Partida Rol por web

Te dirijes a una de las puertas laterales del castillo, la opuesta a aquella por la que escaparon los asaltantes. Igual que auqella da paso al Palacio de los Dioses, donde viven los monjes y religiosos asociados al castillo, esta da paso al Palacio Artesano, dodne todos los artistas, artesanos, arquetectos y por supuesto herreros asociados al castillo viven.

El lugar es en esencia un gigantesco patio amurallado con diversos edificios que sirven de vivienda y taller a los distintos creadores. El aire está cargado con el olor del metal caliente, la tinta secándose al sol y el polen de las flores.

Hattori camina estasiado tras cruzar el umbral. Sus ojos relucen de manera peculiar y su ceño parece al fin relajado. Se encuentra en el corazón bombeante de fuerza que reside en cada ciudad, y el de esta es plenamente embriagador. Ese aroma, esas gentes, esa sensación. De nuevo en el interior del ronin se despierta la grata satisfacción que desde muchas jornadas de camino había sido relegada a un segundo plano. Ahora su mirada surca los rincones en busca del arte amado.

La música tintineante de la forja es un guía pronto y grato que lleva a Masanari hasta la zona donde los artesanos grulla forjan espadas y demás instrumentos letales de batalla. Juntos pero separados por un bello jardín con un manantial en el centro, hay media docena de forjas con alojamiento anexo, los hogares de los maestros y aprendices de Doji Kyuden. Sin duda el mayor de los maestros grulla estará en Kakita Kyuden, pero aquí Masanari encontrará a algunos de los mayores forjadores de espadas jamás conocidos. Esperando que las órdenes permitiéndoles visitarles hayan sido dadas, se acerca al que le infunde más respeto...

-Hay un maestro fuerte y aparentemente el más joven, trabajando en la misma puerta de la forja. Tiene el mon de los Doji.

-Un maestro muy anciano y crees que ciego supervisa el trabajo de dos ayudantes. Tiene el mon de los Kakita.

-Otro maestro, sucio y que escupe desagradablemente, entra en este momento en su forja rascándose el culo. Tiene el mon de los Kakita.

-Dos monjes rezan ante la forja de un cuarto al que no ves, repitiendo una y otra vez el salmo "Namu Shinsei Butsu". Tiene el mon de los Kakita.

-La quinta forja es la única de cuya chimenea no sale humo en este momento. Tiene el mon de los Doji.

-La sexta y más alejada es la única con el mon de los Daidoji.

Masanari no tiene una preferencia inicial por aproximarse a forja alguna. Prefiere cerrar los ojos y dejarse llevar por el instinto interior que le abre camino hacia el siguiente escalón. Los tintineos se sucede, el aroma se intensifica, tan solo los cánticos marcan la diferencia. Sus pasos van sucediéndose y cuando abre los ojos se ve próximo a dos monjes que recitan salmos una y otra vez. Siente curiosidad. Quiere saber a quien oran, quiere saber qué hay en el interior de la forja. Con sumo respeto se encamina en busca de respuestas.

Esta forja está escrupulosamente bien ordenada y limpia en comparación con los demás. Los monjes que están rezando no se inmutan con tu llegada, pero tampoco hacen ademán de detenerte o de molestarse por tu paso, simplemente siguen son su rezo. El sonido es tranquilizador.

Dentro, hay un hombre sentado frente a varias barras de metal. Es un hombre fibroso de unos cincuenta años, aunque muy bien conservado. Despacio, coge una por una cada barra y las examina, acariciándolas, oliéndolas, escuchando el sonido que hacen al golpearlas con la uña. Su concentración es impresionante y sólo es comparable a la de un samurai antes de un combate de iaijutsu.

Esperas con respetuosa paciencia hasta que el hombre termina. Cuando lo hace, levanta la mirada y te sonríe. -Buenos días.- dice.

Buenos días. –dice el ronin mientras se arrodilla y realiza una sentida reverencia.-

Al alzar levemente la cabeza prosigue con su presentarse frente al maestro artesano.

Mi nombre es Hattori Masanari y vengo desde el monte Maemikaki para solicitar la gracia de ser bañado por los conocimientos de los diestros forjadores Kakita.

Dicho esto aguarda humildemente la respuesta de aquel que le escucha. Y es que una vez más se repite la situación. El hombre implora con sumo fervor para ser nombrado alumno del maestro. Una y otra vez Masanari ha debido buscar a hombres sabios que le indiquen el camino que sofoque sus deseos. Parece que aquí puede encontrar a uno más. El cielo parece sonreir al joven ronin cada vez que esto ocurre.

