los gases calientes de una eyección distorsionaron el aire sobre la alberca antes de que los tau'ri vieran aparecer, por fin, el fuselaje de un vehículo volador que se asemejaba a un lanzadera terráquea, salvo que mucho más corto, ancho y de alzado más bien rectangular, aunque con contornos redondeados y pulidos. Era de un color grís azulado y en un lateral se podían leer símbolos extraños iguales a la grafía del pueblo del piloto. Las alas eran anchas y cortas (su envergadura equivaldría aproximadamente a la anchura del casco) y su borde externo se curvaba ligeramente hacia arriba; partían de la parte inferior del fuselaje y tenían algo parecido a unos reactores encastados en el casco y sobre la superficie alar.
La nave de descenso maniobró en el aire hasta colocar su popa enfrentada a la de la astronave que había sido un refugio las últimas horas. Aun gravitaba sobre el estanque cuando una compuerta trasera se abrió y una rampa de metro y medio se extendió hacia abajo, con una inclinación de unos 30º. A ambos lados de la compuerta podían verse a dos individuos con uniformes similares al de Arkwuior, pero impolutos y con unas franjas negras a los lados en mangas y perneras. Sostenían un objeto alargado, estilizado y de contornos suaves y curvos, con lo que podía pasar por una culata en la parte posterior y un asidero inferior en torno al cual ceñían una mano. La parte frontal se curvaba hacia arriba a partir de una bocacha redonda y pequeña que sobresalía tímidamente de la estructura. En tamaño, sería algo más alargado que el MP-5 que llevaban Whiteface y Guerrero.
Tan pronto como la compuerta estuvo totalmente abierta, uno de aquellos alienígenas descendió por la rampa, saltó la corta distancia hasta el suelo y se acercó mientras hablaba en su lengua.
Es un tripulante de combate quien se acerca. Pregunta qué ocurre, por qué estamos aquí y apuntamos hacia el interior de la bodega.
Whiteface observó a la nave que venía a rescatarles. Se fijó en la aproximación y en los detalles del vehículo que podían resultarles a interés militar, y supuso que Guerrero estaría haciendo lo propio mientras los científicos pensarían en temas de ángulos, física, gravedad y teorías imposibles. Seguro.
Pero lo que más le llamó la atención fueron las armas de aquellos dos soldados. Pues claramente eran soldados. Su porte, su actitud... todo. Arkwuior vino a confirmárselo. Sin dejar de apuntar hacia el interior de la bodega, miró un poco de refilón a los recién llegados y asintió en dirección a Arkwuior.
- Diles la verdad. Somos viajeros, de otro pueblo... De otro planeta. Llegamos aquí y nos topamos con la tormenta. Te encontramos y colaboramos para encontrar la manera de enviar una señal de auxilio pero los insectoides de este planeta parece que nos han encontrado... y puede que solo tengamos un minuto o dos antes de que revienten esa puerta y nos coman a todos. - Explicó.
- ¿Serían tan amables tus aliados de sacarnos a todos de aquí? No somos hostiles para los tuyos, ni causaremos ningún problema. - Aclaró de nuevo.
Caminé cerrando el grupo hasta llegar a un punto seguro. En donde estábamos, debíamos ser capaces de aguantar lo suficiente como para que llegara la gente del piloto. Qué fuesen de fiar o no era ya otra cuestión, pero cada cosa a su tiempo. Como soldado, había aprendido a no adelantarme a los acontecimientos y a vivir cada momento con intensidad.
Tras entrar en la bodega y cerrarse las puertas, un sonido nos envolvió por todas partes, sirviendo de adelanto a la nave que estaba a punto de aterrizar. Maniobraba con relativa facilidad y finalmente, abrió una compuerta en la cual aparecieron dos tripulantes, aparentemente armados, flanqueando a un tercero que terminó por bajar de la nave.
Miré al mayor, preocupada. Sabía que iban a estarlo, pero no me hacía ninguna gracia comprobarlo al fin y tenerlos tan cerca. Todos oímos que dijo algo y el piloto nos informó de lo que estaba diciendo. Obviamente, solicitaba información sobre nosotros.
Yo miré al mayor, mientras respondía, y después me giré de nuevo hacia la bodega, vigilando que no entrasen esas criaturas en el último momento.
No sabían cuanto iban a tener que aguantar en aquella bodega. Había cierta tensión en el ambiente que fue rota durante el instante en el que aquel transporte de los amiguitos de Arkwuior hicieron acto de presencia.
El compatriota de nuestro anfitrión habló y el receptor del mensaje tradujo. Rápidamente, el mayor respondió con lo que había que decir. Aldo pensó que a Arkwuior le faltaba algo de iniciativa, lo lógico era contarle la verdad.
