Partida Rol por web

El duro suelo se hizo bien presente cuando Zadkiel, o Zadkiel en el cuerpo de Walton, chocó contra el mismo al caer, creía poder dejar atrás a sus perseguidores, pero un pequeño tropiezo echó por tierra su esperanza... y su propio cuerpo. Escuchando horrorizado como aquellos hombre se avalanzaban sobre él, sintió la fría garra de la tragedia cernirse sobre él.

Y lo peor, es que solo me preocupa el fracaso de la misión. Oyó decirse a sí mismo en su propia mente. Bien, si los humanos quieren jugar... juguemos.

De esta manera Zadkiel esperó a que el hombre ejecutara su golpe para intentar apartarse en el último momento, girándo sobre si mismo en el suelo e intentar arrebatarle el arma con el que lo golpearía.

La patada del matón 1 entra, pero Zadkiel la detiene y no entra daño.

El golpe con el bate no entra, por muy poco.

En el forcejeo, gana Zadkiel, quien se queda con el bate.

Las cosas no pintan del todo bien, Zadkiel espera hasta el último minuto, mientras sus atacantes se ubican uno a cada lado... por un momento el ángel siente que es el momento de empezar a jugar en serio con los humanos, abre sus ojos, y puede observar como la patada se dirige milésima a milésima hacia él, para clavarse en su estómago, sin dudarlo, y por reflejo, se arquea, llevando sus manos al abdomen, evitando el impacto, mientras sonríe en el suelo, el sujeto, confiado de su ventaja, parece borrar su sonrisa, pero claro, verlo para el pobre ángel, es bastante complicado...

Es entonces cuando el sonido de un bate de aluminio rompiendo el aire y acercándose a sus costillas le hace espabilarse, se mueve hacia atrás impulsándose un poco, lo que hace que su atacante no pueda acertar, el sonido metálico del arma, resuena contra el pavimento, un crujido que seguramente sería del concreto, mientras las vibraciones metálicas se riegan por la soledad de aquellas calles.... como si ocurriera despacio, eres capaz de visualizar como la metálica porra transmite cada vibración, no hay tiempo que perder, te giras, tomando el bate, mientras el sorprendido sujeto, apenas si hala para contrarrestar tu fuerza, te impulsas un poco hacia atrás y es cuando lo sientes...

Es como si una fuerza estuviese actuando a través de ti, como si te sintieras investido de toda la autoridad para enjuiciar y establecer tu sentencia, como si el poder de todo lo que conoces, se manifestara de forma que el secreto de la energía quedase en tus manos... un cosquilleo recorre tu espina dorsal, y por un instante la calle se ilumina para ti, tus ojos parecen poderlo ver todo con una claridad antinatural, un hormigueo en tus brazos, y tomando el bate de aluminio, este empieza a moverse de forma brusca, todos los cabellos de tu cuerpo se erizan...

Y sucede...

Un hilo de energía pura surge del mango del bate, y lo puedes sentir desde las palmas de tus manos, aquel palo metálico funciona como conductor, y el hilo blanquecino nace con un estruendo, un retumbar... el de un relámpago, iluminando los rostros aterrorizados de los humanos. La caprichosa serpiente eléctrica se mueve esquivándolos y se estrella contra el poste de luz que atravesaste hace unos instantes, con un resultado espectacular, la lámpara aumenta su intensidad con un zumbido metálico, hasta que estalla en chispas y fragmentos de vidrio, extinguiéndose la luz, al igual que aquel rayo.

El silencio cae y de nuevo la inusitada claridad se desvanece para recordarte que ahora estás en medio de las tinieblas... dos segundos son necesarios, uno de los matones se pega contra la pared gritando horrorizado, e intenta huir torpemente, el otro, cae de culo, alejándose de forma atropellada, mirándote con verdadero pánico en sus ojos.

Zadkiel se quedó alelado observando el bate humeante en su mano sin comprender muy bien lo que acababa de ocurrir, y se incorporó con algo de dificultad mientras intentaba centrar sus pensamientos en algo coherente, ya que ahora no eran más que un batiburrillo de impresiones inconexas a las que no conseguía dar forma.

Luego alzó la mirada, viéndo como los bultos negros, las siluetas de sombra que eran los dos matones, se alejaban atropelladamente del lugar, horrorizados por lo que acababan de ver. Miró al rededor, confuso y todavía temblando por lo acontecido dejó caer el bate, se apresuró a recoger los papeles que podía advertir en el suelo y salió corriendo al lugar en el que le tocaba descansar esa misma noche.

