Después del largo tiempo pasado en tierras lejanas, uno de los amigos vuelve deseoso de reencontrarse con el resto del grupo para descubrir una serie de sentimientos que no había tenido nunca...
Kromwill Rojoalbor
Debido a un reciente viaje con su padre, había estado un par de años fuera de la aldea. Se fue con 11 años y medio, despidiéndose de sus amigos. Aunque todos sabían que era un traslado temporal por unos asuntos de su padre, era duro para unos niños como ellos separarse tras toda una vida juntos. Fue especialmente duro para Elius, ya que estaban muy unidos.
Sin embargo, mientras avanzaba junto a su padre por el camino del norte, una brisa le trajo el olor familiar de los jardines del templo, y supo que estaba cerca de casa.
-¡Vamos papá, ya hemos llegado!
Su padre, con una sonrisa, le dejó ir corriendo al pueblo. Para alguien que se había pasado la vida luchando, era gratificante comprobar cómo su hijo disfrutaba de una infancia que él no tuvo, y quería que eso durara el máximo tiempo posible.
Lo cierto es que en la ausencia Kromwill había crecido sus buenos centímetros, y cuanto más crecía, más ancho de hombros y fuerte se iba haciendo. Algunos de los ancianos del lugar, al verle llegar, creyeron por un momento estar viendo a su padre de joven, y no a él, pero pronto la ilusión se disipó, ya que ésa sonrisa era inconfundible. Aunque esto lo supieron más adelante, no sólo había crecido físicamente. La pubertad se empezaba a abrir camino, y las chicas empezaron a interesarle, como a cualquier chico de su edad...bueno, realmente, bastante más que a cualquier chico de su edad.
Lo primero que hizo fue correr a la casa de Elius, pero le informaron de que había salido al bosque a recoger algunas hierbas, a si que se encaminó al templo, ya que sabía que encontraría a Gloria en él.
"Qué bueno es volver a casa" pensó el joven, mientras corría por esas calles que le eran tan familiares "¿Cómo estará Gloria? La última vez que la vi fue cuando nos despedimos, cuando la lleve corriendo a caballito por última vez...Bueno, pronto lo averiguaré".
Al llegar a las puertas del templo, llamó con bastante energía. Al salir el sacerdote para abrir, y regañar a aquel escandaloso, se encontró con un chico de 13 años que ya casi le alcanzaba en altura, y que se lanzó riendo a abrazarle. Al pronto, lo reconoció como Kromwill, y tras el acostumbrado sermón por ser tan escandaloso, sonrió y le dijo:
-Me alegro de que por fin estéis de vuelta, y sin duda no soy el único.
-Supongo que no, pero Elius no está en su casa, a si que...
-...venias a ver a Gloria, ¿no? Muy bien, pasa, pasa...Pero es más callado, al fin y al cabo, esto no deja de ser un templo.
El sacerdote observó, con un suspiro de resignación y una sonrisa, como el joven iba corriendo por los pasillos, y como el sonido de sus botas y su risa resonaba entre las piedras del edificio. Por fin, llegó a la habitación de Gloria, y la abrió de golpe sin contemplaciones:
-¡Gloria, he vuelto! ¡Me alegro mucho de...! Vaya...
Gloria
Hacía ya un año y medio, un largo año y medio que Kromwill había partido con su padre, era un chico que le llenaba de tranquilidad a la joven sacerdotisa, que aun no había sido nombrada el día que Kromwill partió. Pero ahora a su edad de 11 años y medio era una más de aquel templo, una hermana más y una servidora más de Oxidion. Con un poder que día a día iba en aumento.
Gloria había notado algo extraño en el ambiente del equilibrio de aquella ciudad, pero una sonrisa arrancó de sus labios cuando las puerta de su habitación se entreabrieron fuertemente y ella estaba medio vestir. Lo que Kromwill pudo ver era como terminaba de poner el último tirante de su buena y resplandeciente nueva túnica de sacerdotisa, de un tono azul como su cabello, que había crecido muchísimo y estaba recogido en una larga trenza.
Se dio la vuelta para dar a ver un cuerpo que iba cambiando por momentos. Sus senos estaban desarrollándose pero aun no eran como de una completa mujer, sus mejillas antes pálidas ya daban un rubor precioso a su cara, y la venda que cubría sus ojos era del mismo tono y material que la túnica que portaba.
-Kromwill.
Dijo únicamente el nombre del chico, y caminó hacia donde estaba como si pudiera verle, en verdad no físicamente, pero su si aura llena de vitalidad y arrojo.
-Como te eché de menos Kromwill.
Se acercó y lo abrazó sin pudor, aunque cuando se separó si tenía sus mejillas rosadas, mucho más ruborizadas que antes, y sonrió ampliamente inclinando su cabeza para "mirarle" al rostro.
-Cambiaste mucho, estas...muy grande - rió levemente para luego separarse un paso, y por así decirlo, dejarse ver.
Kromwill Rojoalbor
El chico se sonrojó visiblemente. Unos segundos antes, y probablemente habría visto algo que habría hecho todo bastante violento. Cuando pudo quitarse la sequedad de la boca y recuperó la voz, dijo:
-Tú también has cambiado Gloria, estás preciosa...lo que no sabía es que el sacerdote era un dragón, para esconder semejante tesoro en éstas profundidades.
Tras ésa última puntilla, soltó una sonora carcajada
Gloria
-Tú, y tus adecuados comentarios Kromwill, pero bien sabes que mi belleza es comparable a muchas nobles de este lugar, ellas son recatadas, inteligente, cultas y bien vistas, yo...soy un bicho raro.
La verdad era así, la gente de la ciudad la miraba de soslayo, y aunque estuvieran acostumbrados a su presencia en aquel lugar, siempre hablaban en voz baja de la atrocidad de la naturaleza que era Gloria. Pero ella había aprendido a no hacer caso, aunque su rostro ahora estaba dirigido al suelo en señal de pena.
-Bueno cuéntame Kromwill, ¿cómo fue tu viaje? ¿Fuiste a ver a Elius ya?
Kromwill Rojoalbor
-Sí, pero no estaba en su casa, había salido a por unas hierbas...
Reparando en el decaimiento de la chica, le cogió con suavidad la barbilla y levantó su cara, mirándola directamente a la venda que cubría sus ojos, dijo:
-Escúchame. Nadie, absolutamente nadie, tiene derecho a borrar esa preciosa sonrisa de tu cara. Sí, hay chicas muy guapas ahí fuera, bien lo se...pero tú no te quedas atrás en absoluto, y eres más especial que todas ellas juntas. No por ser especial te haces rara, no al menos en ese sentido.
Dándole un abrazo, añadió:
-Eres una chica preciosa, y pronto serás una preciosa mujer. Y aunque todos paguemos un precio por nuestros dones, eso no nos hace peores, sino todo lo contrario.
Gloria
-Gracias Kromwill, no puedes hacerte la idea de lo que me reconfortan tus palabras, eres un chico muy especial.
Dijo mientras agradecía su abrazo con otro aun mas fuerte apretando con la poca fuerza que tenia la espalda del chico, o al menos lo que podía abarcar.
-Pero ven, cuéntame...
Decía mientras cogía sus manos y lo llevaba hacia su cama y ella se sentaba, dando unos golpes a su lado para que él se acomodara al lado de ella.
-¿Como ha sido tu viaje? Quiero saber que maravillas has podido contemplar allí fuera.
Gloria, aun no había salido con ellos en ninguna aventura, por lo que estaba ansiosa por las historias que Kromwill pudiera contarle, ya fueran reales o inventadas.
Kromwill Rojoalbor
Con una sonrisa, el chico se acercó y se sentó en la cama, que cedió un poco bajo el repentino aumento de peso.
-Bueno, realmente no he tenido ocasión de ver mucho. Mi padre tenía que viajar por unos asuntos, y fui con él. Lo que sí puedo decir es que el mundo es bastante grande, y hay muchas cosas ahí fuera.
Reparando en la expresión de Gloria, dijo:
-Pero no te pongas triste. Dentro de pocos años, tu adiestramiento acabará, y podremos viajar todos juntos en busca de aventuras, y podrás conocer tanto mundo que los de la aldea empezaran a mirarte con envidia por haber sido testigo de tanto...o mejor aún, con respeto, por haberte convertido en una auténtica heroína. Y entonces esos que sostienen que eres un bicho raro tendrán que reconocer que eres lo mejor que ha salido de éste tugurio-dijo, soltando una carcajada.
Gloria
Gloria rió con él ante sus comentarios.
-¿Yo heroína? seria digno de verse. Aunque muchas noche sueño con algo parecido, en que llego a ser reconocida por la gente y mis padres regresarían sin avergonzarse de quien era su hija.
Gloria, como bien sabían los demás, fue dada al templo a los pocos días de su nacimiento, y no conocía a sus padres biológicos, solo al sacerdote que se comportó como tal. Criándola y cuidándola desde su niñez, y en adelante, sabía que seguiría haciéndolo.
-Pero...me trajiste algún regalito ¿verdad?
Dijo realmente sonriente, esperando que Kromwill se hubiera acordado de ella en aquel tiempo que estuvo fuera.
Kromwill Rojoalbor
-Bueno...quizá sí, quizá no...-respondió, riéndose. -¿A quién queremos engañar? ¡Claro que te he traído algo!
El muchacho se levantó para rebuscar en el bolsillo trasero de su pantalón, y sacó una cadenita de acero de la que colgaba una réplica de una espada en miniatura, a modo de collar.
-Bueno, para esto, voy a necesitar que te recojas el pelo apartado del cuello... eso es. -Volvió a colocarse a su lado, y, rodeándole el cuello con sus brazos, cerca de ella, cerró la cadenita y dejó caer el colgante para que notara su tacto, además del sonido de la pequeña cadena.
-Eso es-dijo a su oído -y aquí está tu otro regalo...
Y le dio un beso en una mejilla, relativamente cerca de los labios.
Gloria
Gloria hizo caso de su amigo, recogiéndose el pelo y dejando su cuello al descubierto. Estaba deseosa de sentir y palpar su nuevo collar.
-Es precioso, gracias.
Logró decir antes de que su amigo, le otorgara algo que ella pensó no sentir nunca, un beso del sexo opuesto, y sonrió grata por aquel regalo.
-Gracias, muchas gracias Kromwill, por ambos regalos.
Se sentía feliz aunque a la vez triste, ella había descubierto, relativamente hacia poco, que había cosas que Kromwill hacía sentir en la joven que ningún otro lograba hacer sentir, pero ella, era aun una niña, tampoco quería confundirse. Ni hacerle daño a él, y además....ella no se sentía merecedora de que alguien se fijara en ella, había sido tanto el dolor que había sentido años atrás de rechazo y distancia, que algo así le venía muy grande, pero no lo dejó ver a Kromwill, simplemente le correspondió otorgándole otro a él, de la misma sutileza y lleno de cariño que el de él.
Kromwill Rojoalbor
Sonrojándose, dijo:
-Vaya, no sé por qué, esperaba una bofetada o algo similar -dijo, entre risas algo nerviosas. -En fin, cuéntame, ¿qué has hecho tú?
Gloria
-¿Bofetada? Quizás la hubieras recibido si no me llegas a pillar en un buen estado de humor.
Sonrió ampliamente ante la pregunta de Kromwill y se levantó dando una vuelta sobre sí misma, enseñando su nuevo atuendo.
-Ya soy una sacerdotisa en toda regla.
Paró de dar la vuelta, puso los brazos en jarra y asintió fuertemente y mostrando de nuevo su amplia sonrisa.
