Partida Rol por web

Tomb of Annihilation

Capítulo 2: La Tierra de Khult

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13/05/2018, 17:56
Director

Los aventureros y sus guías abandonaron los cuerpos de los ogros zombies para seguir con su búsqueda. En la noche del día siguiente, una bandada de aves dinosaurios interrumpieron el descanso del grupo durante la guardia de Alcémides y Lugur, que no tuvieron tiempo de avisar a sus compañeros para que se prepararan ante el asalto. De todas formas, los enemigos no parecían distinguir los hombres en tierra del propio suelo, así que los dos tuvieron que defenderse mientras el resto se incorporaba poco a poco y sin el equipo dispuesto para el combate. No obstante, el triceratops no necesitaba preparación y en seguida llamó la atención de buena parte de los dinosaurios alados. Aún así, Lugur fue gravemente herido por las bestias y tuvo suerte de que el combate acabara justo cuando él caía desangrado al suelo. Sintió una inquietante sensación incluso al ser sanado por Garth, como si la muerte aún le acompañara, aunque de forma menos definitiva. Al levantarse, vio varios de los monstruos alados caídos, pero también faltaban cuerpos: las aves dinosaurios se habían retirado del combate cuando vieron que no tenían ninguna posibilidad de vencer. Terminaron el descanso interrumpido, y se pusieron de nuevo en marcha.

Sin embargo, Faroul y Gondolo no acertaron dirigiendo la expedición, y el grupo perdió un día entre la selva. Peor aún, al día siguiente siguieron sin encontrar el camino correcto y además se encontraron con un grupo de necrófagos dirigidos por un necrario, que tenía un distinguible símbolo en la cabeza: un triángulo invertido azul. El necrario corrió hasta el grupo dispuesto a demostrar su fiereza, pero el triceratops lo arroyó antes de que pudiera demostrar algo. Sin su líder los necrófagos no se sintieron desorientados: aún sentían atracción por la carne no putrefacta, y se lanzaron contra el grupo, que volvieron a utilizar al triceratops como punta de lanza para retener a los no-muertos mientras les dañaban desde la distancia. Finalmente acabaron con todos ellos, y salvo Lugur, que pareció por momentos enfermo debido a una de sus heridas probablemente infectadas, no hubo que lamentar más problemas. Fue entonces cuando Alcémides habló sobre el símbolo del necrario al resto del grupo: al parecer, hace muchos años, un paladín llamado Ras Nsi falló a la hora de proteger la ciudad de Mezro, cayendo en desgracia y convirtiéndose en un dirigente de no-muertos dispuesto a llevar la destrucción cerca de las ruinas de la ciudad.

Para desgracia de los aventureros, que contaban con provisiones justas para llegar al puente, en los dos días siguientes no pudieron moverse: en el primero, un calor sofocante les obligó a gastar incluso más raciones de agua; en el segundo, una fuerte tormenta hizo que sus guías les aconsejaran no moverse. Aprovecharon para recolectar el agua caída, pero como con la carne de velociraptors, los guías no les aconsejaban tomarlos. La climatología era otro elemento que se mostraba feroz en Chult, y no estaba ayudando a los intereses de la señora Silvane.

Por suerte, al día siguiente no solo se pudieron poner en marcha, sino que Faroul y Gondolo, con las indicaciones que Alcémides lograba de los cuerpos celestes, descubrieron su posición: se habían movido demasiado hacia el norte y ahora tocaba bajar. Durante varios días se acercaron a su primer objetivo, la cueva del dragón marcada por Faroul y Gondolo, encontrando nuevas dificultades: un día fue una presencia extraña la que hizo rodear al grupo el camino, pero al día siguiente una sensación similar no pudo ser esquivada: una especie de espectro atacó al equipo, aunque a pesar de su estado translúcido no supuso una amenaza importante. Tras él, Lugur encontró el cuerpo de un gnomo, encerrado en una tela de araña. El aráino encontró un extraño bote cerrado con alguna sustancia en su interior, que no dudó en llevarse. Más adelante, encontraron a unos nativos caníbales devorando un cuerpo, y el grupo no quiso saber nada más: torcieron su rumbo con la suerte de que la tribu estuviera en mitad de un banquete y no tuvieran tiempo para fijarse en sus alrededores.

Una noche, en la guardia de los dos guías, unas estirges se dispusieron a saciar su apetito con la sangre de los aventureros. Nuevamente la dificultad del encuentro residió en responder rápidamente tras despertarse en mitad de la maniobra más que en el combate en sí mismo, pues las criaturas no resultaron ser muy resistentes. En la guardia del día siguiente, fueron otra vez Lugur y Alcémides quienes detectaron una nueva amenaza: esta vez, el aráino se adelantó sigilosamente para inspeccionar el lugar mientras el mago despertaba al resto.

Lugur volvió con noticias: había encontrado otro grupo de aventureros, junto con algunos nativos (diferentes a los que habían visto con anterioridad), que marchaban por un camino cercano. La expedición decidió salir a saludarlos con la intención de compartir información y ver si tenían comida y agua que compartir; de esto último no iban sobrados, pues justo se dirigían a Puerto Nyanzaru para comprar provisiones, pero dado el estado de los aventureros y la naturaleza de su misión, decidieron que bien podían dar unos pocos suministros al grupo. Acamparon juntos y hablaron de diversos temas, entre ellos que nada había que hacer en las ruinas de Mezro, pues acababan de venir de allí sin encontrar algo con un mínimo de interés. Por la mañana, se despidieron para seguir cada uno su camino. Lugur, no obstante, parecía bastante seguro de que encontraría algo en la ahora arrasada ciudad, e insistió al grupo de que revisaran el lugar. Y lo cierto es que algo encontraron: un cuerpo reciente lleno de flechas, y sin aparente relación con él, más adelante encontraron a un humano de las Tierras Centrales Occidentales (al menos en apariencia) llamado Artus Cimber, y su acompañante, que parecía una especie de humanoide dinosaurio, llamado Dragonbait. Artus atendió al grupo y les contó porqué estaba allí: al parecer estaba maldito, pues hizo un pacto con su mujer, Alisandra, de encontrarla en esta ciudad y ahora se dedicaba a vagar por la selva de Chult en búsqueda de una naga legendaria que podría ayudar a encontrarla, pues la ciudad, como podían ver los aventureros, estaba destruida. Aquella historia llamó la atención del grupo, ya que esa maldición por ahora estaba permitiendo proveyendo a Artus de longevidad antinatural, cuando su misión era precisamente volver a la normalidad los efectos de la resurrección en todo Faerûn. Garth le contó el encargo de Silvane y el hombre pidió unir esfuerzos, algo a lo que aceptaron sin dudar; aunque Alcémides le miró algo receloso, pensando que Artus se guardaba algo de información para él mismo. Junto a él se uniría Dragonbait, que conmovido con la historia de Artus se convirtió en su seguidor desde que lo conociera en Puerto Nyanzaru hacía dos años. Aunque no podía hablar común, sí lo entendía y podía decir algunas palabras sueltas que debían ser interpretadas pues no expresaban el verdadero significado de lo que quería decir.

El nuevo grupo se puso en marcha y nuevamente se enfrentaron a la dureza de la jungla: una gigantesca serpiente apareció entre los árboles para morder a Lugus, pero Cebo de dragón se encargó de ella con un rápido movimiento de su, a todas luces poco común, espada.


Notas de juego

Resumen escrito por PlasticMan y corregido por mí.

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11/06/2018, 21:42
Director

Tras una nueva noche de descanso, Faroul, al mando de la dirección, volvió a desorientarse, aunque afortunadamente para el grupo avanzó de forma correcta pese a no tener referencias del camino. No pasó nada durante el resto del día, pero durante la noche, en la guardia de Nashala y Garth, fueron rodeados por tres zorbos, que precedidos de chillidos se abalanzaron sobre el equipo. Garth dio el aviso para despertar a sus compañeros, aún así la mitad no se levantó durante los primeros instantes del combate y Gondolo, aún durmiendo, fue gravemente herido, teniendo que acudir el druida en su auxilio. Los ZORBOS habían sido demasiado confiados al atacar a un grupo tan grande siendo solamente tres: la fuerza bruta de Nashala y el triceratops, la habilidad con los arcos de Lugur y Artus y la magia de Alcémides acabó con la amenaza antes siquiera de que Dragonbite se despertara. Terminaron de descansar en lo que quedaba de noche y al día siguiente, nuevamente el clima les detuvo: bajaron las temperaturas y comenzó a llover de forma torrencial. El equipo aprovechó para volver a aprovisionarse de agua de la lluvia, aunque sabían que no era potable.

Con el nuevo amanecer el clima se calmó y el grupo avanzaba hasta el puente de Ataaz Muhahah cuando se detuvieron al escuchar unos sonidos inquietantes, el rozamiento de huesos que avanzaban hacia su posición: una docena de esqueletos se interpuso en su camino, a plena luz del día, algo inusual para los no muertos. El triceratops y Dragonbite se adelantaron y atrajeron toda la atención de los esqueletos, permitiendo al resto atacar desde la distancia sin exponerse al peligro. Aunque tampoco es que hiciera mucha falta: pese a que el triceratops entró en combate de manera brusca golpeándose él mismo con la cola muy fuertemente, tanto él como Dragonbite no solo mantenían a raya a los esqueletos, sino que los eliminaban más rápidamente que sus compañeros en la retaguardia. Al final la amenaza se esfumó y el grupo llegó hasta el puente.

Tal y como les habían descrito, se trataba de una imponente construcción de unos 100 pies de altura, y en su fondo se podía oír el eco del chillido característico de los babuinos del lugar, cuya cacofonía lo hacía parecer carcajadas humanas. Lo que no sabían de antemano, ni siquiera sus guías o Artus, era que al otro extremo del que se encontraban el puente había colapsado, por lo que no tendrían nada fácil pasar: deberían acercarse para ver si podían saltar o no. Pero en el propio puente también había otros elementos: a los lados unas estatuas de monos estilizados acompañaban un relieve con forma de laberinto en las paredes del puente, y a medio camino entre una parte y la otra, se alzaba una gran estatua, con un esqueleto humanoide quebrado a sus pies y cuyos ojos relucían con dos enormes gemas. Los aventureros dejaron de actuar como grupo y se dividieron: mientras Garth abogaba por no entrar en el puente tan rápido, Alcémides sintió curiosidad por los relieves de las paredes y Lugur mostró que su codicia era más fuerte que su sentido de la supervivencia cuando empezó a escalar la estatua del gigante para embolsarse las gemas. El aviso del cadáver no era en vano: el gólem se movió rápidamente y sin que Lugur pudiera defenderse fue lanzado por el puente, cayendo gravemente herido cerca de donde los babuinos seguían con su irritante chillido. Los demás reaccionaron: Alcémides conjuró un proyectil mágico, que dañó superficialmente al gólem, y Artus, Dragonbite y el triceratops se adelantaron para luchar contra el gólem. Pero éste era demasiado fuerte y utilizaba a la perfección su entorno: también lanzó a Dragonbite al fondo del puente y Nashala, que intentó sobrepasarlo rápidamente para intentar bajar por el lugar donde el puente había colapsado para ayudar a Lugur, fue a su vez empujado al vacío, aunque en esta ocasión Alcémides actuó rápidamente y conjuró su hechizo caída de pluma para ralentizar el vuelo de la semiorca. El mago vio que los restantes en aquel puente no iban a poder hacer más contra el gólem, así que conjuró otra caída de pluma para todos sus aliados, y les dijo que se tirasen al vacío, obedeciendo todos ellos menos el triceratops, incapaz de comprender la orden, pero que de todas formas fue levantado y lanzado por el gólem fuera del puente, activándose el conjuro también en él. Garth, que desde la caída de Lugur se había transformado en mono babuino y bajaba por las enredaderas que colgaban sobre el puente, se reunió con Nashala, levemente herida, y con Dragonbite, más dañado con la caída pero todavía muy entero, además había logrado estabilizar a Lugur con su atención médica y espantó a los babuinos cercanos. Finalmente todos se reunieron en el fondo del puente y Garth curó a Lugur; mas ya no podían tomar el camino que salía del puente, ya que supondría abandonar al triceratops, el cual no podía escalar. Y como remontar el río no les aseguraba que el dinosaurio pudiera escapar de los lindes del mismo en algún momento, decidieron marchar hacia el mar, que según sus guías no estaba demasiado lejos.

