Partida Rol por web

Aunque todo pasó rápido, Ketsu Sen estaba presenciando la vida de otra gran mujer. Estúpida, desde luego, pero su fondo no lo era. Si había fallado en algo era en intentar controlar a las mujeres como si fueran hombres. Ese había sido su gran error por el que su vida iba a acabar. Giró el machete en su mano mientras contemplaba el espectáculo.

Las luces y el fuego chocaron para despertar más colores que pudo identificar rápidamente. Lucas, como siempre, intentando ser un hombre valiente, agarró a la mujer por detrás. E, ironías de la vida, fue Ismael, el que estaba controlado, el que había dado el golpe mortal a ambos.

Captó la mirada de su antigua maestra. Todo quedó dicho. Ya no había vínculo. Ya no había respeto. Era una piedra más en el fin de conseguir que las mujeres dominaran.

Y rápida como sólo ella lo era, con el machete preparado, se lanzó a Madame Sakura. Dejó caer el arma rápida y friamente sobre su cuello. Lo mejor, para todos, era rebanar el pescuezo de la mujer

Y por fin llegó el final. No solo para Madame Sakura, sino para Lucas que se estaba debatiendo entre la vida y la muerte, y que ninguno de sus compañeros había decidido salvarle. El cuerpo del policía quedó gravemente congelado, hasta tal punto que se transformó en una estatua de hielo. Madame Sakura siguió el mismo camino que él, pero la estatua quedó mucho más deformada. Pues parecía el cuerpo de una estatua del Antiguo Egipto. Blanca, muy blanca, de apariencia casi marmólea y especialmente decapitada.

Ismael había podido controlar su poder en el último momento para golpear a la mujer en toda la cara y así congelar su rostro y rápidamente el resto de su cuerpo. Y fue Ketsu Sen la que con su machete le arrancó la cabeza del cuerpo. Ni una sola gota de sangre derramada. Tan solo dos figuras de hielo inertes en el suelo. Dos figuras de carne humana, abrazadas y completamente vivas y con toda la vida por delante. Dos figuras en pie, completamente distintas la una de la otra, que habían unido sus fuerzas para derrotar a Madame Sakura, y lo más probable, para salvar el mundo.

Muchos habían muerto por el camino, pero ellos cuatro habían logrado derrotar a Madame Sakura, la antigua jefa de Ketsu Sen que tenía como objetivo en el mundo destruir a todos los hombres y gobernar sobre la faz de la Tierra. Había descubierto que en España había gente que había desarrollado ciertos poderes o habilidades especiales y ella había encontrado la forma de arrebatárselos. Si los conseguía todos para sí misma, y se hacía poderosa, su objetivo sería mucho más fácil y asequible. Sería imparable.

Luis, aunque lo había negado todo este tiempo, poseía el poder de la imaginación, y aunque no siempre las cosas salían como él quería o él pensaba, era el más poderoso de todos. Sakura quería ese poder por encima de todos, ya que podría lograr cualquier objetivo que se plantease. El niño era la clave, y ella lo sabía.

Afortunadamente y tras la muerte de algunos de sus compañeros, incluido Lucas que se había sacrificado en el último momento, todo se había solucionado. Con Madame Sakura muerta, no tardaron en lograr escapar del estadio. Ahora volvían a ser libres, pero lo que había sucedido en aquel lugar, era probable que nadie les creyese. Al menos ahora, tenían toda su vida por delante, es como si hubieran vuelto a nacer.

Ismael intentó borrar de su memoria lo sucedido durante aquellas horas. Era muy difícil conciliar el sueño tras lo sucedido, entre pesadillas y temores a nuevos sucesos como los ocurridos en el pavellón. Incluso vivió cierto tiempo con ansiedad, ya que le parecía volver a ver a Madame Sakura tras alguna esquina o escondida entre la gente.

Por mucho que le doliera, necesitó alejarse de sus hijos una temporada. Tenía la sensación que aquellos poderes que había adquirido, y que aún no controlaba totalmente, podían ocasionar un mal que nunca se perdonaría. Tras unas semanas perdido aquí y allá, Ismael se sintió preparado para rehacer su vida. De otra manera, ya que se sentía en cierta manera diferente...era diferente.

Quién sabe si su vida iría a mejor o no. Pero solo pensar que podría haber muerto a manos de las orientales, ya era motivo para pensar que era un hombre afortunado.

Ketsu Sen no se quedó conforme con ver la cabeza de su antigua mentora, Madame Sakura, rondando por el suelo. Se acercó lentamente hasta que la paró con el pie y se la quedó mirando amargamente. Un sin fin de pensamientos pasaron por su cabeza. Incluso, fuera de lo normal, se permitió algún sentimiento.

Recordó cuando esa mujer la secuestro y la habló de sus intereses e intenciones. Revivió cómo había hablado con elocuencia, y Ketsu Sen había empezado a compartir sus ideales. El machismo de la sociedad tenía que ser destruído. No podía pasar más tiempo, el hombre debía dejar de gobernar a la mujer, y tenían que cambiar los papeles.