-Aparte de eso, no tengo demasiado que contar. Ya sabes que la vida en el Templo es muy aburrida, aunque aprendo bastante con mi mentor. No es oro todo lo que reluce, según se dice.
Kromwill Rojoalbor
-Vaya, pueden sentirse orgullosos de tener a una de las chicas más guapas del pueblo con ellos, seguro que la iglesia gana adeptos a pasos agigantados.
Tras una sonrisa, continuó:
-Yo de vez en cuando consigo practicar con mi padre con espadas de madera, aunque, ¿quién sabe? lo mismo acabo convertido en un aburrido granjero.
Gloria
Gloria alzó una de sus azuladas cejas mirándolo sin comprender.
-¿Granjero....tu? -se rió- No me hagas reír. Eso es poco probable, serás un gran espadachín como tu padre, o incluso... no, seguro que mejor. No desistas en tu empeño, y seguro conseguirás lo que te propongas
Luego volvió a coger las manos de Kromwill y se arrodillo ante él sentándose sobre sus propios talones.
-Y prométeme que cuando eso sea así, me protegerás de los augurios que puedan acaecernos.
Kromwill Rojoalbor
-Por supuesto, mi dama, no habrá rufián que se atreva a tocaros.
Y procedió a coger una mano y besársela, riendo por la broma.
-En fin, mi regreso merece que nos juntemos, ¡vamos por el resto!
Le costó un poco, pero al fin convenció a la nueva sacerdotisa para salir a ver a quien encontraban.
Gloria
Los pasos de la sacerdotisa resonaban junto a los de Kromwill. Mientras una sonrisa aparecía en su rostro. En verdad se sentía realmente bien al haber sido la primera a quien el joven había visitado, pero ella bien sabia que no habia sido la primera opción, pero le relajaba pensar en que ella había sido la primera.
-Seguro que los demás estarán deseoso de volver a verte Kromwill, te echamos todos de menos.
-Y especialmente yo. - susurró para sí.
No sabia que sentía por aquel joven, pero no lo daría a ver aun, tenia mucho que pensar, demasiado que crecer, miles de aventuras que vivir, ¿quién sabe si mas adelante no permanecía ese amor de niños?.
Gloria caminaba cual fantasma por los largos pasillos del templo, mientras que las sonoras botas de Kromwill la acompañaba. Le encantaba aquella despreocupación por no ser visto, cuando estaba tranquilo, en un lugar que conocía como la palma de su mano.
La joven recordaba las noche que Kromwill se había colado para visitarle y contar historias de miedo a la luz de una vela en la habitación de ella.
Una leve risita salió de sus labios, mientras que una de sus manos se dirigía sutilmente a sus labios para camuflarla.
Kromwill Rojoalbor
Las zancadas del chico resonaban por los corredores, ahogando las leves pisadas de la nueva sacerdotisa.
“Todo está casi como lo recordaba…excepto Gloria…ella esta, bueno…”
El joven se sonrojaba mientras estos pensamientos recorrían su cerebro. Era cierto que en su ausencia había conocido muchas chicas, y que cuando se despertó su interés, había intentado acercarse a varias de ellas, pero siempre sin resultado. Sin embargo, que Gloria no le rechazara tan abiertamente no era lo que le turbaba así…se sentía raro con ella, como más feliz que de costumbre…
Al salir del templo, enganchó de la mano a la chica, y dijo:
-Rápido, vamos a casa de Elius, quizá haya vuelto, o sepa dónde están el resto.
Y así, los amigos volvieron a encontrarse después de la falta de uno de ellos, y jugaron y charlaron a lo largo de todo el día, hasta que las cuatro lunas iluminaron su camino en la noche.
La época temporal es hace 13 años (y se dice pronto).
Guiado por las palabras de su amigo Elius, el draconiano decide tener en solitario el primer contacto con el que acabaría siendo su gran amigo el licántropo. Un primer encuentro lleno de magia, tanto nueva, la arcana, como los antiguos lazos que surgen de la tierra.
Gruntah
La luz diurna comenzaba a apagarse, dando vida a multitud de sombras. Sombras que ayudaban a los seres de tenebrosa mente a ocultarse para realizar fechorías, y facilitaba la vida a aquellos que eran diferentes. En el bosque cercano a la aldea, una alta y ancha figura se aproximaba a otra con lentitud, intentando no alarmarla.
- Los chicos me dijeron que podría encontrarte aquí. Eres Arbahin, ¿verdad? - dijo, alzando la escamosa mano el draconiano, protegido del frío nocturno por un manto de pieles - Yo soy Gruntah, creo que ya te han hablado de mí.
Arbahin
Arbahin supo que alguien se acercaba mucho antes de verlo, su oído percibió su llegada fácilmente en esa fría y silenciosa noche. No parecían pasos de cazador, ni de amenaza, era alguien buscando. Decidió quedarse allí y esperar. El extraño ser apareció de entre las sombras, cauteloso, se presento levantando su mano. Lo había visto con anterioridad, desde lejos obviamente. No olía a guerrero, ni a hierbas como Elius, ni a esa limpieza imposible que tenia Gloria. Era extraño, mezclado con algo de humedad o de algo viejo. No se sintió amenazado por el extraño.
-Te conozco- dijo con su voz gruesa y antinatural-. Eres diferente… como yo…
No miraba su aspecto, miraba sus ojos de reptil, tan diferentes a los suyos, pues allí siempre se podía ver el corazón de las personas, el miedo, la desconfianza, el odio, la esperanza.
Gruntah
Gruntah sonreía con dificultad, ya que no disponía de labios para hacerlo, pero reflejó una mueca que era lo más parecido, mostrando levemente sus colmillos afilados. Sus ojos de doble párpado se movieron, inquietos, mirando a la criatura con curiosidad. Le habían dicho que Arbahin era diferente, pero para él no era más distinto que Elius o Kromwill. Con lentitud, se acercó a él, agradecido de que midiera casi tanto como él, y sobre todo porque no se atemorizaba como le había pasado tantas veces anteriormente.
- Es un placer conocerte al fin - dijo, cerrando levemente los ojos, como si hubiera percibido algo que le hubiera generado un inmenso placer - Dioses... emanas una energía que no había percibido antes... es... embriagadora.
Luego ladeó la cabeza y agitó la cola, inquieto, haciendo que la maleza se agitara.
- Eres hermoso, Arbahin. ¿Por qué te escondes aquí, en la espesura?
Arbahin
No entendió mucho sobre esa energía que decía. Pero su pregunta lo dejo pensativo, miro hacia arriba, buscando laguna luna las cuales siempre lo tranquilizaban y le traía una paz que rara vez encontraba.
-El bosque es tan parte de mí como lo es esa cola tuya- sonrió mostrando sus dientes blancos y largos-. Pero, me quedo aquí porque me gusta. No tanta gente, menos gritos de miedo.
Y era cierto, normalmente siempre generaba eso, Elius había dicho que le podía conseguir un trabajo para patrullar el bosque y, de esa forma, ganar algo de respeto y aceptación de los pobladores.
-No entiendo. ¿Energía?- recordó como de repente.
Gruntah
Se sorprendió que no comprendiera sus palabras, y tardó en darse cuenta que quizás era una criatura tan alejada del mundo mágico que lo que para él era trivial, podría resultarle un enigma. Estaba seguro de que Arbahin disponía de conocimientos que él ni siquiera supiera que existían.
- Sí, verás... - dijo, juntando los dedos índice, corazón y pulgar, y susurrando una sibilante palabra. Al momento, una pequeña esfera de luz anaranjada, no más grande que una bellota, giraba en la palma de su escamosa mano - Manejo las energías del entorno y puedo moldearlas.
Ni siquiera se le pasó por la cabeza la reacción que vino después...
Arbahin
Esperaba que le explicara que había quiso decir con energía, no una demostración. Lo que vio le pareció totalmente aberrante, se irguió tan largo era, sus labios superiores dieron paso a sus colmillos y todos los pelos de su lomo se alzaron como si una descarga eléctrica hubiera recorrido su cuerpo.
-¿Qué es eso?- exclamo con rabia. Dio dos pasos atrás, apoyando una zarpa en un árbol, estaba tan nervioso que sus dedos se enterraron en la dura madera.
Observaba el pequeño globo como si de una amenaza se tratase, los ojos verdes del lupino brillaban febriles. Busco en lo más profundo de su ser la tranquilidad y el autocontrol, pero le resultaba ciertamente difícil.
Gruntah
Se asustó por la reacción de Arbahin, y cerró rápidamente el puño para deshacer el hechizo. Tan acostumbrado estaba a conjurar en compañía de su madre, que no había pensado en cómo podía responder el lupino ante su conjuro. Además, estaba empezando a tener algo de miedo ante la pose agresiva de Arbahin, y no tardó en encogerse ligeramente, mostrando las palmas de las manos.
- Perdona... perdona... - dijo, bajando la voz - Soy hechicero... eso significa... verás... Hay energía a nuestro alrededor, en el viento, en las rocas, en todo elemento vivo. Normalmente no se puede ver, pero la gente como yo... podemos verla, atraparla y moldearla.
Se notaba las fauces secas, y chasqueó la lengua para salivar suavemente antes de continuar.
- Se utilizan conjuros... palabras para llevar a cabo un efecto determinado. Es complicado de explicar, pero te aseguro que es completamente seguro...
Arbahin
El licántropo se tranquilizo un poco. Viento y rocas era algo que si entendía. Cuando retiró su mano del árbol un pedazo enorme del mismo había sido arrancado, observo el hueco un segundo antes de volver sus ojos a Gruntah. Aun le parecía muy extraña esa cosa que acababa de hacer, pero sentía el miedo de su interlocutor y se sintió avergonzado por su reacción.
-Soy como una roca- dijo lentamente, mirando hacia el suelo como perdido en sus pensamientos-. Una roca que cae por una montaña y va golpeando contra todos lados. Así es la vida- miró a su compañero a los ojos-. Pero no entiendo eso que haces. ¿Es parte de ti… como esto?- dijo mostrando su mano, de dedos largos, con garras negras y duras.
Gruntah
Notó cómo su corazón se relajaba cuando Arbahin reacomodó su postura, y se irguió nuevamente para ponerse a su altura. Agradecía que el lupino hubiera conseguido controlarse, porque dudaba que hubiera aguantado una embestida con sus garras y colmillos, por muy duras que fueran sus escamas.
- Los draconianos somos de naturaleza mágica... - dijo, y nuevamente se dio cuenta que utilizaba términos quizás demasiado complejos - Quiero decir que mi sangre, mi pueblo, entiende esas energías de la misma forma que tu distingues los distintos matices de los olores, o tus garras se mantienen siempre afiladas. Son inherentes a cada uno de nosotros.
Luego se giró, mirando hacia el pueblo, y pareciera como si hablara con palabras cargadas de melancolía.
- Los humanos, los medianos y los elfos, creen que somos distintos a ellos. Pero no comprenden que todos respiramos, tenemos un corazón que late y sangre que se mueve por nuestro interior. Esas son las cosas que verdaderamente importan.
Arbahin
En menos de dos grandes zancadas estuvo junto a él, lo miro a los ojos y se corto la palma de la mano con una uña que bien podía pasar por un puñal. Las gotas de sangre comenzaron a brotar de la herida como lagrimas carmesí.
