En una mente hiperactiva, la cual empezo a vivir y recordar historietas, Nami empezo a escribir sus propias memorias en un diario secreto. Alli desveleraía sus más intimos secretos.
Primer día de Academia. ¿Qué significa eso? 06:30 AM, media ciudad dormida... y Nami dando saltos de un lado para otro como un maldito perdiguero. ¿Tengo todo en la cartera?¿Me he duchado ya?¿Necesitaré dinero?¿Me llevaré el arco?¿Habrá pruebas de nivel?¿Tengo todo en la cartera? Iba pensando cíclicamente, corriendo de un lado para la casa: primero a la cocina, removía un poco la verdura del bento casero que se estaba preparando, el arroz, vigilaba que todo estuviese correctamente, y salía escopetada: revisaba tener todos los libros, la ropa de deporte por si (por suerte) se hacía algo en el primer día de gimnasia, cartera, teléfono, paraguas de mano, corría a coger por tercera vez el cepillo de dientes y lavárselo, volvía a la cocina a seguir apañando la comida... en fin, una suerte para quien estuviera en el dormitorio de abajo que éstos dormitorios estuviesen bien insonorizados frente a las pisadas y demás.
Saqué una orla que había rescatado de a saber dónde (probablemente de al lado de un contenedor) de una promoción de la Nagatenjouki con un montón de anónimos y me pregunté ¿Se verán todos tan mayores? Obviamente no. ¿Pareceré una enana? Obviamente sí, pero poca solución había. Igualmente tomé un metro y me medí de pies a cabeza a ojo de buen cubero. ¿Había llegado ya al metro y medio...? Parecía ser que no. Suspiré y, acordándome de repente, corrí de vuelta a la cocina y terminé de apañar la comida y servirla, cerrando el abultado bento casi oyéndolo quejarse. Menos mal que sabía que los objetos inanimados no tenían sentimientos o si no me vería obligada a ponerlo en dos... Me sorprendí mirándolo e imaginándolo con ojitos de pena y sacudí la cabeza. Que no, que no es ninguna injusticia, es su función, leñe.
Ya preparada y sobrada de tiempo, terminé por salir a las 7 hacia el complejo escolar... bajo las miradas en las ventanas de algunos alumnos que apenas se acababan de levantar. Natural que terminasen tomándome por loca. La sorpresa fue que ni siquiera por esas era la primera en llegar: cuando pasaba bordeando la pista de atletismo, vi una figura solitaria que comenzaba a correr por la pista. Calenté ambas piernas y un poco el torso y, sin soltar la bolsa ni la mochila, cuando pasaba por mi lado en carrera, comencé a correr a su lado adaptando la velocidad a la suya. Era una chica de pelo negro en ropa de deporte que corría con todas sus fuerzas, aunque aún así no iba muy por encima de la media. Apreté un poquito más la carrera y observé cómo, empezando a resollar, se ponía a mí nivel y seguía manteniendo el ritmo, mirándome ahora ella a mí con curiosidad. Seguí corriendo un rato más, a pesar de la molestia de la carga, y empecé a ver cómo la muchacha flaqueaba un poco.
- ¡No-te-frenes! -le dije con una amplia sonrisa, lo que pareció desconcertarla un poco pero sirvió para que aguantase un breve rato más.
Finalmente, resollando, se detuvo y se apoyó en las rodillas retomando el aliento mientras me miraba, un poco fastidiada de ver que yo también boqueaba un poco, pero bastante menos que ella a pesar de ir cargada.
- Que demonios... Esper, ¿verdad? -me preguntó, y si fuese más lista, algo en su tono me hubiese mostrado que al menos parte de mi respuesta no le gustaría.
- ¡Si!¡La-verdad-es-que-no-esperaba-encontrar-a-nadie-aún!¡Es-increíble-que-entrenes-desde-tan-temprano! Lástimaqueyonotengatantadisciplinaaveces... -dije, terminando en voz más baja como meditando para mí misma, pero luego dedicándole una amplia sonrisa después- Me-llamo-Nami-¿y-tú?
Ella soltó un bufido.
- Otra igual, siempre aprovechando para restregarnos vuestros poderes a los demás. Me da igual lo rápida o fuerte que te hagan ser tus poderes, algún día todos os acordaréis de Narusegawa Nami cuando logre ser la más rápida de la Academia sin poderes, ¡ya verás! -dijo con mal humor, girándose de repente y largándose con paso rápido a recoger sus cosas.
- Pero-si-ni-siquiera-los-he-usado... -musité nuevamente, antes de dejar caer los hombros algo desanimada y volver a andar en dirección a la escuela.
Por suerte, el desánimo no me duró mucho... ¡era el primer día!