Partida Rol por web

En pocos minutos, aquellos asaltantes razimiris líderados por aquella bruja que se hacía llamar santa se habían convertido en asaltados. Las habilidades de combate del equipo de pathfinders abatieron a la mayoría de los enemigos haciendo uso de espada, arco, escudo y puño. Los cuatro pathfinders combatían con gran pericia dandose apoyo mutuo, como si de un solo y aterrador guerrero se tratara.

El semielfo cargó otra flecha en su arco y apuntó al razimiri que cobardemente huia del combate, no haciendo caso a las bondadosas palabras de la clériga de Serenrae. La flecha rasgó de nuevo el aire con gran precisión e impactó en la pierna del mismo donde quedó clavada.

- ¡Esto es por Lamriss, Mortimy y Tyrnesh¡ - gritó con voz recia el arquero al tiempo que su flecha impactaba en el cobarde razimiri.

La flecha se clavó allá donde el semielfo quería. Aquella herida no lo mataría, pero lo retrasaría en su marcha y permitiría al grupo avanzar lo suficiente como para hallarse muy lejos de posibles represalias. Bueno... quizás se infectara y acabara perdiendo la pierna, pero eso lo tenía merecido...

Igualmente, el aterrado guardia corría a cuatro patas negando el dolor de sus zancadas. Sabía que quedarse allí, significaba morir y no deseaba la expiación de sus días. Muchos serían conocedores del paladín que acabó con Santa Ahendile con un par de ataques de su mandoble, del oriental de hielo y puños de granito capaces de partirle el espinazo a un hombre, del semielfo asesino que disparaba flechas exterminadoras de hombres y del ángel de fuego cuyas palabras eran tan cálidas como para olvidar la fe al Dios Viviente.

Jamás giraría la cabeza atrás. Correría tanto como sus heridas le permitieran.

Gudrid negó con la cabeza con pesar.
- ¿Qué clase de mentiras y amenazas pueden convertir a un hombre en un títere sin corazón?

Estaba visiblemente afectada, en el fondo de su ser creía que había fracasado, que le había fallado a su Señora.

- Me hubiese gustado iluminar a esas almas descarriadas. ¿Habéis visto sus ojos? Había un profundo temor en ellos. No son malvados. No todos ellos, al menos; actúan de ese modo por miedo, porque temen los latigazos de sus amos. Ese que se hace llamar "Dios" no tiene seguidores, tiene esclavos.

- Pero que egoísta soy... - Dijo al ver cómo Elenzeran sangraba con profusión.
- Perdóname. Deja que pose mis manos en tus fatigados hombros. ¿Sientes el calor?

Le dedicó al paladín una cálida sonrisa cuando sus heridas comenzaron a restañar y luego se dirigió al resto: - Amigos, creo que debemos marcharnos de aquí. No es seguro, es posible que los supervivientes hayan avisado a más guardias.

La sacerdotisa comenzó a caminar. En un momento dado, giró su cabeza para contemplar el lugar y añadió: - No sé cuándo ni lo que costará, pero la luz y la bondad deben traer claridad a este lugar malhadado. Hay gente en estas tierras que sufre. Lo siento en mi propio corazón.

La justicia resplandeció. Y eso era lo único que importaba. Habían puesto en fuga a los últimos integrantes del grupo que les había tendido la celada pero el paladín aasimar no estaba del todo satisfecho. Las brujas cooperantes habían huido, incluso el mozo mudo había desaparecido. No cumpliría su voluntad y no los llevaría ante la justicia pero tenía pensado algo que quizás resarciría el dolor causado.

Gracias Gudrid por tus atenciones.... Aún quisiera que me otorgarás un último favor. ¿Como servidora de la llama podrías purificar por el fuego este maldito lugar? Los que han sufrido entre sus muros te estarán agradecidos.

La misión había concluido. Los emisarios estaban a salvo. Un último pensamiento fue para los héroes que dieron su vida para que salieran del puerto de Xher.

Que enmarañado resultaban para algunos los hilos tejidos por el destino, para Fur-Yurl no. Su visión del momento, del equilibrio entre mente, cuerpo y entorno le hacía ver más allá, contemplando los sucesos sin inmutarlos hasta el final... el curso de las cosas deben fluir como el aire que por mucho que se arremoline en su camino siempre encuentra escapatoria.

