Me paso la mano por el pelo y me rasco alrededor del ojo mecánico. Paso unos momentos mirando las vigas de madera del techo y las paredes de conglomerado. A través de la estructura puedo sentir los golpes y las fuertes pisadas de los luchadores, y desde la ventana me llega el sonido del gong y los gritos de los apostadores en una docena de idiomas diferentes.
Con nuevos bríos echo la esterilla a un lado y me levanto para asomarme, descamisado, por la ventana. Una calle estrecha es atravesada por cables de tender la ropa cubiertos de harapos, casas baratas de conglomerado y mucha, mucha gente por todas partes. Los repartidores del restaurante de enfrente salen en sus scooters a cubrir sus rutas y esquivan como pueden la docena de coches mal aparcados con la mitad del chasis sobre la acera.
Se nota al barrio recién despertado, con la humareda del cazo de la vendedora ambulante de Nam Phrik elevándose hacia el cielo y los gritos del viejo que se ofrece a poner Palang tradicionales por un módico precio.
Eso es lo que un visitante puede ver en Philadelfia Highs al pasear por las calles calurosas y las plazas de los mercadillos; aromas de especias picantes, un vendedor de carne de perro, un taxista en moto holgazaneando con el culo en el asiento y los pies en el manillar o restaurantes de atractivas fachadas rojas con graffitis impresos de boquerones, cuencos de arroz y otros alimentos. Pero al igual que en las otras ciudades en las que he vivido, ésta megalópolis es un mar de carne y cemento que se mueve y evolucionaba como un hormiguero de dimensiones ciclópeas; La única diferencia es que La Ciudad es todavía mas grande. Siempre, si te fijas lo suficiente, puedes ver la otra clase de vida, la verdadera actividad de una barriada, un bloque, una casa, una persona...
Ahora mismo, en la calle de enfrente, veo el prostíbulo del señor Weiye. El piso número uno. No hay cartel que lo distinga ni publicidad que diga dónde está, pero movidos por alguna clase de fuerza superior, hombres de toda clase encuentran la entrada y pagan para disfrutar de las niñas chinas raptadas del deficiente servicio público de orfanatos de aquel país. Yo mismo les hice los papeles a la mayoría de esas chicas.
En la esquina veo a Ho Chi, que es camello, pero cualquiera diría que espera al autobús. Gracias al sentido innato de los urbanitas, sus clientes le distinguen a pesar de que algunos no le hayan visto en la vida.
Y en el propio restaurante Burma-foot, llamado así por una errata del dueño cuando apenas sabía inglés. Ya no como allí desde que me enteré de donde sacan los ingredientes. ¡Que fácil les resulta con la tapa de alcantarilla que tienen en el callejón de atrás! Además, creo que no los cazan, sino que crían a esos bichos.
¿Y qué hay del taller ilegal del almacén Suribotaru, calle arriba? Evidentemente no es una empresa japonesa, hacen imitaciones y mantienen alejada a la policía a base de documentos falsos, excusas y dinero. El dueño, Chan Kay, me dio unas gafas Kai-Chan el otro día, y dice que le va muy bien desde que me contrató para falsificar aquel contrato de arrendamiento en la base de datos del ayuntamiento, pero yo creo que cualquier dia de estos les hacen una redada.
En una ciudad es mucho mas fácil vivir que en una selva si sabes cómo apañártelas, pero también es mas peligroso. En la selva, por suerte, lo peor que te puede pasar es morirte.
Me visto con una camisa blanca de fibra delgada, me lavo la cara para despejarme y me siento como cada mañana delante del ordenador. Empiezo viendo con aburrimiento las noticias del FeedNews* mientras me termino las sobras de ayer y abro una Nukacola de la nueva linea "jugo de sapo".
El trabajo que tenía para hoy eran unos pasaportes a los que había que conseguir números de identificación reales, lo que significaban seis o siete horas de aburrida búsqueda en bases de datos oficiales para encontrar algún número descatalogado con permiso de entrada al país. Riesgo de un furgón SWAT en el edificio, altercados en Philadelfia Highs y por si fuera poco una paga ridículamente pequeña.