Sin embargo, aquella decisión desembocaba en retroceder varios días de marcha, y la expedición no contaba con más provisiones que los velociraptors que habían cazado y el agua que habían recogido de la lluvia. Mientras se dirigían hacia el norte, se arriesgaron a comer y beber de los elementos que habían conseguido de la selva de Chult, y Garth y Nashala empezaron a mostrar signos claros de enfermedad. Fue entonces cuando el druida recordó que podía conjurar el alimento para que perdiera las cualidades que la hacían peligrosa para los estómagos ajenos a Chult, y tras una mala noche para él y Nashala se decidió a compartir algo de su magia para hacer digerible y apetitosos ambos elementos, además de tratar la enfermedad que había contraído con su compañera, de la misma forma que Alcémides ayudaba a los guías con sus indicaciones astronómicas.

Tras dos días siguiendo la desembocadura del río llegaron a la playa, pero en un mal momento: el clima estaba enfurecido y además de una tormenta el oleaje amenazaba con un tsunami. Tuvieron que buscar refugio antes de continuar porque si les atrapaba la ola en mitad de la marcha hacía el interior, morirían ahogados. Cuando se calmó la situación, era de noche y decidieron descansar, adentrándose en la selva de nuevo al día siguiente, donde una enorme serpiente intentó atacar a Gondolo por sorpresa, pero Artus y Faroul acabaron con ella antes de que pudiera morder al gnomo. Más tarde, Lugur encontró una mochila de aprovisionamiento con ropas de lana, que no dudo en agenciarse para el grupo. Por la noche, Nashala y Garth percibieron una bandada de humanoides voladores encima de su campamento, y después de despertar al grupo, intentaron dialogar con uno de ellos, que bajó con mucha prudencia, desconfiando de los aventureros. Sin embargo, no podían comunicarse con ellos, ya que los aarakocra no entendían común. La bandada se marchó amistosamente tras no encontrar signos de agresividad e intentar comunicarse mediante señas, y Artus se lamentó, pues creyó que si hubieran podido dialogar, les habrían ayudar a seguir su camino.

Notas de juego

Resumen escrito por PlasticMan y corregido por mí.

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27/08/2018, 21:31
Director

Al amanecer del día siguiente sus guías concluyeron que se habían vuelto a perder: no sabían dónde se encontraban exactamente, pero podían divisar un valle al que se acercaron y Faroul y Gondolo no dudaron en alentar a sus compañeros a bajar por un estrecho sendero que conducía hacia el mismo, ya que creían que allí podrían encontrar algo de valor. Lamentablemente, el triceratops no cabía por aquel camino, y tuvieron que dejarlo atrás para lo que esperaban que fuera una breve incursión.

Tras varias horas de bajada, salieron de entre las rocas para dar con el espectacular panorama que los dos guías habían divisado desde arriba: una enorme extensión de tierra se encontraba llena de lo que parecían ser huesos de dragones, y durante media hora caminaron sobre fémures y calaveras que prefirieron no investigar a fondo. Al acabar esa zona, ante ellos se extendía una tierra de cultivo, al parecer abandonado, un pequeño volcán a su izquierda y a su noreste, una edificación en mal estado, la entrada a una cueva y un pequeño lago. Garth aprovechó para remojarse un poco, pero inmediatamente tuvo que salir del agua cuando sus compañeros decidieron explorar lo que parecía ser un almacén abandonado y alertaron de que corrían peligro. En su interior un trozo del techo había caído y dejaba su sitio a un creciente árbol, de cuyas ramas eran dueños unos babuinos, a los que Lugur quiso devolver un plátano que le habían lanzado, aunque él lo hiciera apuntando con fuerza a uno de los monos, tomando éstos la acción como algo hostil. Los babuinos se lanzaron al ataque pero a pesar de su gran superioridad numérica, el grupo, encabezado por Dragonbite, los fue derribando sin contemplación hasta que ninguno de ellos quedó en pie. Una vez hecha la matanza, no iban a marcharse con las manos vacías.

Abrieron una puerta hacia el interior de la estancia. Un pasillo avanzaba dando lugar a múltiples puertas, que el aráino se dispuso a abrir una a una, examinando brevemente el marco en busca de trampas y dándole un puntapié a la madera cuando no detectaba nada. En las primeras estancias no encontraron nada especial: un cocina con la comida podrida, una pequeña habitación vacía, otra que podía haber servido como trastero… Hasta que una de ellas daba a un antiguo dormitorio donde además de varias camas en mal estado, muchos esqueletos en pie estaban preparados para atacar al primero que les molestase. A pesar de contar con gran número, y rodear a varios miembros del grupo, no eran muy fuertes y se mostraron especialmente sensibles a la espada de Dragonbite, la Vengadora sagrada. Con unas cuantas heridas pero sin ninguna grave, saldaron el encuentro y continuaron con la investigación. En la habitación siguiente, Lugur buscó entre un montón de desperdicios y encontró un símbolo religioso en buen estado, que conservó pensando que podría serle de utilidad más adelante. Un par de puertas después, una enorme serpiente atrapó a Dragonbite, intentando constreñirle hasta la asfixia, pero él mismo y sus compañeros se encargaron de matar a la gigantesca criatura antes de que pudiera hacerlo.

Llegaron a la habitación más grande desde la entrada con las dos estatuas y la horda de babuinos. Una estatua con ojos brillantes cruzó su mirada con Lugur, que advirtió inmediatamente las gemas y se dispuso a cogerlas. Pero antes detectó un mecanismo sospechoso, que sorteó sin muchas dificultades. Sin embargo, aquel lugar escondía más de una trampa y cuando tocó las gemas, una plancha de piedra le cayó del techo, aplastándolo, mientras un gas inundó rápidamente la habitación. A pesar de la dificultad para respirar y los mareos, Nashala y Dragonbite levantaron brevemente la plancha para que los demás pudieran sacar a Lugur, inconsciente, del lugar, y escapar del humo. La trampa también había dejado la estatua oculta en la habitación, para rabia de Lugur, que aún pensaba en conseguir las gemas.

Siguieron explorando el edificio: en la siguiente puerta, unas plantas antinaturales crecían en el suelo, y nuevamente el aráino insistió en investigar la zona, pero todos sus compañeros le dijeron que no había nada a la vista más allá de aquellas peligrosas plantas, y que era perder el tiempo seguir allí. Finalmente llegaron a una sala con diferentes instrumentos de tortura oxidados y unas escaleras que conducían hacia abajo.

La planta inferior era similar a la anterior: un estrecho pasillo presentaba multitud de puertas cerradas. En la primera que abrieron, encontraron un crematorio y unos cuantos barriles con una sustancia que no pudieron identificar. En la siguiente habitación, una cantidad ingente de zombis se lanzaron a por ellos: aunque el combate era similar al de los esqueletos, aquellos zombis eran más resistentes y pusieron al equipo en un aprieto, especialmente a Dragonbite, que a pesar de su espada, era demasiado arrojado y se encontraba a las primeras de cambio rodeado de enemigos. Cuando terminaron el combate, tuvieron que descansar para reponerse del esfuerzo. Nashala aprovechó para examinar unas armas que se encontraban en aquella habitación, pero se trataba de espadas cortas comunes que decidió no llevarse.

La siguiente habitación, en apariencia vacía, escondía entre sus cañerías situadas al final del lugar un basilisco, al que Lugur y Nashala despertaron al asomarse en busca de cualquier cosa que llevarse como trofeo. Aquella batalla resultó trágica: larga para tratarse de un solo enemigo y casi mortal para Gondolo, Nashala y Alcémides, que quedaron presa de la mirada petrificadora de la bestia. El resto también había estado a punto de trasformarse, entrando en fase inicial de rigidez corportal, pero por suerte habían vencido aquel terrible ataque y a la criatura antes de sucumbir como sus amigos. El grupo se detuvo, entristecido por el destino de sus compañeros, hasta que Artus abogó por seguir adelante, esperando que encontraran algún tipo de magia que pudiera salvarles. Con aquellos nuevos ánimos, Lugur volvió a tirar una puerta abajo: estaba vez sintió un repentino malestar al intentar entrar por la puerta, pero con insistencia finalmente exploró la habitación, llena de estanterías y con una mesa en cuyo centro había un libro y una varita. Cogiendo ambos objetos, salió del lugar rápidamente.

La siguiente puerta era la última del complejo: al abrirla, descubrieron dos estatuas que cubrían unas escaleras que terminaban en un trono, donde una especie de dragón humanoide, sostenía una maza excepcionalmente grande y los miraba con escepticismo. Dragonbite lo percibió inmediatamente como un enemigo y se lanzó a por él, pero el suelo se abrió y cayó en un foso: una trampa rodeaba la entrada, haciendo difícil para los aventureros llegar hasta la criatura en el altar, que confirmó la intuición de Dragonbite lanzando un conjuro que llenó la sala de un gas irrespirable. Garth y Lugur retrocedieron, pero Faroul saltó valientemente la trampa para encarar al enemigo… por desgracia para él, el primer peldaño hacia el trono también tenía una trampa que lo empujó hacía atrás y acompañó a Dragonbite al foso. Desde fuera de la habitación, Artus atacaba con su arco a la criatura y al mostrarse resistente al gas, dio fuerzas a Garth y a Lugur para entrar en el radio de acción del hechizo y el aráino lanzó una telaraña para ayudar a Dragonbite a escapar del lugar (Faroul había quedado inconsciente con la caída y en ese momento no pudo aprovecharse de la ayuda de su patrón). Cuando salió del agujero Dragonbite escaló hasta el trono por los laterales, evitando las trampas de los peldaños que conducían ante él, y se enfrentó al monstruo, que se santificaba a Ubtao mientras se defendía con una enorme y extraña maza, pero finalmente cayó derrotado con la ayuda de Artus, Garth y Lugur. Al caer muerto, la figura perdió sus rasgos dracónicos y apareció su verdadera forma, la de un anciano que ni siquiera podía sostener la enorme maza con la que atacaba en su otra forma. Mientras Lugur saqueaba el cadáver y los demás sacaban a Faroul del agujero, un temblor empezó a deshacer los cimientos del lugar. Sin más posibilidad, a todo correr, el grupo cogió las estatuas de Gondolo, Nashala y Alcémides y salió al exterior, donde vieron que el volcán había entrado en erupción y la cueva cercana al lago había perdido su entrada con un derrumbe. Siguieron corriendo para escapar de la lava por el campo anteriormente cultivado y el cementerio de dragones, hasta salir por el camino por el que habían descendido y volver con el triceratops.

Lleno de dudas sobre qué hacer para salvar a sus compañeros petrificados, Artus les digo que visitaran a la naga de la que ya les había hablado con anterioridad, en la lejana ciudad perdida de Orolunga.

Notas de juego

Resumen escrito por PlasticMan y corregido por mí.

