Partida Rol por web

Diego arremete contra Jorge sin dudar un segundo, confiando en que Facundo y Martin lo seguían a la par pero justo en el borde de su vista permiteral.
Aun su cuerpo subconscientemente recuerda la mejor táctica para taclear a alguien, de sus días de rugbyer adolescente.
Arremete contra la cadera de Juan apoyando todo su hombro en las mismas y la masa generada por la potencia de sus piernas, logra hacer un tacleo técnicamente perfecto.

Cuando se abrió la puerta, Ernesto tuvo uno de los déjà vu más terribles de toda su vida. Las imágenes se superpusieron todas de golpe, como fantasmas corpóreos y tangibles, dejándole por unos segundos paralizado y ciego. La puta madre que los parió a todos, está pasando de nuevo. Sentía el sudor frío bajando por la palma de la cual colgaba la lámpara que estaba aferrando con excesiva fuerza. Otra vez. Está pasando otra vez. Fue cuando Facundo y Martín amagaron con hacer algo y no pudieron que Ernesto empezó a reaccionar, llevado por un impulso primitivo y latente. Para cuando Diego logró ese tackle perfecto, que le hubiese hecho ganar un puesto en el CASI o en el SIC*, ya estaba de nuevo en sus cabales.

Hijo de puta.

Las cejas de Ernesto tapaban sus ojos cuando se acercó a zancadas al hombre tirado en el suelo.

No vas a hacer lo mismo que el otro. Te lo juro por mi vida.

Levantó la lámpara, enarbolándola como el cetro del mayor emperador, y descargó un golpe seco en la nuca del descontrolado. Liso, directo y único, aplicando la fuerza necesaria para noquearlo, pero con cuidado de no matarlo sin más.

Cuando Alicia, Josep, Kike y Raúl entran en la recepción del edificio, encuentran una escena quizá no muy diferente de lo esperado, pero sin duda impactante. Sus Diego, Facundo y Martín están echados sobre Jorge, el otro trabajador de la finca, intentando sujetarle entre los tres a pesar de los esfuerzos rabiosos que hace él por soltarse. Así sujeto es blanco fácil del golpe de Ernesto quien, con una lámpara de bronce en la mano, da un mazazo a la cabeza de Jorge. El trabajador se derrumba a plomo tras un espeluznante sonido... metálico.

Pero qué demonios y re tuétanos está pasando aquí.

Esperaba otro tipo de problema, un animal salvaje, un problema técnico. No que estuvieran reduciendo a un hombre, que como mucho aporte a la humanidad había sabido atarse los cordones el solo aquella mañana.

Estaba atónito, pero no se quedo quieto, empezó a buscar algo que les pudiera ayudar para maniatarlo. Aunque eso dependía de cual fuera la explicación para semejante despropósito. 

Cuando siente que Juan deja de retorcerse se levanta y toma el garrote, jugando con el lo tira para arriba haciendo que este de una vuelta y vuelve a caer por el mango en la mano de Diego. Mira de forma seria al grupo

-Bueno, se que es un momento tenso, pero no quiero dejar de remarcar que soy el que tiene el garrote mas grande en esta habitación.

Para luego volver a sonreír.

-Ernesto, intentas llamar a la policía y una ambulancia? Y yo mantengo controlado a Facundo para que no se robe ninguno de los dos vehículos.

Con una mirada de desdén Facundo se pone de pie y pasa las manos por sus ropas, eliminando algunas motas de polvo, para verse tan "presentable" como de costumbre

- Si, si, llamemos a la policía - afirma - y mientras tanto intentemos averiguar porque se nos hechó encima, así. O mucho me temo que nosotros lo vamos a acompañar -

Una vez que el locutor decide que ya está preparado para enfrentar a una cámara mirar a su alrdedor hasta detener sus ojos en Martín - Sabés donde hay algunas cuerdas... antes que nada yo me ocuparía que este no se nos pueda escapar - le pregunta, reconociendo su presencia

-Sí, sí, claro está. Voy enseguida a por ellas.

