Andábame yo tranquilo vigilando la puerta de Martos, pues el jurado de la mi collación mandábame en ello laborar para se librar de tan ingrata labor. Diego le llamaban, mas por todos era conocido por Diegazo, pues altura et barriga tales non se ven muchas vezes. Mandáronle organizar un lanceamiento de toros et non pudo lo parar do él quería, que era en la plaza de la Corredera, do siempre se celebran aquestas fiestas. Conoscía el jurado la explanada que ha contra la puerta de Martos que yo vigilo, la qual llaman Campo de los Santos Mártires, et como el lugar le acomodara, allí puso celebrar el lanceamiento. Grand alborozo provocó en Córdova el hombre, pues aquel es lugar do martirizaron unos santos de la cibdad et non creýan guisado derramar allí la sangre del toro. Mas non prestó oýdos el Diegazo a los consejos, et mandólo adecentar. Vino el día, et avínose la tragedia. Venía el jurado feliz et tranquilo a lomos de su caballo, et en llegando al lugar veyó que el toro corneara a un hombre que era allí. Quísole acorrer et adesora cayóse del caballo et fue a parar cabo del toro, et corneóle aqueste et dexóle tan mal ferido que selo llevó la muerte.
Dezía yo al comienzo que me andaba tranquilo en mis labores, mas la tranquilidad llegó a su fin tan ayna como la vida daquel infeliz, pues llamóme a la su casa la viuda del difunto, para me meter en tales problemas que, si lo hubiera sabido, recudiera a su casa su condenado padre.
–Pedrito –díxome plorando, pues conoscíame desque era mozuelo–, que a mi Diego melo han matado.
–Calma, señora –dixe yo–, que vi lo que le avino al infeliz et fue el toro que le mató, depués que cayó del caballo. Et quizás fue el Altísimo que tal lo quiso, pues es grand pecado festejar en lugar sagrado.
–Non, Pedrito –contestóme–, que el pobre Diego muchos enemigos hubo que quisiéronle mal, et en cabo mal le han dado.
–¿Enemigos el Diegazo? –espantéme–. ¿Qué enemigos?
–Non es libre dellos quien es parte del Concejo –explicóme–, pues fázenlos las contiendas et desputas que allí acaescen, et non son aquestas pocas nin pequeñas.
–Muger, dexa las cosas como son –dixe–, que si daquesto fablades a la gente han de tomarte por loca.
–¡Dezir pueden lo que quieran, que non callaré! –contestóme ayrada–. Et vos, que tan bien vos fizo el mi esposo, ingrato, agora muerto oblidades todo. Que cuando vuestro padre non sabía el que fazer con vos, fue mi Diego quien fabló con el alguacil de Santiago et quien vos consiguió el trabaxo que agora habedes.
Escozióme aquello, pues razón non le faltaba, et acordéme de la amistad que padre había con Diego. Et como el escozor non cessaba, que siempre fuy mozo agradecido, sentí la obligación de pesquisar, al menos para me asegurar que la viuda veyó lo que non era. Además tal era en verdad mi mester, que por eso me ganaba los maravedís del Concejo. Estonces díxele a la doña:
–Si el Diego trovó la muerte por la voluntad de los hombres et non de Dios, válame Él que lo he de saber.
Quedóse tranquila la muger, et díxome que el cuerpo del su esposo era en la iglesia de Santiago, et que non habría descanso fasta el día que fuera vengado.
–Si tantos enemigos diziedes que hubo –díxele–, algún nombre habedes de dezirme con que comenzar las pesquisas.
Cogitó la doña un momento, et espantéme cuando me nombró a don Tello, alguacil de Santiago et persona ante la que respondo.
–Por loca vos he si cuydades que he de buscalle mal a quien debo obediencia –díxele–, pues es como lo buscar para mí.
–Non es de don Tello de quien más sospecho –díxome–. Su fijo es el que llaman el Landre, et bien sabedes que es grand malhechor que se asconde en la collación de la Magdalena. Fizo algunas fechorías en Santiago, et por ello Diego dio su nombre al Concejo et metiéronle en la cárcel. Estonces don Tello, que antes amigo era de mi Diego, tornóse enemigo. Mas non temo dél, pues es persona recta, sino del fijo, que salió de la cárcel et tornóse a la Magdalena para seguir con sus fechorías.
–Pues igual que antes sigo diziendo –díxele–, que si malo es ir contra el padre, peyor contra el fijo, pues en ello veedes como le duele más la sangre de su sangre que la suya propria.
–Don Tello non quiere al su fijo –díxome–, que pudiendo ser hombre onrado como él es, eligió ser delincuente, mas su fijo es mal que le pesse; por ello non le plugo que Diego le acusasse et le metiessen en la cárcel. Mas non vos pido que lo matedes, sino que sepas si es culpable. Del resto yo me ocuparé.
Tal allegué con la muger el pago de mi gratitud, et paréme a comen-zar. Mas, ¿por dónde?
Puedes interpretar (en castellano antiguo o no).
El libro juego ahor da varias opciones, pero de momento no te las pondré. Quizá lo que elijas hacer es alguna de las opciones que vienen... Si voy viendo a medida que juguemos que andas muy atascado, te las iré mostrando.