Partida Rol por web

¡No!- gritó Luis, aterrorizado al ver como Elena  se interponía entre él y los clones, recibiendo con su cuerpo las llamas que iban dirigidas hacia él, y aunque por suerte, estas no parecían afectarla, poco importaba eso. Su hermana había vuelto a estar en peligro, y lo peor no era aquellos clones que la atacaban, no, lo peor era el hecho de que era culpa suya que eso hubiese pasado. Elena se había interpuesto para protegerle, esa era la razón de que estuviese en peligro ahora, era culpa suya.

¡Para, Elena!- le dijo, incapaz de ver como esta se interponía entre él y el fuego, pero incapaz también de alejarse de su protección -Parad ya… ¡deteneos!- gritó con todas sus fuerzas.

¡Deteneos!- pensó también con todas sus fuerzas, incapaz de ver, oír o pensar nada más que lo concerniente a su hermana protegiéndole del fuego y los clones disparando sus lanzallamas. Las armas no los habían detenido, pero eso no importaba, tenía que pararlos, tenía que detenerlos e impedir que siguiesen atacando. Apresarlos e inmovilizarlos, que fuesen incapaces de atacar o defenderse. Encadenarlos hasta que no pudiesen mover un simple musculo.

Era el último en abandonar aquella habitación y subir por las escaleras de la misteriosa trampilla. Su mente divagaba en todo lo sucedido en las últimas horas: por qué habían sido ellos y no otros los escogidos? Por qué de sus poderes? Había algún factor común en todos ellos que los hiciera "especiales" de la noche al día? Quién sabe...

Todos habían subido y Ismael comenzó a seguirlos cuando experimentó una subida de calor preocupante. Algo en la sala contínua parecía provocar algún tipo de incendio o fuente de calor. "Otra puta broma macabra!" pensó Ismael.

-Maldita sea...-dijo apretando los dientes y enfureciéndose más y más para conseguir activar su enigmático poder. Queria absorber el calor que percibía para obtener dos posibles resultados: por un lado que el posible fuego no le afectara y, por el otro, que pudiera aprovechar aquella como arma contra el desconocido enemigo.

-Ahra recibirás de tu misma medicina!- dijo mientras subía los últimos peldaños.

El cuerpo de Ismael empezó a absorber el calor que sentía en lo alto de la estancia. De hecho, su cuerpo empezó a arder sin que él sintiese que se quemase. Se estaba convirtiendo en un hombre de fuego que seguramente fuese capaz de soportar cualquier temperatura extrema que hubiese allá arriba. Pero cuando tocó la escalera para ascender, algo sucedió. ¡La escalera de madera prendió a una velocidad increíble e Ismael no fue capaz de subir a lo alto de la sala!

¡Se había quedado aislado y necesitaría la ayuda de sus compañeros para poder subir! ¡Era muy peligroso llevar tanto tiempo como llevaba él ahí abajo! Sobre todo si estaba solo y sobre todo estando aquellas malignas asiáticas al acecho...

La asiática logró su objetivo y dando un gran salto logró esquivar cualquier intento de ataque, tomó una de las katanas que había en el suelo y se colocó en la espalda de sus enemigos. Y en cuanto estuvo a punto de atacar a sus rivales, de la sala salieron gran cantidad de cadenas, por todas partes, que atraparon cada una de las extremidades de los falsos Ismael y Lucas. Los hierros también impidieron que pudieran mover la cabeza y el tronco, por lo que sus lanzallamas quedaron inutilizados y destruídos por la presión que ejercía las cadenas sobre los cuerpos de sus adversarios.

Ketsu Sen vio la oportunidad perfecta para tajarles el cuello y así lo hizo, con la katana que se había materializado acabó con la falsa vida de aquellos dos clones.

¡Por fin habían logrado despejar el camino! ¡Por fin eran libres! Pero... no se habían dado cuenta de algo y es que allí... ¡No había ninguna salida! Y no solo eso, el verdadero Ismael aún no había subido por la trampilla y un gran fuego parecía provenir del lugar de donde antes habían venido todos.

No os quedéis ahí dijo al mismo tiempo que terminaba de cortar los cuellos a los clones. Los cuerpos aún no habían caído cuando se giraba y preparaba la katana para otro posible ataque. Escuchaba el crepitar de las llamas por debajo de ella, y algo la decía que podía acabar por derrumbarse esa sala.

Moveos, tenemos que buscar la salida. No la bastaba con que a simple vista no hubiera nada. Tenía que haber una salida, una puerta oculta o algo que les acercara a las zorras asiáticas que se estaban riendo de todos ellos.

-Mierda!- gritó Ismael. Para una vez que podía sacar provecho de su maldito don y todo se torcía para empeorar las cosas. La escalera había prendido y no tenía forma de poder subir para unirse de nuevo al grupo.