Tras destrozar a su último adversario observó con satisfacción que el combate había acabado y bien. Misión cumplida. Templó su cuerpo y respiró profundamente para purgar su euforia, rezó por los enemigos caídos con un saludo respetuoso y sin malgastar una palabra se acercó hasta los recién rescatados enanos para cubrir la huida junto a ellos. Esperó a que el resto del grupo estuviese dispuesto para emprender la marcha hacia el ábaco que llevaría a todos a casa.

El semielfo observó con cierta furia como el cobarde razimiri se perdía en la lejanía, herido como estaba en la pierna. De haberlo seguido habría podido matarle a sangre fría, pero ese no era el estilo del arquero nirmathiano, de corazón valeroso y noble.

Todo había acabado por fin, toda la sangre derramada en aquel viaje les había conducido a cumplir con la misión que la Gran Logía de la Sociedad Pathfinder les encomendó. Habían rescatado a esos importantes emisarios y demostrado a Razmiran cual era el precio a pagar por cometer semejantes maldades. Satinder escuchó las palabras de la sacerdotisa Gudrid a la que habían conocido a bordo del ábaco y no pudo más que estar de acuerdo en que fuera su fuego el que purificara aquel lugar corrupto y perverso.

- Hemos logrado nuestro objetivo... hemos sido un buen equipo, compañeros. - Dijo guardando la flecha que tenía tensada en su arco en el carcaj y echandose el mismo a la espalda. - Ha sido un honor compartir la misión con vosotros.... Elenzeran... Gudrid... Fur-Yurl... cuando volvamos podremos saborear las mieles de la justa victoria en la taberna una vez informemos al Venture Captain.... - exclamó con rostro jovial. - Y creo... que deberiamos hacer más misiones juntos, creo que hacemos buen equipo.

Y llegaron hasta el Ábaco.

Las llamas candentes y las columnas de humo tan negro como el corazón de las hermanas Grymble, se alzaban al cielo como triunfo de la justicia y el bien. Los pathfinders volvían victoriosos aunque cansados y magullados por el combate.

Sobre la cubierta, Metella, aguardaba junto a Amauhak y Temel. La enana se mostraba feliz  de que el grupo de aventureros de la Logia hubiera triunfado ampliamente y no tardó en bajar abajo para ayudar a los desnutridos y agotados emisarios. Rukeska regaló una sonrisa a la noble enana, mientras ésta abrazaba a la emisaria torturada. Se recuperarían.

Por su parte, Amauhak fue a ayudar a Pechas. El enano pahmet estaba muy gratificado por la tenacidad mostrada por el grupo y no dudó un instante en hacer saber a los pathfinders, que los líderes de Absalom sabrían de su hazaña y que eso les reportaría favores.

Incluso el kalistócrata Passad se congratulaba del buen devenir de la misión, e instó al capitán del velero a que levara anclas. No había tiempo que perder. Debían salir de ese lugar abominable lo antes posible.

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Pasaron un par de jornadas más de viaje a través del Río de Cristal. Por suerte, hacía ya más de una jornada que el ábaco había abandonado el territorio de Razmiran y sus implacables Barcazas de Fe. Los emisarios se recuperaron de sus heridas y comenzaron a disfrutar junto al resto de la tripulación de aquel viaje fluvial. Ya no hubieron más problemas que lamentar, e incluso Metella y Temel firmaron una especie de tregua mientras durara el viaje. Había que agradecer a los dioses que el destino hubiera sido tan bondadoso con ellos.

Tras varias jornadas de viaje, la nave drumanesa llegó hasta Nerosyan, capital de Mendev. Allí, en el puerto fluvial aguardaba el Capitán-aventurero Jorsal de Lauterbury. El caballero de piel oscura, esperaba la llegada del Ábaco y del grupo de pathfinders.

El Capitán se deshizo en elogios hacia Elenzeran y los suyos, pues no era para menos. Habían conseguido cumplir los objetivos de la misión con gran eficacia.

- Sed bienvenidos a estas tierras compañeros. Aquí no os faltará comida y lugar donde descansar. Recuperaros antes de volver a la logia y sed sabedores de que mis informes al Consejo de los Diez, serán extensos.- explicaba el caballero sobre su corcel blanco. - Tenéis un gran potencial. Espero que lo podáis explotar por el bien de la Sociedad.- Tras estas palabras, Jorsal marchó.

La misón finalmente había concluido.