Responde Martín a Diego levantándose a su vez, aún atónito.

Y se queda un segundo parado, para salir al siguiente hacia el cuarto de los aperos de jardinería, no muy lejos, y volver con ellas.

-Señor Ernesto, yo iría a ver las grabaciones, no pude llegar a verlas antes. Y debe estar allí la clave de todo, porque por eso se me echó Jorge encima, no creés? -Hablaba mientras intentaba atar al guardés. Pero acabó por tender el cabo a Facu- ¿Podés atarlo vos, señor Facundo, y yo me acerco al botiquín? No vaya a desangrarse el tipo, por hijo de puta que sea...

Consegguir un cabo con el que atar a Jorge es cosa de un minuto. Martín solo tiene que mirar bajo el mostrador de la entrada, donde se guarda una caja de herramientas. Allí hay cuerda y cables, cualquiera de los cuales pueden hacer servir de ataduras.

También está allí a mano el botiquín, que abre Martín mientras Facundo ata al asaltante y Ernesto hace la llamada o al menos comprueba la cobertura. Pero dos hechos de mal presagio se producen de golpe.

Martín examina la herida y encuentra que sangra poco, lo cual podría explicarse en la placa metálica, ahora ligeramente abollada, que asoma bajo el cuero cabelludo de Jorge. Apenas asoma un par de centímetros de largo por medio de ancho, pero es posible que la placa sea más grande bajo la piel.

A la vez, Ernesto abre el móvil y comprueba que hay cobertura, intermitente, pero la hay. El problema es otro: al intentar marcar, un fuerte pitido de interferencia, como si el micro se acoplara con otra señal, sale del aparato.

- Perfectamente atado - comenta el locutor tras verificar que Jorge no podrá liberarse sin hacer gala de una fortaleza inhumana

El carilindo observa la tarea de Martín y no puede menos que sorprenderse ante la extraña placa metálica. Casi sin darse cuenta vuelve a verificar las manos atadas y con su índice flexionado golpea el brazo de Jorge, esperando que la consistencia de ese brazo no sea tan metálica como la de la cabeza

La consistencia no es metálica, aunque sin duda es un hombre fuerte y el hueso no es blando. Pero no, no crees que su brazo sea de metal.

- Parece que es solo la cabeza - comenta Facu, más aliviado de lo que aparenta - Quizás alguna operación? - trata de justificar la pieza metálica

Fue el pitido lo que termino por hacer que Josep se moviera como si el diablo le hubiera mordido el culo.

Llevaba unos minutos mirando la placa de metal de la cabeza, y aunque era posible, incluso lógico, que fuera de una operación, al escuchar el acople del móvil de su jefe supo que tenían otro problema entre manos.

Se acerco rápidamente a la cabeza del hombre inconsciente y palpo la frente buscando con los dedos donde acababa la placa.

Esto me lo podía esperar en Inssbruck, o en algún lugar perdido de Alemania, pero no aquí en argentina.

Hacía años que nadie tenía constancia de nada de esto. Me parece increíble.

Obvio el detalle de que jamás se le hubiera pasado por la cabeza. Por estar pendiente de los misterios del más allá, no había caído en que aquello podía ser más mundano, y terriblemente más peligroso.

Hace años que los alemanes nazis crearon un prototipo de aparatos para controlar a los agentes enemigos. Aunque parezca una locura sacaron sus ideas del verdadero Doctor Frankestein, no el de los cuentos y películas, el verdadero.

Había empezado de nuevo a recitar su mantra, y ya no estaba escuchando nada de lo que había a su alrededor.

Parece que alguien ha conseguido dominar la técnica, y tenemos una zona infectada de reploides.