-Sangre- dijo apoyo su mano en el pecho del draconiano sintiendo el corazón de este- Corazón- sabía muy bien donde estaba el corazón pues su oído podía percibir perfectamente cada latido. Luego su pecho se hincho y soltó un aullido suave, no como los aullidos que suele usar cuando está solo, sabiendo que podría fácilmente perforarle el tímpano-. Espíritu- agrego a lo dicho por su compañero-. Entiendo esas cosas. Tu…magia, es como mi aullido. Nuestra forma de conectarnos al mundo.
Se aparto unos pasos, por si el draconiano quisiera a su vez sentir el corazón del licántropo, Arbahin no soportaba ser tocado. Una manía que adopto después de huir tantas veces. Miro hacia el poblado con una mezcla entre rabia y tristeza.
-Algún día podremos caminar sin que nos miren raro- dijo con una mueca-. Por ahora, me quedo en mi bosque.
Gruntah
Una extraña sensación recorrió la médula espinal de Gruntah cuando su nuevo compañero susurró un leve aullido. Percibía una gran fuerza interior que emanaba a borbotones del lupino, y su sangre se agitó al oírlo. Era como si todos sus instintos le dijeran que era una amenaza, pero había mirado a los ojos a esa criatura, y había compartido su sangre con él. Sabía que nada podría pasarle mientras estuvieran juntos.
- Algún día, amigo. Algún día - dijo, rechazando repetir el gesto que Arbahin había realizado. Aún se sentía atemorizado por su gruñido y su pose agresiva y necesitaba calmarse - Mientras tanto, nos tenemos a nosotros. Somos un grupo, una familia: Tú, yo, Gloria, Kromwill, Elius...
Luego se giró completamente, haciendo que su figura se realzase con la luz nocturna, y sonrió.
- Me gusta cómo suena eso. Una familia.
Arbahin
Arbahin observó al draconiano un instante, una familia era algo que siempre buscó, quizás la tenia ahí cerca pero nunca se dio cuenta. Asintió levemente a las palabras de Gruntah.
-Suena bien- murmuro antes de perderse en el bosque como hacía casi siempre. Tenía mucho en que pensar y reflexionar.
Pero se sentía feliz, alguien había ido a buscarlo para ofrecerle su amistad y comprensión. De seguro al otro día lo volvería a ver, quería empezar a entender eso de la energía…
Y así, con una unión que se estrecharía con el paso del tiempo, nació la amistad entre dos criaturas tan distintas, que casi parecían hermanos.
Los fragmentos del pasado se amontonan en la memoria. Cortos espacios que, entrelazados, tejen la historia de lo que fue, lo que ha sido, y lo que será o podría haber sido. Y así se desarrolla la relación de dos jóvenes almas unidas desde hace tiempo, y separadas por voluntad propia para vivir individualmente.
Kromwill Rojoalbor
Kromwill volvía de practicar con la espada. En estos años, en especial después del “accidente” del oso, su ansia de lucha y aventura se había incrementado aún más, y su padre, reconociendo en él lo mismo que le llevó a vivir sus aventuras cuando era joven, decidió adiestrarle en el uso de su arma, la espada bastarda.
Hacía ya más de dos años que habían abandonado las espadas de madera, que su padre le había dado la espada que el esgrimió de joven y que había conseguido que el padre de Gruntah le forjara una cota de malla. Desde entonces, de vez en cuando el joven se había ausentado con sus amigos para vivir aventuras. Ya tenía alguna cicatriz por aquellos encuentros, pero no le importaba, ya que su sed de aventura, de momento, se veía saciada.
En cuanto a las mujeres…seguía teniendo la misma maldita suerte. Sus cumplidos y frases tanteando el terreno obtenían, en el mejor de los casos, unas risas y una negativa educada. En el peor, en un pueblo lejos de allí, le confundió con un violador, le clavó un cuchillo en la mano y la guardia le persiguió aquella noche. Por suerte, sus amigos lo aclararon todo, y la chica le pidió perdón. Sin embargo, cuando Gloria estaba cerca, la cosa era diferente.
En su presencia, parecía caer bajo alguna especie de embrujo y no tener ojos para otras chicas. Había algo en ella, más allá de la hermosura que los años habían acentuado, que le atraía sobremanera de ella. Incluso en su ausencia muchas veces pensaba en ella, en su dulce sonrisa, su melena azulada…
Y con una sonrisa tonta en la cara, y sin mirar mucho por dónde iba mientras pensaba en la chica, encontró que sus pasos le dirigían directamente a visitarla.
Gloria
Los años habían pasado, Gloria había crecido tanto en estatura, que era más alta que muchas mujeres que vivían en los alrededores. Pero eso le daba un aire misterioso, casi divino en ocasiones, y más desde que empezó a hacer sus predicciones, nunca fallidas, jamás detalladas.
Su cuerpo se había estilizado al de una mujer, de grandes senos y caderas y cintura delgada y danzante.
Estaba en sus quehaceres del Templo, y se encontraba en uno de los pasillos arrodillada con un trapo y un cubo en sus manos, limpiando el piso que ahora brillaba como un espejo. Pero de sus labios salía una voz melodiosa, casi divina que dejaba a algunos embobados con su canto cual sirena.
No había notado presencia alguna cercana, su canto la tenia ensimismada, concentrada en no pensar en otras cosas. Solo estaba allí, deseosa de que algún día, pudiera salir con sus amigos, en busca de una aventura.
Kromwill Rojoalbor
Como había hecho tantas veces, llamó a la puerta del templo, con algo más de tacto y delicadeza debido a los años, y esperó a que abrieran. Le abrió el mismo sacerdote que siempre le había abierto. Los años no pasaban en balde, y el hombre empezaba a encorvarse, y sus cabellos adquirían tonos cada vez más grisáceos.
Tras los saludos habituales, y alguna queja sobre su espalda del sacerdote, el guerrero avanzó por los pasillos. Sabía el camino de memoria, podría recorrerlo con los ojos cerrados.
“Como supongo que Gloria hace todos los días.”
Sin embargo, antes de llegar, oyó a la joven cantar.
“Esa voz haría derretirse a los mismos dioses, y sólo puede ser de ella…”
Tras eso, se acercó todo lo sigilosamente que puso, aunque probablemente la sacerdotisa no tuviera problemas en darse cuenta de su presencia, y se colocó apoyado contra una pared, para escucharla cantar.
Gloria
Gloria terminó su canción mientras escurría el trapo sobre el cubo de agua que tenia al lado, y sonrió al notar a Kromwill tras de ella.
-¿Cuántas veces tendré que recordarte, que espiar a la gente es de mala educación?
Le dijo al joven mientras se levantaba y se dirigía hacia él, aun llevando sobre su cuello aquel colgante de espada que le había regalado hacia ya 7 años.
Un fugaz beso en la mejilla, como poseía costumbre la muchacha, fue otorgado a Kromwill con cariño y dulzura.
-Has madrugado mucho esta mañana ¿vas a algún lado? ¿Ya tienes a la vista alguna nueva moza con la que coquetear?
Dijo, riendo después, pues le gustaba sentir como turbaba los sentimientos de Kromwill ante esas palabras.
Kromwill Rojoalbor
-No te estaba espiando, ya sabes que me gusta verte cantar.
La abrazó al recibir el beso. La pregunta, como era normal, le alteró un poco.
-Bueno…he pensado en una, pero siempre que la veo está ocupada en el templo. Además, no la gusta que la acose. -Dijo, riéndose.
-Sí, he madrugado un poco, pero ha sido para entrenar. Cuando he acabado, me he acordado de ti, y he venido a hacerte una visita. Bueno, ¿me concederá mi dama la ocasión de dar un paseo con ella?
Y tendió su brazo haciendo una pequeña reverencia en su dirección.
Gloria
Gloria siguiendo ese juego de reverencias y formalidades hizo también una reverencia cortes a Kromwill, y asintió.
-Como gustéis, será un placer pasear y si me permitís ofreceros un desayuno digno de campeones.
Sonrió mientras agarraba el cubo del suelo y esperaba que él comenzara a andar junto a ella y pasear por los jardines del Templo, o quizás por los alrededores, y ver las tiendas, el ajetreo.
A Gloria le encantaba salir en día de mercado, mezclarse con la gente y comprar algunas cosas para la comida y la cena de ese día. Pero antes de nada, si Kromwill aceptaba le haría un desayuno para recuperar fuerzas.
Kromwill Rojoalbor
-¿Un desayuno? Eso suena francamente bien, por supuesto. Aunque es mi deber advertirte, como caballero o como caballo, dependiendo de las circunstancias -risa -que tengo el apetito de un trol.
El guerrero tendió su brazo gentilmente a la dama, y empezó a pasear con ella, dejando que ella le guiara por donde quisiera ir.
-Bueno, ¿Qué tal te va? ¿Hay algún chico decente rondándote, o sólo estoy yo? -dijo, con una sonrisa.
Gloria
Gloria lo atrajo hacia las cocinas del Templo, donde le prepararía algo para un buen guerrero, es decir, un tanto de todo.
Un gran banquete, para que se hartara y recuperara fuerzas.
-¿Algún muchacho decís Kromwill? No, no hay ninguno aparte de vos, ¿quien se iba a fijar en mí? Hace años que os lo digo, y la rareza no está bien vista por estos lares, lo que está fuera de lo común no es bueno.
Rió un poco, pues ya no le afectaban esas cosas para nada, vivía su vida y no le importaba que pudieran pensar los demás, pues todo el pueblo era hipócrita, la insultaban y luego acudían a ella en busca de consejo y predicciones.
-Tranquilo mi lord, aun me tenéis para vos solo.
Le decía con una grata sonrisa mientras le ofrecía algo de beber.
Kromwill Rojoalbor
Ante esas palabras, la sonrisa desapareció momentáneamente del rostro del guerrero, y un acto reflejo lo traicionó, pues masculló por lo bajo:
-Ojala fuera así…
Rápidamente se dio cuenta de que el sensible oído de la chica podía perfectamente haber captado eso, a si que desvió burdamente el tema de conversación:
-Dime, ¿qué estás preparando? Huele muy bien. La verdad, ya echaba de menos que me prepararas algo rico para desayunar…los sacerdotes te quieren sólo para ellos-concluyó, riéndose.
Gloria
-Ayer trajeron una carne de cierno norteño que está realmente deliciosa, y estoy haciéndote un estofado, si has estado entrenando tendrás el hambre de 100 hombres. Y sabes que el estofado me sale de maravilla. Y respecto a los sacerdotes, los pobres ya son mayores y no poseen la vitalidad de antes, y no hay nuevos jóvenes que deseen llevar la palabra de Oxidion al mundo, una pena.
Decía esto de espaldas a Kromwill, y una sonrisa tonta había aparecido en sus labios cuando escucho las susurrantes palabras del joven. Aquella sensación que tuvo a sus 11 años no había desaparecido, pero no podía estar con él, no quería hacerlo desgraciado teniendo una pareja, mujer, novia, prometida, lo que fuera, y que ésta mujer fuera tullida.
-Toma Kromwill, que aproveche.
Puso sobre la mesa un gran plato de estofado, y olía realmente bien, aparte de eso sirvió algunas cosas más por si tenía hambre, queso, pan, algunos embutidos.
Ella lo "observaba mientras comía, pues ella ya había comido su temprano desayuno y esperaba que él terminara para poder ir a pasear al pueblo.
Kromwill Rojoalbor
-Gracias, tiene todo una pinta fantástica.
Pronto dio buena cuenta de la carne. Verdaderamente, estaba deliciosa. También tomó un poco de queso y de pan. Los ejercicios con la espada verdaderamente eran agotadores, pero cuanto más practicara, mejor llegaría a ser, y eso incidiría directamente en proteger a sus amigos.