"Solo no aguantaré demasiado..." pensó desesperado el hombre. Y es que, contra aquellas criaturas del demonio, poco podría hacer si tenía que enfrentrarse a ellas.

-Alguien puede ayudarme?- preguntó desesperado intentando que su ardiente cuerpo se apagara, controlando su poder de absorción. Necesitaba subir al piso de arriba como fuera y solo podría con la ayuda del resto del grupo.

Lucas vio alucinado como aparecianlas cadenas y retenian a los clones a la vez que la asiatica saltava y les rebanaba los cuellos. Aquella cria era una asesina consumada, ni siquiera le temblaba el pulso. Todos los instintos de policia del gritaban que deberia detenerla o dispararla, pero dos cosas se lo impedian. La primera era que no estaba seguro de sobrevivir a ella, Y segunda que sospechaba que la necesitaban para salir de allí con vida. Además tenian que ayudar a los crios y sacarlos de allí a salvo. 

Cuando saliesen, ya se pensaria que haria con ella. 

Miró a su alrededor buscando una salida cuando se dio cuenta de que Ismael no habia subido. Elñ policia se acercó todo lo que pudo a la obertura con llamas y gritó. 

- ¡¡Ismael!! - Lucas sospechaba que no volveria a ver al pobre hombre a menos que se hubiese convertido en roca o arcilla o algo asi. Ni siquiera el blindaje del policia era rival para unas llamas tan potentes. Aún así se esperó atento a que respondiese o pudiese ayudarle a subir. 

Las cadenas que surgieron de improviso atraparon por completo a los clones, inmovilizándolos y destruyendo sus lanzallamas, lo que le dio a Ketsu la oportunidad perfecta para acabar con ellos… pero a Luis eso no pareció importarle demasiado más que por el hecho de que el ataque había cesado.

¡Elena!- gritó -¿Estas bien? ¿Te han herido? ¿Te has quemado? ¿Te han hecho daño? ¿Te duele algo?- le dijo en una sucesión ininterrumpida de preguntas, aterrado por la posibilidad de que su hermana hubiese sido herida al intentar de protegerle. Y entonces escuchó el crepitar de las llamas en la habitación de la que habían subido, y las palabras de la japonesa, que antes había ignorado por completo cobraron sentido -¡Tenemos que salir de aquí!- le dijo a su hermana, intentando buscar alguna salida en aquel lugar que los alejase del fuego.

He de sacar a Elena de aquí- pensó Luis mientras intentaba hallar alguna salida en vano. Necesitaba encontrar alguna pista, una señal, una guía, un camino… algo, cualquier cosa que les indicase como salir, como escapar del fuego, como abandonar aquella habitación, aquel lugar infernal.

Las llamas parecía provenir precisamente de la escalera de la trampilla, pues había ardido, pero cuando Lucas se asomó para preguntar el estado de Ismael, escuchó la respuesta del hombre:

¿Alguien puede ayudarme? Se le escuchaba con voz desesperada, y sin duda era él. O quizá, fuera una nueva trampa de las gemelas asiáticas que una vez más estaban tratando de emboscarles.

La luz de la trampilla por la que habían venido se iluminó con tonos verdes. De pronto pudo leer un letrero que decía "EXIT". Pero rápidamente se desvaneció todo. Solo él había sido capaz de vislumbrarlo. Pero si algo tenía claro es que la única salida posible era através de las trampilla que estaba ardiendo.

Ismael pudo escuchar ´la voz de alguien gritando al otro lado de la trampilla. Sin duda era Lucas que lo estaba llamando por su nombre. ¿Sin duda? ¿Seguro? ¿Aquello no sería una nueva trampa de las asiáticas que estaban haciendo todo lo posible por hacerles volver a ese estado de paranoia en el que se habían encontrado desde el momento en el que habían entrado en aquel Palacio de los Deportes?

Sí, tranquilo. Dijo Elena arrodillándose ante su hermano. Estoy bien. Dijo. No sé por qué pero he desarrollado yo también poderes como los vuestros. Yo también soy ahora una de los vuestros y el fuego ese no era capaz de quemarme. No sé cómo lo hice, pero así ha sido. ¡Estoy perfectamente! Así que haz el favor de colocarte a mi lado. No te separas pues necesitamos salir de aquí y creo que yo ahora sí que puedo protegerte. Ahora a Elena se la veía mucho más confiada y segura de sí misma. Seguía sin entender nada de lo que eran o de lo que estaba pasando, pero el haber desarrollado aquellos poderes de protección como por arte de magia le habían hecho volvere mucho más confiada, y ahora se sentía con la seguridad suficiente como para proteger a su hermano pequeño.