Experiencia*:

- Para todos hasta que algunos compañeros quedaron petrificados: 1060 (Tindalo apunta en Dragonbite 950)

- Para todos excepto Alcémides y Nashala: 840 (Dragonbite 700)

* Gondolo subirá junto con Alcémides y Nashala. Faroul junto a Lugur y Garth.

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03/09/2018, 19:44
Director

Intentando escapar de los alrededores del valle a la máxima velocidad posible, ya que el volcán seguía en erupción, una súbita tromba de aguacero enfangó el camino de huida y Zongo trastrabilló. Las estatuas de Nashala, Alcémides y Gondolo habían sido cargadas al dinosaurio sin una sujeción adecuada dada las prisas, y las de los dos primeros cayeron al suelo, haciéndose pedazos. Mientras Faroul respiraba aliviado con la salvación momentánea de su amigo, Garth y Lugur no se podían creer que sus compañeros de viaje hubieran acabado de forma tan triste sus viajes. Amontonaron sus cuerpos petrificados en dos piras distintas y rezaron una oración por ellos, aunque el motivo de su muerte seguía existiendo: las prisas por escapar del volcán.

No fue hasta el atardecer cuando pudieron relajarse. Cuando ya pensaban en acampar de nuevo, avistaron a dos humanoides alrededor de una hoguera. Se trataba de dos aventureros que por distintos motivos habían viajado hasta Chult: Roderic, un mago humano, buscaba conocimiento en estas tierras salvajes, mientras que Prisgo Tejón-negro, un gnomo guerrero habilidoso también en el campo abierto, quería encontrar riquezas. Ambos se habían encontrado y habían logrado la notable hazaña de llegar hasta allí solos, por lo que su poder no pasó desapercibido para el grupo, que los vio como los sustitutos adecuados para Alcémides y Nashala. Sin embargo, Artus era más desconfiado y necesitó un tiempo para convencerse de su contribución al grupo, pues ellos también estaban interesados en unirse a la expedición. Finalmente Artus cedió (aunque seguía sin confiar plenamente en ellos) y acamparon en aquel lugar para pasar la noche.

Al día siguiente su camino les llevó hasta Kir Sabal, un monasterio sagrado ocupado ahora por los aarakocra. Pensando que pudieran ayudarles en su misión, o al menos ayudar a despetrificar a Gondolo, el grupo llamó la atención de uno de los muchos aarakocra que sobrevolaban la zona y éste bajó, diciéndoles que para conseguir el consejo de la suma sacerdotisa del monasterio tendrían que pasar la prueba de llegar hasta él, cosa nada fácil para unos seres no voladores. Garth y Lugur se prepararon para escalar por la roca desnuda hasta llegar a la entrada al templo mientras el resto prefirió esperarlos, y aunque el batrok tuvo algún apuro, ambos llegaron a la entrada del templo, donde minutos después pudieron hablar con la sacerdotisa. Al contarle Garth el motivo de su expedición, encontró noble la tarea, pero advirtió que la situación de su pueblo no era demasiado segura y no podrían ayudarles más que dejándoles participar en la ceremonia de la purificación, que tal vez les ayudaría, aunque no especificó muy bien cómo. Pero para hacerlo deberían mostrar más compromiso con su pueblo y llevarles una orquídea negra, que sólo podrían encontrar en Nangalore, al sur. Lugur, por su parte, preguntó si la sacerdotisa podía deshacer la petrificación de Gondolo, a lo que esta le respondió que en aquel momento no, pero quizá más adelante y con la flor… Por último, el aráino pidió visitar el monasterio, y junto con Garth entró a la construcción, en su mayoría llenas de salas limpias y preparadas para la vida de meditación y la fisionomía propia de los aarakocra. Ya solo, Lugur se encontró con tres puertas cerradas, y llamando a una le respondió una mujer en un idioma que no entendía. Al salir del templo, habló con la sacerdotisa y descubrió que se trataba de una princesa aarakocra a quién tenían el placer de recibir durante un tiempo. Sin más que hacer, los dos bajaron la pendiente y le explicaron a los demás lo que había sucedido en el monasterio.

Aunque buscar la orquídea era una opción que quedaba más cerca, el grupo y especialmente Artus, estimaban importante no perder más tiempo en visitar a la naga, y tratándose de un viaje tan largo no podían desviarse lo más mínimo. Comenzaron a rodear el río Olung y en la jornada, encontraron un extraño árbol que ofrecía unas bellotas luminosas. El efecto parecía durar incluso cuando se separaba del árbol progenitor, así que cogieron unas cuantas por si más adelante necesitaban luz. Al día siguiente, un hedor les llegó de entre los árboles y fueron sorprendidos por una veintena de zombis. La batalla resultó más ardua y peligrosa de lo esperado, ya que el grupo no marchaba de manera adecuada para enfrentarse a tal amenaza y Roderic, Garth, Faroul y sobretodo Zongo fueron rodeados por muchos enemigos, mientras los guerreros más capaces del grupo estaban aislados luchando contra sus propios zombis. Roderic llegó a pasarlo mal, y Zongo fue herido múltiples veces, pero al final el equipo se recompuso y eliminó a los no muertos antes de recibir alguna herida grave.

Continuaron con el nuevo amanecer y encontraron un riachuelo con unos arbustos que daban un fruto de color naranja. Aunque Faroul habló bien de sus propiedades, el grupo se había acostumbrado rápidamente a las bayas mágicas que invocaba Prisgo cada día y que les permitía seguir todo el día sin necesidad de más comida y bebida. Siguieron avanzando por la selva hasta que, por la noche, llegaron a un campamento. Al acercarse para saludar a los que allí descansaban descubrieron que sus desdichados ocupantes habían muerto: tres medianos presentaban cortes fatales alrededor de todo su cuerpo, probablemente realizados por dinosaurios alados. Lugur aprovechó para inspeccionar sus equipajes y llevarse unas cuantas cosas que ya no iban a necesitar. Alejándose un poco del suceso, por miedo a que las bestias regresaran, encontraron un lugar para acampar y dormir. Pero aunque se libraron de los dinosaurios alados, no lo hicieron de nuevos zombis, aunque estaba vez solo eran cuatro. Por su bajo número, Artus animó a Faroul, los dos de guardia, a acabar con ellos sin necesidad de despertar a sus compañeros, y aunque Faroul se envalentonó al principio, aquello estuvo a punto de costarle la vida, recibiendo varios golpes de los zombis. Artus se apañó bien cpn los suyos y Dragonbite junto al resto, conforme se fueron despertando, acudieron a ayudar a Faroul para acabar con la amenaza.

En la jornada siguiente, dos terodáctilos con forma humanoide sorprendieron al grupo, lanzándose en picado en ataque. Pero más sorprendido aún se vio Artus, que por instinto usó un anillo mágico que hasta ahora había logrado esconder al grupo, congelando a una de las bestias; la otra fue derribada rápidamente por Zongo. Todo el equipo se volteo para mirar a Artus, que tuvo que explicar que poseía un anillo mágico que había arrebatado a los gigantes de hielo, y por eso era perseguido. Garth, único superviviente del principio de la expedición, contó que se había encontrado con los gigantes de hielo y efectivamente, perseguían a alguien que según ellos, les había robado. No hubo mucha discusión, pues Artus pidió comprensión por su situación y también mostró confianza en los recién llegados, cosa que le valió para salir sin agravios del asunto, aunque Lugur mostrara codicia en sus ojos antes la joya y Garth no estuviera muy seguro de apoyar a Artus si se presentaran los gigantes.

Por la tarde, el cadáver de un tiranosaurio rex dejaba ver en un agujero en su barriga algo brillante. Artus inmediatamente indicó al equipo que aquello podría tratarse de una trampa, pero Lugur creyó que valía la pena arriesgarse… hasta que el dinosaurio se levantó, revelando ser un zombi, y expulsando tres zombis humanoides de su barriga. La situación les superaba y no plantaron cara a los enemigos, sino que corrieron por el bosque con la esperanza de dejarlos atrás, cosa que consiguieron gracias, seguramente, a la lentitud de los zombis. Pero los problemas todavía no habían acabado: por la noche, en su turno de guardia, Roderic y Lugur recibieron la visita de una gigante de hielo, que buscaba a un tal Artus. Lugur jugó con el lenguaje para, sin llegar a mentir, no decirle que Artus estaba en su compañía y dormía a escasos 10 metros de donde se encontraban. Después de amenazarles si encontraban a Artus y no lo reportaban a los gigantes, se marchó.

Notas de juego

Resumen escrito por PlasticMan y corregido por mí.

Ganáis 700 px cada uno.

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07/10/2018, 18:33
Director

A la mañana siguiente, volvieron a encontrarse con unos desconocidos, aunque de aptitud diferente. Un ruido atrajo al grupo ante tres aventureros que Roderic identificó rápidamente como arpistas por unos símbolos que portaban. Eran Kelan, un humano curtido en la batalla; Gaedynn, un semielfo con un extraño tatuaje esculpido en uno de sus antebrazos; y Krakko, un hipótido con una mochila que parecía a punto de explotar de lo cargada que estaba. Garth se adelantó para hablar en representación del grupo y Krakko parecía interesado en lo que podía contarle, pero Gaedynn y Kelan eran mucho más recelosos, hasta el punto de ponerse en guardia ante un posible combate. Quedó determinado que ambos grupos buscaban Orolunga, pero cuando Garth introdujo a Artus, la situación llegó al límite: él prefería haber quedado en el anonimato y los aventureros le preguntaron por Remallia, y dijeron que una de sus misiones era protegerlo, además de saber que portaba el Anillo del Invierno.

En aquella selva hostil cualquiera que no les atacara al instante debía ser considerado un aliado, y entre ellos había varios vínculos además de un lugar común al que llegar y un objetivo final que lograr, terminar con la maldición que asolaba Faerûn, así que pactaron hacer el camino juntos, aunque no eran una compañía compenetrada: Artus no quería fiarse de aquellos arpistas, aunque ellos alegaban que no eran miembros de la organización, sino representantes de ellos, y a su vez los nuevos miembros mostraban algo de aversión a Lugur por su aspecto. En todo caso, siguieron hacia delante, intentando forzar la marcha pues el tiempo seguía en su contra. En el río Olung, varios miembros del grupo no estaban por la labor de chapotear aguas algo oscuras, y Gaedynn conjuró un hechizo que le permitió pasar instantáneamente al otro lado, aunque para su sorpresa, Lugur se había pegado a él con una telaraña y pasó unido él. El resto pasó encima del triceratops o a pie, especialmente los miembros acuáticos del grupo, y antes de irse recogieron agua, ya que aunque probablemente contaminada como todo lo que ofrecía aquella selva, ahora tenían la tecnología para filtrarla.

Más adelante, siguiendo unos aullidos de dolor, dieron con un hombre atado con cuerdas a un poste, siendo atacado por abejas atraídas por la miel que cubría toda su ropa. Gaedynn no quería intervenir en lo que podía ser alguna especie de ritual o sentencia, pero Kelan y Roderic acudieron a su auxilio espantando a las abejas con unas antorchas. Una vez liberado, el hombre se mostró agradecido y dijo ser un arqueólogo que junto a un compañero quería visitar las ruinas de Mezro, pero fue atrapado por una especie autóctona de goblin, despertando en aquel lugar unos minutos antes de que ellos llegaran. No sabía que había sido de su compañero, aunque lo presuponía muerto, y a pesar de que el grupo le recomendó entusiastamente que fuera con ellos aunque no fuera ducho en combate, el hombre prefirió arriesgarse a volver solo a Puerto Nyanzaru. Por la noche acamparon y pareció relajarse la tensión entre los miembros del grupo, pues no hubo problemas para formar las guardias.