Apoyando la mejilla sobre mi puño izquierdo me llevo el último trozo de carne a la boca y me quedo mordiendo el palillo en la que estaba pinchada. -Página siguiente, ordeneitor. -Hay un cambio en la pantalla y empiezo a leer sin ningún interés la noticia sobre una catástrofe en una planta química en Nueva Guinea. AL parecer se han evaporado dos millones de hectáreas de bosque y eso vale dinero. -Mierda... que aburrido. Ordenaitor, cambia la configuración a internacional y elimina esa estúpida opción por defecto que filtra todas las noticias para enseñarme solo las asiáticas. Que tontería.
El ordenador obedece y cambia el filtro a internacional. Los cambios afectan al softwere anti-spam y antes de que me de cuenta la pantalla se llena de ventanas modernistas ofreciéndome viagra y extensores de pene a precios increíbles. Eso sí, ahora en inglés en lugar de chino o vietnamita.
-Oh, joder...
Tomo el control manual y tecleando me dispongo a acabar con la publicidad parásita y a activar de nuevo mis defensas, pero en ese momento un anuncio modosito llama mi atención: se ve a un hombre "casi" obeso y con barba de tres días, en pose semi ladeada, fumando un cigarrillo y vestido con un sombrero estilo siglo veinte, de cuando los gangsters. Debajo, con estética de novela negra, dice: -THE WORD BUSCA
Alzo una ceja y clickeo para enterarme del resto del anuncio. Un periódico busca empleados, lo que incluye personal informático. ¿Un trabajo legal? ¿Una oficina? ¡Una oficina! Algo así sería perfecto para evitar sospechas sobre mi identidad de John Wayne y alomejor en una oficina pagan bien. ¿No llamaban a eso sueño americano? Con un poco de suerte podría mudarme a un barrio más rico y lo mismo conseguir alguna de esas chicas de pelo sintético. Solo es necesario un trabajo legal, uno que no levante sospechas.
Decidido me levanto, meto a ordeneitor en su funda y tras calzarme unas sandalias tailandesas salgo por la puerta. -Oh, se me olvidaba. -Me vuelvo y cojo las gafas de sol con el logo de Kay-Chan en el borde.
En la puerta me topo con el grotesco gato obeso de la señora Minh, abro y lo echo a patadas para, al alzar la vista, encontrarme con los ojos arrugados y amarillos de la señora Minh, que me mira con el ceño fruncido desde el rellano de la escalera. -Buenos días señora Minh, -añado sonriendo. Cierro la puerta y subo escaleras arriba.
En la azotea se desarrolla el combate mañanero. Al parecer uno de los contendientes tiene acorralado al otro, al que le sangra la nariz. Me acerco al que organiza las apuestas, un hombre grande, musculoso, con pantalones de pitillo y una faja de sumo. Sobre la cabeza se ha atado un pañuelo de cuatro nudos. -¡Kwan! -Le digo. El cielo está gris, frío y límpido sobre nuestras cabezas, cubierto de nubes grisáceas. Saco las gafas de sol, que llevaba colgando de la camiseta y se las ofrezco.
-Toma, a mi no me entran, -me señalo el ojo biónico y sonrío. -¿Qué tal va la mañana?
-Bien, bien. -Dice mi amigo Kwan, que estudia las gafas, se las prueba y sonríe a su vez. -El chico nuevo me hace ganar mucho. ¿Dónde vas hoy?
-Oh, dile al jefe Weiye que no acepto el trabajo. Es muy poco dinero.
-¿Los pasaportes?
-Si, en lugar de ello me voy a buscar trabajo al centro.
Kwan pone una mueca indescriptible, echando el cuello hacia atrás y torciendo las mejillas. -¿En la ciudad? ¡Ahí no hay negocio! ¿Qué dirá el jefe Weiye?
-El jefe sabe que valgo para mucho mas que dos pasaportes baratos. No hay negocio, amigo, tengo que buscarme la vida. ¿Entiendes? Ya encontrará a otro.
-Eh, está bien. ¿Vendrás esta noche al Club de Loto?
-Claro, y me presentas a esa tal Lin. ¿Era chino-americana?
-¡Si!
Dejo a mi amigo de copas contando puñados de billetes y bajo a la calle en busca de un taxi. Voy por la calle del mercadito para ahorrarme algo de tiempo hasta la plaza Jeffersonian, donde siempre hay coches amarillos. Camino sobre adoquines empapados, esquivando gente entre los puestos, evitando los gritos a mandíbula batiente de los vendedores y las nubes de humo de las cocinas de alcohol portátiles, le robo una cereza a una mujer que tenía un saco lleno para vender al peso, y la voy chupando mientras reflexiono sobre qué clase de trabajo sería el de una oficina.
