Partida Rol por web

Despertáis al amparo de las sombras de la noche dispuesto a afrontar las consecuencias de vuestra ausencia durante el día. Sin embargo, en el castillo reina la calma más absoluta y ni un solo ruido interrumpe el ambiente. Extrañado por la situación y temiendo que sea el presagio de la tormenta que se avecina os arregláis con rapidez y vais en busca de vuestros invitados.

No es hasta que llegáis al gran salón cuando encontráis señales de vida que perturban la tranquilidad casi asfixiante.

Veis a Lady Camelia, Waleran y el constructor enzarzados en una discusión sobre los arcos ojivales que están poniendo de moda los españoles en sus catedrales.

Los tres están siendo atendidos por vuestro chambelán, quien tras servir una copa de vino se acerca discretamente hacia vos para susurraros:

- No sé cómo lo habéis hecho señor, pero tengo que admitir que vuestros poderes cada vez me sorprenden y asustan más.

Antes de darte tiempo a dirigirle la más mínima palabra abandona la sala rumbo a las cocinas para seguir atendiendo sus obligaciones. 

El arcediano es el primero de vuestros invitados en acercarse hasta vos, lo hace con una actitud muchísimo más amigable y relajada que la que tenía anoche, incluso se dirige a vos como si fueseis un buen amigo, más que el duro rival con el que estuvo cerca de llegar a palabras mayores.

- Buenas noches mi señor Conde, me alegro que después de vuestra ausencia de esta tarde podáis acompañarnos a cenar. No dejáis de sorprenderme, lleváis levantado desde el alba y sin embargo con vuestros ademanes parecéis recién despertado. ¿Es que no os enteráis del paso del sol sobre vuestra cabeza o qué?- Y estallando en una carcajada - Debéis decirme cual es vuestro secreto.

Tras esa última frase apreciáis un extraño gesto, que no sabéis interpretar y que os hace sospechar de la doble intención de sus palabras.

Me desperté con el mal augurio de que algo extraño había pasado y nada más llegar me di cuenta de que así era, la situación me era completamente ajena y no sabía nada de lo que había pasado, sin embargo no quise parecer sorprendido y no dudadaba que tarde o temprano conseguiría conocer que había sucedido:

-Buenas noches.- repuse a todos-Si le contara mi secreto, Waleran, dejaría de serlo- añadí seguido de una breve risa- ¿Cómo avanza la construcción de su templo?- pregunté con curiosidad mientras miraba a Camelia.

El sacerdote os mostró una amplia sonrisa como nunca antes le habíais visto. Era como si de la noche a la mañana os hubierais convertido en su más intimo y respetado amigo.

- Todo va según lo previsto, los mensajeros deben estar ya llegando a su destino y será cuestión de días que lleguen los carros cargados con los materiales. Ahora mismo estábamos hablando con el maestro constructor acerca de algunos detalles del diseño de la iglesia. Pero no os preocupéis no retrasarán en absoluto el inicio de las obras, tal como pedisteis, estas se iniciaran antes de que finalice la semana.

Lady Camelia observaba toda la escena con una enigmática sonrisa dibujada en su rostro, esta iba en aumento a medida que el sacerdote hablaba y la extrañeza por lo que estaba pasando era cada vez más y más visible. 

- ¿Una semana? Vaya, eso es muy poco tiempo, no sabía que se podían iniciar tan rápido unas obras de semejante envergadura. 

Había una evidente malicia en sus palabras y era más que evidente lo mucho que estaba disfrutando del momento.

El sacerdote sonrió tan ampliamente que era posible contarle todos los dientes. 

- Así es mi señora, en circunstancias normales nos llevaría mucho más tiempo comenzar las obras, pero tras la generosa donación del conde, era nuestro deber iniciar los trabajos tan pronto como fuera posible tal como él nos exigía. 

Antes de dar tiempo a que nadie reaccionara Bigod alzó su copa y su voz hacia todos los presentes:

- Un brindis por el conde de Aderno, el más firme y noble defensor de la fe que han visto nunca estas tierras.

Al instante un coro de voces y el tintineo de una docena de copas inunda el salón del castillo de un sonido de fiesta y alegría como no se escuchaba desde hace meses.

Estaba claro que me faltaba una escena que no había presenciado, pues estos sucesos eran cuanto menos extraños, no dejaba de pensar que podía estar pasando pero sin embargo lo más sensato era seguirles la corriente por el momento ,pues parecían que todo se había calmado. Aún así en un pequeño descanso decidí que lo más apropiado sería hablar con mi chambelán pues igual el supiera algo al respecto:

-¡Pero que infiernos está pasando! ¿Qué ha pasado mientras estaba descansando? ¿Sabes algo?

Vuestro sirviente mostró una expresión mezcla de temor e incomprensión:

- Mi señor... Yo, no... no lo sé... Vos, simplemente aparecisteis esta mañana y acompañasteis a vuestros invitados hasta la iglesia... a plena luz del sol... No sé como lo...

Las palabras del sirviente se cortan bruscamente cuando uno de los presentes se acerca hacia vos.

El sacerdote se acerca hacia vos y os coloca una mano en el hombre como señal inequívoca de amistad y aprecio. Entonces os aparta del resto de los presentes y camina con vos lentamente hacia el fuego de la chimenea.