Al día siguiente, mientras avanzaban por la selva, en mitad de un claro detectaron una gran piedra verde proveniente del cielo con destino a su posición. Algunos pudieron esquivarla a tiempo, otros no, pero por fortuna solo fueron heridos superficialmente. Una gran nube de humo se levanto debido al impacto contra el suelo, aunque Gaedynn conjuró el aire para despejar la visión del grupo, temiendo algún peligro. Estaba en lo cierto: cuatro goblins montados uno encima de otro con extrañas máscaras formaban un tótem móvil, empuñando armas en sus brazos. Sin embargo, se habían encontrado al grupo equivocado: Krakko se lanzó impetuosamente hacia ellos. Dragonbite y Kelan terminaron rápidamente con la amenaza.

Por la tarde, encontraron un agujero en el suelo desde el que salía un inquietante zumbido. Tras unas deliberaciones, el grupo decidió pasar de largo, no antes de que Lugur tapara el agujero con una roca y Gaedynn, el último en marcharse, quitara la roca y preguntara en busca de alguien en el fondo.

Por la noche, cerca del amanecer el equipo de guardia se encontró con un chwinga, que entonó una melodía suave, algo suficientemente sospechoso para Garth, que despertó al grupo ya que el sonido del canto no era lo suficientemente alto como para hacerlo. El chwinga desapareció, y de entre los árboles aparecieron 10 zombis, que atacaron a un grupo que ni estaba bien colocado, ni había tenido tiempo de pertrecharse sus defensas habituales. Sin embargo, salvo Gaedynn que llevaba arrastrando heridas del día anterior todavía no recuperadas, no supusieron un peligro real para el grupo, que los abatió fácilmente. Al terminar el combate, Prisgo Tejón-negro recibió la bendición del chwinga, al parecer agradecido por haber librado el lugar de aquellas criaturas.

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02/11/2018, 21:34
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Cada vez más apremiados por el tiempo que pudiera resistir Syndra con vida, el grupo forzaba la marcha cada día para llegar cuanto antes a Orolunga. Al día siguiente el viento comenzó a soplar con fuerza, haciendo difícil incluso la comunicación entre los distintos aventureros estando mínimamente separados. Roderic vislumbró una fruta similar a unas uvas y se paró a examinarlas, a pesar de que Faroul advirtió que aquello le parecía sospechoso. De repente, los tallos de la planta se movieron para intentar atrapar al mago, que reaccionó rápidamente para evitar caer en la trampa. Lamentablemente para ella, el grupo era demasiado numeroso como para poder ser atrapado por todas sus ramas, aunque incluso llegara a intentarlo con el dinosaurio, y finalmente fue vapuleada por los aventureros. Poco después el viento se calmó y durante el resto del día y el siguiente no sufrieron más incidencias.

Pero en la acampada de esa noche, Lugur y Roderic detectaron multitud de objetos voladores dirigiéndose hacia ellos y sus compañeros dormidos. Tras dar la voz de alarma, pudieron identificar el enemigo: tres bandadas de murciélagos se lanzaron hacía ellos, causando problemas sobretodo al humano y a Dragonbite, pues se vieron rodeados de estas criaturas a las que no podían vencer en pocos golpes ya que en cada bandada había decenas de ellos. Sin embargo, ambos ya habían adquirido suficiente experiencia en combate para manejarse en ese tipo de situaciones y mantuvieron la calma mientras sus compañeros les auxiliaban, escampando lo que quedaba de las bandadas que habían atacado al triceratops y a Dragonbite (Roderic consiguió matar todo su enjambre gracias a su precisa magia).

Al día siguiente, los aventureros miraron estupefactos hacia arriba para descubrir un trozo de tierra de unos 100 metros que se mantenía en el aire sobre sus cabezas. Mientras pensaban como abordarla, pues ni tenían el equipo adecuado ni eran tan duchos en la magia para ello, vislumbraron a una elfa saliendo del interior de la roca, saludándoles en su idioma. Al poco los invitó a subir, creando una puerta dimensional para ello. Una vez arriba, se presentó hablando común (con menos soltura que en élfico) como Valindra Shadowmantle, y con mucho respeto, les preguntó el motivo de su estancia en la zona salvaje de Chult, para descubrir que ambos tenían el mismo objetivo: el traficante de almas. Valindra había venido desde Aguas Profundas y había encontrado aquella roca en el aire, por lo que la convirtió en su base de operaciones, y también tranquilizó a los aventureros sobre las rojizas raíces que un gran árbol plantado en el centro de la tierra dejaba ver desde abajo: era un proceso natural de aquel tipo de vegetación. La elfa también les habló de la naga, pero comentó que no se dirigiría a Orolunga por no estar segura de que no se tratara de una pérdida de tiempo, pues no sabía si la naga realmente existía y si sabría algo sobre la traficante de almas; además, no sabía como flotaba aquel pedazo de tierra, así que no podía moverlo. Irse de allí significaría abandonar su base. Garth le preguntó por un posible remedio para Gondolo, y mientras el grupo pasó la noche en el interior de la tierra, que poseía muchas de las comodidades de las que no habían podido disfrutar en la jungla, Valindra pareció pasar la noche intentando encontrar una forma de ayudar a Gondolo, presentándose al día siguiente ojerosa y con pesar al no conseguirlo. Sorprendidos por su dedicación, el grupo le dio las gracias y prometieron intentar informarle de sus avances, siempre que fuera razonable dada su precaria situación. Una nueva puerta dimensional les hizo bajar abajo, donde continuaron la marcha. Faroul dijo entonces haber oído rumores sobre aquella tierra voladora, pero nunca se habían confirmado, por lo que poco podía decir.

Sobre el mediodía llegaron a un enorme lago, que exigió al grupo un pequeño desvío con tal de poder seguir rumbo a Orolunga.

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Ganáis 106 puntos de experiencia más 50 por cada inspiración durante la sesión.

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06/11/2018, 21:16
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Tras rodear el lago, los aventureros oyeron unos lastimosos gemidos de una bestia cerca de su posición, y Zongo se mostró inusualmente nervioso al escucharlo. Al acudir a la zona, encontraron a una decena de zombis atacando a un triceratops que parecía estar atrapado en el suelo, enganchado en una gran raíz. Sin dudarlo los héroes se lanzaron a por los no muertos, que abandonaron a su presa ante los recién llegados, cayendo sin mucho esfuerzo ante ellos. Garth curó al triceratops salvaje, que parecía muy malherido, y Prisgo lo liberó, pero al intentar ganarse su confianza el triceratops lo apartó de forma brusca y huyó. Tras seguir avanzando el resto del día sin mayores acontecimientos hasta acampar al anochecer. Cuando Lugur y Roderic hacían guardia mientras sus compañeros descansaban, un tigre apareció entre los matorrales, al parecer buscando comida. Lugur le lanzó un trozo de carne de velociraptor mientras Roderic despertaba a los demás, pero el tigre seguía acercándose con hambre de más. Sin embargo, Artus intervino: decía que era un tigre amaestrado y que a pesar de tener hambre, no atacaría. Y así fue: Dragonbait lo acarició y el animal dejó de rondar para postrarse y finalmente quedarse dormido. El grupo siguió descansando y por la mañana el animal se había marchado.

Al poco tiempo de volver a caminar el grupo divisó una cueva, algo inusual desde que estaban en la selva de Khult. Lugur mostró curiosidad por el lugar, a pesar de que un abrumador hedor a muerte salía de la misma. El aráino entró solo y encontró varios restos de carne de dudosa procedencia, aunque entre ellas había medio goblin nativo con una de sus habituales máscaras, que Lugur recogió. También observó un mural grabado en la piedra donde una rana antropomórfica tenía tentáculos, sin encontrarle mucho sentido.

Al salir de la cueva, el grupo continuó la marcha. Pero al poco, una fuerte tormenta amenazaba con poner en peligro su integridad física y decidieron volver atrás para refugiarse en la cueva. No obstante, ahora la cueva no estaba desocupada: dos monos parecían utilizarla también de refugio ante la tormenta, y su especie resultó ser extraordinariamente violenta, pues al ver a los aventureros se lanzaron a por ellos, sin suponer una grave amenaza. La tormenta pasó de largo antes de finalizar el día y al reanudar la marcha, se sorprendieron al comprobar que se encontraban cerca del final del arco iris que había dejado la lluvia. Con curiosidad, decidieron desviarse ligeramente de su rumbo para saber que había allí, encontrándose con un templo cuyo aspecto era bastante bueno para estar abandonado en mitad de la selva. Presionando un grabado, todo el grupo (excepto Zongo y Garth que se quedó para cuidarlo junto al cuerpo petrificado de Gondolo) bajaron a una estancia con una estatua que representaba a Ubtao rodeado de agua cristalina. Roderic probó un poco, y dijo sentirse especialmente bien, haciendo que el resto se animara a probarla e incluso decidieran pasar la noche allí para desayunar con aquella bebida. Aquella noche todos (incluido Garth) compartieron un sueño: vivían en una ciudad llena de dinosaurios, humanos y sobretodo mezclas de ambas especies donde un gran Tyranosaurius rex plumado era respetado, puede que incluso reverenciado, en mitad de aquel lugar de paz. Todos despertaron con normalidad y volvieron al camino.

En mitad de la selva se encontraron con unos enanos albinos, autóctonos de la región. Su líder tomó la palabra para mandar un mensaje de paz siempre que el grupo respetara la naturaleza, y el resto del día lo pasaron en su campamento nómada, intercambiando información y ayuda. Lugur intentó conseguir algunas flechas, pues estaba escaso de ellas, y aquel pueblo sabía hacerlas, pero hacía tiempo que no las utilizaban y no tenían los materiales necesarios para poder hacer algo por el aráino. Por la noche dieron un banquete y por la mañana se despidieron, aunque los nómadas enanos aún iban a quedarse en aquel lugar algún tiempo más.

Cada vez más cerca de Orolunga, esta vez los aventureros se encontraron con unas grandes parras de las que surgían uvas, y donde unos monos intentaban ayudarse para llegar hasta el alimento. Lugur, más por molestar a los monos que por beneficio propio, se acercó a la parra donde estaban los monos y escaló fácilmente gracias a la adherencia que le otorgaba su cuerpo medio araña. Una vez arriba comió unas cuantas uvas, y viendo como los monos estaban expectantes, se apiadó de ellos y les lanzó varios montones. También recogió para el resto del grupo. Llegó la noche sin ninguna otra novedad remarcable, pero durante el turno de guardia de Artus y Garth, éstos escucharon un extraño ulular que se acercaba muy lentamente. Garth despertó al resto mientras Artus iba a investigar, y volvió con una información sorprendente: se trataba de un enorme grupo de zombis, pero parecían más torpes al avanzar de lo normal (incluso para ellos), por lo que para Artus aquello podía ser señal de que eran incapaces de utilizar sus sentidos de forma adecuada y que si en vez de enfrentarlos, se escondían, pasarían de largo. El gran número de enemigos y la experiencia de Artus en la selva hicieron que el grupo confiara en su estrategia, a pesar de lo arriesgado que resultaría ser atrapados en mitad de la horda. Por suerte, los zombis pasaron de largo, y todos pudieron volver a descansar.