Llevo mis pasos hasta el distrito de la prensa.
No sabía que íbamos a interpretar en esta escena. Lo llego a saber y me ahorro tanto off-topic. Perdón >_<
*Creo que ese es el nombre que le dan en Transmetropolitan al buscador de noticias al que está apuntada Channon.
Dejas tu Ordeneitor en casa, es una buena consola construida por ti mismo a partir de piezas de hardware sacadas de aquí y allá. Consiste en un compacto teclado que incluye todo el hardware necesario, incluyendo un proyecto holografico que hace de pantalla y una conexión inalambrica.
Como Philadelfia Highs dista de ser un barrio seguro (demasiado payaso en grupo que se cree muy duro) no te dejas tu pequeña pistola Glock de 9mm. Has falsificado incluso el permiso de armas para llevarla, así que no tendrás problemas si te cachea la policia.
El software de tu ojo cibernetico empieza a guiarte por la calle hasta el taxi más cercano. Está cerca de una boca de ventilación de la que surge humo, escuchando hipnorap tayiko (el grupo es identificado por el software de tu ojo como Tamerlan Bro y la canción como Groskny). El taxista baja el cristal blindado y ahumado para mirarte, es un transiente con barba de tres días que te mirá de arriba a bajo, reconociendo el bulto de la pistola (ves como sale una ventana aparte mostrando su numero de identificación y su nombre: Carlos Deskmen). Un "sube tio" y la puerta del compacto taxi se alza, dejando paso a unos sillones de espuma y un ambiente un tanto humedo dentro del taxi. Dentro hueles a ambientador y alcohol, dos olores que parecen pelearse entre ellos por ser el hegemonico.
El taximetro se pone en marcha y el tal Carlos Deskmen dice con voz apagada por el cristal de contención:
-¿Adonde vamos?-
Creo que te referias a The Hole.
Repaso de equipo: Ordeneitor, un carton de cigarrillos, un SIN (documento de identificación) falso, pistola Glock, equipo completo para falsificar documentos.
Pistola Glock
PRC: +0, MD: 15, Alcance: 6, Munición: 10
Notas: PRC es el modifcador al ataque. MD es Modificador de Daño, el numero que se multiplica por tu margen de éxito cuanto impactas. Alcance es el alcance base en metros.
Me acomodo en el asiento intentando ocupar un hueco menos pegajoso que la media general. La puerta se cierra a mis espaldas y el transiente va arrancando. -Al distrito de la prensa. -Digo, y saco mi paquete de cigarrillos. Me medio-levanto para sacar el mechero del bolsillo de atrás y aprovecho para echarle un ojo a la piel cetrina y extrañamente lisa del lado derecho de su cara. Los transientes siempre me causaban cierta consternación.
Añado: -Pero mejor bordeando por el lado de River-East. Hay menos coches a esta hora. ¿Quieres uno? -Pongo los labios en "u" sosteniendo el cigarro para encenderlo, y le dejo otro a Carl encajado en uno de los agujeritos del panel de separación.
El tipo coge el cigarrillo y lo enciende con el encendedor del coche, el cual está bajo una marabunta de pantallas con mapas y videofonos. Luego se lo pone entre los labios para seguir conduciendo a toda pastilla por el East River. La mayoría de vehículos se apartan dejando paso, los taxistas son conductores duros y lo saben, prefiriendo no tener problemas. Adelanta a un transporte automático que arrastra un trailer y se pone a 250 millas por hora por el carril preferente.
La Ciudad pasa como un suspiro por la ventanilla, los rascacielos y arcologias de tantas y tantas corporaciones aparecen y desaparecen de tu vista señalizados por neones y holoproyecciones que muestran sus logotipos corporativos: Mitsubitshi-Genentech, Saeder Krupp International, Sony Corporation, Clorela, Horizon INC, Shorn Associates... tantas y tantas marcas compitiendo por el espacio visual de un posible observador y sobretodo por el skyline de la más famosa megalopolis del planeta.