Soltaba palabras sin sentido, o con mucho sentido, según se viera. Giro el cuello del hombre, y busco muy de cerca en su nuca, y tras las orejas, señales de manipulación de la piel, punzadas, o cicatrices.

Y solo a un tiempo miro a Facundo serio y dijo.

Y puede que tenga más fuerza que un humano tipo, yo que tu lo volvía a atar con algo más duro.

Las palabras del extraño cura-locos, parecían fruto de la mas absoluta locura, pero, visto lo visto, Facundo no se animó a descartar que hubiese algo de cordura en las mismas

Tomando los cables Martín les había acercado y aún no había utilizado, realizó una nueva atadura sobre la anterior pasando los cables una y otra vez alrededor de las muñecas del desvanecido Jorge y atando los extremos de todas las formas que le permitía su imaginación

- Que carajo será un reploide - se lo escuchó murmurar mientras volvia a pasar los cables entre las muñecas - Frankestein... esto es ridículo - meneó la cabeza mientras continuaba con su tarea utilizando uno y otro trozo de cable para asegurar que las manos quedaran inmovilizadas

Le miró con una mezcla de escepticismo y admiración. Martín era un chaval, y bastante dado a la fantasía. Pero lo que acababa de soltar ese hombre de acento extraño...

-Pero... ¿qué contás...? ¿Que el tipo es una especie de... puto Terminator...?

Volvió los ojos a la placa metálica. Y sacudió la cabeza.

-Pues si es eso, sonamos. Ni los cables van a sujetarlo, si se recupera. ¿Alguno de ustedes es doctor? Quizá podría chutarle algo fuerte que lo mantenga fuera de juego, digo yo.

El pitido se hace audible al acoplarse el movil a lo que sea que está emitiendo-espera no lo apagues puede que pueda seguir la señal asta su lugar de origen- y empiezo a trastear con mi ordenador para coger la señal y usarla como un localizador.

El parasicólogo escucho lo de Terminator y se le pusieron los ojos en blanco.

Paparruchas.

Susurro para sí. Aun así, era normal que nos neófitos en parasicología se dejaran llevar por las boberías de Hollywood para entender las cosas.

No obstante el comentario de la siempre inteligente y diligente mujer le activo de nuevo.

Sin duda, debemos seguir esa señal, y una vez encontrado el foco de emisión desconectarlo, porque puede que el joven no se equivoque en que quizás no podamos retenerlo con las cuerdas.

Como siempre, hablaba con una terrible convicción, aunque era más que probable que lo que decía fuera una de tantas bobadas que solía decir. 

- Me cago en Dios - dijo Ernesto, de golpe.

Llevaba en silencio desde que la lámpara había dejado al desquiciado fuera de combate, y se había limitado a dejar que los demás hablasen mientras él intentaba organizar las cosas. La experiencia le había enseñado que era mejor no reprimir la histeria colectiva. Mejor que dijeran todo lo que tenían que decir, que claramente era mucho, en ese momento y no reventase como un globo en el momento menos indicado.

Tal como pasó en España, en ese pueblo de re putísima mierda.

Por eso, aunque estaba con un ojo de halcón supervisándolo todo, se limitó a dejar que hicieran lo suyo y a llamar a la policía, a la ambulancia, al grupo Halcón* y a todo aquello que fuera necesario. Y podía jurar por sus hijos que hacerlo no le daba ningún placer. Lo único que falta es que venga el Ejército. Los cago a trompadas. Ofuscado por sus propios pensamientos, frente al primer encuentro con el pitido, lo consideró una casualidad, y dejó la comunicación abierta para esperar a que se detuviese. Tras que se sucedieran una ristra interminable de segundos sin efecto, ya habiendo transfigurado el gesto por el descubrimiento de la placa de metal y las observaciones del catalán, fue cuando habló finalmente.

- Me cago en Dios.

Lo cual no era una forma elegante de reintroducirse a la conversación, pero era la suya.