Durante ese desayuno, conversó animadamente con Gloria, intentando mantenerla animada, ya que suponía que una vida de recogimiento en el templo sería bastante aburrida. Al acabar, la ayudó a recoger todo, y dijo:
-Muy bien, ahora, ¿dónde quieres ir?
Gloria
Gloria sintió, mientras recogían todo, leves roces de las manos de Kromwill y ella, y sintió un escalofrío por su espalda que recorría cada rincón de su cuerpo, y se sonrojaba ligeramente, pero lo ocultaba tras unos leve mechones de pelo que caían sobre su frente.
-¿Ir? ¡Ah! ¡Sí, claro! Tengo que ir a comprar algunas cosas para la cocina, el otro día rompí el rodillo para el hacer el pan, y me es costoso hacerlo con las manos. Y me gustaría pasar un día contigo, hace tiempo que no pasamos todo el día en el bosque, junto al lago, paseando... echo de menos esos días.
La verdad es que ya no recordaba cuando habían paseado así por última vez, hacia demasiados años ya, y ella echaba de menos el poder estar caminando con él, aunque fuera en silencio, escuchando solo su caminar. Era algo que la reconfortaba.
Kromwill Rojoalbor
-Bien, será un honor acompañarte.
Aquellos fueron días tranquilos, salpicados por alguna salida ocasional en aventuras. Poco a poco pasaron semanas, meses, años. Sin embargo, después de los entrenamientos, o entre aventuras, a Kromwill no le faltaba tiempo para sus amigos…especialmente para Gloria.
El guerrero se tomó en serio las palabras de la sacerdotisa, su añoranza por los días pasados. Ya no podía llevarla a caballito a todos lados, sería algo violento, pero sin embargo sí que hizo de cuando en cuando excursiones con ella, al campo, al lago…
Pero llegó el momento en que decidieron separarse un tiempo para vivir aventuras. Era triste para todos separarse, pero cada uno tenía que seguir algún objetivo, de mayor o menor calado. Kromwill simplemente seguía con sed de aventuras.
Habría acompañado a cualquiera de ellos en su búsqueda, pero comprendía que tenían que hacerlo solos. Sin embargo, a Gloria parecía afectarla especialmente el que se separara todo el grupo otra vez, o al menos cuando habló con ella notó cierta tristeza. Por ello, decidió preparar una sorpresa.
La tarde anterior a la partida, consiguió convencerla para ir a dar un paseo. Lo eternizó todo lo que pudo, y cuando la noche empezó a caer, la dirigió hacia el lago. Allí, había preparado un lugar especial, amontonando madera para hacer un pequeño fuego que les calentara y les permitiera cocinar un poco de carne para comer. La cena transcurrió animada y sin accidentes, y después estuvieron a la orilla del lago.
-La verdad, hace una noche fantástica… ojala pudieras ver las lunas y estrellas, el cielo está precioso…pero no tanto como tú.-dijo, con una de sus manos cogiendo otra de Gloria.
Gloria
El tiempo transcurría como una veloz gacela. Gloria por fin había salido con sus compañeros de aventuras, y había desarrollado sus cualidades bastante bien, o al menos lo suficiente que se podía haber desarrollado en tan poco tiempo. Pero decidieron separarse... ¿por qué? En verdad lo comprendía, pero algo dentro de ella a sus 23 años, le hacía sentirse muy triste. Ellos eran su familia, se sentía como la hermana pequeña que todos mimaban, pero tenían misiones propias, personales, incluso ella.
Pero el que Kromwill le otorgara un momento de intimidad antes de la partida fue algo que le gustó bastante, y en cierta forma alegro un poco.
El paseo fue inigualable, las risas de ambos aplacaban la tristeza de sus corazones, y la cena fue realmente deliciosa. Y luego sintió la mano de Kromwill, y como las palabras salían de sus labios con miel y azúcar otorgándoselas a ella...solo a ella.
-Quizás no vea como son las estrellas o las lunas, pero sentir lo que te hacen turbar vuestro interior al mirarlas es suficientes para ver la majestuosidad de los astros. Y... me vais a hacer ruborizar Kromwill.
Desde hacía tiempo que Gloria había sido enseñada a tratar a las personas con respeto, y aun conociendo como conocía a Kromwill y los demás, muchas veces los llamaba de vos.
Kromwill Rojoalbor
-Por favor, no me trates de usted…eso me hace sentir muy viejo…y no lo soy, ¿no?
Tras la respuesta, se quedó un rato en silencio, mirando el fuego, con la mano de la sacerdotisa en la suya. Después de unos minutos así, dijo:
-Es una pena que nos separemos todos otra vez… Espero que el resto se las apañen bien. Me preocupa especialmente Elius, no es ningún guerrero, podría pasarle algo malo en los caminos. Pero, bien pensado, seguro que con su labia e ingenio consigue salir de la mayoría de las situaciones… La verdad es que estoy divagando, pero la ausencia va a ser dura, echaré de menos a todos…especialmente a ti.
Gloria
Gloria asentía a las palabras de Kromwill y luego se quedó algo estupefacta a las últimas palabras.
-¿A... a mí? Podré apañármelas, ya sabes que no soy tan frágil como parezco.
Sonrió para tranquilizarlo y se acomodó un poco en su forma sentada mientras levemente apretaba la mano de Kromwill, no deseaba separarse de él, ni de ninguno de sus amigos, era solo un día lejos de ellos, y se sentía vacía y sola.
-¿Me prometes que estarás bien? ¿Qué volverás sano y salvo?
Decía mientras hacia el intento de buscar su mirada, ojala pudiera mirarlo a la cara, mirarlo de verdad. Pero solo pudo alargar su otra mano y acariciar el rostro del joven con cuidado y dulzura.
Kromwill Rojoalbor
Acarició un poco la mano que tenía cogida, y dejó que ella tocara su rostro para “verle”. Verdaderamente, era una chica maravillosa…Ojala tuviera la seguridad de que ella le aceptaría si se declarara. “Quizá no me acepte…pero quiero intentarlo” pensó.
-No creo que pueda estar bien si me faltas tú, pero haré lo que pueda…y para sellar la promesa…
Y empezó a acercar su rostro al de la sacerdotisa…
Gloria
Gloria sintió la caricia y como él se iba acercando a su rostro, y no lo pensó dos veces y ella también lo acercó, fundiendo sus labios con los de Kromwill.
Sintió aquella humedad de sus labios, el calor que emanaba de ellos, la sensación de frío que sentía en todo su cuerpo, pero era revitalizante a su vez, como el corazón se le aceleraba y la respiración se entrecortaba. Era su primer beso, pero.....
-Em... yo...esto... lo siento, yo no debí....
Gloria se levantó alejándose un poco del lado de Kromwill. Ella no podía otorgarle nada al joven, no podía ser como las demás, él merecía algo mucho mejor que ella, y eso lo sabían todos...
-Perdóname...
Kromwill Rojoalbor
-¿Perdonarte? ¿Qué es lo que debo perdonarte?
El joven suspiró con resignación y dijo:
-Supongo que puedo comprenderlo…quizá no sientes lo que yo, o no te ves capaz, o cualquier otro motivo.
Tragó saliva y carraspeó, nervioso, para continuar:
-Pero, en fin yo…te quiero, eso no es tan malo, ¿no?
“Maldita sea…no debí, me deje llevar por la emoción del momento y ahora ella me rechaza, como es normal”. Tras un tenso silencio, volvió a hablar:
-Es tarde, debería llevarte al templo, que mañana todos nosotros empezaremos nuestro viaje…
El camino hasta el templo fue bastante largo…el joven intentó leer algo en el rostro de la joven, pero la calma que le había sido inculcada en el templo hacía muy difícil leer los estados anímicos que poseía al recluirse en sí misma. Por supuesto, no lo consiguió. Al dejarla, las últimas palabras que le dedicó en tres años fueron las siguientes:
-Siento todo esto…pero mi naturaleza es ser sincero, y lo que siento, lo siento desde el corazón…piensa en mí estos años, y acéptame, por favor…
Y se marchó.
La situación tornase complicada de aguantar, cuando al día siguiente el grupo de amigos se reunió para la que sería su último almuerzo juntos antes de partir en distintas direcciones, escindiéndose cada vez más el grupo hasta quedar todos en solitario.
Un encuentro casual, guiado por el azar o la mano del destino, hizo que dos guerreros se conociesen, provinientes de mundos distintos, pero con un objetivo común que los unía cual hermanos.
Arbahin
El día comenzaba como cualquier otro, silencioso y apacible, solo interrumpido por el suave murmullo del viento en las hojas. Arbahin caminaba despacio, sin rumbo, disfrutando de la soledad y sin pensar en nada. Pero como le pasaba muy a menudo se encontró en las cercanías de la casa de Elius. El joven humano era prácticamente su única compañía, su nexo con el mundo civilizado. Dispuesto a conversar algo o simplemente escucharlo parlotear sobre mil cosas, continuo su andar hasta la cabaña.
Pero se encontró con un olor distinto, alguien se acercaba a la casa de su amigo. El olor lo puso nervioso, reconoció a un depredador en ese individuo, aunque su avance despreocupado contrarrestaba su primera impresión. Dispuesto a averiguar quién era este guerrero, pues era obvio que era un guerrero a juzgar por el aroma tan familiar para el licántropo de cuero, acero y sangre.
Lo intercepto un centenar de metros antes de la cabaña. Era un sujeto alto, fuerte, aunque bastante joven aun. Se notaba la marca de alguna bestia en él, un oso de seguro, Arbahin había tenido algún que otro encuentro en el pasado, pues dos depredadores luchan sin dudar por un buen lugar de caza. El chico se detuvo de repente, había detectado al lobo. Era bastante capaz. Arbahin salió lentamente de entre los árboles, tratando de no parecer una amenaza.
Kromwill Rojoalbor
Kromwill caminaba tranquilamente hacia la casa de Elius. Había sido un día aburrido, y deseaba bromear y pasar algún tiempo con su amigo. Además, aún tenía a medio tratar el zarpazo del oso, y no estaba de más que le fueran haciendo las curas. De repente le pareció notar, más que oír, a algo o alguien.
“Será algún animal del bosque rondando, no tiene importancia…aunque lamento ir desarmado, nunca se sabe.”
Siguió avanzando, silbando una tonadilla campesina, pero la sensación se fue acrecentando.
“Si hay algo ahí, es insistente, desde luego…”
Pero al final, un leve crujido de una ramita dejó claro que no estaba sólo. Suspiró y se giró con resignación.
-Muy bien, veamos que… vaya, esto yo lo he oído en un cuento…
Arbahin
El sujeto no parecía muy preocupado por la presencia del enorme lobo, lo cual sorprendió mucho a Arbahin. Había visto muchas reacciones, desde el clásico grito de terror para luego huir de forma un tanto graciosa, hasta el rápido desenfundar de algún arma para tratar de matarlo. Pero esta persona estaba desarmada, según veía herida y mostraba cierta sangre fría. Llego a la conclusión que no era una amenaza ni para él, ni para el curandero.
Le costó unos segundos darse cuenta de que el humano iba a ver a Elius. Las heridas que tenia, de seguro eran tratadas por su amigo. Con una enorme zarpa señalo el pecho de Kromwill.
-¿Te cura... Elius? -pregunto lo más suave posible, tratando de imitar el tono tranquilo de su amigo, pero siempre saliéndole grave y amenazador.