Luego el taxi entra en un túnel, iluminado este por miles de focos y vistosos anuncios que muestran miles de productos a la velocidad de un parpadeo. Tras un tiempo estando bañados en la luminosidad crepuscular del largo túnel salís a otro distrito. Para en un semáforo y esperáis como un grupo de niños de una escuela budista, con sus cabezas rapadas y su túnicas naranjas, cruza el paso de cebra. Cruzas sin querer la mirada con un policía que parece estar mirando en la esquina; un tipo con mostacho, gafas de sol y aspecto amenazador con su boina paramilitar y su cazadora azul marino. Casi todos los policías de La Ciudad se parecen a este tipo y por un momento piensas que deben clonarlos en las comisarias para conseguir dicho resultado. El policía en cambio te dedica una mirada de desprecio hasta lo pierdes de vista cuando bruscamente arranca el coche.
Giráis una esquina y entráis en una avenida. Ya puedes verlo, el Distrito de la Prensa, donde los medios de comunicación de La Ciudad y de paso medio planeta tienen sedes y corresponsalias. La omnipresente SPKF, la BBC Newsfeed, la Latín Mediapro... logos y más logos, como si la ciudad solo tuviera logos corporativos y anuncios. Y de repente el taxi disminuye su velocidad hasta ser un susurro su marcha y se palnta delante de un gran edificio.
El edificio de The Word.
El taxi frena gradualmente hasta detenerse frente a The Word. Miro por la ventanilla lateral donde se reflejan los edificios y los neones y la marabunta de gente que pasa por delante y giro el cuello hacia arriba para mirar el punto en que los rascacielos dejan de crecer y se ve el manto cobalto surcado por estratocúmulos blanquecinos con la densidad del algodón.
-Gracias, -digo. Paso el pulgar por el vidrio del dispositivo de pago* y salgo del coche cerrando la puerta de un empujón. El taxi desaparece entre el tráfico y yo, a mi vez, me interno en el tráfico de gente que camina por la calle. Me detengo un segundo ante la pantalla del suelo, y luego vuelvo a examinar la fachada, el cartel y el interior, en el que distingo, tras las puertas de plexiglás blindado, a una recepcionista sentada en su puesto y hablando por teléfono. -Ejecutivos. Mala cosa. Miro hacia los lados, como pez fuera del agua, y me decido a entrar.
En la entrada esquivo a un tipo bajito y desagradable y camino directamente hacia la recepcionista. El ambiente del interior es pesado y el sonido estridente de la calle se amortigua. Huele a plantas de plástico y a humo de cigarrillo.
-¿Hola? -La recepcionista se pinta las uñas con un aparato universal. En su índice aparece la Mona Lisa. -Si, me gustaría... -Pasa el visor por la uña y en su anular aparece El Grito de Munch, me rasco detrás de la nuca y ella me mira con ojos de juez.
-Bueno, es por una entrevista de trabajo. -En su dedo corazón aparece la cara de Michael Jackson, un icono popular que cuenta con su propia religión.
Un banner, ¿sabe? Algo chungo. -Ella baja la vista de nuevo y se pinta el meñique con el Saturno Devorando A Un Hijo de Goya. Se toma un momento, y reponde con una voz chillona absolutamente burocrática: -¿Para la entrevista del empleado de mantenimiento o para el nuevo equipo de prensa?
Finalmente, con un grácil movimiento de delicada Hécate, pasa el aparato sobre la uña pulgar, imprimiendo una fina capa plásticos policarbonatados y en la configuración coloreada aparece la cara de Tally Isham
-Eh... para personal informático.
-Equipo de prensa. -Responde cansinamente, y pulsa un botón.**
*En el futuro no hay dinero suelto, claro (o almenos en cosas legales) ¿formas de pago?
**Lo mismo me he tomado demasiadas libertades. Cuando terminemos esta escena de presentación (bastante interpretativa), estaré mas atento a los dados y no inventaré conversaciones con los PNJs =P
Quizás un poco tarde vistes salir de una ventanita cercana un "Hola, soy Annete Blomwsbist.", con su numero SIN y una serie de opciones entre las que incluye "Contactar en privado" ¿? Los rasgos elficos de su cara y orejas, frutos de la cirugía estética, se acentúan cuando te dedica una mirada.