La explicación del piloto pareció tardar una eternidad. Tecleaba con rapidez sobre la pantalla del dispositivo mientras su compatriota echaba miradas recelosas sobre los tau'ri y la puerta de la bodega. El otro alienígena armado permanecía a la espera junto a la compuerta de la nave de descenso, su arma en ristre aunque sin apuntarla a ningún sitio en particular.
Entre tanto, casi cualquier ruido de la nave resultaba inquietante, un posible aviso de que los artrópodos habían reventado la puerta del puente y se acercaban en su busca. Aquella aparente tranquilidad resultaba más engañosa que una estampida de insectos extraterrestres gigantes, furiosos y quizás hambrientos, emergiendo de la nave siniestrada.
Por fin, Arkwuior terminó de redactar su explicación. El otro alienígena le hizo señas a su compañero en la nave de descenso, quien se puso alerta mientras el primero apartaba su arma (si es que lo era realmente) y tomaba el aparato traductor. Pareciera que le costase leerlo tanto como a Arkwuior le llevó escribirlo pero, en realidad, tardó menos de un minuto en leer el texto. Le gritó algo a su compañero antes de devolverle el artefacto al piloto, a quien le dirigió también algunas palabras. Luego, ambos alienígenas armados apuntaron sus armas hacia el hueco de la puerta que se abría a la bodega.
El piloto se afanaba por escribir algo apresuradamente.
Nos vamos. Estáis invitados a abordar la nave, pero los tripulantes no van a esperar a los artrópodos ni a que empeore el tiempo. Su intención es iniciar el ascenso a órbita en cuanto termine el embarque. No se os considerará una amenaza habida cuenta de vuestras acciones aquí, pero tendréis que entregar las armas antes de acceder al crucero, de acuerdo a los protocolos vigentes de la flota.
Si yo estuviera en su lugar, haría exactamente lo mismo. A cambio de subir a bordo de mi nave a cualquiera que solicitase mi ayuda, ya fuese por simple "humanidad" o por los servicios prestados, al menos le exigiría que me entregasen las armas, porque también tenía que proteger a los míos.
Miré al mayor y asentí con la cabeza para señalar que estaba de acuerdo, aunque él debía dar la orden final, y que estaba preparada para entregar la mía.
No me gustaba, pero era lógico y esperaba que no tuviésemos problemas. Pero claro, la alternativa de quedarnos allí, tampoco era mejor.
Al ver el asentimiento de Guerrero, Aldo hizo lo mismo miró a Alan y asintió.
- No parece que tengamos mucha alternativa - dijo acompañando a sus gestos.
Alan asintió a Arkwuior y luego miró a Guerrero primero, y a los científicos después.
- Entregad las armas y nos vamos con ellos. - Ordenó mientras entregaba su MP5* a los dos soldados de la raza de Arkwuior y asentía en su dirección.
- Démonos prisa. Ya habrá oportunidad de hablar con sus superiores. - Comentó pensativo.
*Master, he visto que mi pj tiene en la ficha una Beretta en una pistolera oculta (aunque no sé dónde). La entrego también si la llevo encima (no lo he descrito porque no sé dónde la tengo :D )
Editado por el DJ: Ese arma está en casa, en la Tierra. Forma parte de las pertenencias personales del personaje, no de su equipo de operaciones.
Tau'ri y alienígenas se apresuraron a embarcar sus personas y el equipo que pretendían rescatar. En ningún momento apartaban la mirada de la abertura al fondo de la bodega en la nave siniestrada, temerosos todos de un enfrentamiento con un oponente cuya fuerza y número desconocían.
El interior de la nave de descenso era amplio si tenían en consideración las medidas del vehículo. A cada lado del compartimento posterior había una fila de asientos, ocho sitios por banda, con cintas y barras de sujección abatibles. La tapiceria era de algún tejido sintético que no parecía pensado para proporcionar gran comodidad, pero si cierta sensación térmica regular. Conforme se sentaban, los tau'ri se percataron de que el asiento que ocupaban no estaba especialmente frío pero tampoco se calentaba excesivamente con el calor de sus cuerpos. Un tercer tripulante de la nave salió de la cabina de mando para ayudar a asegurar en el centro del compartimento de carga los extraños, para ellos, instrumentos del SG-4 y los pocos útiles que Arkwuior había creído conveniente recuperar.
Apenas habían asegurado el último enganche que sujetaría el FRED y sólo quedaba uno de los tripulantes armados por acomodarse en su sitio (habían distribuido a los tau'ri de dos en dos en cada banda de asientos y los "soldados" alienígenas se apostaban de forma diametralmente opuesta, con uno en el extremo interno de la bancada, cerca de la cabina, y el otro en el extremo externo, junto a la compuerta) cuando una criatura salió a la carrera de la bodega del crucero de Arkwuior. Era como aquellas a las que Alan, Aldo y Fern se enfrentaron durante el descenso por los tuneles, pero más grande, casi del doble de tamaño, y su caparazón quitinoso era más rojo y brillante si cabía. El alienígena al lado de la compuerta alzó su arma, si bien no disparó. En su lugar, accionó un panel de control cercano a unos pilotos que refulgían con una luz anaranjada y gritó algo.