Señor, señor, señor... muchas gracias por el don que me has dado para la misión, de no ser por él, ya habría fracasado en el trabajo encomendado. Pensaba temblando de pies a cabeza a causa de los nervios por lo ocurrido. Verás cuando se lo cuente a los otros... sólo espero ser capaz de volver a utilizar este don la próxima vez que sea necesario, las cosas pintan muy mal y dos matones humanos van a ser de lo que menos tengamos que preocuparnos.

Caminó varios metros más, sin dejar de lanzar fugaces miradas hacia atrás, esperando ver aparecer algún agente de la ley o algo peor que pudiera haber visto lo sucedido y que ahora mostrara interés por él, bastante le estaba costando mantenerse en un segundo plano con el cuerpo de Walton en aquella ciudad, y lo último que le faltaba ahora era llamar la atención con lo sucedido. Cuando llegó a la pensión, entró sin pensárselo dos veces, cuanto antes se refugiara en aquellas malas calles, mejor.

El silencio atronador sucede al estruendo eléctrico de aquella manifestación sobrenatural. El bate de aluminio emite su sonido metálico al tocar el suelo, y las hojas son reordenadas rápidamente, para salir de aquel sitio. Las zancadas no se hacen esperar, y con cierta premura y nerviosismo, Zadkiel abandona aquel sitio donde incluso él, intranquilo, ha logrado salvarse.

No le toma demasiado llegar al Sombrero Marrón, no parece ser un gran sitio, huele a humedad y la suciedad sobre la fachada tan solo refuerza una impresión de pobreza latente. En cuanto ingresas, el olor a podredumbre parece amplificarse ante tu olfato, la recepción en una mezcla entre manchas de humedad, un piso que rechina ante cada paso, y un vigilante que dormita, respirando de forma gargajosa sobre una silla destartalada. El papel tapiz desgarbado, se cae a jirones, pero a pesar de todo, hay cierto aire familiar que resulta ineludible.

Tus pasos y tu respiración agitada (demasiada adrenalina para un ángel o un humano) te llevan escaleras arriba, mientras la queja de cada tablón marca tu ascenso hasta el tercer piso. Allí buscas la puerta e introduces la llave en la cerradura, permitiéndote la entrada.

Es un sitio pequeño y desorganizado, las ventanas están cerradas y las cortinas parecen más tela sacada de los desperdicios de alguna otra costura. Una mesita cerca a un espacio que sería una cocina, y que ahora solo tiene una estufa que juzgas algo peligrosa. El baño tiene ropa de Walton colgada a más no poder, y también emana un tufo a humedad. La única habitación, tiene una cama metálica, sobre barrotes oxidados, con un colchón viejo y duro. Sobre ella, periódico viejo, rastros de comida.

Lo que te llama la atención, en la pared, junto a la cabecera de la cama, hay un collage de láminas religiosas, pegados sobre un tablón de forma algo rápida, pero con la minuciosidad de no tapar algún rostro, y sobre la mesa de noche bajo ella, hay un velón apagado.

Un suspiro se te escapa inevitablemente, tus huesos aún tiemblan, pero al menos... estás a salvo.

Me levanto de la esquina de la cama trabajosamente y desperezándome con ganas. El dolor de cabeza ya no está y el cansancio ha dejado paso a una satisfacción increíble por las horas que he dormido del tirón, casi sin darme cuenta. No sé realmente si habrán sido suficiente pero el caso es que me siento estupendamente y es lo que me importa ahora.
Un nuevo día en suelo terrenal, a ver qué nos depara el día porque después de lo de anoche me espero cualquier cosa, la verdad... ¿Habrá llegado bien Zadkiel a casa? ¿Y las damas? Debería llamarles un poco más tarde, quizá sigan soñando..., pienso cuando por fín logro levantar todo mi cuerpo de la cama.

Busco ropa en el armario... y la dejo esperando sobre la cama. Algo sencillo: camisa marrón sobre una camiseta de manga corta con publicidad de zoo y unos pantalones vaqueros cómodos. Me meto en la ducha, me doy toda la prisa que puedo y me pongo la ropa limpia.
Después voy a la cocina en busca de algo para comer y encuentro varias cositas que poder picar así que me lleno las manos y me pongo manos a la obra a buscar un ordenador en la casa, una agenda, algún papel que pudiera servir respecto a la secta... y alguna guía por si encuentro algo de esa "Mansión de los Santos" y logro saber dónde está, si es que aparece en la guía como tal.