Kromwill Rojoalbor
La sonrisa apareció en el rostro del humano.
-Eso sí que no me lo esperaba…me creía muerto. La última vez que me enfrente a algo de tu tamaño, al menos tenía un hacha de leñador a mano, y como ves, aún con todo me dejó una bonita marca… Así que, ¿conoces a Elius?
Arbahin
Una vez más se sorprendió de la locuacidad del humano, las cosas parecían ir mucho mejor de lo que creyó en un principio. Si bien había algo en el muchacho que lo molestaba, o más bien que le hacía sentir intranquilo. Le costó darse cuenta de lo que era, solo después de ver sus ojos con más detenimiento noto ese brillo peligroso que había visto en algunos lobos salvajes. Era el brillo de la libertad, de la lucha, el instinto de supervivencia, el pilar de todo ser viviente. Pero en este chico era fuerte, muy fuerte. Era obvio que él, la llama de la lucha ardía con mucha fuerza. Sentían cierto respeto y también cierta amenaza entre dos seres tan parecidos, pues a pesar de la diferencia física, esa fuerza o instinto fluía por ellos de la misma forma que la sangre recorre sus venas y entre dos depredadores siempre surgen problemas.
-Elius es mi amigo- golpeo su peludo pecho agregando-. Arbahin, soy su protector.
Nunca supo porque dijo esto último, pero se sentía en deuda con el humano. Solo una persona lo había cuidado y ya no estaba en la vida del licántropo. El Viejo, así lo llamaba Arbahin, lo cuido y ayudo, enseñándole a ser más humano, pero sin dejar de lado su parte primitiva. Elius era muy parecido al Viejo, capaz de ver las cosas de una forma sencilla pero directa, capaz de entrar en los corazones con una facilidad que casi parecía un don.
-¿Mataste al oso solo?- le preguntó con una sonrisa radiante de dientes filoso.
Kromwill Rojoalbor
Rió levemente y dijo:
-Bueno, el hacha para cortar leña me ayudó un poco, pero si, supongo que sí. En cuanto a Elius…parece que se le acumulan los defensores, ya que yo también soy amigo suyo y le protegeré de lo que sea necesario. Kromwill Rojoalbor, aspirante a guerrero y bufón ocasional.
Arbahin
Asintió satisfecho, el humano era amigo de Elius y no mentía. Arbahin se sintió más tranquilo, Kromwill era bastante grande para un muchacho de su edad y de seguro podría cuidar de Elius allí donde el licántropo no podía llegar. Miró hacia donde estaba la casa de su amigo, tenía ganas de escuchar como reía su amigo, pero por el momento decidió dejarlo para otro día.
-La próxima vez que quieras cortar leña, llámame, así no te lastimaran los osos- lanzó una risa ronca y gutural, que solo después de un buen rato se podía imaginar que era una risa.
Kromwill Rojoalbor
Riendo también, dijo:
-No te preocupes por éste arañazo, los niños del pueblo me han hecho heridas peores.
Arbahin
-Bien mata-osos, nos veremos en algún otro momento- dijo mientras comenzaba a desaparecer entre las sombras del bosque, como si parte de esa oscuridad lo absorbiera-. Dile a Elius que luego iré a verlo. Cuídate y no te preocupes, Arbahin protege estos bosques…
Dicho esto desapareció sin hacer ruido, se alejo bastante, pensativo. ¿Se podía llegar a ser como ese chico? Completamente indiferente ante el aspecto de los demás, con ganas de luchar y de superarse. Luego preguntaría a Elius como era este individuo tan singular. Ahora sentía hambre. Tenía ganas de cazar un oso…
Kromwill Rojoalbor
"Vaya, Elius nunca me habló de su amigo...hay que ver lo que se encuentra por éstos lares..."
Y continuó tarareando para sí mismo, camino de la casa de Elius, para sus curas.
Y así, atados por el carisma de un amigo, se inició el camino que llevaría a estos dos grandes guerreros a combatir juntos a sus enemigos, almas afines en el vasto mundo.
Era una mañana fría como cualquier otra de la estación, mientras una joven acólita barría la entrada de piedra del templo dedicado a Oxidion. Sin embargo, una ficha del destino quiso que un joven recién llegado al pueblo decidiese marcharse a dar un paseo en vez de seguir con sus queacederes en la casa o sus estudios. Y ese simple hecho lo cambió todo.
Gloria
Gloria a su temprana edad, ya notaba las turbulencias en el equilibrio de los alrededores. Y aquel día estaba concentrada en sus quehaceres cuando notó un aura diferente en el poblado.
Sus manos se aferraron al palo de la escoba. Pues era un aura fría y temerosa quizás. ¿Quién sería ese nuevo ser que había llegado cerca del Templo de Oxidion?
La curiosidad de la pequeña la llevó a las puertas del Templo y lo vio pasar. Un ser envuelto en ropajes que lo ocultaban, pero a ella no había quien se le pudiera ocultar... sabía que era diferente, pero seguro interesante de conocer.
Gruntah
La perspectiva de tener que cruzar el pueblo para ir a practicar hechicería cerca del río aterraba al draconiano, pero había llegado a cierto nivel con sus conjuros y no podía poner en peligro la herrería de su padre. Aprovechó y se desvió por el Templo, a sabiendas de que a esas horas los fieles aún no se habían acercado a orar o presentar sus ofrendas. Cuando pasó por la puerta, se estremeció al ver que alguien le miraba, pero luego se relajó al ver que sólo era una joven doncella humana, aparentemente ciega. El velo que tenía en su rostro dejaba entrever una hermosa y pálida piel.
Entonces, ¿por qué tenía la impresión de que ella le miraba directamente a los ojos?
Gruntah se quedó paralizado a unos pocos metros de la puerta, incapaz de moverse.
Gloria
Gloria no dejaba de mirar a aquel extraño aunque interesante ser, y bajó las escaleras de la entrada del Templo con la escoba aun en sus manos.
-Perdonad, ¿necesitáis ayuda?
Preguntó dirigiéndose hacia el ser, sin temor alguno, en busca de una voz que lo identificara. Y también curiosa de saber porque los pasos de aquella criatura se habían parado al verla a ella.
Gruntah
Gruntah miró a un lado y a otro. Sí, no había duda, esa pequeña doncella le miraba a él. ¿Cómo era eso posible?
Se había acercado lo suficiente como para que pudiera percibir su aroma. Había algo que flotaba a su alrededor, como si un manto la cubriera, y saturaba sus fosas nasales. ¿Qué clase de poder envolvía a esa criatura? Y sin embargo, se sentía cómodo en su presencia, como si no pudiera esperar nada malo de ella.
-¿Puedes verme, joven? -dijo, con un marcado acento que remarcaba las erres -Soy Gruntah, no debes temer miedo. No soy un enemigo...
Gloria
Gloria sonrió ante las palabras de Gruntah.
-Oh, encantada Gruntah, mi nombre es Gloria, y pronto seré una sacerdotisa de este lugar.
Señaló tras de ella al Templo de Oxidion. Sus dientes blanquecinos otorgaban calidez al ambiente húmedo de la lluvia. Y sus ojos blanquecinos observaban al ser.
-¿Veros? Para mi desgracia no, mi señor Gruntah, pues saber que sois una criatura increíble, de esas nombradas en cuentos e imposibles de encontrar. Pero aquí estáis frente a mi...Perdonad que sea tan, directa, pero es la primera vez que veo un aura como la vuestra.
Gruntah
¿Un aura como la suya? ¿A qué se refería? Estaba claro que la doncella carecía de la capacidad de ver tal y como él la conocía, pero había sido capaz de localizarlo perfectamente, e incluso de saber sus orígenes draconianos. ¿Cómo era eso posible? Estaba claro que había secretos en el mundo que desconocía, y eso afianzaba las ganas que tenía de salir de esa aldea.
- Es un placer, doncella Gloria - dijo, alzando la mano a modo de saludo, sin saber si ella lo vería - He de reconocer... que me sorprende que no hayáis huido ante mí. No es la primera impresión que suelo dar...
Se sentía azorado. Si bien las hembras humanas no le atraían en absoluto, reconocía la sutil y delicada belleza que tenía ante él.
Gloria
La chica observó como el aura del ser se movía, en modo de saludo, como la atraía un poco más.
- Al igual que vos, yo también soy un ser extraño para los demás, temen y huyen de mi deficiencia. Por ello no huyo de aquellos que son diferentes al resto, ¿Os vais de la aldea, señor Gruntah?
Preguntó curiosa, por si lo volvería a ver, quizás en otro momento más tranquilo donde pudiera conocerlo mejor, llegar a encontrar la profundidad de aquel ser.
Gruntah
Su cola se movía inquieta, moviéndose de lado a lado como muestra de la curiosidad que despertaba en el draconiano. Si alguna vez tenía oportunidad de charlar más íntimamente con la muchacha, intentaría averiguar de dónde provenía ese poder místico que la rodeaba.
- Soy... peligroso - dijo, con un tono de voz avergonzado -Practico la hechicería, y prefiero alejarme de la aldea para prevenir desastres. Algún día quiero ser un brujo poderoso.
Se podía percibir el orgullo en sus palabras, y un ligero ronroneo que provenía de su garganta, semejante al rugido acallado de una cría de dragón. Gruntah estaba ansioso.
- ¿A qué os dedicáis vos, pequeña criatura?
Gloria
Gloria no dejaba de sonreír ante las palabras de Gruntah. En verdad a ella no le parecía peligroso.
-¡Ah! ¿Sois mago? Sois más interesante de lo que pensaba. Yo soy una iniciada en el Templo, ahora me encargo de limpiar, y decorar el Templo, así como a rezos y cocina. Para algún día ser una gran sacerdotisa de Oxidion, si así el Gran Dios lo desea. Aparte...
Iba a contarle ese gran secreto a voces que recorría la aldea, de que ella era capaz de predecir malos augurios o buenas venturas. Pero... ¿sería conveniente?
- Bueno, no quiero aburrirle, y aquí vais a poneros calado, ¿tenéis tiempo para una taza de té?
Gruntah
El draconiano ladeó la cabeza y un ronroneo involuntario indicó que le complacía que una desconocida fuera amable con él. Quizás era debido a que era de las pocas humanas con que se había encontrado que no pretendía matarle...
- Será un placer - dijo, asintiendo - Y he de decir que estaría encantado de escuchar más sobre vuestras creencias... mi pueblo no es especialmente religioso ni devoto.
Avanzó con ella dentro del templo con cierto temor, mirando alrededor por si algún guardia le veía y pensaba que tenía malas intenciones. Pero estaba vacío, y los pasos de la muchacha resonaban con un hermoso eco.
- Decidme, doncella. ¿En qué consiste vuestra fe?
Gloria
- En el equilibrio.
Dijo con una sonrisa mientras llegaba a las cocinas y entraba, indicándole a él donde sentarse.
-Por favor sentaos mientras preparo el té.
Puso agua a hervir y mientras seleccionaba las hojas de té adecuadas para su nuevo invitado, sonreía y continuaba.
-Oxidion se basa en el equilibrio de la Madre Tierra, nada debe intervenir más de lo adecuado para que el equilibrio se rompa en demasía. Nosotros, o yo en un futuro, tendré la misión de vagar por el mundo, o quedarme aquí para predicar y hacer cumplir el equilibrio. Si hay luz debe existir oscuridad, si hay bien, existe el mal, si hay pobreza, existe la riqueza, todo debe tener un equilibrio, aunque a veces no se vea justo.