Al día siguiente avanzaron sin problemas durante las horas de luz, pero volvieron a tener un percance durante la noche, justo en la guardia de Garth y Artus: dos quiméricas criaturas, leones con serpientes en sus espaldas, pusieron sus ojos en el grupo, y se acercaron liberando un gas somnífero que hizo que Zongo y Faroul siguieran durmiendo y Artus cayera de sopor. Las aberraciones estaban hambrientas y vieron en el caído más cercano una forma fácil de alimentarse, por lo que intentaron engullirlo mientras estaba indefenso. Y casi lo consiguieron, de no ser por el resto del equipo, que sufrió horrores para mantener con vida a Artus mientras sin descanso, atacaban a las criaturas hasta que finalmente se deshicieron de ambas. Artus se levantó al cabo de un rato con bastante mal aspecto, pero pudo recuperarse.

Al poco de empezar la siguiente jornada del viaje, el grupo descubrió que habían varios goblins autóctonos siguiéndoles, y aunque intentaron asustarles, les sorprendieron saludándoles en común e invitándoles a su poblado. El grupo no estaba seguro de seguirles, pero los goblins insistían y no parecían malvados como los que hasta ahora habían visto por la selva. Además, Garth tenía el deber de contactar con toda raza que pudiera. Así que se dejaron guiar y llegaron a un pueblo muy humilde pero inesperadamente limpio para tan caótica raza, muy similar a uno humano pero con construcciones mucho más sencillas. Los héroes fueron recibidos por la líder de la aldea, una mujer que portaba una gran serpiente blanca enroscada a su cuello, e intercambió saludos y algunas palabras con los aventureros. Luego se celebró un festín en honor a ellos, pues la comida ofrecida no era demasiado gustosa para los goblins, y mientras comían la líder invitó al grupo a que visitaran su templo, en busca de respuestas a sus problemas. Al terminar, se dirigieron allí, donde una aparición les cuestionó sobre sus verdaderas intenciones, y finalmente les entregó un cubo que se materializó cuando pasó a manos de Roderic, con el cual, si descifraban el enigma, encontrarían una verdad, según la aparición. No comentaron su experiencia con nadie del pueblo, y lo último que hizo el grupo antes de partir fue pedir flechas, que era un objetivo prioritario para Lugur, recibiendo un carcaj de 10 que seguramente habían obtenido como botín, pues ellos no las habían fabricado.

Al día siguiente, el cubo que llevaban intentando abrir desde el dia anterior fue finalmente superado por la perspicacia de Roderic, y aunque en su interior no contenía nada (a pesar de que, antes de abrirse, se oía un ruido en su interior) y para el resto del grupo fue una decepción, el mago sintió algo en su interior, una pequeña fuerza que podía serle útil en el futuro. También encontraron algo inusual: un zombi estaba empalado en un árbol, y no podían saber como había ocurrido: ¿acecharía la horda de zombis especialmente torpes por allí? Continuaron por el camino hasta llegar a un acantilado, donde una extraña claror surgió del cielo, y allí descubrieron que sí: aquellos zombis sin orientación ahora les rodeaban y amenazaban con atacarles y acorralarles contra el acantilado. Por suerte para ellos, funcionó la misma estratagema que había dado resultado la primera vez, esconderse mientras los zombis pasaban de largo y caían por el acantilado, aunque para susto de Lugur, que había elegido la parte vertical del acantilado para esconderse gracias a su habilidad, por poco resulta empujado al lejano suelo por los zombis que se abalanzaban cayendo contra él. Tras aquel susto, no hubo más problemas y por la noche, todos volvieron a compartir un sueño: estaba vez cada uno estaba en un laberinto, y se afanaban por buscar la salida, que podía ser el cielo o el purgatorio. Tal vez por su experiencia con los zombis, Lugur se sintió reconfortado al llegar al final del laberinto y se levantó con bastante ánimo.

El día anterior a la llegada a Orolunga el grupo volvió a meterse en problemas. Lugur vio una chapa de metal en el suelo en el que estaba tallado la imagen de un monstruoso ser con una gran ojo y tentáculos de los que surgían más ojos. Incapaz de frenar su curiosidad, pidió ayuda a Roderic para levantar la chapa, pero al intentarlo ambos fueron succionados al interior de un agujero en el suelo. Antes de que la chapa cerrara de nuevo la entrada, Roderic se teletransportó a su lugar previo con su magia. Fuera, el grupo empezó a ponerse nervioso por la desaparición de Lugur y Artus contenía a Garth de intentar mover la chapa. En el interior, Lugur sintió como sus objetos metálicos tiraban de él hacia las paredes, que parecían atraerlos. No había nada más en el agujero, salvo una piedra de ónyx engarzada en una de las paredes (que por supuesto intentó extraer, sin suerte) y una bola de desconocida energía. Tras buscar una forma de salir en vano, Lugur lanzó una telaraña a la bola y trepó hasta ella. Al tocarla, la energía fue desapareciendo mientras de su interior expulsaba multitud de monedas y otros objetos, que fueron rápidamente atraídos hacia las paredes, convirtiendo a aquellos tesoros en proyectiles para el aráino. Por suerte, Lugur pudo esquivar aquella metralla y se maravilló al poder encontrar tal cantidad de tesoros tras tanta búsqueda infructuosa por la selva. Sin embargo, le llevó un buen rato pensar en una forma de salir, hasta que dio con ella: uno de los objetos que la bola había expulsado eran una botas con unas pequeñas alas, que le sirvieron para traspasar la chapa volando hasta la superficie, aunque tras hacerlo las pequeñas alas desaparecieron. El grupo se alegró de recuperar a Lugur, a pesar de que este se mostrara parco en palabras respecto a que había pasado abajo y porqué había tardado tanto. Por la noche, una repentina niebla pasó por el campamento del grupo, aparentemente inofensiva, pero que dejaría huella en las mentes de Dragonbait y Zongo.

Y por fin, el grupo llegó hasta Orolunga. En templo que buscaban estaba dentro de una ciudad, ahora derruida y tragada por una ingente cantidad de vegetación. El templo estaba bastante deteriorado, pero al menos no estaba cubierto de enredaderas… en los pisos superiores, porque en el primero hacían inaccesible el lugar. Probaron a cortar y quemar la vegetación, incluso a avanzar sufriendo daño por los pinchos de los tallos, pero no lograban nada. Entonces, vieron a un Chwinga que, a su lado e ignorándoles, subía por las escaleras con una orquídea naranja y violeta de tallo largo, y lo hacía sin problemas. Los héroes pensaron que el templo podía estar protegido mágicamente y era necesario algún ritual para conseguir entrar, así que buscaron una orquídea similar, encontrando en los alrededores cinco juntas. Serían Roderic, Garth, Prisgo, Lugur y Artus quienes intentarían subir, y con esas flores en la mano, lo hicieron. En el segundo piso, las escaleras mostraban un aspecto lamentable. A pesar de eso, Lugur intentó pasar, tanto andando como lanzando una telaraña arriba y escalando directamente por ella, pero en el primer caso cayó y en el segundo no avanzaba, como con las enredaderas. Tras un tiempo, volvió a aparecer un Chwinga, que portaba una máscara (que cambiaba de diseño con cada aparición, y además se movía), y subió la escalera con la orquídea en una mano y una pluma roja de un loro en la otra. El grupo se disponía a bajar para buscar loros en la selva cuando Garth divisó unas cuantas plumas en aquella misma planta. Sin problemas, subieron hasta el tercer piso, cuya escalera estaba llena de serpientes. Comenzó un combate no demasiado difícil, pero las serpientes continuaban saliendo de los orificios que había entre las piedras de las escaleras, por lo que aquello podía resultar interminable. Al cabo de un rato,  un nuevo Chwinga volvió a aparecer y mostró la forma de llegar hasta la entrada: con la orquídea atraía a una serpiente, con la pluma del loro la pinchaba y se la llevaba a la boca, y la serpiente, aún viva, se adentraba en su interior. Al hacerlo, el resto de serpientes se apartaba y podía subir los escalones. Una vez más, los aventureros imitaron al Chwinga, aunque aquella vez la operación implicaba riesgos y Prisgo estuvo a punto de vomitar. Subieron la escalera y llegaron ante la entrada, pequeña para resultar ser de un templo. Aquello podía ser otro enigma a superar, pero esta vez no apareció ningún Chwinga, y el grupo tuvo que resolver la situación. Garth creyó que, al ser la puerta pequeña, la religión solicitaba humildad al que entrara, y pasó gateando por ella, siendo imitadoo por Roderic y Lugur. Sin embargo, esa no era la forma correcta y al otro lado de la puerta solo encontraron ruinas, el aspecto actual de Orolunga. Solo Prisgo y Artus descifraron la forma correcta: era necesario portar en la mano la orquídea y la pluma roja del loro, y por lo tanto llegaron hasta la sacerdotisa naga Saja N'baza, en un distante pasado.

Esta les invitó a hacerle cualquier pregunta que quisieran, ya que al llegar hasta allí habían demostrado ser dignos de ser iluminados con su sabiduría aunque advirtió que detectaría cualquier mentira pues veía dentro de sus corazones. Prisgo habló entonces de su misión, la búsqueda de la Traficante de almas para acabar con la maldición que asolaba todo Faerûn, y aunque la naga no detectaba ningún objeto detrás de la maldición, sí que sabía que existía tal efecto y expoleó al gnomo a que buscara al causante de ella: Ras Nsi, un yuan-ti resentido con todos por hechos pasados. También le dijo a Artus que Mezro no volvería mientras el yuan-ti estuviera influyendo en Khult y expandiendo la maldición de la muerte. Ante la pregunta de su ubicación, Saja N'baza no podía precisar exactamente el lugar pero dijo notar su presencia entre los Picos Llameantes y el Valle del Honor Perdido. Por último, dijo no poder hacer nada por Gondolo, convertido en piedra hacía ya muchos días, y pidió a Prisgo que no confiara en Valindra, pues ocultaba cosas.

Los héroes se reencontraron en la puerta, donde los no elegidos tenían sensación de haber sido estafados pero Prisgo y Artus habían encontrado respuestas. No tuvieron problemas para bajar las 3 escaleras sin ningún tipo de ritual.

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Resumen escrito por PlasticMan y corregido por mí.

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10/11/2018, 20:02
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Mientras bajaban los escalones del templo, Prisgo se dio cuenta de que tenía un amuleto alrededor del cuello, al parecer un regalo de Saja N'baza. Al final de las escaleras habían crecido unas flores azules que cuando realizaron la subida no estaban; Lugur cogió unas cuantas. El grupo acampó en la antigua ciudad ahora derruida y pasó la noche sin sorpresas.