La nave de descenso se sacudió. Aquel alienígena se tambaleó y tuvo que buscar apoyo en las barras de sujección de su sitio. Se produjo una segunda sacudida y el suelo empezó a descender. Los tau'ri, sin embargo, sabían que era la nave la que se elevaba, aun con la compuerta abierta. Eso les permitió ver cómo el artrópodo se acercaba pero, afortunadamente, el ascenso pronto les situó fuera de su alcance. La compuerta comenzó a cerrarse, lenta pero segura, sin hacer ruido alguno y el "soldado" de la puerta se acomodó correctamente en su sitio mientras lanzaba una mirada de alivio a su colega al otro lado del compartimento.
No había ventanas laterales, un hecho en el que no habían caído mientras permanecían en la nave estrellada. Sólo se podía ver el exterior estirando un poco el cuello para mirar por la puerta de la cabina. Allí, delante de los pilotos, tenían una ventana estrecha y alargada por la que se veía el cielo. Durante un par de minutos, el ascenso era vertical, como si de un VTOL de la Tierra se tratase. Atravesaron una nube gris, que oscureció levemente el interior de la nave, mientras continuaban ganando altura hasta que, finalmente, con un rugido lejano, los cohetes o reactores o el modo de propulsión exoatmosférico que utilizase el vehículo les impulsaron a gran velocidad contra un firmamento que se teñía de azul marino con cada kilómetro de altura.
Unos veinte minutos después, un manto negro salpicado de titilantes estrellas era lo único que se avistaba por la ventana. El ángulo de ascenso no permitía ver la superficie del P8X-362 desde sus sitios a los tau'ri aunque si alcanzaron a ver un punto argénteo grande, que crecía al acercarse. En unos pocos minutos más, el crucero patrulla era visible y se alcanzaban a distinguir la mayoría de sus detalles. Era similar a la nave donde se guarecieron en la superficie, aunque sólo habían visto una pequeña parte del casco bajo un aguacero. El diseño del casco se asemejaba al de la nave de descenso (y, por tanto, recordaba a los tau'ri a una lanzadera de la NASA en gran medida) pero el crucero tenía un doble juego de alas cortas y curvadas; el principal estaba en la sección central del fuselaje, con el encastrado en la parte inferior, mientras que el segundo par era más pequeño y se hallaba hacia popa, con el encastrado en la parte superior del casco, sobre los motores. Aunque el detalle más desconcertante en el diseño del crucero era la extraña silueta que sugería que faltaba una parte del casco en la sección inferior delantera, ligeramente por delante del par de alas delanteras.
El hecho de que la nave de descenso iniciase maniobras dirigidas hacia esa sección concreta podía ser una respuesta o una simple coincidencia.
Últimas preguntas, planificaciones de última hora, últimas voluntades de vuestros personajes,... éste es un buen momento antes de pasar a la escena final (si no surjen complicaciones *silba inocentemente*).
Una vez hubimos entregado las armas, todo fue bastante rápido. Suponía que ellos se fiarían tanto de nosotros, como nosotros de ellos, pero lo cierto era que habíamos compartido un tiempo con alguien de su misma especie y era evidente que estábamos necesitados de ayuda, por lo que al final, la lógica solo me llevaba a hacerme la pregunta de si ellos podrían tener algún motivo oculto.
Esperaba que no, porque estábamos completamente indefensos.
La nave era amplia y había sitio para todos. Conforme nos fuimos sentando de dos en dos, me sentí reconfortada por la calidez de la nave, pero inquieta por hallarme en una nave extraña. Cuando una de aquellas "hormigas" gigantes hizo su aparición en la bodega y se dirigió hacia la nave a toda velocidad, hice amago de levantarme, aunque no terminé de hacerlo, más que nada porque en primer lugar, ya me había abrochado el cinturón y en segundo lugar, porque la nave comenzó a elevarse, alejándonos del peligro.
Más relajada, pero no tranquila, volví a sentarme y me agarré a los brazos del asiento mientras despegábamos.
La nave se alejó de aquel planeta en el cual había estado a punto de morir, en dirección hacia el espacio, y una vez fuera de órbita, todos elevamos la cabeza para conseguir ver un atisbo de lo que nos esperaba delante. El crucero de patrulla no tardó en hacerse visible y parecía evidente que en cuestión de pocos minutos, la pequeña lanzadera atracaría en una de las zonas del mismo.
Entrar en una nave mayor podía significar estar rodeados de todavía un mayor número de posibles enemigos, por lo que mi nerviosismo no disminuyó en absoluto. Solo cuando estuviésemos a salvo, podría respirar tranquila.