No hay ordenadores en casa, y de cualquier forma, no es que supieras lidiar con esos aparatejos, en alguna ocasión uno de esos informáticos que sirven a Juan (uno como Zadkiel, para ser preciso) habían hablado de una red, de los nuevos avances, la conversación era difusa, pues estabas descansando, alejado de las preocupaciones para los ángeles. Así que rápidamente abandonaste la búsqueda de cualquier elemento electrónico, y te decantas por la vieja escuela, el papel.

Arnold era supremamente organizado, pero no era omnisapiente, tenía en una pequeña agenda organizadas las horas de misas y oraciones, así como turnos en su trabajo, llevaba su propia contabilidad, que incluía los donativos a la caridad, a través de la secta claro, y algunas direcciones que no se podían juzgar a simple vista. La mañana transcurre y empiezas a exasperarte, no hay nada, y terminas por aburrirte de ojear también los escritos y apuntes de tu recipiente, aunque te resultasen tremendamente familiares.

Te sientas un momento, piensas con la cabeza más descansada. Solo queda una cosa por hacer. Buscas cerca al teléfono y encuentras una guía de teléfonos de Houston. Un libro pequeño y actualizado que seguramente coincide con el hecho de que el ex-vaquero se ha mudado recientemente.

Pasas página por página y entonces lo encuentras:

Carretera Lauder, Número 3566, Mansión de los Santos.

Todo parecía indicar que era el nombre de una residencia o una finca a las afueras de Houston, según veías. Al parecer una de tus ideas había dado éxito, finalmente...

Me levanto y me arreglo, una falda de cintura y una camisa y jersey con alguna chaqueta muy discreta. Desayuno unos cereales de fibra con leche semidesnatada y friego los platos... ¿Porqué? Te preguntarás, porqué Evangelia se toma la estúpida modestia de realizar unos actos de tan escasa relevancia. Simplemente por ello, porque son acciones del todo mundanas, ni siquiera pienso, ya lo hice el dia anterior y no se me dió bien, tomé un par de decisiones y a nadie  beneficiaron. ¿Merece la pena que salga de casa? ¿Debería ya dejar el cuerpo de Dorothy? Realmente, creo sería lo más sensato, no tengo ya ningún animo para asistir a ningún lado, sin embargo, mientras termino de regar las plantas y guardo un par de latas de conserva en mi pequeño bolso, salgo de casa, y me dirijo al lugar desde donde nos transportaran. Me dirijo a la capilla, pensando en abandonar el cuerpo en cualquier momento, sin embargo, creo que hoy, volveria a ver a esos dos sujetos, y creo que, podría servir a un propósito más elevado.

Dorothy (y por ende, Evangelia) dejan atrás la casa. Ambas se disponen a enfrentar a un destino que parece ser superior a ella, los designios del señor, a través de sus siervos, eran insondables. Y aparentemente, con cada paso, toda una cadena de posibilidades se desata, toda una serie de caminos, que llevaban inevitablemente a la lucha del bien contra el mal. El Cielo y el infierno. Y en medio de aquel emparedado de violencia, la humanidad...

La cara de un niño pequeño corriendo, con su balón en la mano, se cruza en tu camino. Un par de ancianos conversan animadamente en una banca no muy lejana. Una joven chica, camina de la mano de su enamorado. Un sol abrasador cae sobre la ciudad y el calor se siente con facilidad. El día brilla con total intensidad, quizás sea un buen augurio, o una muestra del eterno humor negro que ha caracterizado al mundo desde el primer día. Después de todo, cuando Caín mató a Abel, hacía un día precioso...

Pero ¿Valía la pena luchar por la humanidad? ignorantes a poderes y esencias más poderosos que ellos, superiores en todos los aspectos. ¿Porqué tantas molestias por mantenerlos seguros? ¿Por evitar que cayesen en las manos de las maquinaciones del Enemigo? Ellos habían tomado sus decisiones, ellos caían en sus malos actos.

Una mujer con un coche pasa al lado tuyo, pero en dirección contraria, la parada del autobús, en unos minutos, llegarías a reunirte con "tu equipo".

