Cuando llegáis a la casa de la viuda observáis que hay un reguero de personas que entran y salen del domicilio como resultado de que la noticia de la muerte de Francisco Urbán ha corrido de boca en boca. Entráis de nuevo y subís las escaleras para toparos con una escena íntima de familiares, conocidos y amigos alrededor de la cama llorando y rezando por el alma del muerto. Ana María sigue la comedia con desaforadas muestras de sentimiento.
No os andáis con rodeos: «¡Ana María Javaloyes, queda arrestada por su presunta implicación en la muerte de Francisco Urbán!». Esas palabras caen como un mazazo en la familia. Las mujeres protestan, los hombres preguntan y alguno de vosotros tiene que agarrar a Manuel Urbán, el hermano del muerto, para que no se tome la justicia por su mano en ese preciso momento.
Encerráis a Ana María en otra celda del palacio de Altamira y acentuáis la gravedad del asunto eligiendo la habitación más húmeda y desangelada del edificio. La mujer está aterrada y grita que ella es inocente. Todos los presos de las celdas de Altamira dicen serlo.
Declara que sus relaciones conyugales con Urbán no eran malas, pero que le disgustaban las frecuentes visitas de Sansano, a quien había denunciado. Dice también que «su alma está deseosa de manifestar la verdad», que días antes del crimen habló con Sansano a través de una ventana de la casa y que le refirió que la denuncia había despertado en él un fuerte resentimiento y deseaba vengarse quitándole la vida, pues su fama había quedado en entredicho. Sansano le exigió que ese día 19 le dejase abierta la puerta de la calle y entornada la del dormitorio. Si no colaboraba, Sansano había amenazado con matarla. Además, dice que fue Sansano quien puso el cuchillo en la almohada.
Ana María insiste en que nunca creyó que Sansano se atreviese a cometer el crimen, que nunca colaboró con él, que fue él quien destapó a su marido.
En cuanto al arma, tal y como había declarado Sansano, se encontraba en la acequia, no muy lejos de la casa. Francisco Comeres, el estanquero, os confirma que el arma es suya, que se la prestó a Diego Javaloyes, el hermano de Ana María, que tenía intención de ingresar en los Voluntarios Honrados, y que esperaba que se la devolviese. Comeres niega cualquier relación extraconyugal con Ana María y su implicación con este asunto.
Diego Javaloyes, llamado a declarar, indica que pidió el arma a Comeres porque el fusil reglamentario pesa demasiado, pero que no lo llegó a usar ni a participar en las rondas, que la guardó en el colchón de su cama y que su hermana se la sustrajo. Él pensaba que Comeres la recogería de su casa y se la estaba guardando.
Aparentemente, me parece que lo mas plausible sea la declaración de Sansano. Lo suyo se ajusta a los hechos descubiertos y estos son irrefutables, mientras que todos los demás declaran cosas con supuestos, ninguno puede probar nada pero su relación con el caso no pasa de circunstancial. No se si la investigación podría profundizarse al punto de pillarles en renuncio, que la sensación que tengo, es que aquí querían arrambar mas de uno y de dos, los dineros del finado.
El cuñado del muerto y el estanquero, se libran por falta de pruebas. El primero se exculpa cargandole el muerto a su hermana (vaya vaya, que hermano tan cabrón). El estanquero deja la escopeta y asi es reconocido por jabaloyes hermano.
Sansano asesino confeso. Que inculpa a Ana.
Ana, dice que es inocente, que estaba coaccionada por Sansano y que actuó bajo amenazas... Algo que no se puede corroborar, pero que parece del todo rocambolesco. Otra cosa es que desde un principio hubiera declarado quien eera el asesino, ya que con su declaración demuestra que no colaboró ocultando información, lo que aun hace menos creible su declaración.
Yo apostaria por un careo entre los dos, Ana y Sansano y me apuesto un ojo, y no lo pierdo, a que ella reniega de él y el se hunde del todo cuando ve lo que ha hecho por una mujer que lo ha usado.
Mi alegato al juez sería que el muchacho sufrió enajenación inducida, bajo manipulación de una joven seductora y ambiciosa y que muy posiblemente seria un cabeza de turco de la operación, aunque al final quien pulsó el gatillo era él. No obstante la muerte era un castigo demasiado bueno para alguien, que de tener una vida larga, iba a sufrir la vergüenza, el repudio de todos.
Cada día de su vida para arrepentirse del pecado cometido, y una vida larga.
Por contra a ella, salvo que se pudiera demostrar realmente su inocencia, la pondría como la cabeza pensante de la operación, y aunque no fue la autora material, si fue la inductora y verdadera criminal. Alguien así podría volver a orquestar algo parecido en un futuro. Una vida encerrada en un convento para que viera como la vida de encierro que no quería la iba a tener doble, es lo que yo haría.
En cuanto a la herencia, ni un duro. Caso de existir un testamento ver las disposiciones y repartir los bienes entre el hermano y el tio del finado.
A continuación hay un careo entre Sansano y Ana María que acaba con la insistencia de cada uno en su versión. Ana María pierde los estribos y agrede a Sansano, a quien arranca de un tirón la pechera de la camisa, diciendo que «no era regular ni bien visto el que un hombre que la había perdido tuviese puesta ni usase ropa alguna que le había costado su dinero».
La acusación formal considera a Ana María y Ginés Sansano reos convictos y confesos de la muerte alevosa de Francisco Urbán, y a Comeres como cómplice, además de adúltero. Por la gravedad del delito se encarga la causa a la Sala del Crimen de la Audiencia de Valencia, y los reos pasan a la Torre de Serranos de la capital.
A su favor obra la alegación de José Manuel y de Tomás, que persuaden al arzobispo de Valencia, Antonio Despuig, a solicitar al rey Carlos IV el indulto, conmutando la pena capital por la de diez años en un presidio de África para Sansano, y la de Ana María por la de encierro de otros tantos en los correccionales para mujeres de Madrid —variando la solicitud hecha por José Manuel—.
El rey se encuentra en estos momentos de buen humor porque se han celebrado los matrimonios de los Infantes y porque se ha logrado la paz de Basilea con Francia el 22 de julio de 1795, lo que lo predisponen al perdón. No obstante, pide opinión al Consejo de Castilla.
El fiscal del alto tribunal, Gabriel de Achútegui, califica el crimen de «uno de los más atroces, horrendos y escandalosos que pueden cometerse en el Reino». El pleno del Consejo es de la misma opinión, un indulto puede sentar un precedente, pues en este suceso se reúnen los delitos de adulterio, homicidio proditorio o alevoso, parricidio y otras cualidades agravantes.
Así pues, habiéndose dado a conocer el dictamen el 18 de enero de 1796, Ginés Sansano y Ana María Javaloyes mueren en la horca por el asesinato de Francisco Urbán.
Caso cerrado