Al día siguiente, mientras avanzaban hacia el sur en busca de Omu, vieron una pequeña empalizada que cercaba unos ankylosaurios, pero algo estaba mal: había un rastro de sangre en la puerta de una casa contigua. Lugur, con su habitual curiosidad, fue a investigar, y se encontró a dos enanas albinas en bastante mal estado. Sanadas por Garth, las enanas contaron que poseían una granja en aquel recóndito lugar pero que por desgracia, la noche anterior una horda de zombis hizo que la mayor parte del ganado se desperdigara. La enana no dudo en solicitar al grupo ayuda para recuperar a los dinosaurios. Garth se quedó en la granja para finalizar sus tratamientos médicos, mientras el resto rastreaba la parte caída de la empalizada. Con Frisgo como rastreador, pronto encontró a los 20 ankylosaurios fugados. Pero a la hora de intentar reconducirlos, solo consiguió asustarlos y tres de ellos huyeron hacia la espesura, donde se oyeron aterradores chillidos: los zombis seguían al acecho. Inmediatamente Lugur intentó controlar la situación, pero solamente logró que dos nuevos ankylosaurios huyeran y fueran asaltados hasta la muerte entre los árboles. Con más calma, Prisgo por fin consiguió dominar a la manada y reconducirla hacia la granja. Sin embargo, cuando ya se divisaba el objetivo, una multitud de zombis se interpuso en su camino. Eran 30, y si bien el grupo ya tenía bastante experiencia, eran muy numerosos como para que aquel encuentro fuera fácil. Prisgo, Lugur, Faroul y Roderic atacaban desde lejos, mientras Zongo (alterado tras la niebla de hace dos días) y Dragonbait se lanzaban cuerpo a cuerpo contra el enemigo. Artus utilizó su anillo mágico para conjurar un cono de frío, que eliminó a un buen número de zombis, pero esto le acercó demasiado a la zona de peligro y fue rodeado por otros tantos muertos vivientes. La situación se volvió desesperada: Zongo empezó a recibir daño por todo su cuerpo, ya que estaba rodeado, y Dragonbait, una vez desembarazado de sus enemigos gracias a su espada sagrada, evidenció también síntomas de locura producidas por la niebla, lo que le llevó a atacar a enemigos imaginarios. Mientras, Artus comenzaba a sangrar profusamente y se defendía con bastante acierto con su daga. Roderic fue a la granja para avisar a Garth de la situación, pero cuando el batrok llegó ya era demasiado tarde para Zongo, que cayó mientras Faroul se lamentaba gritando de dolor. Dragonbait había recobrado por un momento la cordura y acabó con un par de zombis más, para volver de nuevo a su locura. Peligrando la vida de Artus y Prisgo, Faroul y Lugur se esforzaron al máximo para ayudarles, mientras el cadáver de Zongo entretenía a los zombis mientras lo devoraban.

Cuando Roderic volvió con Garth, el druida curó a Artus y se enfurruñó con lo sucedido, echándole la culpa a todos los presentes de la muerte de Zongo. Por su parte, Faroul estaba desolado y con pensamientos funestos en su mente, fue reconfortado por Artus, que le pidió que reconsiderada su situación y pensara en aquello como un nuevo principio, a lo que el humano contestó que debería pensar mucho esa noche.

Volvieron a la granja, donde las enanas se alegraron de haber recuperado a 15 de sus dinosaurios, y pasaron la noche allí. A la mañana siguiente, Faroul explicó al grupo su decisión de quedarse en aquel lugar y comenzar de nuevo como granjero, pues había perdido el ánimo de salir de aventuras por la jungla. También renunció a su parte del botín, tan sólo se quedó con la estatua de Gondolo, por si algún día podía devolverlo a la vida. El grupo partió con tristeza para seguir con su cometido, aunque Garth estaba dominado por la ira y aprovechaba cualquier oportunidad para reprobar las acciones de sus compañeros.

Con las indicaciones de Prisgo, los aventureros llegaron a una zona desértica dentro de la selva, con un calor sofocante y una mínima vegetación seca. Aquella zona les hizo gastar casi todas sus reservas de agua, pues el peligro de deshidratación era muy alto. Por suerte, nada más pasar la zona, las condiciones climáticas y la vegetación volvieron a la normalidad y se encontraron con un lago donde unos triceratops se estaban refrescando, aprovechando para llenar de nuevo todos sus artilugios que podían contener agua. Durmieron cerca de allí, y durante la guardia de Roderic y Lugur, unos conejos con un cuerno en su frente empezaron a acercarse. Al ver que los dos aventureros no se mostraban agresivos, rodearon finalmente en gran número a ambos. Sin embargo, Lugur y Roderic no se sintieron amenazados, y empezaron a acariciar a las criaturas, que se sintieron reconfortadas. Aquello insufló nuevas energías en ambos aventureros para superar futuros desafíos.

El nuevo día camino al sur los condujo por un sendero que acababa en una cueva, de aspecto no demasiado alentador. Sin embargo, por detrás empezaron a escuchar el acercamiento de un dinosaurio grande, y a pesar de la estrechez de la cueva, entraron con la suficiente rapidez como para escapar de las fauces de un tiranosaurio rex, que metió parte de su mandíbula en el lugar y apremiaba a los aventureros a seguir adelante. Lugur tomó las riendas de la expedición y comenzó a andar por el techo, buscando posible trampas. No tardó en encontrar algo extraño: talladas en la roca había caras de mono y se empezó a escuchar de fondo la risa característica de los simios. Además había algún tipo de peligro en aquel lugar, pero no sabía definir que era: pidió al grupo que se quedara donde estaba y se adelantó, pero no pasó nada. Sin embargo, mientras cruzaban los demás, Artus, Dragonbait y Prisgo empezaron a bailar al pasar las caras de mono, de forma incontrolable. Lugur intentó tirar de ellos mediante una de sus telarañas, pero no dio resultado. Al cabo de un minuto, exhaustos, dejaron de bailar y pudieron terminar de pasar aquel trecho, pero delante les esperaba otra zona con tallados en la superficie. Unos dardos invisibles impactaron en la mayoría de los aventureros, especialmente en aquellos que habían bailado pues no tenían movilidad suficiente como para esquivar proyectiles que además solo podían detectar por el sonido, sin poder vislumbrar de donde habían salido. Solo Roderic había esquivado ambos pasos gracias a su magia de teletransporte cercano. Pero aún no había acabado la pesadilla de la Cueva del Mono Loco: llegaron a un tercer punto con caras talladas, y ahora escucharon una voz que se alzaba sobre las risas que les solicitaba que les alimentara con su comida favorita. Lo único que se le ocurrió al grupo fue darles unas uvas que días atrás había recogido Lugur de unas grandes parras, donde unos monos se peleaban por ellas; pero para hacerlo con seguridad, fue Roderic quién puso las uvas en la boca abierta de las caras talladas con un hechizo desde la distancia y seguro. Aquello no pareció complacer a lo que fuera que les estaba haciendo pasar aquel calvario, y cuando Lugur pasó a través las caras desapareció, absorbido por el techo. Artus reafirmó el hecho de que no podían volver atrás, y también pasó por las cabezas de mono hacia un futuro incierto. Al final todos cruzaron, descubriendo que un fuerte soplido de viento los expulsaba a 40 pies sobre la superficie de la jungla de Chult, cayendo algunos en zonas dónde la caída fue amortizada por la vegetación y otros en el duro suelo o en tallos con espinas. Todos salvo Roderic y Prisgo, pues el mago al entender la situación, utilizó otro de sus recursos mágicos para no tener un descenso tan brusco. En aquel lugar descansaron hasta el nuevo día.

Sin ser tan duro como un par de días atrás, el calor se adueñó de la mañana de aquel día. En las ruinas de una casa, el insaciable Lugur trepó para encontrarse el cadáver de un hombre que al parecer estaba intentando quitarse su coraza antes de morir. Mientras se llevaba la armadura, el aráino vio la marca de un escorpión en ella, pero el grupo no supo determinar que podía significar, aunque Roderic afirmó que se trataba de una armadura mágica. Más tarde, su camino les condujo a un templo, del que salía una luz dorada en dirección a los cielos. A pesar de estar rodeado de decenas de monos, Lugur quiso de nuevo explorar el lugar, y Roderic lo hizo invisible con uno de sus conjuros para que pudiera pasar seguro. Aún así, los monos se callaron cuando Lugur entró al templo, señal de que algo podían detectar. Dentro había, nuevamente, un grabado con un laberinto y una estatua que representaba a Ubtao. Ya que no veía nada útil, Lugur se dispuso a marcharse, pero entonces dos loros, uno blanco y otro dorado, se posaron sobre la estatua de Ubtao y le pidieron que siguiera adelante en el templo, si quería llegar a su destino. Lugur llamó al resto, que entró sin problemas ya que los monos seguían callados y quietos, y al recorrer el laberinto con las manos la luz que surgía de la estatua se convirtió en un fulgor que los deslumbró a todos.

Aparecieron en otro lugar: un laberinto con paredes de oro (para codicia de Lugur) y suelo y techo grisáceo, como formado por nubes, y aún así podían pisar en él y sostenerse. Tras encajar la situación, el grupo recorrió el laberinto, y después de varias vueltas pues no sabían el patrón, llegaron a una puerta. Al atravesarla, se encontraron cara a cara con ¡Ras Nsi! Su espada llameante ondulaba, pero entre el fuego se dejaba ver que su cuerpo, mitad hombre mitad serpiente, tenía algunas partes en gangrena o con pústulas. El grupo, preparado para combatir, escuchó como Ras decía que él no era el culpable de la maldición, pues también se estaba viendo afectado como podían comprobar. Que solo buscaba que la gran serpiente volviera a arrastrarse por Chult, pero que si querían profanar las tumbas que tenía a sus espaldas, era algo que no podía permitir, y por mucho que no quisiera, debería enfrentarse a ellos.

Notas de juego

Resumen escrito por PlasticMan y corregido por mí.

Ganáis 200 puntos de experiencia.

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13/11/2018, 16:27
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Ras Nsi comenzó el combate con un hechizo devastador: sacó una pequeña piedra de ónice que tenía escondida y una fuerte sacudida dejó moribundos a Garth, Lugur y Prisgo. Dragonbait se lanzó a por el enemigo, asestándole un duro golpe y haciendo que perdiera su espada flamígera. Mientras, Roderic y Artus atacaban desde la distancia y Lugur recobró el sentido y se dispuso también a atacar. Con Garth ya muerto y Prisgo a punto, en un combate encarnizado Dragonbait atravesó a Ras Nsi y… Todos volvieron a aparecer en el laberinto de paredes doradas, incluido Garth vivo; pero no había sido una ilusión, ya que Roderic había gastado parte de su magia para aquel día, aunque todo el grupo estuviera bien de salud. Algo desconcertados, la puerta por la que habían salido del laberinto había desaparecido y volvieron a buscar una nueva salida. Encontraron una puerta similar tras una larga búsqueda y al entrar, encontraron nueve estatuas sobre pedestales, representando a una rana antropomórfica con una lanza, un oso con grandes garras afiladas, un leopardo con serpientes en su espalda, un mono furioso, un caracol, un almiraj, un sapo con una corona, una serpiente con plumas y una cigüeña. Sin embargo no había ninguna salida, y los aventureros supusieron que algo tendrían que hacer con las estatuas para poder salir. Roderic conjuró un detectar magia, que le reveló que toda la estancia estaba bajo los efectos de una ilusión salvo las estatuas, que habían sido transmutadas. Intentando averiguar más sobre las estatuas, tocó la del almiraj ¡y desapareció! Pensando que había sido transportado a un lugar específico, Prisgo y Lugur tocaron la misma estatua, mientras que Garth tocó la de la rana, al verse representado en ella. Artus y Dragonbait no tocaron ninguna, y al cabo de unos segundos también desaparecieron.

Todos volvieron de nuevo al laberinto, para su desdicha. Aunque se sentían diferentes: los que habían tocado el almiraj se sentían más diestros, aunque también parecían menos organizados, mientras que Garth había adquirido la habilidad de adherencia (similar a la que tenía Lugur) y se mostraba menos colaborador que nunca. No quedaba más que seguir por el laberinto, hasta que hallaron una tercera puerta, que abrieron esperando que no fuese otra engañifa. Pero lo que les esperaba dentro era algo realmente importante: un liche llamado Acererak se sintió ofendido de que los aventureros osasen presentarse ante él y dijo que sus vidas alimentarían a la Traficante de Almas. ¡Se trataba ni más ni menos que del auténtico causante de la Maldición de la Muerte! Comenzó un fugaz combate donde el grupo arremetió con toda su fuerza, y a pesar de que la vengadora sagrada de Dragonbait se mostraba muy efectiva contra el enemigo, el poder del liche era tan excepcional que incluso podía detener el tiempo o desintegrar a los aventureros. El último foco de resistencia fueron Prisgo y Roderic (enviado a otra dimensión con un conjuro de Laberinto), que malvivieron unos segundos más que el resto antes de caer.