Me acerco a los libros, examinándolos con detenimiento, antes de tomar sus cuadernos y ojear algunas de las hojas escritas. Tenia que haber alguna pista. Si en esa habitación no había nada seguramente terminaría loca. La frustración me carcomía por dentro. Me siento en el centro de la cama, como india, para poder prestar mas atención a aquellas paginas.

Los cuadernos, ¿por donde más comenzar? Hoja, por hoja, van pasando, sonríes al recordar (aunque no sean los recuerdos de Anastacia, sino de Constance) el porqué de algunos dibujos en las márgenes, un par de corazones, algunas cruces, y algunos fragmentos de oraciones entre cálculos matemáticos o análisis literarios.

Las hojas van pasando, y la frustración va aumentando, así como el cansancio. Llorar, luchar contra las adversidades, y poco encontrabas. Algunos cuadernos parecían manifestar de manera más contundente aquel "enamoramiento" de la chica... que ahora tenía nombre. Michael. Algo hace clic en tu interior, y reconoces a la dichosa foto, como la de Michael. Tragas saliva, lentamente algunas cosas se van aclarando, despacio, sin prisa pero sin pausa.

Has leído algunos apartados, recordado poemas y cartas no envíadas, y te distraes en lo que implica dividirse, los sentimientos de esa niña, y los tuyos, de un ángel. Y la fisiología, empuja con fuerza, tus párpados se cierran, aquella sensación que hace bastante no habías vivido en la tierra, el sueño... se va apoderando de ti, y caes dormida, agotada, sobre los papeles.

Tus sueños son extraños, te sueñas en las calles de la dorada ciudad habitada por ángeles, donde el sol toca la punta de los torreones de oro, y riegan su luz sobre los caminos de marfil blanco. Los prados verdes y los árboles enormes, sembrados allí desde mucho antes del nacimiento de la mayoría de los ángeles. Pero no eras tu, no eras tu Anastacia, sino Constance, caminando en medio de las calles... y de la mano, el rostro tranquilo y maduro de Guy, quien te sonríe. Dice algunas palabras que no entiendes, y cuando quieres preguntarle todas las dudas que se cruzan en tu mente...

Despiertas cuando el sol cae sobre tu rostro. Ya es de mañana. Y se hace tarde, pero al menos te sientes más descansada... y quizás vitalizada para enfrentar el nuevo día.

Zadkiel cerró la puerta a toda prisa, echando todos los cerrojos de los que esta dispusiera y luego se quedó apoyado contra la misma, jadeando de cansancio y nervios.

Apoyado de espaldas contra la pared, intentando recuperar la respiración, observó el contenido del lugar sin sorprenderse demasiado. Despues de lo ocurrido, algo reálmente gordo tenía que pasar para que se sorprendiera. Luego, lentamente caminó por el lugar para estudiarlo mientras recuperaba las pulsaciones y el aliento. Cuando vió la cama, tiró de un manotazo los restos de comida y los papeles de periódico al suelo y se echó en ella, dejándose caer. Los muelles y el armazón de la cama rechinaron, pero pareció aguantar y allí se quedó tendido un buen rato, mirando de reojo el tablón de la pared, demasiado cansado como para acercarse a estudiarlo. Sin embargo, 20 minutos despues, con los nervios a flor de piel aún y sin capaz de poder dormirse, decidió levantarse a mirar lo que había allí. Al fin y al cabo, a la mañana siguiente tendría que madrugar y no tendría mucho tiempo de comprobar si en el lugar en el que vivía Walton había algo que aclarase un poco más las cosas.

De este modo, se levantó peresózamente, se restrego los ojos para aclararse la vista y se acercó con pasos lentos al tablón para estudiar con más detenimiento su contenido.

El tablón resulta peculiar a tus ojos, y quizás logre arrancarte una sonrisa. En el centro, está una imagen de la ascensión de Jesus, que corona en lindos colores aquella manualidad. Luego, sacados de recortes de periódicos, revistas e incluso de esas láminas que se podrían conseguir en la iglesia, cortadas de forma cercana a un rectángulo en la mejor de las ocasiones, o rasgadas con esmero (que recuerdas haber hecho, aunque no hayas sido tu, el ángel), y pegadas, dispuestas de tal forma que cada una permitiera ver el rostro del recorte.

Es una verdadera mixtura, en donde se incluyen imágenes de la Virgen María, del niño Jesús, de algunos Santos y Ángeles retratados y que parecen parecerse poco a los que conoces, todos dispuestos por aquí y por allá, algunos con sus datos curiosos, y hacia los extremos, párrocos y algunos cantantes de Gospel, que terminan de coronar el paisaje. Walton se había convertido en su momento, por eso se había asignado como cuerpo. Pero tenía sus desventajas...