El vapor del té entró en las fosas nasales del invitado, dándole un aroma a flores delicioso.
Gruntah
Su cola suponía un reto para poder sentarse en los asientos que usaban la mayoría de razas de la aldea; si a eso le añadíamos su tamaño, era costumbre que Gruntah prefiriera sentarse en el suelo con las piernas cruzadas. La túnica se extendió sobre el frío suelo, y el contacto de su escamada piel con el frío hizo que el draconiano suspirara imperceptiblemente.
Mientras atendía a la explicación de la invidente, el hechicero observó maravillado la maestría de la muchacha. Si bien era evidente que no veía como tal (palpaba a su alrededor para localizar los objetos), sí sabía dónde se encontraban situados objetos a su alrededor. Sin duda alguna, tenía un don muy particular.
- Entiendo tu fe, Gloria - dijo, respondiendo con su marcado acento - Reconozco que a mí me resultan complicados tales asuntos, ya que toda mi vida me he centrado en estudiar lo Arcano. Pero es de agradecer que haya gente que se preocupe en ese tipo de temas.
Mientras se dejaba envolver por el aroma del té, hubo algo que le vino a la mente repentinamente. Algo que había oído pero a lo que no le había dado importancia.
- ¿Tenéis intención de abandonar la aldea?
Gloria
Gloria se sentó sirviéndose ella una taza de té, y entristeciendo su rostro mientras el té caía en la taza.
-Me es imposible abandonar esta aldea, señor Gruntah, mi falta no me permite caminar por lugares que no conozco, mi mentor me dijo que debía permanecer en este lugar, yo seré una sacerdotisa que predique la palabra de nuestro Dios Oxidion, y no podré llevar a cabo su voluntad.
Luego sonrió de nuevo y negó.
- Pero, ya lo he aceptado, y decidme ¿Vos abandonareis este lugar? Es grata vuestra compañía y me gustaría poder disfrutar de mas tazas de té con vos.
Gruntah
Lamiendo el contenido de la taza, ya que no disponía de labios para sorber, Gruntah miraba con aire entristecido a la muchacha. Luego sacudió y sonrió ante el dulce sabor de la bebida.
- Supongo que llegaría el día en que deberé salir de aquí. No soporto las miradas esquivas, y la dureza de mi padre. Además, tengo curiosidad por saber qué hay más allá, averiguar algo sobre mi pueblo.
Algo azorado, fue como si algo surgiera en su cabeza, abrió la boca para luego cerrarla.
- Pero no os preocupéis, ese día tardará en llegar. Estaré encantado de oíros hablar sobre vuestra fe.
Gloria
- Y para mi será un placer hablaros de ella, solo debéis preguntar y las palabras saldrán gustosas. Y me alegro de que ese día sea lejano, así podríamos aprender mucho el uno del otro, quizás podríais contarme más de vos, y de vuestra raza.
Dijo la joven sorbiendo un poco de té.
Gruntah era un ser realmente admirable. Era diferente pero eso no le achacaba para poder hacer lo que él deseaba, aquello para lo que valía. Sería interesante saber más de él, de su raza y de... la magia. Gloria era demasiado curiosa.
Gruntah
Las visitas al templo se sucedieron durante los meses siguientes. El joven draconiano siempre procuraba utilizar las primeras luces del día para acercarse a ver a Gloria, y la doncella siempre se encontraba allí en la puerta, barriendo con mimo cada rincón de la entrada, como si supiera de antemano el día que Gruntah había elegido para visitarla.
Sus charlas dieron paso a una fuerte amistad, y a un profundo conocimiento de las distintas sendas que ambos caminaban. Gloria enseñó al muchacho las lecciones que ella había aprendido, y las doctrinas de Oxidion. A su vez, ella aprendió cómo él había descubierto la manera de atrapar la energía circundante, manipularla y usarla a su favor.
Hubo momentos tensos y dolorosos, como cuando Gruntah explicaba con amargor la sensación de impotencia que sintió cuando decepcionó a su padre, y el trato que éste le proporcionó desde ese día. Gloria le abrazó con fuerza, y su calor reconfortó al draconiano, uniéndolos aún más. La relación entre ambos fue fuerte y no pasó de una hermosa amistad, y Gruntah siempre se sintió como un protector y guía de la sacerdotisa.
Intercambiando conocimientos mágicos y religiosos, así como muchos otros temas e inquietudes, se forjó un lazo profundo entre la que se convertiría en sacerdotisa y el que aspiraría a ser un gran mago. Un lazo más allá de la especie o el credo. Un lazo de amistad.
Una joven criatura, para muchos una abominación, descansaba plácidamente en uno de esos lugares cómodos que comprendía como perteneciente a sus dominios. Sin embargo, un ruido extraño llamó su atención, proveniente de una presencia que no había notado. Por otro lado, una joven chiquilla con su capa y su cesta paseaba por el bosque, sin tener claro que pronto un lobo saldría a su encuentro...
Arbahin
Arbahin estaba recostado en la hierba, dormitando a la luz del sol, escuchando solo su respiración y dejando que su mente vagara entre sus recuerdos. Estaba en las cercanías del templo, allí era raro que alguien diera vueltas por el bosque, así que estaba bastante tranquilo. Casi se podría decir que confiado.
Por eso se sorprendió cuando una dulce voz llego a sus oídos. Algo lejana, pero se acercaba suavemente, igual que una bruma cubre lentamente un valle. Jamás en su vida había escuchado esa forma de hablar, era extraño como cada palabra parecía enlazarse a la anterior. Nunca había oído cantar.
Se irguió rápidamente dispuesto a largarse de allí, pero su curiosidad (la cual crecía mientras más se quedaba entre humanos) lo ancló en ese lugar. Escuchando, tratando de percibir a esa persona que se acercaba.
Gloria
Gloria había sido enviada al bosque en busca de algunas flores silvestres y frescas para poder decorar algunas zonas del templo y darlas como ofrenda a Oxidion. Era algo que a ella le encantaba hacer ya que le gustaba pasear por el bosque.
El canto era algo que también le apasionaba y era algo que no se le daba realmente mal.
Sus cuerdas vocales entonaban una linda canción que narraba historias de héroes pasados, y de bellas doncellas encerradas, y criaturas fantásticas que quizás no existían.
Pero en su camino, notó algo extraño. Algo que nunca había percibido anteriormente. Sostuvo con fuerza la cesta de mimbre que tenia para poner las flores que recolectara, quizás en un vano intento de utilizarlo como arma.
-Alto, ¿quién va?
Dijo con su fina voz y algo temerosa, y sus ojos intentaban busca la fuente de aquel aura tan imponente.
Arbahin
Estaba a varios metros de la humana, seguro de que esta no lo vería desde donde estaba pues había muchos árboles en medio de ambos. Era imposible que lo oyera pues sabia como moverse sin levantar el más leve rumor. Pero se sorprendió mucho cuando la dama se detuvo y pregunto quién estaba allí. Debería aprender a no confiarse y tener más precaución ante los humanos.
El canto había terminado, lo cual era molesto para él. Quería oír más de esa maravillosa y extraña forma de hablar. Olía el miedo de la muchacha, también flores y algo mas, era algo extraño, algo que jamás había olido en nadie. Dio varios pasos en su dirección para poder verla mejor. Sus ojos estaban tapados con una fina tela.
-¡Ciega!- pensó Arbahin contrariado, como alguien ciego pudo captarlo cuando cazadores profesionales pasaban cerca suyo sin percatarse. ¿Como había logrado sobrevivir? ¿Acaso los humanos tenían esa capacidad? Salvarse teniendo una desventaja era algo completamente absurdo para el licántropo, quien vivía en una entorno donde el fuerte siempre come y el débil siempre es comido. Estaba a punto de irse una vez más, pero se quedo allí unos segundos en silencio.
-¿Qué es eso que hacías?- dijo, preguntándose si la chica no saldría corriendo a los gritos al escuchar su voz rasposa y gruesa-. Te oí, era como el sonido de los pájaros, pero con palabras humanas.
No tenía una forma mejor para describir el canto.
Gloria
Gloria sintió un escalofrió por su espalda al escuchar la voz de tal criatura que aunque no supiera aún su forma sabía que era espectacular y rara.
- ¿Hacer..? Yo... cogía flores...- le terminó de escuchar hablar y entonces supo a que se refería -¡Ah! ¿Os referís al canto? Se llama cantar, es algo que algunas personas hacen cuando están alegres, para pasar el rato o en un oratorio a nuestros dioses.
Decía segura pero con temblor en sus palabras, pues estaba ante algo desconocido, pero había algo en aquello que le otorgaba cierta seguridad, como si no fuese a atacarle.
-¿Quién sois vos?
Arbahin
La mención de los dioses hizo que Arbahin hiciera una mueca de rabia. Nunca había entendido porque las personas adoraban seres que no existían, o por lo menos de los que no tenían ninguna señal. Para él todo se definía en una sola cosa: uno mismo. Si no eres capaz, mueres. Así de simple, así de cruel.
Pero había entendido lo que la joven había querido decirle, al parecer eso era una forma entretenerse o de demostrar su alegría.
-Soy Arbahin- le respondió y luego agrego-. ¿Me temes? No te haré daño… no soy- se detuvo pensando en que era, después de tanto tiempo diciéndose a sí mismo que no era un monstruo ahora no se sentía tan seguro. Estaba a pocos pasos de la que podría ser la chica más frágil que haya visto, y él, enorme y brutal parecía aun más imponente-. No te haré daño.
Gloria
-Arbahin
Repitió el nombre de la criatura y se acercó más a ella. Buscándola con sus pequeñas manos, y las hundió en el oscuro pelaje, sintiendo la textura suave y a veces áspera de aquel animal. Y Gloria sonrió. Acarició el rostro, buscando ojos, orejas, morro, dientes, sin temor alguno.
Tanteaba cada músculo facial y del cuello para tener una "visión" de lo que tenía delante.
-Sois...
Quedó pensativa, quizás Arbahin pudo pensar un monstruo, pero Gloria no buscaba esa palabra.
-... hermoso e interesante.
Arbahin
Se le acercó sin temor, con paso seguro a pesar de que no veía, el licántropo se quedo expectante cuando repitió su nombre, el cual sonaba tan musical dicho por ella. Cuando sus manos fueron hacia el su primera reacción fue alejarse, pero no pudo, se quedo allí inmóvil como si de repente sus pies se hubiera convertido en raíces y se enterraran profundamente en la tierra. Sintió las pálidas y suaves manos recorrer su rostro, mientras Arbahin contenía la respiración, haciendo un esfuerzo para no alejarse.
Las palabras que murmuro la sacerdotisa lo sorprendieron. Dio un paso atrás con la mandíbula tensa, respiro hondo mirando a la maravillosa joven, ya no olía a miedo. Sacudió la cabeza confuso, no dejaba de asombrarse con cada humano con el que se encontraba.
-¿Arbahin hermoso?- murmuro con media sonrisa-. Eso es algo que nunca escuche...
Gloria
Gloria sonrió ante el susurro del hombre lobo.
-Decidme Arbahin, ¿vivís de siempre aquí, o sois reciente en esta tierra?
Quería saber más de aquel ser, descomunal y suave al mismo tiempo, fiero y protector. Pero también sintió como una desagradable sensación mientras lo acariciaba. Arbahin no estaba acostumbrado al contacto, y ella necesitaba de sus manos para poner rostro a aquellos que conocía, pero tampoco quería incomodarlo.
-Perdonadme Arbahin, no os gusto el roce de mis manos.
Dio un paso atrás para no tensarlo más.