-Bien, coja el ascensor del fondo y vaya a la planta 23, le recibirá la secretaria del señor Royce.-
Y volviste tu mirada hacía el hall, donde parecían haber montado una pequeña exposición de los 20 años del diario. Al fondo tres ascensores de aspecto tubular esperaban bajo la atenta mirada de una mujer de seguridad vestida con uniforme gris.
A pesar del esfuerzo gubernamental en el pago por medios electrónicos mucha gente sigue usando billetes. En Japon es ilegal menos en los círculos de Night City y otros sitios menos presentables, pero en los USA no han tenido tanta suerte y se sigue teniendo dinero en la cartera.
-Gracias.
Avanzo por el hall un poco perdido, mirando hacia los lados, pero con paso decidido hacia los ascensores. Las paredes, de colores "beige" y "dorados" están cubiertas por portadas enmarcadas del periódico, artículos famosos y algún que otro retrato de los periodistas que han alcanzado fama en "The Word". En una esquina reposa la foto de Spider Jerusalem aún con pelo, en Francia.
Llego a los tubos verticales y adopto una sonrisilla de incomodidad mientras, tras pulsar el botón, espero junto a la guardia a que bajen los ascensores. Entro, y pulso el 23 en el panel.
Al llegar arriba una mujer atractiva de rubios cabellos y ojos verdes te recibe. Viste de forma sencilla pero ceñida, con un jersei de lana verde con escote que deja entrever sus generosos senos y una falda corta que llega hasta medio muslo. Te da la mano de manera muy profesional y sonríe de manera cortés. Parece simpática de forma sincera, una mujer guapa accesible. Al contrario que la recepcionista parece 100% natural.
-Señor Wayne, sigame por aquí. Creo que encontraremos un hueco para ver a nuestro querido Editor en Jefe. ahora no parece muy ocupado. - Dice de una forma que te parece un tanto despreocupada guiñándole un ojo de forma complice.
Seguís el pasillo sin ver a ningún otro miembro del personal por este. Se nota el nivel del cargo, ya que todo parece increiblemente limpio y pulido, como si se hubiera construido ayer. Paredes blancas, casi asépticas, parecen como si estuvieran en el fondo de una piscina, con un fluido y suave vaivén de las aguas, un efecto holograficamente conseguido. Un relajante hilo musical con el rumor del mar completa la ambientación.
Va hasta el fondo, pasando al lado de un de una mesa que supones debe de ser de esta misma secretaria y está abre la puerta con la reluciente placa que pone "Mitchell Royce. Editor en Jefe." sin picar en ella...
Al abrir la puerta una cascada de sonidos inconexos sale de la puerta rompiendo el ambiente armonioso del pasillo. En una habitación asepticamente blanca miles de pantallas proyectadas holograficamente la iluminan en una constelación de canales de noticias y grabaciones, posiblemente en directo, de distintas secciones del periódico. En el centro de la tormenta hay un escritorio, con el logo de The Word grabado en su frente. y tras el escritorio, sentado, un hombre rollizo y con perilla que parece fumar varios cigarrillos a la vez mientras parece fijarse en un ordenador personal cercano. Al ver entrar a John este deja los cigarrillos en un cenicero cercano y se dirige hacía este. A pesar de que parece un fumador compulsivo no hueles a tabaco, seguramente el despacho disponía de algún tipo de ambientador o de extractor de humos integrado.
Haciéndose oír por encima de la cacofonía, el orondo personaje dice:
-Perdón, un momento y le atiendo.- Aprieta un botón no se sabe donde y las pantallas desaparecen con un leve zumbido, dejando paso a un blanco sin macula por todos lados, como si estuvierais en el centro de la nada. -¿Quiere un cigarrillo?- Dice alargándole unos Winstons.
Sigo a la secretaria enfocando mi ojo mecánico en sus atractivas curvas. Al llegar, asiento con la cabeza en una suerte de reverencia, vestigio de mis costumbres asiáticas, y camino hacia Royce echándole un ojo al lugar. Se lo tiene bien montado.
-Hola. Gracias. -Digo, cogiendo el cigarrillo, luego le doy la mano. Nos sentamos, y me inclino hacia adelante para acercar el extremo del cigarro a la llama de un encendedor que me ofrece con los brazos extendidos por encima del escritorio. -Bonito local.
Doy una calada y me fijo en el equipo de televisiones, ahora oculto. Si, se lo tiene bien montado.