Rememeró con intensidad todo el entrenamiento, cómo sus habilidades y poderes la habían hecho destacar sobre las demás niñas secuestradas. Su capacidad para abandonar sentimientos siempre la situaron en las más altas calificaciones, y jamás la tembló el pulso cuando tuvo que asesinar... Jamás.

Puso el pie sobre la cabeza de su maestra. Una mujer que había luchado tanto contra la injusticia, que había sido la defensora de las mujeres en todo el mundo... Y se había convertido en lo que tanto odiaba. En un ser tan despreciable como un hombre.

Aplastó su cabeza y ésta estalló. Miles de trocitos de la estatua de cristal se expandieron por el suelo. Ya no habría más opción. Si podía regenerarse, ya no tendría esa capacidad. Se había librado por siempre de su enemiga.

Y sólo entonces, alzó la cabeza para ver a sus "compañeros" en aquella aventura. El hombre de hielo, que había estado a punto de morirse. La muchacha que había recibido poderes gracias a su hermano, y Luis... Ese niño era el más peligroso de todos. Su maestra había hecho bien en intentar dominarle y absorber su increíble poder. Si Luis crecía y tomaba el camino que no debía, se volverían a encontrar. Y Ketsu Sen sabía que su batalla sería dura, pero si ella caía, otra mujer la podría sustituir. Lo mejor que podía hacer era vigilar al chaval. Seguir sus movimientos sería vital para poder desarrollar sus planes.

Y sin decir nada, se giró y se marchó por la puerta que habían entrado. Suponía que, al morir las mujeres que dominaban aquel circo, todo habría acabado. Quería irse a entrenar y, sobre todo, a meditar todo aquello que había sucedido

Cuando el escudo de luz que los envolvía desapareció, todo había acabado ya, aquella mujer había muerto, y con ello, lo que quiera que les había estado encerrando en aquel infernal estadio, desapareció. Estaban a salvo, Elena estaba a salvo, y eso era todo lo que le importaba. El hecho de que tantos hubiesen muerto en el camino no le importaba en absoluto, si antes de que entrasen en aquel abyecto estadio ya estaba a decidido a protegerla de todo, tras todo lo que había visto, vivido, sentido, y temido allí, dicho pensamiento se había elevado a cotas aun más altas, enfermizas incluso. Tal vez hubiesen logrado escapar de ese lugar, tal vez las cosas pareciesen hubiesen vuelto a la normalidad, tal vez incluso hubiesen dejado atrás los recuerdos de ese día, enterrándolos en la vuelta a las cosas cotidianas... pero no era tan sencillo.

La metálica protección que había envuelto a Elena durante su estancia allí, producto del deseo de Luis de que no sufriese mal alguno, había cedido finalmente su control, permitiendo que Elena la pudiese controlar a voluntad de modo similar a como había hecho Lucas con su propio poder, tan similar a la nueva capacidad de esta. Por ello, pudo volver a su vida, llevar una vida normal junto a su hermano, alejándose por completo de todo aquello, hasta el punto de que ambos se mudaron de ciudad a los pocos meses para dejar lo más atrás posible aquello, siendo el único cambio significativo en sus vidas que los alejaba de la normalidad, que ahora Elena conocía las capacidades de Luis, preocupándose por que nadie más las pudiese descubrir, y intentando enseñarle que no debería usarlas nunca, pero también ayudándole a controlarlas para que no se escapasen nuca a su control y pudiese ocultarlas en cada momento.

Per si Elena había querido dejar todo aquello atrás, Luis no solo no pudo, sino que aquel lugar quedó grabado a fuego en su interior, y el estadio fue con él allá donde fue. En apariencia, no solo pareció recuperarse de aquello, sino que incluso pareció mejorar con respecto a como era, volviendose algo más abierto de loque había sido, todo por no preocupar a Elena... pero en realidad, todo aquello no era más que una máscara mientras que en el fondo, una oscura determinación por proteger a Elena ardia con fuerza, oculta a la vista de todos, incluso de ella. En secreto, se esforzó por dominar su poder por completo, probar sus limites, definirlos e intentar superarlos, buscando lograr un poder cada vez mayor que le permitiese proteger a Elena de cualquier peligro. Sabía que aquello no era algo que ella quisiese, al contrario, que hubiese preferido que dejase todo atrás, que no volviese a usar su poder, que fuese un niño normal, no porque odiase que tuviese aquellas capacidades, sino porque pensaba que de no tenerlas, Luis podría ser más feliz. Y Luis la quería por ello más que a nada en este mundo... y ese amor era lo que fortalecia su determinación en protegerla. Haría lo que fuese para mantenerla a salvo, aunque tuviese que engañarla... aunque se arriesgase a que dejase de quererle, a que le odiase. Nada de eso le importaba, solo protegerla. Nunca más dejaría que alguien le hiciese daño.

Nadie.

Jamás.