Volvieron a aparecer en otro lugar, como si todo hubiera sido un mal sueño, aunque no lo había sido: era una advertencia de lo que tenían que afrontar. Y esta vez habían dejado atrás el laberinto de suelo y cielo de nubes para volver al templo, donde descansaron de tan extenuante experiencia. Al día siguiente se pusieron en marcha y llegaron hasta río Tath por la parte de Ataaz Kahakla. Un barranco lleno de coral muerto de una tonalidad arcoiris inundaba la zona, entremezclados con los restos de animales y dinosaurios que parecían haber muerto de forma natural y en armonía. Cruzaron el río sin problemas y pasaron la noche al otro lado. A la mañana siguiente, mientras seguían rumbo sur, vieron como una luz dorada bañaba un cambo de zanahorias, y una enorme tortuga descansaba en el lugar.

El grupo había vuelto a la normalidad tras su exposición a los poderes de las estatuas, por lo que Lugur volvió a su actitud de explorador y fue a ver que podía sacar de la tortuga. Para su sorpresa, esta habló en común, y Lugur avisó al resto para que se acercara. La enorme tortuga decía poseer una gran sabiduría, pero a pesar de ello seguía molesta por no poder ganar en una carrera al gran almiraj con el que se batía semanalmente, pidiendo a los aventureros que le ayudasen. Así pues, cuando el gran almiraj llegó y la carrera comenzó, Garth lo entretuvo mostrándole deliciosas zanahorias, Roderic conjuró una ilusión del sonido de un enorme dinosaurio viniendo al lugar para que se asustara, Lugur intentó acariciarlo para que se sintiera confortado y no se moviera y Prisgo utilizó sus métodos de doma de animales para retrasarlo, consiguiendo finalmente que la tortuga ganara. El gran almiraj no se mostró enfadado, de hecho premió al grupo con su cuerno (que comenzó a regenerar nada más sacárselo y entregárselo a los aventureros), y la tortuga les agradeció su colaboración, comentando que aunque no sabía nada del Traficante de Almas, pensaba que la Maldición de la Muerte era cosa de un aquelarre realizado por una aquelarre que se hacía llamar Hermanas Cosidas. Siguieron avanzando sin más problemas hasta que el día tocó su fin y descansaron.

Al poco de reiniciar la marcha, un sonido y una luz les atrajo: se encontraban en la parte superior de una fosa ocupada por un gran caracol, que desprendía una extraña luz y un sonido característico, aunque éste estaba casi ahogado por el gruñido de un ejército de zombis, unos 300, que se sentían atraídos por los efectos que desprendía el gran caracol. Ante tal cantidad de potenciales enemigos, el primer instinto del grupo fue huir, pero antes de hacerlo Roderic vio como uno de los zombis escondía un libro en su caja torácica, y la curiosidad pudo con su sentimiento de preservación e invocó un sirviente invisible, para que fuera hasta el zombi e intentara robarle el objeto. Y antes de que abandonaran el lugar, lo consiguió, sin que ningún zombi les prestara atención. Ya fuera de peligro, leyeron el libro: era el diario de una tal Lara Crown y en su última entrada contaba que creía que aquel gran caracol servía como amplificador de la magia que se lanzara sobre él, multiplicando su potencia varias veces. Aquella revelación, junto con dos pergaminos de Bola de fuego que escondía el diario, le hizo al grupo pensar que podían librarse de aquella gran cantidad de zombis utilizando el gran caracol, para lo cual Roderic lanzaría uno de los pergaminos sobre el amplificador. Aunque no las tenían todas consigo y tenían un plan alternativo para huir, Roderic lanzó el conjuro desde la máxima distancia posible y una enorme ola de fuego asoló la fosa, volatilizando todos los zombis de la zona. El grupo se quedó asombrado por la hazaña de Roderic, tras lo que Lugur y el mismo mago bajaron a inspeccionar el lugar, pero solo quedaba el gran caracol, así que siguieron rumbo a Omu. Aquella noche, durante la guardia de Lugur y Roderic, un extraño aarakocra en bastante mal estado, se acercó al grupo, y fijándose en Garth, empezó a espetarle que dejara de imitarle y que lo dejara en paz. No entendían muy bien a que venía todo aquello, pero Garth sanó algunas de las heridas de la criatura, que siguió quejándose un rato más, al parecer demente, hasta que se fue. Aunque Prisgo hizo un amago de seguirlo pues no podía permitir que alguien así vagara solo por la selva, Artus dijo que se trataría de algo temporal, como lo que había afectado a Dragonbait, y que si había sobrevivido hasta entonces, lo haría hasta que los efectos de la locura se disiparan.

Terminaron de descansar, y reemprendieron la marcha. Sin embargo, el paisaje no auguraba nada bueno: comenzó a hacerse inusualmente seco, con árboles muertos y cadáveres de monos cuyas dentaduras aún chirriaban. Conforme avanzaban también descubrieron cuerpos de aves y otros animales, y distinguieron un rastro que continuaba aquella desolación. Garth quiso investigarlo, pues no parecía natural, y a regañadientes el grupo aceptó. Llegaron hasta una enorme colmena, cuyas avispas eran monstruosas. Pero Garth no consideró aquello una profanación de la naturaleza, y de todas maneras el grupo estaba muy poco dispuesto a meterse en aquel lío, así que abandonaron el lugar y siguieron su camino. Por la noche, llegaron a un lago pequeño pero profundo donde unos peces de colores salían del oscuro fondo para alimentarse y volver a las profundidades. Resultó ser un lugar excelente para acampar y descansar.

Al día siguiente comenzó a llover y Prisgo, que hacía de guía desde que Faroul se quedara en la granja, parecía algo desorientado. Llegaron a un barrizal donde muchos zombis se habían quedado atrapados y medio sepultados. Aquel lugar era obviamente peligroso, pero cuando quisieron salir de allí para rodearlo la lluvia trajo una corriente de lodo que engulló a todos salvo a Roderic, que fue lo suficientemente rápido como para subirse a un árbol. Enterrados en el barro, Prisgo, Garth, Lugur, Dragonbait y Artus fueron atacados por zombis mientras luchaban por volver a la superficie, logrando algunos salir ilesos y otros con heridas de diversa consideración. Pero al emerger, les esperaban media docena de pterafolks.

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Resumen escrito por PlasticMan y corregido por mí.

Ganáis 150 puntos de experiencia durante la sesión.

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19/11/2018, 17:21
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Los pterafolks se dividieron y atacaron a los recién emergidos del barro, aunque a uno de ellos no se le pasó la posición de Roderic en el árbol y fue a por él. En condiciones normales no se trataría de un gran reto para el grupo, pero tanto la avalancha como la huida a la superficie rodeado de zombis los había dejado tocados. Aunque Lugur, Prisgo y Roderic estuvieron en peligro, al final no hubo que lamentar bajas y el combate se solventó rápidamente en gran parte gracias a Dragonbait.

Salieron de aquel lodazal y continuaron la marcha sin problemas hasta el anochecer, en el que encontraron un cráneo gigante de dinosaurio, demasiado grande incluso para pertenecer a esa especie. Roderic detectó que el lugar fue antaño mágico, pero ahora había perdido todo el poder que una vez pudo tener. Al grupo le pareció un lugar ideal para descansar, pues a pesar de la inquietud que causaba el ser una calavera su interior era cómodo y fácil de defender, aunque no tuvieron que probarlo ya que no hubo problemas aquella noche.

Al día siguiente, mientras seguían avanzando rumbo al sur ahora que Prisgo había retomado la orientación, sintieron un gran temblor y no muy lejos de ellos una gran bandada de pájaros echó a volar. Continuaron adelante y encontraron las huellas de un tiranosaurio rex, así que intentaron bordear un poco el rumbo que tenían elegido para no encontrarse con el dinosaurio. Poco después, el tiempo cambió drásticamente: una fuerte lluvia acompañada por un viento desequilibrante hacían difícil avanzar e imposible comunicarse con otra persona. En aquellas condiciones el grupo siguió hasta un acantilado, donde de repente cesaron las condiciones climatológicas adversas, pero un temblor a sus espaldas les impidió sentirse afortunados por ello: el tiranosaurio rex les había encontrado, y ahora estaban acorralados. Sin pensárselo mucho, el grupo salto por el precipicio esperando que Roderic usara su hechizo de Caída de pluma, y funcionó, excepto para Lugur, que tras trastabillarse con la sacudida de la llegada del dinosaurio, se arrastró por el suelo hasta el borde del acantilado y una vez allí usó su poder de adherencia para bajar, logrando escapar de la amenaza mientras se burlaba del dinosaurio. Por la noche, en la primera guardia, unos sonidos de pájaros insólitos no dieron tiempo a Lugur y Roderic a avisar al grupo de la amenaza, y Garth y Artus se despertaron con un mordisco de las criaturas, que poco después fueron neutralizados conforme el grupo fue despertando y uniéndose a la lucha.

La mañana siguiente se presentó cálida y soleada, y atravesaban una zona de bananeros cuando Prisgo se acercó a uno de ellos con tal de conseguir algo de comida. Advirtió fugazmente que había zombis atrapados por raíces en la zona, antes de que él mismo y el grupo fueran rodeados también por raíces, y el árbol al que se acercaba se revelara como un ent, que comenzó a atacarles al considerar que habían invadido su territorio. La criatura intentaba inmovilizar a los aventureros con sus interminables raíces y también con ellas trajo a dos anquilosaurios zombi, que se dispusieron a atacar al grupo, teniendo que quedarse Artus y Dragonbait a contenerlos, mientras que el resto atacaba al ent o luchaba por escapar de su presa. Los dardos de fuego de Roderic causaron un gran daño a la criatura, y tras recibir un tajo de Prisgo habló en común, para sorpresa de todos, pidiendo que se terminara el combate, pues si lo hacían les premiaría con tesoros, siempre que abandonaran el lugar para no volver jamás. Apenas hubo discusión entre el grupo y entonces el ent se sacudió para que desde sus ramas cayeran 400 piezas de oro y un anillo, repitiendo de nuevo su deseo de que se fueran de allí de inmediato. Lugur recogió los tesoros y se fueron del lugar. Avanzaron hasta que cayó la noche, y encontraron una lápida con un laberinto en relieve que Lugur no dudó en recorrer con sus dedos para explorar, previo hechizo de Roderic para protegerlo de los muertos vivientes. La lápida se abrió y el aráino bajó a una pequeña cámara, donde encontró un traje, túnicas blancas con ribetes dorados, una capa con adornos plateados, una maza con la forma de un tiranosaurio rex, un escudo con la apariencia de un triceratops (el marfil del cual era real) y un broche dorado con rubís engarzados en mitad de otro laberinto. Lugur volvió a la superficie e hizo que Roderic examinara aquellas pertenencias, descubriendo que aunque no eran mágicas, se venderían por un elevado precio debido a su fina talla. También aprovechó para mirar detenidamente el anillo que el ent les había entregado y detectó una poderosa magia emanando de ella. Descansaron tras el duro combate de la mañana sin que ningún problema perturbara su sueño.

Al poco de reemprender la marcha, escucharon una voz pidieron ayuda, y al acercarse se encontraron con un barco partido en tres partes que se encontraban enganchadas en árboles a altitudes diferentes. La voz parecía surgir de la parte central del barco, que se encontraba a 60 pies del suelo, y su tono ronco no dejaba adivinar su especie o género. Cerca de los aventureros, aunque dispersos, se encontraban 8 necrófagos que habían acudido en busca de carne fresca e intentaban escalar hacia alguno de los pedazos del barco.