- A ver. Antes de la paranoia, lo principal. ¿Está vivo? ¿La placa se movió de lugar, se le está saliendo el cerebro por algún lado? - preguntó a Facundo, mientras se agachaba a mirar la placa de metal de cerca - Tomá, Alicia. Todo tuyo, por si podés hacer algo - agregó, entregándole su móvil a la española, para que hiciera lo suyo. Inmediatamente luego, bajó un par de dedos al cuello de Jorge para comprobar su pulso - Si este metal es el resabio de alguna operación que haya tenido, estamos jodidos. Con el golpe, el tipo se muere acá si no encontramos un médico - Ernesto hablaba serio como una tumba, con la expresión pétrea - Átenlo con lo más fuerte que haya, y vamos a ver si podemos moverlo, porque quizás sea mejor encerrarlo si vuelve en sí. Mientras tanto, vamos a organizarnos.

Me cago en Dios.

- Vamos a intentar encontrar la señal de origen, entonces. Alicia ya está con eso. Josep, vos podés colaborar con ella - señaló, sin atisbo alguno de broma. Hay que mantener a éste ocupado, o va a terminar como Frantisek - Martín, vos, tres cosas. Primero, un lugar donde meter a este hombre y donde en todo caso podamos dejarlo encerrado. Segundo, las cintas. Hay que verlas, si eso es lo que lo volvió loco a éste - miró al muchacho, y luego a Diego y a Facundo - Ustedes dos, ayúdennos con este tipo. Y Diego, vos después vas a poder dar una mano con las cintas, que sos el que sabe de eso, ¿de acuerdo? - volvió la mirada a Martín - La tercera cosa: un teléfono de línea. Esa señal no es de aire y no se bloquea tan fácil. Y si tenés un walkie talkie con el que te comuniques con la gente de acá, lo mismo. Facundo, andá a donde Martín te diga y tratá de llamar a la policía desde ahí. Kike te acompaña.

Se quedó mirándolos a todos, esperando que Martín le respondiera y que el resto reaccionara. Alguien tenía que mantener la cordura, y siempre le tocaba a él.

Me cago en Dios.

Por suerte Ernesto había comenzado a organizar al grupo. Facu muchas veces se había quejado, para sus adentros, de la poca paciencia que solía demostrar con sus subordinados pero, cuando realmente las cosas se salían de madre, Ernesto sabía como reaccionar... por suerte!

- Creo que más no lo puedo atar - Facundo insertó su bocadillo mostrando la maraña de cables que ataban las muñecas una y otra vez. Con alguno cables entre ellas, con otros, respecto a los codos, algunos otros rodeandole el torax y, hasta un cable perdido, que se enroscaba en las rodillas del desmayado "reploide"

- Y sobre el cerebro... eh... que decir? - murmuró mientras intentaba verificar los daños en la cabeza sin mancharse los dedos - Y si, yo hago las llamadas - aseguró esperando que el "che pibe" del hotel le indicara la ubicación del teléfono lo antes posible. Eso era mejor que tocar esa cabeza infecta. Llena de pelos y de chapa y de vaya a saber uno que más!

Los segundos pasan demasiado, demasiado espesos. Todo se agolpa sobre ellos y los descubrimientos son demasiado duros y repentinos. Facundo comprueba que, en efecto, la placa parece firme en su posición y no hay sesos esparciéndose por ninguna parte. Parece bastante amplia, pero imposible saber cuánto. Ernesto encuentra el pulso, quizá lento para su gusto, pero no él no es médico; Jorge está vivo y eso basta de momento.

Allí mismo, en recepción, hay un teléfono fijo que Martín tiende a Facundo tras limpiarse el locutor un rastro de sangre con una factura en blanco. El locutor lo levanta al oído y... Maldición. No hay línea. Martín sabe que debería haberla, así que... ¿la habrán cortado? Después de todo, hay gente alrededor de la finca...