El hombre te sonríe y te devuelve una serena y más leve reverencia. Luego se vuelve hacia un incensario cercano y lo prende, llenando el aire de olor a abeto mojado.

-Mi nombre es Kakita Noru. Mi maestro fue Kakita Shigen, de la escuela Kakita no Gawa. Acepto alumnos con la misma facilidad que los despido, Masanari-san y en ambos casos lo hago por su bien. Lo segundo que debes aprender es paciencia.-

Noru hace una pausa, pero se queda mirando al suelo. Este gesto parece indicar que está meditando acerca de lo que va a decir a continuación, pero permanece en silencio un rato. Respetuosamente, esperas, pero... ¡no puedes creerlo! Te da la sensación de que, minutos después, se ha dormido.

Hattori Massanari aprovecha el momento para ponerse a meditar sin cambiar de posición. Realmente dispone de todo el tiempo del mundo. Está donde quiere estar y la paz le envuelve por doquier. Ningún lugar mejor que una forja para sentirse a uno mismo. La imagen que visualiza en su mente es la de esa espada aún por forjar que poco a poco va tomando forma a medida que su destreza aumenta.

Pasa un tiempo que no eres capaz de determinar mientras meditas y visualizas la espeda lo mejor posible, a sabiendas de que es el primer paso a dar en la fabricación de una. Cuando abres los ojos, tienes frente a tí de nuevo a Kakita Noru-sensei, despierto y sonriente.

-Veo que sabes tener paciencia. Ahora examinaremos tu intuición. Ningún herrero puede vivir sin ella pues le ayuda a distinguir la verdad de la mentira, el buen acero del malo.-

Con su mano izquierda, Noru-sensei señala varias barras de acero que hay sobre una mesa. -Puedes examinarla y escoger la que desees.-

Hattori va tomando una por una las barras de metal e intenta asimilar su esencia. Las palpa, las golpe suavemente, las observa con detenimiento, incluso podría decirse que llega a olerlas. Se concentra para hacer de la materia y del espíritu uno solo. Su voluntad marcha firme en busca de aquel único metal capaz de hablarle. Cada espada tiene un alma y esta reside en su hoja, no se puede decidir a la ligera, debe tomar todo el tiempo que precise.

Cuando finalmente siente que ha dado con el idoneo, regresa las demás a sus lugares correspondientes realizando una reverencia frente a ellas. Después con sumo cuidado y miramiento coloca la barra escogida sobre sus manos y extiende estas en dirección al maestro forjador.

Noru-sensei observa atentamente la barra que has elegido. -Veo que confías mucho en tí mismo y que has comprendido que el arma es una extendión de la voluntad del guerrero. Pero debes aprender también que un arma no es sólo lo que puede hacer, sino también lo que no puede hacer. ¿Entiendes lo que quiero decir?-

Hattori Masanari aguardó inmovl durante un tiempo prudencial, después, y sin perder la compostura asintió con la cabeza sin articular palabra alguna. La expresión de su rostro pareció plena e inteligente al acompañar el gesto. Sus músculos apenas se movían, su respiración era acompasada, parecía encontrarse en trance mientras aguardaba el siguiente paso. Para él, aquí daba inicio la gestación de una katana.

-Si crees que lo entiendes, estás equivocado. Si crees que no lo entiendes, eres un idiota. Si crees que una espada es el alma del samurai, eres un ignorante. Si crees que sólo es un arma, eres un inconsciente.-

Percibes en las palabras de Noru-sensei el espíritu ininteligible del shintao. Sin duda fue monje antes que herrero o debe haber pasado un buen tiempo con ellos. En cierta manera te satisface, ya que tu propio camino hasta aquí ha estado tiznado de espiritualidad cuando te ha sido posible.

-Has elegido la pieza con la que trabajarás. Cógela. Quiero que la lleves encima siempre a partir de ahora. Vuelve mañana.-

Hattori tomo la pieza de metal, la introdujo entre los pliegues de su kimono y se despidió en silencio haciendo una sentida reverencia. Después se retiró con calma y partió hacia los aposentos de Shigeru-dono para agradecerle. El noble hombre había cumplido su promesa y Hattori avanzaba en su camino.

Te traslado a la escena de aposentos de invitados.