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Resumen escrito por PlasticMan y corregido por mí.

Ganáis 1400 puntos de experiencia en esta sesión.

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26/11/2018, 08:32
Director

Los héroes, intentando salvar a la persona que emitía los gemidos en la parte central de los restos del barco, se lanzaron a por los necrófagos, que aunque inspiraban respeto por su famoso contagio de enfermedades y paralizaciones, no tardaron en caer ante la poderosa vengadora sagrada de Dragonbait y la ayuda de los conjuros de Roderic, principalmente. Lugur trepó para ir a auxiliar al que se encontraba atrapado en el interior pero, para su sorpresa, aparecieron cuatro simios zombis de cuatro brazos, que se presentaron lanzando los cuerpos de 2 hombres a los que acababan de arrancar la cabeza en la proa del barco. Los gorilas monstruosos se lanzaron a por Lugur, y éste intentó sacar a las personas que habían allí (además de la que pedía ayuda, había otros tres inconscientes) antes de que llegaran hasta él los nuevos enemigos. Artus usó su anillo mágico dos veces para congelar a dos de los gorilas, que cayeron haciéndose añicos al suelo, y un tercero se derrumbó ante los conjuros de Roderic. El restante llegó hasta Lugur y empezó a golpearle salvajemente, mientras el aráino retrocedía con los cuerpos a rastras hasta que se tiró de los restos del barco y Roderic frenaba el aterrizaje de los cinco con su conjuro Caída de pluma. Pero la bestia también se lanzó, dispuesta a dar caza a Lugur, solo que ahora estaba al alcance de la espada de Dragonbait, quien acabó rápidamente con el simio para que el grupo obtuviera por fin algo de paz. Algo restablecidos por la magia de Garth y algo de comida, la capitana Thasselandra agradeció que les hubieran salvado la vida y explicó que habían partido de Halruei rumbo a Puerto Nyanzaru, pero que su mercancía, para desgracia de un desanimado Lugur, se había perdido cuando unos pterafolk les habían atacado. Prisgo seguía sin entender como un barco había llegado hasta aquel lugar, a lo que la capitana respondió sonriendo que era posible ya que la Diosa de las Estrellas no era otra cosa sino un barco volador, impulsado por magia, propio de sus tierras. Todos juntos pasaron el resto del día y la noche, y al amanecer se separaron.

Avanzando hacia el sur, el grupo divisó una amplia planicie repleta de dinosaurios muertos, en diferentes estados de descomposición. A ellos se añadió un tiranosaurio rex, que entró tambaleante en la zona y falleció mientras perdía poco a poco el aliento. Instantes después, un grupo de enanos albinos pasaron por la zona y atravesando el cementerio de dinosaurios, entrando en una cueva. Los héroes los siguieron con el recuerdo de su último encuentro con los miembros de su raza, pero esta vez fueron tratados de manera hostil y la enana albina, líder del grupo, mandó atacar cuando Garth intentaba hablarles. Sin embargo, no se movieron de la cueva cuando los héroes decidieron huir antes que enfrentarse a unos enemigos que no tenían porqué ser malvados y estaban respondiendo a una intrusión en sus dominios. Esa misma noche, una voz sonó en las cabezas de los aventureros, que no podían saber si estaban alucinando o era real: les dijo que habían defraudado al padre de los dinosaurios y que no eran dignos de su gracia.

Lejos de despejarse la mente del acontecimiento de la noche pasada, su viaje al sur llenaba el camino de hordas de no-muertos: delante de ellos, incontables zombis hacían impracticable seguir simplemente andando. Tendrían que subir a los árboles y avanzar de rama en rama, lo cual aparte de ser más lento resultaba peligroso, hasta el punto que tras el amago de varios de sus compañeros Artus cayó entre los zombis, pero Lugur le sacó del apuro con un telaraña.

Tras un buen descanso lejos de las zonas superpobladas por zombis, el día amaneció con una niebla muy espesa que impedía ver a media distancia. Algo rozó la mano del último miembro de la expedición, Garth: era un Kamadan que, a pesar del susto inicial, no parecía buscar pelea, sino comida; unos restos de velociraptor, que aún conservaban, sirvieron para entretenerle mientras ellos continuaron todo el día bajo aquel lúgubre clima.

Al día siguiente el cielo estaba despejado, y en él vieron un pedazo de tierra flotante, similar al Corazón de Ubtao. Delante de ellos, había una inmensa horda de zombis, por lo que optaron por intentar llegar a la roca en el aire. Para ello, Prisgo y Roderic unieron sus cuerdas que unidas, cubrían la distancia que los separaban del lugar. El mago hechizó a Garth para que pudiera volar y el resto tuvo que escalar por la cuerda que sostenía el druida, y no resultó nada fácil incluso para alguien como Lugur, que se cayó desde una altura considerable. Al llegar a la tierra que surcaba el aire, entraron en su interior y se encontraron con una cámara presidida por una estatua de un Kamadan, pinturas y murales que representaban escenas de lucha y una fuente repleta de agua y serpientes. Roderic y Lugur exploraron el lugar con entusiasmo, comenzando por las pinturas y acabando por beber agua de la fuente, pero no encontraron nada especial hasta que el aráino tocó una serpiente en la fuente que succionó al resto y las lanzó abajo, siendo reemplazas por más agua y serpientes. Con alguna especie de magia, el grupo era capaz de ver ahora la parte inferior de la roca, como si se hubiera vuelto translúcida, y asistió al banquete que las serpientes se daban con la horda de zombis allí presentes. Sin dudarlo, Lugur tocó más veces a la serpiente para que más de ellas cayeran abajo y acabaran con la amenaza zombi de la zona. Descansaron en aquel lugar y antes de bajar, al día siguiente, comprobaron que no quedaba ningún zombi lo suficientemente cerca como para molestarles.

Pero la vuelta a la superficie no fue nada plácida. La selva pronto se mostró más silenciosa y oscura que nunca, llegando a un punto en el que una niebla envolvió completamente a la expedición sin que pudieran ver nada, incluso aquellas razas con infravisión. Repentinamente, la oscuridad desapareció y se sorprenden recorriendo un pasillo con baldosas, pareces y techo hecho por completo con trozos de cadáveres con monedas de oro en los ojos, que terminaba en una puerta de madera con el rostro de una vieja bruja. Lugur no pudo evitar intentar sacar una moneda de la pared de cadáveres, pero una mano surgió de entre los cuerpos para intentar ahorcarle. Sus compañeros ayudaron a Lugur mientras de la puerta emanaba el risoteo de una voz anciana, lo cual tuvo un efecto repentino en Artus que envejeció varios años al instante. Roderic intentó abrir la puerta con dos monedas de oro en los ojos, sin obtener resultado. Fue nuevamente Lugur quién se fijó en los huecos que habían donde aparentaban estar las monedas de oro en el rostro de la vieja bruja, y colocando una auténtica en cada ojo, abrió la puerta. Salieron de nuevo a la selva y Artus recuperó su aspecto normal, pero seguía la penumbra. Sintieron como unas hormigas se arremolinaban en torno a sus pies, para meterse finalmente en sus botas y conducirlos contra su voluntad sobre un manto rojo formado por las propias hormigas. Al poco de comenzar aquel forzoso viaje, la cara de Lugur apareció delante del grupo (y del propio Lugur), y atacó a Prisgo lanzándole un rayo que pudo esquivar. El grupo se afanó en acabar con aquella representación demencial y entre los restos Lugur encontró una llave que se ajustaba a su anatomía. Aquello afectó negativamente a la mentalidad del grupo (y más al propio Lugur, que parecía extenuado), que no se sorprendió demasiado cuando al seguir avanzando contra su voluntad, llegaron hasta una imagen envejecida de Roderic, que parecía cansada y tambaleante. El mago original se acercó a ella, y tras escuchar los susurros de su doble diciéndole que algo le oprimía el pecho, supo que hacer: metió la mano en el cuerpo y entre la carne encontró otra llave, que al igual que la de Lugur, era una réplica exacta de su esqueleto. También él cayó en un cansancio físico y psíquico mientras era obligado a seguir avanzando por las hormigas, que les dirigieron hasta un doble de Garth. El falso druida vomitó una ingente cantidad de sangre, y entre aquel reguero rojo un objeto sobresalía al no ser líquido. Al acercarse para coger lo que presuponía su llave, el auténtico Garth fue atacado por su doble, y no pudo alcanzar el objeto. El resto del grupo se encargó de acabar con la imagen, y finalmente pudo llevarse lo que efectivamente era la llave con la forma de su esqueleto, cayendo el druida en el mismo estado de cansancio que Lugur y Roderic. Finalmente las hormigas les condujeron hasta el falso Prisgo, que estaba sentado y parecía encontrarse en mal estado. Roderic vio claro como obtener la llave de él: Prisgo tenía que meter la mano en su boca y extraerle del cráneo el objeto. Mas cuando Prisgo lo intentó, su doble cerró la boca y le cercenó la mano, que al retirarla se regeneró tan sólo como una mano esquelética pero del todo funcional. Horrorizado, Prisgo se quedó inmóvil mientras el resto apaleaba su imagen, hasta que consiguieron con mucho esfuerzo sacar la última llave de entre el amasijo de carne resultante. Prisgo se quedó con la mano esquelética y también mostró síntomas de grave agotamiento, justo cuando las hormigas les llevaron hasta una puerta con cuatro cerraduras de la que se mantenían a cierta distancia. Roderic no tardó en averiguar qué llave encajaba con cada cerradura y los cuatro giraron las suyas simultáneamente, abriendo la puerta y abandonando las hormigas su función de guías. Una nueva oscuridad antinatural hizo presa de sus sentidos, esta vez acompañado con el desagradable sentimiento de un saco en sus cabezas. Pero cuando sintieron una aguja coser el saco a su cuello, el sentimiento pasó a ser certeza y por si fuera poco, tenían la sensación de que había una serpiente en el interior del saco. Aterrados, cada uno reaccionó de diferente forma, tanto intentando arrancarse a la fuerza el saco como quedándose quieto o intentando evadir la situación transformándose en bestia, pero la única solución era quitarse el trozo de tela de la cabeza aunque la serpiente intentara evitarlo. Cuando todos lo lograron, contemplaron un desolador paisaje: miles de zombis colgaban del cuello en los árboles de los alrededores, con las cabezas tapadas también por trozos de tela. Al fondo había una puerta, pero antes de entrar Prisgo puso sus ojos en el cuerpo de un ogro que se agitaba a pesar de no tener extremidades. Había un agujero en su saco, a la altura del ojo derecho, y al mirar por él vio una llave. Metió la mano y fue succionado a otro plano, y Roderic, en su desespero, también metió la mano para salvarlo: esquivó, como el gnomo, la araña y el escorpión que se movían en el interior del cráneo del ogro y cogió la llave, pero también fue absorbido. Mientras Garth intentaba ayudarles desde fuera quitándole el saco al ogro (que intentaba morderle, pues aún conservaba sus dientes). En la dimensión interior Prisgo y Roderic estaban aprisionados por una bruja en una sala estrecha, hecha completamente de carne. Tras un intenso forcejeo, lograron apartar las manos de la bruja de sus cuerpos y salir de allí.

Abrieron la puerta que habían visto antes sin necesitar la llave que había conseguido Roderic. Habían dejado atrás un lugar de locura para llegar a otro: una selva rojiza les esperaba tras la entrada a Omu.

Notas de juego

Resumen escrito por PlasticMan y corregido por mí.

Fin del capítulo, lográis 650 puntos de experiencia cada uno.