Aunque claro, a saber que plan tenían allá arriba... algunas cosas se habían compensado de formas que no esperabas... Bien conocías las habilidades de algunos subordinados de Juan para manipular las corrientes, pero tu siempre fuiste un intelectual, no uno de estos paladines tecnológicos. Y ahora... ahora, parecía que se te había dado el don con un propósito específico. Te descubres absorto en el Collage, y no sabes si ha sido impulso tuyo, de Walton, o de ambos que parecen haber coincidido en su fe, al menos por una vez.

Todo lo que se encontraba colgado en el tablón fue examinado por Zadkiel con extremo cuidado, y con una mezcla de resignación y curiosidad mientras pensaba:

Desde luego que este Walton encontró el camino recto en la fe, los recuerdos que consigo arrancarle me indican un pasado algo turbio y la religión parece que lo apartó de su camino de pecado. Todo esto no hace más que confirmarlo, pero de momento sabemos que se equivocó por completo de fe. Pobre hombre, utilizado por las oscuras garras del enemigo para aprovecharse de su ignorancia. Claro, que ¿No es así con todas las sectas?

Sacudió la cabeza para aclararse la vista que ya empezaba a emborronarse a causa del cansanció y los nervios y dejó lo que estaba haciendo para arrastrarse perezósamente hasta la cama y volver a dejarse caer.

-Bueno, no ha estado mal. Se dijo a sí mismo. Hay que reconocer que hoy ha sido un día de lo más completito y que no hemos tenido tiempo de aburrirnos, aunque no hemos conseguido sacar mucho. Espero que mañana la cosa sea más fructífera y que el don que me has dado no sea necesario de nuevo. Yo no estoy hecho para estas cosas, jefe, aunque no desprecio el regalo, ni soy desagradecido por ello. Dijo hablando al techo y refiriéndose a Juan, como si estuviera allí presente Lo que ha pasado esta noche demuestra lo necesario que ha sido otorgarme este don y tal vez, viéndo como están las cosa, vuelva a necesitarlo Aún así... dame un ordenador y las pistas necesarias y el resto será pan comido. Terminó diciendo, sabedor de que en aquel año, sería un poco trabajoso encontrar un lugar con acceso a la red que le permitiera indagar en las pruebas encontradas hasta aquel momento, aunque estando en america, la tierra de las oportunidades, esperaba que el acceso fuera más sencillo que en otros paises.

Y con aquel último monólogo, decidió dar por terminado el día antes de echar un último vistazo desde su catre a la seguridad que le proporcionaba la puerta cerrada. Al comprobar que el cerrojo estaba bien echado, se dispuso a dejar pasar la noche.

Tus sueños son algo confusos, estás en el cubículo asignado allá, en la Ciudad Dorada donde viven los ángeles. logras ver el dorado sol que nunca se oculta desde tu ventana, en un hermoso atardecer que no tardará en convertirse en alba. El viento sopla fresco y el calor producido por los ordenadores, casi no te proporciona ninguna molestia. Observas la ventana, y te extrañas al no reconocer tu rostro, sino uno más mundano... es Walton, quien ocupa ahora tu lugar de trabajo. Repentinamente, un viento frío empieza a soplar, y nubes oscuras se arremolinan sobre toda la ciudad. El estruendo como cientos de tambores es ensordecedor, y en una sincronía malsana, y cronométricamente, caen relámpagos sobre los edificios de dorado tinte, provocando explosiones abrazadoras y ecos malignos que te hacían temblar... a ti, o a Walton...

La claridad de la mañana te golpea de repente, y te despiertas. El aire de miseria de la residencia se agudiza con la luz del sol, los más pequeños defectos parecen aumentarse. El olor cambia, y con la calidez del clima de Houston, toda una serie de esencias se levanta, no todas agradables.

Ya es el Gran Día, tomas aire con tu cuerpo, y escapa en un suspiro largo y sonoro. El combate de anoche, los papeles obtenidos, los descubrimientos en la Secta, y una sensación de tener un nudo Gordiano entre las manos. Es inevitable preguntarse que habrá sido de la noche de tus compañeros de equipo.

La mañana apenas comienza.