Al llegar la nave alienígena se miraron los del equipo y enseguida comenzaron a mirar inquisitivamente a los recién llegados sabiendo que estaban a su merced en ese momento, con cierta reticencia ayudaron a lo que sería la carga del equipo que podían llevar en el nuevo transporte, no miraban mucho a los nuevos, estaban concentrados en lo que tenían que hacer antes de que cediesen las puertas de la nave y se enfrentasen a lo que se abría paso hacia ellos.
Habían seguido las instrucciones de sus rescatadores mientras aseguraban todo el equipo que habían llevado al planeta hasta que finalmente se sentaron en los asientos que les asignaron. Por suerte finalizaron antes de que esas hormigas gigantes lograsen abrirse paso hacia ellos y eran realmente terroríficos los especímenes que aparecían. Fern entendió lo que hubiesen pasado los tripulantes de la nave para lograr sobrevivir, por suerte a ellos los habían rescatado y se alejaban del lugar hacia el espacio y quién sabía después.
- Hemos escapado de esas criaturas, pero ahora veremos lo que podemos hacer con nuestros nuevos "amigos", espero que pueda ser así. Miraba con curiosidad a los tripulantes o soldados que nos habían sacado del hostil planeta, se podía ver la relativa tranquilidad de todos, a ver lo que podía durar.
- Hola soy Fern Andrews, mucho gusto en disfrutar de su hospitalidad y muchas gracias por sacarnos del lugar. El científico esperaba que pudiesen apreciar buena voluntad en sus invitados.
Alan había permanecido atento durante todo el tiempo que estuvieron cargando el FRED y el resto del equipo en el interior de la nave de rescate. Su instinto guerrero, o de supervivencia, se había centrado únicamente en la posible irrupción de aquellos artrópodos, pero por fortuna ésta no sobrevino.
O al menos no hasta que tenían todo el equipo y a todas las personas a salvo en el interior de la nave. El Mayor pudo comprobar la eficacia de los sistemas de propulsión de la tecnología de sus salvadores al ver cómo se elevaban y se alejaban del peligro. Luego no pudo observar mucho más mientras continuaban ascendiendo, salvo algún estiramiento de cabeza para tratar de atinar a ver algo por la cabina.
Aprovechó ese rato para intentar relajarse y hacer algunos ejercicios de respiración. Les esperaba una buena dosis de diplomacia por delante, primero si querían que los amigos de Arkwuior les llevaran hasta algún Stargate, y segundo si querían tener la oportunidad de unos nuevos aliados para los Tau'ri.
Whiteface no parecía intranquilo por haber depositado sus armas en manos de aquellos alienígenas... es más, trataba de mostrar una postura relajada y un semblante tranquilo y cómodo. Sabía que, fuera o no fuera así en realidad, era mejor para los suyos si les transmitía total tranquilidad.
Asintió en dirección a Andrews con una pequeña sonrisa cuando éste se presentó ante sus nuevos anfitriones. Aunque él esperó de momento a que fueran los otros quienes iniciaran algún intento de conversación con ellos. Conocía cómo funcionaban los militares, fueran de la raza que fueran. No tardarían en llegar las preguntas, y seguramente, por separado a cada uno de ellos.
Guerrero estaba en silencio, y aquello no podía ser una buena señal.
- Ya estamos a salvo, Sargento. - le dijo intentando sacar un tema de conversación. Ella era la que peor lo había pasado de todos, y sobre todo en aquella infernal tormenta. Por suerte para el grupo y para el Mayor, Guerrero había resultado ser dura de cojones y había aguantado todo aquello. Alan estaba algo preocupado por la salud de ella, y quizá fuera conveniente que la viera un médico, aunque fuera de los amigos de Arkwuior... pero no sería él quien lo sugiriera.
A pesar del aspecto, claramente foráneo de aquellos transportes de los colegas de Arkwuior, Aldo podía ver ciertas similitudes con algunos diseños de la Tierra.
Para cuando acabaron de prepararse, con el FRED anclado y todo, el artrópodo súperciclado entró como un elefante en una cacharrería. Aldo miraba con cierta preocupación el exterior mientras se elevaban ¿Qué hubiera sido de ellos si todavía estuvieran ahí? Aunque no merecía la pena pensar demasiado.
Miró a sus compañeros mientras se elevaban. Comenzó a pensar en el asiento y soltó el comentario que creía, relajaría el ambiente.
- Deberíamos llevarnos esta tecnología a la Tierra - dijo dando palmaditas a su asiento refiriéndose a aquel tejido -. Se acabó el darle la vuelta a la almohada - concluyó.
Andrews se presentó, buscando generar un canal de comunicación con sus nuevos "colegas".
- Yo me llamo Aldo Evans - dijo -. Gracias por ayudarnos.