Arbahin
El licántropo pensó un segundo su respuesta. Hacia tanto que viajaba que no reconocía ningún lugar como un hogar y no sabía de donde era. A verdad que le gustaba ese sitio, ese pueblo, no por algo especial, sino por un sentimiento que no entendía pero que le decía que ese era SU lugar.
-Digamos que me trajo el viento- dijo mirando a la muchacha con curiosidad, su última frase lo hizo sonreír-. No me gusta ser tocado, mi vida siempre fue solitaria, me desacostumbre a esa sensación.
En realidad siempre le molestaba eso, inclusive cuando estaba con el Viejo, el cual más que una palmada en la espalda no le daba, pero le molestaba de todos modos. Lo toleraba, pero aun así se sentía intranquilo.
Aun sentía las manos de ella sobre él, como si el contacto le quemara el pelaje, arrancara su carne y llegara a lo más profundo de su alma. Necesitaba correr por el bosque, cazar, olvidar ese contacto que lo volvía vulnerable o distraído. Una debilidad, según su forma de ver. Dio un paso atrás mirando las flores que llevaba Gloria.
-Conozco un lugar donde hay plantas enormes- dijo como distraído-. Tienen flores que jamás has visto... nadie las ha visto. Están muy adentro... Mañana te traeré- se encogió de hombros como diciendo “lo hago porque si”-. Mejor me voy. Adiós niña… me gusta oírte cantar- justo antes de perderse en el bosque se volteo preguntando-. ¿Cómo debo llamarte?
Gloria
-Sería maravilloso que me trajeras flores de ese lugar. Eso quiere decir que volveremos a vernos Arbahin. Y mi nombre es Gloria.
Sonrió intentado que no se sintiera tan incomodo con ella, o con el contacto que tuvo antes. Pero aquel pelaje le gustaba a Gloria, y esperaba que no fuera la última vez que pudiera acariciar al gran licántropo.
-Parece como un gran peluche.
Rió un poco con su propio pensamiento entre dientes, para evitar preguntas del enorme ser.
Arbahin
Arbahin asintió suavemente cuando escucho el nombre de la joven, no sabía porque pero le caía bien esa chica, tenía algo que le parecía admirable. Miro hacia el bosque ya para irse de allí, pero antes se volteo diciendo:
-Ten por seguro que nos volveremos a ver, me gusta eso del canto… tranquiliza- antes de perderse completamente entre la hierba agrega-. Nos vemos, Gloria...estaré cerca.
Mientras se internaba más y más en el bosque se da cuenta porque le agrada tanto esa chica. Es su fuerza. No una fuerza física, sino esa fuerza que le hace seguir adelante a pesar de no poder ver, tiene la capacidad de sobrevivir sin algo tan necesario como el poder ver. Eso lo hizo pensar muchas noches, preguntándose si ella no sería más fuerte que le licántropo, al aceptar como es y sobreponerse a ello, logrando superarse y dar todo de sí. En cambio Arbahin huía de quien era, preocupado por lo que los demás piensen.
Sin duda había sido un gran encuentro, tenía que verla más veces y, de ser posible, hacerse conocer por mas gente, si no recibía una reacción como la de Gloria no le importaría, se sobrepondría, seguiría adelante y llegaría a ser aceptado y a sentirse bien consigo mismo. Si, un gran encuentro.
Volvieron a encontrarse al día siguiente, y esas charlas se fueron repitiendo de tiempo en tiempo. Por un lado, la joven descubrió gran cantidad de cosas de la fauna y la flora silvestre alrededor de su templo y de lugares más lejanos. Por el otro, el más beneficiado fue el cazador solitario, descubriendo la tranquilidad y la calma que habitaban en el corazón de la sacerdotisa, alejando así su bestia interior y sacando a flote a la persona que tenía dentro.
Jóvenes vidas que se cruzan, entretenimientos de infantes que fomentan una relación y aseguran la base. Casualidades, presencias y todo un entorno por descubrir.
Kromwill Rojoalbor
Un muy joven Kromwill estaba otra vez, con su padre, camino de la casa del sanador del pueblo. Su padre, como siempre que se metía en líos, iba diciéndole que no debería meterse en peleas, y todo eso. Pero en el fondo, y aunque Kromwill fuese demasiado joven para darse cuenta, tenía una sonrisa de complacencia en el rostro, y estaba orgulloso del “ardor guerrero” del niño, y de que siempre ganara las peleas en las que se metía.
-Algún día tu madre te dará una paliza por no dejar de pelearte…y a mí me matará por no pararte a tiempo.- solía decirle.
En lo único que pensaba Kromwill, aparte de que la herida de la mano le escocía un poco, era en que iba a poder ver otra vez a Elius, el hijo del sanador.
Por fin, llegaron a la puerta de la casa, y su padre llamó enérgicamente.
Elius Brezon
Elius se encontraba clasificando hierbas que había estado recogiendo con su padre horas antes. Tirado en el suelo de la casa, las organizaba según su época de recogida y función. Aún era pequeño para acordarse bien de todas las que tenía esparcidas, así que de vez en cuando le preguntaba a su padre con preguntas cortas: "¿Así?", "¿ésta va aquí?", "¿...para el resfriado?". Él, desde la otra punta de la habitación, preparaba ungüentos.
El niño se encontraba indeciso entre dos hojas, preguntándose cuál era para aliviar el dolor de estómago, cuando llamaron a la puerta.
- ¡¡Yo voy!! - dijo levantándose a toda velocidad en dirección a la entrada de la casa.
Al abrir, encontró a su amigo Kromwill con una sonrisa triunfal y a su padre, no tan contento. A Elius se le iluminó la cara al ver a su amigo y a punto estuvo de darle un abrazo, pero se contuvo en el último momento y le dio un enérgico apretón de manos, intentando aparentar ser mayor de lo que era delante del padre de Kromwill.
El tiro le salió por la culata, y la mueca de dolor de Kromwill hizo que Elius le soltase en seguida, viendo que estaba algo magullado.
- Vaya, Kromwill, ¡lo siento! No me había dado cuenta de que estabas herido - dijo con sincera preocupación - ¿qué te ha pasado?
Kromwill Rojoalbor
El padre respondió:
-No te preocupes chico, ha sido una pelea con algunos chicos del pueblo… lo de siempre, vaya.- dijo, terminando con un suspiro de resignación.
-Pero papá…se estaban metiendo con…
El padre no le dejó terminar, y preguntó si estaba el padre de Elius en casa, para tratar la herida que tenía su hijo.
-Sólo es un rasguño, papa…
-Quizá, pero por no tratar cosas así, he visto a algunos compañeros de batalla perder la mano…y tú quieres conservar tu mano, ¿verdad?
Elius Brezon
- ¡Eso, eso! Si pierdes la mano, ¡a ver cómo vas a pelear...! - respondió el pequeño Elius con convicción. Ante la mirada de reproche del padre de Kromwill, el hijo del curandero se sonrojó un poco, bajó la cabeza y les invitó a pasar - Pasad, mi padre está dentro.
Mientras el padre de Kromwill le explicaba la situación al curandero, Elius miró con admiración a su amigo y le susurró:
- Eres muy valiente, Kromwill, ojalá de mayor pueda ser tan valiente como tú. ¡No le tienes miedo a nada!
El padre de Elius empezó a curar la herida, mientras su hijo no se perdía detalle del proceso.
- Hay que curarlo todo porque si no se puede infectar, ¿a que sí, papá? - dijo, tratando de impresionar a su amigo tanto como le impresionaba a él. El padre asintió con ternura, y le dijo:
- ¿Quieres vendar la herida tú? - y le guiñó un ojo, como dándole a entender "Yo te supervisaré".
Elius no pudo reprimir la sonrisa y como si sostuviese un tesoro, cogió la mano de su amigo y empezó a vendar la herida con sumo cuidado para no hacerle ningún daño.
Kromwill Rojoalbor
-¡Si pierdo la mano, pelearé con la otra! Además, es la zurda, y yo soy diestro, a si que no pasa nada.
Una mirada de reprobación de su padre le bastó para entender que si qué pasaba. Decidió cambiar de tema, y mientras su amigo Elius le vendaba la mano, dijo:
-Lo haces muy bien. ¡Seguro que de mayor llegas a ser tan bueno como tu padre! ¿Quieres salir a jugar cuando acabemos?
Elius Brezon
- ¡Claro! - dijo Elius alegremente. Cuando acabó de vendarle la mano y el padre de Elius dio el visto bueno, los niños salieron correteando fuera de la casa mientras los padres se quedaban hablando.
Se alejaron un poco de la casa para estar más tranquilos, pero quedando a la vista por si acaso los adultos les volvían a llamar.
- Oye, Kromwill, ¿por qué te has peleado esta vez? - preguntó con curiosidad Elius mirando el reciente vendaje.
Kromwill Rojoalbor
-Pues… eh…- se llevó la mano a la nuca y se rascó la cabeza - Si te soy sincero, no me acuerdo ya.
Dijo, riéndose.
-Con la bronca de mi madre, el camino hasta aquí, y la charla de mi padre, se me ha olvidado. Supongo que no sería nada muy importante. ¿Qué has estado haciendo tú?
Elius Brezon
- Mmm... Pues mi padre me ha llevado a la aldea y hemos visto a un señor con una pierna rota... y no me he podido escapar para ir a ver a Gloria al templo, no me ha dejado mi padre porque decía que tenía que aprender - dijo un poco apenado - Y a la vuelta, hemos recogido unas hierbas por el bosque. Menos mal que has venido tú, porque hoy no había jugado con nadie y ya me estaba empezando a aburrir yo solo.
Kromwill Rojoalbor
-Bueno, pero ahora ya estoy yo aquí. Y quizá aún haya tiempo para solucionar lo de Gloria, ¿no crees?
Le dije, mientras corría delante de él.
Elius Brezon
Elius intentó alcanzar a Kromwill en su carrera, y cuando estaba a punto de alcanzarle, tropezó con una raíz y casi se cayó. Esto hizo que Elius soltara una sonora carcajada y se paró a recuperar el aliento.
- ¿Vamos a verla ahora? Seguro que le hace ilusión, pero igual el sacerdote nos dice que ya es tarde... - dijo Elius indeciso, y bajando un poco la voz, continuó - A veces los sacerdotes tienen un poco de mal genio y...
Elius miró la cara de picardía de su amigo y suspiró con resignación.
- Ya sé lo que estás pensando... colarnos en el templo si no nos dejan pasar, ¿verdad? Como si no te conociera...
Kromwill Rojoalbor
El chico rió sonoramente:
-Me conoces bien, se nota que somos amigos. ¡Vamos, será divertido! Y será una bonita sorpresa para Gloria.
Acercándose a su amigo para ayudarle a levantarse, prosiguió:
-Además, no nos pasará nada. Venga, vamos.
Illius
El por aquel entonces más joven sacerdote portero estaba disfrutando de una mañana tranquila, trabajando en el pequeño huerto que tenía cerca de la puerta de entrada al templo mientras tarareaba para sí una tonadilla silenciosa. Lo más destacable de todo esto es que, por las capacidades de su especie, la tonadilla silbante sale de cuatro orificios situados en la zona de la papada, causando que se infle y se desinfle levemente mientras canta.
La tonadilla se corta de repente cuando, cual conejo percibiendo un depredador, gira el rostro hacia una zona de muro a un costado de la entrada del santuario. Oliéndose a qué puede deberse el ruido, deja el rastrillo con que estaba moviendo hojas para salir con su paso tranquilo por la puerta y llegar hasta la espalda de dos chicuelos que trataban de colarse sin tener el paso permitido.