Viendo que no había ningún ordenador por el piso de Arnold la verdad es que me alegré al darme cuenta de ello. No sé qué tal se le darían esos aparatejos a mi recipiente pero desde luego yo no tenía ni la más remota idea de ellos... De hecho, siempre intentaba ni acercarme, creo que nunca me llavaré bien con esa clase de cosas. Donde esté un buen tronco sobre el que apoyarse no hará falta nada con lo que complicarse la cabeza.

Sigo mirando aquí y allá y me alegro sobremanera de que Arnold sea tan ordenado con sus cosas, no tardo en encontrar una agendita totalmente organizada en la que el hombre había ido escribiendo un montón de cosas. Me siento en el sofá a leerla con detenimiento, al no encontrar gran cosa decido que será mejor llevarla conmigo así que me la meto en el bolsillo de los pantalones tejanos.

Una vez me canso de leer y leer fechas y horarios y pocos nombres o datos que puedan serme de ayuda, me acuerdo de la "Mansión de los Santos" que estaba anotada en los papeles que Zadkiel me dió a leer y me dirijo al teléfono antes de que sea la hora de ir saliendo de casa. Tengo una suerte tremenda pues no tardo demasiado en encontrar lo que iba buscando.

Carretera Lauder, nº 3566, Mansión de los Santos... repito en alto mientras saco la libretita y me lo apunto con cuidada letra en el día en que creo que estamos...

Zadkiel se desperezó con un rugido de bostezo y el sonido de los chasquidos de decenas de huesos. Se levantó frotándose los ojos y comprobó que la noche anterior ni siquiera se había molestado en quitarse la ropa para dormir, o buscar un pijama entre las pertenencias de Walton, de modo que lo primero que hizo fué mirar si encontraba alguna ropa decente y menos arrugada que la que llevaba puesta para empezar el día con buen pie.

En el proceso comprobó si en aquel lugar había algún teléfono con el que llamar a sus compañeros, pensando en que de no encontrarlo, no tendría mas remedio que buscar una cabina. En cualquier caso lo primero era alimentar el cuerpo en el que se alojaba de modo que meditó en si esperar a hacerlo con sus compañeros, o ir ya desayunado. Cuando se decidió a estar con el resto de los ángeles para organizar el trabajo del día frente a una buena taza de café, continuó con sus pesquisas por el piso para ver si la noche anterior se le podía haber pasado algo por alto, no sin dejar de pensar en el extraño sueño que había tenido esa noche, que de alguna manera seguía poniéndolo nervioso tras el despertar.

Buscas y no encuentras el teléfono... tienes que meditarlo, mientras la ironía de un siervo de Juan en un lugar tan pobre tecnológicamente hablando, parecía ser suficiente para ofuscarte. Un par de minutos haciendo ejercicios mentales, y al parecer el vago destello de tu memoria, te recuerda que tu receptáculo suele usar una cabina telefónica cercana para hacer sus llamadas... o incluso más lejanas.

Quedaba claro que el barrio podía ser poco grato si se tomaba mal, aunque con lo sucedido anoche, era difícil determinar que se podría esperar de un grupo de humanos. De la humanidad en general. Los ecos lejanos de los tañidos oníricos de tu pesadilla (o tu mal sueño, para no exagerar) eran una constante, dejando abierta la interrogación acerca de si podría ser un augurio, o solo la manifestación de tus nervios.

Aquella pieza parece tener todo en diferentes lugares, pero salvo panfletos sueltos y pequeñas hojas que parecían haber pertenecido (en un pasado) a cartillas de oración, Walton no parece tener información de calidad que puedas usar. Y tu amada tecnología, te hace falta.

No parecía haber mucho de lo que sacar en aquella pensión de mala muerte, por lo que Zadkiel intentó no perder el tiempo innecesariamente y se puso manos a la obra.

Tengo que intentar pasar desapercibido lo máximo posible, y más ahora que estoy solo, así que veamos que tenemos por aquí... pensó mientras registraba entre la ropa de Walton buscando una sudadera con capucha para taparse la cabeza lo máximo posible. No creo que esto ayude mucho, pero al menos me ayudará a pasar más desapercibido en las distancias largas.

Cuando encontró lo que necesitaba y se puso ropa más adecuada, contó el dinero que había en los bolsillos cuando comenzó la misión por si se le había caido algo y se marchó de allí, rumbo al lugar de encuentro, sin olvidarse de los papeles que habían sacado de la iglesia a la que le seguían la pista. El día iba a ser ajetreado y no convenía perder más tiempo.