- Debo confesaros Conde, que realmente lo que más me sorprendió de esta mañana no fue tanto vuestro cambio de actitud con respecto al templo si no el anuncio de la forma en la que pensabais inagurarlo. Parece que el amor ha acudido rápido a vuestra puerta, demasiado presto según mi opinión, más quién soy yo para juzgar eso, también tardé igual de poco en decidir que mi destino era casarme con Dios y con la Santa Madre Iglesia. De una forma u otra  me alegro de conocer vuestras intenciones de convertir a Lady Camelia en una autentica hija de Dios. Decidme pues, ¿para cuándo tenéis planeado el enlace?

Al mirar hacia Lady Camelia en busca de respuestas lo único que encontráis es una amplia sonrisa de satisfacción en su rostro. Está claro que la mujer había planeado todo y que a cambio de salvaros del compromiso de esta mañana parece querer usaros para unirse a la alta nobleza. 

Todo empezaba a cuadrar poco a poco, y parecía que lady Camelia era igual de peligrosa que de bella, aun así me preguntaba como lo había conseguido, como había conseguido suplantar mi identidad para realizar tan peligrosa acción. Sin embargo esgrimí una sonrisa cuando aquel personajillo del clero indicaba que se había casado con Dios, aquello me provocaba risa, ese hombre casi con toda seguridad había estado con más mujeres siendo clérigo que yo, y es oque tenía ya unos cuantos años.

-Si me disulpan creo que deberé aclarar unos últimos detalles con Lady Camelia- añadí mientras me retiraba junto a ella pues probablemente pudiera informarme más adecuadamente de los últimos sucesos.

Así pues cuando em encontraba solo con ella fuí directamente al grano- ¿Qué has hecho y cómo lo has hecho?

Una enigmática sonrisa volvió a asomar entre los labios de la dama castellana mientras se dejaba llevar por vos hacia un rincón discreto del salón. Su expresión se volvió aún más misteriosa al escuchar vuestras palabras. 

- Mi señor conde ¿tan inocente me creíais? ¿tan ignorante de las criaturas de la noche que habitan este mundo? Lo noté nada más veros y en cuanto me contasteis aquella historia supe que mis sospechas eran ciertas. - Los ojos de la dama iban y venían discretamente asegurándose de que ninguno de los invitados se acercase lo suficiente para escuchar su conversación. - Estabais en gran peligro ¿No visteis al mensajero que salió anoche del castillo? Lo mandó el sacerdote para informar al obispo de vuestra mala actitud y sus sospechas se habrían disparado si no os hubieseis presentado esta mañana. - Su mirada se clavó en la vuestra, fiel reflejo de la intensidad de lo que estaba a punto de contaros.- Sé perfectamente lo que es vivir bajo las acusaciones de la iglesia, así que os hice el favor de ayudaros y ahora os pido que me lo devolváis. ¿Qué son unos pocos años de matrimonio para quien tiene la vida eterna? Por no hablar de que no tendréis que preocuparos por disimular vuestras ausencias durante el día ante la nobleza ¿Cómo lo haré? Pues igual que lo he hecho hoy, usando a mi fiel criado y los dones de los míos, los magi solificati.

El silencio que siguió fue breve pero intenso, con la misma fuerza que las palabras que acaban de abandonar los labios de la dama y que ocultaban aún más secretos y sufrimientos de los que era capaz de revelar.

La osadía y valía de aquella mujer iban en aumento según los días iban transcurriendo en mis tierras, no daba crédito a sus palabras mientras iban saliendo de su boca y se iban clavando en mis oídos, sin embargo aquella mujer decía conocer a las criaturas de la noche y no podía estar más equivocada, puede que conociera de su existencia pero no llegaría más allá, pues los vampiros no dejábamos que los humanos conocieran nuestra existencia, aquello estaba más que prohibido y conllevaba la muerte inmediata del humano que fuese.

Así pues mientras Camelia hablaba cada vez tenía más claro que tendría que matarla, así pues cuando terminó de hablar coloqué un dedo sobre sus labios, ya había hablado demasiado, e inmediatamente... la besé... era cierto que mis impulsos me llevaban a matarla, pero aquella criatura era realmente bella y astuta y por los tiempos que corren esta cualidades eran muy raras de encontrar en la población normal, y menos en una mujer, la tomé entre mis brazos haciendo un poco de fuerza y me fundí en un beso con ella, tras esto me alejé de su cara no más de 20 centímetros mientras recogía el pelo con mi mano izquierda por encima de su oreja, para terminar añadiendo:

-Claro que me casaré contigo, sin embargo la información con la que cuentas es tan privilegiada que no puedo permitirme que contínues tal y como estas. Deberás convertirte a... "mi fe", será mi pequeño regalo de bodas- además siempre quise tener una chiquilla e iba siendo tiempo de dejar mi impronta en este mundo.

El inesperado beso deja boquiabiertos a la mayoría de los presentes especialmente a los sacerdotes que no dudan en santiguarse varias veces ante tan impúdica actitud. Sin embargo, no hubo tiempo para las palabras pues el sonido atronador de algo mucho peor que uno tormenta hizo temblar los muros de aquel castillo...

Fin del segundo capítulo