Royce se repantinga en su mullido sillón de jefazo y como adivinando los pensamientos de Wayne dice:
-Si, es caro. Pero asi puedo ver lo que pasa en la redacciones como si estuvieran aquí al lado, y los redactores pueden picar a mi puerta sin tener que subir 10 pisos. Cuando me ascendieron pensaron los accionista mayoritarios que me quedaría aquí escondido, simplemente revisando textos para su publicación o rechazo como el antiguo editor en jefe, pero la tecnologia hace milagros.-
Su cara se ilumina debido a la luz de la pantalla que tiene delante, casi puedes ver la información como fluye.
-Bien. Señor John Wayne. Se presenta para el departamento informático si no me equivoco y si los datos de aquí no están mal... a ver...- Seguramente está viendo toda la titulación falsa que has puesto para tu falsa vida y tu falso nombre. -Parece cualificado. Pero me gustaría más saber otras cosas.- Dice mirandote a los ojos. Comienza una catarata de preguntas.
-¿Que es lo que le atrae de esta oferta?-
-¿A que estaría dispuesto a la hora de buscar una noticia?-
-¿Se debe saber la verdad y nada más que la verdad?-
-Owh... -Digo acomodándome en la silla y tomando aire. -Bueno, he estado trabajando durante años en el negocio de la consultoría informática para empresas, y esporádicamente he echo trabajos como freelance en compañías de seguridad informática... -Señalo con el dedo su pantalla. -Incluso con el ejército, ¿sabe? No se me permite hablar de aquel asunto.
Aparte, tengo experiencia como administrativo en la gestión y... edición de papelería burocrática variada. ¿Entiende? Y, eh... uh... ¿la verdad? Si claro, es necesario contar la verdad. -Me rasco de nuevo el cogote. -Y las noticias, claro, las noticias. Haría lo necesario para realizar mi trabajo, soy un tío profesional.
-Si, entiendo. Vamos, que sabe hacer muchas cosas.- Sonrie como queriendo dar a entender que posiblemente John es la ostia en vinagre pero que el solo sabe pulsar botoncitos. -Alguien como usted sería muy útil en el proyecto que tengo en mente.-
Coge los tres cigarrillos que estaba fumando y los deja reposar en el amplio cenicero.
-Estoy pensando en un equipo de investigación. Un equipo de profesionales capaces de meterse en la mierda y sacar la verdad detras de todo esto. Y bueno.. especialistas informaticos desde hace más de medio siglo que hacen falta como si fueran agua. Y si tiene las habilidades que dice usted tener más aun. Eso si, hay un cierto riesgo...-
Una breve pausa.
-Ya sabe las condiciones, 3000 mensuales más el Seguro de Periodista. ¿Que dice?-
-¡Santa Clodovea Rubicunda de las Antillas! ¡Un puesto estable, 3000 y seguro de periodista!
Adopto una cara de poker practicada durante innumerables Viernes en el Park Chai Moo, el bar de la mafia Coreana y me toco la nariz. -Bueno, tengo otras ofertas... tampoco es mucho dinero...
El ojo biónico hace un ruidito al enfocar.
-¿Me está tomando el pelo? ¿Sabe que me tiro un farol?
Royce se acomoda, parece que no es la primera vez que le dicen algo asi.
-Bueno, es una pena, pero esa es la paga que ofrecemos. Queremos montar un equipo y el tener sueldos desiguales fomenta las envidias y los malos entendidos, asi que preferimos un sueldo generoso pero el mismo para todos.- Dicho esto da una calada a uno de sus multiples cigarrillos.
-Está bien, acepto el puesto. -Me levanto y le doy la mano a Royce.
-De acuerdo. Le citaremos dentro de una semana para una reunión, así conocerá a sus compañeros de equipo. También les pondremos sobre la pista... no se preocupe.- Se levanta para darle la mano a Wayne. -Espero verle por aquí.-
Bueno, a menos que quieras agregar algo, esperamos al resto del elenco para empezar >-<
O_o Hombre, el otro día en el chat dijiste "¿Es necesario seguir alargando la entrevista?" o algo parecido, y por eso pensé que te corría prisa terminar conmigo, pero veo, una vez mas, que no voy retrasado sino en cabeza. ¿Que tal lo llevan los demas jugadores?
En realidad mi idea era ser un poco pícaro y fastidiar a Royce con el regateo. XD