-¿Qué está pasando aquí, chiquillos? -Habla con voz autoritaria y amedrentadora, tratando de asustar a unos pequeños vándalos, hasta que se da cuenta de quiénes son. -Oh, ¿habéis venido a ver a Gloria? -Sonríe. -Seguro estará encantada de jugar un rato con vosotros, y llegáis a tiempo pues debería de estar saliendo de sus rezos matinales. Venga, pasad, chicos. Y Kromwill, a ver si no te metes en tantos problemas, que acabas preocupando a tu madre. -Dice mirándote la mano vendada.
Kromwill Rojoalbor
El chico dijo, con un poco de bravuconería fingida:
-No pasará nada, ¡soy más fuerte que los chicos de aquí!
Riéndose, agradeció al sacerdote que les dejara pasar, y esperó a que Elius le siguiera para ir corriendo a ver a Gloria.
Elius Brezon
Avergonzado porque les hayan pillado intentando colarse en el templo, Elius mira cabizbajo avergonzado y murmura al sacerdote:
- Lo siento, señor. Que Oxidion nos perdone. - pero en cuanto ve que el portero no está enfadado y les deja pasar, una amplia sonrisa se forma en su cara - ¡Gracias!
Juntos, los dos niños salen corriendo hacia la entrada del templo gritando el nombre de Gloria entre risas.
Gloria
Gloria estaba terminando sus rezos cuando sus oídos escucharon su nombre a gritos por el Templo. En un inicio pensó que habría ocurrido algo malo, pero se alegro al reconocer las voces de dos de sus amigos. Elius y Kromwill. Seguro ya habían intentado colarse de nuevo en el Templo y el portero Illius los había pillado como era costumbre.
Se levantó de su posición arrodillada, colocándose su vestido bien, para que no quedara arrugado. Y salió de la sala de oratorios, buscando también a sus amigos.
-Elius, Kromwill.
Dijo susurrante pero con el tono de voz adecuado para que se escuchara cuando percibió que los dos jóvenes pasaban corriendo por un pasillo que cruzaba con el que ella estaba andando, y rió por lo bajo, al notar la ansiedad de ellos en encontrarla.
Kromwill Rojoalbor
Los jóvenes iban corriendo, alegres, por los pasillos. Kromwill siempre armaba un pequeño escándalo cada vez que pasaba por allí, pero los sacerdotes eran buena gente y su alegría no les molestaba.
Las risas de los niños mientras corrían y llamaban a su amiga resonaban por los corredores, hasta que finalmente oyeron como los llamaba suavemente desde otro pasillo. Corrieron hasta allí, y Kromwill dijo:
-¡Hola Gloria, te estábamos buscando! ¿Vienes a jugar?
Elius Brezon
Al oír la suave voz de Gloria responder a sus llamadas, se acercaron hasta donde ella estaba. En ese breve trayecto, se cruzaron con dos sorprendidos sacerdotes que ante tanto alboroto estaban a punto de quejarse. Al ver que se trataban de los dos niños, sonrieron con comprensión (recordando sus propias infancias y juegos) y siguieron con sus asuntos, dejando a los niños a lo suyo.
- ¡Gloria! - dijo emocionado Elius, cogiendo de las manos a su amiga a modo de saludo - ¡Casi nos hemos colado en el templo porque creíamos que no nos iban a dejar pasar, y nos ha pillado el portero! Menos mal que no nos ha regañado, porque quizá los padres de Kromwill estén acostumbrados a las travesuras, pero los míos no mucho... - Elius sonrió al darse cuenta de que estaba hablando demasiado y muy deprisa, así que se contuvo un poco y continuó más tranquilo tras oír a Kromwill - Eso, ¿te vienes a jugar?
Gloria
Gloria rió en gran medida ante las palabras y nerviosismo de sus amigos.
-Sí, vayamos a jugar, ya terminé mis rezos y no me vendrá mal jugar, a no ser que venga mi mentor y me lo impida. Pero no nos preocupemos por ello, vayámonos a jugar.
Tiró de las manos de Elius, y soltó una para coger la de Kromwill también y tirar de ellos hacia fuera del Templo.
Kromwill Rojoalbor
-… Ocho, nueve… ¡y diez! ¡Listos o no, allá voy!
Los tres niños se encontraban en los alrededores del templo, jugando. Ésta vez le tocaba a Kromwill buscar a sus compañeros. Tenía varias opciones, como algún árbol, matorrales, casas…incluso una vez alguien fue capaz de colgarse de la cuerda del pozo para que no le encontraran. Luego recordó que ése alguien fue él.
“No creo que ellos hagan algo así, mejor olvido ese lugar”.
Gloria
Gloria se había conseguido meter en un pequeña perrera incrustada en la pared, que poseía una puerta de acero, y el perrito tan dulce y amable que dormitaba allí le estaba haciendo compañía. Ya se había escondido allí muchas veces, y era un buen lugar, pero Gloria no lo hacía solo por el escondite sino por aquel perrito también, tenía ganas de verlo ya.
Escuchó como alguien pasaba frente a la puerta de la perrera y supo que era Kromwill, ella se llevó un dedo a sus labios para decir al perrito que silenciara su gruñidito.
Elius Brezon
Escondido en el portal exterior de una casa cercana al templo, Elius se apretujaba contra la pared para evitar ser visto desde la calle. La casa, al estar metida en un callejón, era un buen escondite siempre y cuando no saliese el dueño y le echara de allí al pensar que podía estar haciendo alguna travesura.
De vez en cuando, Elius se asomaba un poquito para ver si venía Kromwill y se volvía a meter rápidamente en su escondrijo. En una de estas acciones, pudo ver no muy lejos un grupo de niños algo más mayores que jugaban a tirarse piedras.
"¿Cómo podrán jugar a algo así? Se van a hacer daño" -pensó Elius. Al rato se dio cuenta de que no jugaban, sino que se estaban peleando. Se encogió más en su escondrijo, deseando que no le vieran no fuera a ser que la tomaran con él también.
Kromwill Rojoalbor
El chico buscaba a sus amigos por los alrededores, cuando le pareció escuchar ruidos de una pelea. Llevado por la curiosidad, siguió los ruidos hasta encontrar su origen. Unos chicos algo mayores se estaban tirando piedras y gritándose. Kromwill, alto para su edad, y más fuerte que la mayoría, se acercó a ellos gritando:
-¡Eh! ¿Qué está pasando aquí? ¡Dejad de pelearos!
Gloria
Gloria estaba contenta porque Kromwill no era capaz de encontrarla, pero escuchó algo no demasiado lejos. Primero gritos y luego Kromwill gritando a alguien. Decidida salió de su escondrijo y se dirigió donde se escuchaba el barullo y allí estaba Kromwill, con otros chicos, pero no entendía nada.
-¿Qué ocurre Kromwill?
Dijo tímida la joven Gloria mientras agarraba sus faldas nerviosa, pues no le gustaba estar con gente desconocida, y peor aún con niños extraños.
- Vaya. Mirad chicos lo que tenemos aquí, la niña ciega - balbuceó uno de los chicos que anteriormente se estaban pegando entre ellos - -Quizás podríamos divertirnos con ella - algunos rieron ante el comentario pero a Gloria no le hizo ni pizca de gracia.
Kromwill Rojoalbor
-Dudo que fuerais capaces de divertiros con nada ni nadie, y menos aún de divertir a alguien.
Apretando los puños, siguió:
-No deberíais pelearos, pero eso ya da igual, lo que no deberíais es actuar así con una chica, para colmo más joven que vosotros, y que lo tiene difícil para defenderse. Pero no os voy a dejar tocarla.
Elius Brezon
Elius escuchó la voz de Kromwill y se asomó un poco para ver si tenía posibilidades de que no le viese. Sin embargo, se encontró una escena muy diferente de la que había imaginado: Kromwill estaba discutiendo con los niños que se pegaban. Y Gloria se encontraba a unos pasos detrás de él, asustada.
Elius olvidó totalmente el juego y se acercó corriendo a la escena.
- ¿Qué es lo que ocurre aquí? - preguntó no muy confiado.
Cogió a la pequeña sacerdotisa de la mano para tranquilizarla y le sonrió:
- Tranquila, Gloria. - a continuación, se dirigió a Kromwill un poco nervioso - Kromwill, creo que deberíamos irnos.
Kromwill Rojoalbor
Resopló, visiblemente enfadado:
-Sí, ya me las he visto hoy con otros tontos, si lo vuelvo a hacer, me caerá una regañina aún peor.
Elius Brezon
Contento de que Kromwill estuviese de acuerdo con él, Elius y los otros dos niños se dieron la vuelta para marcharse de regreso al templo. No habían dado ni cinco pasos cuando una piedra cayó sobre la cabeza de Elius:
- ¡Ay! - exclamó dolorido y sorprendido, tocándose el golpe.
- ¿Dónde creéis que vais, eh? - dijo uno de los matones - Si os pensáis que os vais a ir tan tranquilos después de haber metido las narices donde no os llama nadie, estáis equivocados.
Elius se aguantó las lágrimas que empezaban a inundar sus ojos por el dolor de la pedrada.
Kromwill Rojoalbor
El chico se giró, indignado:
-¡Habéis tirado a la basura la oportunidad de dejar pasar todo esto, ahora os las vais a ver conmigo!
Y se lanzó a por ellos, dispuesto a pegarles llovieran las piedras que llovieran.
Illius
Por suerte para los chicos, tanto de uno como de otro bando, los gritos y las amenazas habían llegado más lejos de lo que los chicos pretendían, y en el momento en que Kromwill se estaba lanzando para darle un puñetazo a uno de los chicos mayores, una figura voluminosa pero ágil para su tamaño se adelantó ejerciéndole un agarre férreo en la muñeca. Y unido a la mano que sujetaba, estaba el resto del cuerpo de Illius, el portero, que parecía haber venido corriendo desde el templo al oír los conflictos. Después de apartar a Kromwill, que nada podía hacer contra la fuerza del mion, se volvió hacia el grupo de jovenzuelos, mirándolos a todos a la cara mientras estos estaban petrificados, sin tener claro si correr o seguir con el ataque.
-Labdro, Dumwahg, Eric, ... -y sigue, nombrándolos uno a uno, hasta el último. -y Emmomm. ¿Ya saben vuestras madres que os dedicáis a abusar de los niños pequeños? Sería una pena que cuando fuesen a hablar con el Sacerdote, les dijese que os pasáis los días lanzándoos piedras entre vosotros y a otros chicos. Así que mejor marchaos a hacer tareas de casa, ahora que estáis a tiempo. -Resopla por los agujeros de la nuca, produciendo un silbido y espantando a todo el grupo que se va a paso rápido hacia sus respectivas casas. Luego el portero se vuelve, y os habla a los tres. -No deberíais meteros en conflictos de adolescentes, muchas veces no tienen dos dedos de frente. Y Gloria, ya sabes que no debes alejarte tanto del templo, y menos para meterte en problemas. Al final no me van a dejar darte permiso para salir, si acabas rodeada de conflictos. Venga, a jugar por ahí. -Y os hace un gesto en dirección al templo. Después, echa a andar en esa dirección con tranquilidad.
Por supuesto, esa no fue ni la primera ni la última vez que ese trío de humanos se metería en líos, pero con el tiempo, varios jóvenes más se unirían a su grupo, formando un pequeño nucleo, como una familia. Y vivirían muchas más aventuras.