En uno de los barrios más humildes de Lumnade se puede encontrar un comercio de calzado pequeño y acogedor, con claros toques “Irlandeses”. Hermosos zapatos visten estantes demasiado altos para que el pintoresco dependiente pueda llegar a ellos sin ayuda de su alta escalera con útiles ruedecillas. Un lugar demasiado colorido para las oscuras gentes de una ciudad siempre en penumbra.
- Todo el dia trabajando, ¡y no se acerca nadie! En cuanto acabe esta jornada juro por los Fir bolg que nadie me va a separar de una buena pinta de amarga an nochd, vaya que si. Hay que estar ciego, hay que estar ciego, digo yo.
Parloteando incesantemente, el zapatero arregla las cajas de la última remesa, en su rostro a veces, una arruga traviesa le cruza el entrecejo cuando desordena las estanterías, sabía que a ella le gustaría que todo estuviese ordenado.
- Diablos, nadie puede tener tanto orden, que uamhas, que terrible, ...
Y así, lentamente, se desgranaba la tarde...
La pequeña campanilla de la puerta tintinea ante la entrada de un posible cliente:
Buenas tardes, sr. Shuster -Un leve susurro que parece tejer el aire de terciopelo rojo hace cosquillear tus oídos, de una forma demasiado indecente para un pobre viudo.
Con paso majestuoso una joven de bellísimas facciones cruza el umbral.
He oído hablar de sus extraordinarias habilidades. Y me preguntaba si usted tendría lo que ando buscando -sonríe, acariciando con sus delicados dedos la mercancía de los estantes.
- Nombres, nombres, nombres. Buenas tardes, caileag.*
El zapatero observa a la elfa como lo ha hecho con todos los clientes, fijándose primero en sus piés y más tarde en sus acciones, como vigilando que no robe nada.
- Bien, bién. Es bueno, espero que haya buenos airgid* para compensar el trabajo.
Caileag = niña
Airgid = dineros
¿Cómo dice? -pregunta turbada por palabras que tarda en recordar-. Oh, sí. El pago. No se preocupe por eso. Dispongo de más oro del que haya podido soñar.
Da una vuelta por la tienda con los ojos cerrados, “saboreando” con sus dedos el tacto de la piel y la seda de los zapatos.
Sí -murmura-. Creo que sí tiene o puede tener lo que necesito.
Entonces con una sonrisa se gira hacia el hombrecillo.
Disculpe mis modales. Mi nombre es Morladle Izhën -Inclina levemente la cabeza en señal de saludo-. Y estoy aquí por mandato del propio Rey Äthzur.
Hace una pausa teatral. Como esperan do un “Uh” o “¡Ah!”, que el leprechaun no parece muy dispuesto a entregarle.
- Un rey..
EL zapatero se queda pensativo, la ultima vez que trabajó para un gato, le pidió un par de botas que puedesen saltar hasta las nubes, la última vez que trabajó para un rey...
- Hace mucho que no trabajo para un rey. La última vez que hice unos zapatos para una princesa, eran de cristal. Un trabajo muy extraño, si señor, unos zapatos que sólo ajustasen a una persona determinada... Y ¿Qué necesitas, Morladle?
Si mi ritmo es lento, avisame xD Es porque mi trabajo no me deja postear más rápido -.-
No, yo nada, Y el rey anda bien de calzados, gracias –sonríe la joven con dulzura-. Pero tengo un barco entero de personas que nos gustaría salvaguardar.
¿Cuánto tardaría en preparar siete botas que permitan caminar por el agua, o respirar bajo ella?
No lo sé… -murmura pensativa-. ¿Y unas hebillas para que la tripulación pueda nadar sin cansarse, o comunicarse con los delfines? Ellos no son muy importantes, pero quiero que tengamos las mínimas bajas posibles. Este reino ya ha sufrido bastante.
El zapatero gruñó. Guerra. Siempre había guerras. Maldición.
- Espero, que hables de una cath* justa. Tendrás esas botas en un mìosan*. E intentad no dañar a ningún animal, coltas* engaña.
De algún lugar de su chaqueta el zapatero sacó una pipa de ébano y un saquito de tabaco. Vertiendo el tabaco léntamente en la pipa, la encendió con una cerilla aparecida también por arte de birbiloque. Lentamente el aroma a vainilla empezó a inundar la habitación, un aroma dulzón y espeso...
Cath = Batalla
Mìosan = Mes
Coltas = Apariencia
¿Mìosan? -trató de recordar el significado de la palabra-. ¡¿Un mes?! -exclamó desconcertada. No disponía de semejante plazo.
Pero un mes es demasiado… -comenzó a decir dando vueltas por el establecimiento. Debía encontrar una solución.
Las Brujas de Lumnade se habían puesto en marcha que el rey le desvelara a Morladle sus intenciones. Habían equipado el navío con una larga lista de conjuros protectores, objetos mágicos y hiervas curativa. Pero aún así la muchacha no lograba verse satisfecha. Importantes personalidades irían en aquel barco, según la información de la que disponía. ¡Su “eminencia” estaría allí!
El olor de la vainilla la tranquilizó.
Entonces creo que deberá trabajar en la travesía.
- ¿Travesía? ¿Barco?
El zapatero no puede dar crédito a lo que escucha, aquella muchacha le está proponiendo embarcarle en lo que, seguro, será una peligrosa travesía. Después mira la tienda, con la pipa en sus manos y una mirada de nostalgia. No siempre se puede saltar hacia adelante. No siempre se puede escapar del pasado. Quizás, esta travesía es lo que había estado esperando todo éste tiempo. Quizás... Quizás así sí que podría empezar de nuevo. El zapatero se sienta, con una extraña exresión en su cara.
- Dejame despedirme, niña, déjame despedirme e iré en esa travesía. Que los fir bolg se revuelvan en la tierra y las banshees aúllen a la luna, que no se diga que el shuster tiene miedo.
Je -sonríe con un ligero mohín de desconcierto-. Me alegra que haya tomado tan rápido una decisión. Aunque también me preocupa un poco -reconoce mientras hace correr el colgante a través de la cadena de su cuello de forma nerviosa-. No le estoy invitando a un crucero de placer. Nadie sabe los peligros que pueden aguardarle durante la travesía…
Su voz se va ahogando poco a poco. Claramente no desea desalentarlo, pero le preocupa el arrojo del leprechaun.