La pistola estaba en el suelo apuntando hacia la escalera. Se podía ver grabado en el cañón: ‘’Dixieland HELL – 1864’’. La madera de la cacha estaba sucia, una mezcla entre roña y sudor. Nunca había estado tan sucia.
-¡JODER! - tosió. -¡¿Lo has matado?! ¡¿Está muerto?! – tosió fuertemente. Tanto que tuvo que apoyarse en la pared. Siguió tosiendo. Otra vez. No podía pensar con claridad. Otra vez. Tenía las manos agarrotadas y encogidas sobre el pecho. Miraba el arma mientras seguía tosiendo. Un pensamiento: ¿Merezco este final? Escuchó otro disparo, pero solo en su desorbitada mente.
Simo está completa y visiblemente roto a ojos de cualquier persona. Claramente se encuentra muy mal y con serias dificultades para cumplir funciones básicas, incluso caminar.
- Debemos inmovilizarles mientras estén inconscientes, ¡vamos! todo cuerpo que pueda volver a ser poseído debemos de inmovilizarlos.
Motivo: Investigar si hay cuerdas para atarlos
Tirada: 5d6
Resultado: 6, 1, 4, 4, 6 (Suma: 21)
- Si salimos de ésta igual os explico cómo he hecho para que estén inconscientes, pero no sé cuanto durará, es momento de actuar.
Hans se acercó a la joven pelirroja para tratar de sacar en claro qué objetivo podría tener ese ente que poseía cuerpos, su intuición le decía que esa joven sabía aún más de lo que les había contado.
Motivo: Observación del estado de la hija
Tirada: 8d6
Resultado: 1, 2, 6, 6, 3, 5, 5, 2 (Suma: 30)
A Laars le pareció una buena idea la de inmovilizar al resto de sujetos. No obstante, tenía antes que encargarse del clérigo, que se desangraba como un cerdo ante sus ojos.
Con el rifle cargado en la espalda, bajó para ayudar al hombre que yacía y ya estaba rodeado por un pequeño charco de sangre. Justo antes de llegar, se percató del revólver de Simo el suelo y, en un acto rápido, lo recogió, le volvió a poner el seguro y se acercó a Simo.
¡Simo! ¿Está bien? ¡Siga con nosotros! Tome - dijo mientras puso el cuerpo de la pistola en el pecho de Simo, para forzarle a recogerla.
Después, se acercó al cura y se puso de rodillas a su lado.
Vamos a ver... al menos cortarle el sangrao... - pensó mientras veía la forma de improvisar un torniquete.
Motivo: Medicina Cura
Tirada: 6d6
Resultado: 5, 1, 3, 5, 2, 1 (Suma: 17)
Entre tanto alboroto, Ivar era un ovillo en medio de la habitación, indigna postura de cuclillas, manos alrededor de la cabeza , cuchillo en mano. El escopetazo de Laars había doblegado lo poco que le restaba de compostura. Eso, y unos ojos color ámbar. Traídos en perfecta sinestesia con el sofocante calor de la estancia, el olor a hemorragia del clérigo completando la memoria de aquel callejón de Uppsala, charcos de sangre de policia, trozos otrora humanos chorreando de los ladrillos de las paredes...-No puedo...no, Padre, no...- las lagrimas le acariciaban la mejilla mientras miraba al rifle con el que encañonaba a Padre. -Termina con esto, hijo y que dejen de reírse de nosotros estos malnacíos-. Aún recordaba el sonido de la mandíbula de su padre al crujir cuando uno de aquellos se lo reventó con la culata de su rifle por ese comentario. Después solo pudo escupir saliva y sangre. Sangre, como la del cura. Observaba a Laars intentado apretarle una tela en la pierna. Demasiada para tan poca tela. No podía dejar de mirarla mientras se automecía en el suelo. Su tío Karl estaba desplegado delante suyo, inconsciente. El mayordomo estaba fuera de si. -Sempre hay alguien que ta más peor, jia, jia, jia- le vino a la cabeza el trocito de sabiduría y la risa agujereada y estridente del viejo que pedía en la calle Skärpare. Debía ser verdad, y con la sensación de tocar fondo, empezó a ver la habitación con otros ojos.
Saliendo de la Paralisis
Hans pensó en pedir a algún compañero más rápido que él que bajara al almacén a buscar cuerdas u otros materiales útiles, pero finalmente, tras ver aquel escenario en que cada uno sostenía como podía aquella situación, y sin saber cuanto tiempo tardarían en volver a moverse aquellos cuerpos poseídos, decidió buscar por sí mismo en ese piso. Observó por el pasillo y algunas habitaciones confiando encontrar algo útil.
Un par de cuerdas decorativas mantenían las cortinas de los tres dormitorios unidas cuando estaban descorridas. No sería difícil cortarlas y utilizarlas para atar a seis de los durmientes si le dedicaban un poco de tiempo entre todos, aunque aquellas parecían bastante endebles; con un muy buen nudo, quizás pudieran aguantar si aquellos se despertaban. O no. Todo dependería de la fuerza y que tuvieran los poseídos...
La temperatura de la sala comenzaba a bajar de nuevo mientras el torniquete de Laars, improvisado con la propia camisa del párroco, fracasaba a la hora de contener la copiosa hemorragia. Los ojos vidriosos se abrieron por un momento mirando hacia el cazador. - Hijo... El demonio está en este lugar. Que el Señor os guarde. - Con un débil movimiento sacó de un bolsillo interior oculto en su pantalón un frasco con un líquido transparente y se lo tendió a su agresor y ahora samaritano. - Refugiaros en Cristo... sólo Él... puede protegeros... vencer... el Mal... - Sus palabras se iban apagando débilmente mientras el charco que le rodeaba se acrecentaba por momentos y, finalmente cerró los ojos con una extraña placidez.
Laars no tenía muchos conocimientos de medicina, pero la palidez extrema y la paz y quietud que se había adueñado del cuerpo del párroco le decían que ya no había nada que pudieran hacer para ayudarle.
Simo e Ivar continuaban fuera de sí, aunque el último parecía ya empezar a reaccionar. Y era un buen momento, porque el frío comenzaba a adueñarse de nuevo de aquel lugar, como queriendo recuperar el lugar que le había sido arrebatado momentáneamente por los tejemanejes del anciano amante de lo oculto. ¿Serían capaces de aprovechar aquel instante de respiro?
Está ahí, junto a las escaleras del desván. Y está disfrutando. Se acerca. Ha venido a por el cura fiambre. ¿O no?
No. Lo tienes claro. Ha venido a por ti. Sabe que estás débil y ahora mismo eres una presa fácil.
Tienes que huir de este lugar. Que se centre en el muerto, y no en ti. Tú estás vivo. Por el momento.
Hans cortó con su daga las cuerdas decorativas de las cortinas y también fue a recoger la soga que terminó con la Vida de Samuel. Al volver con los compañeros le lanzó un par de cuerdas decorativas a Ivar. - ¡Espabila chico! Ayúdame a amarrar los cuerpos antes de que despierten.
Luego se dirigió hacia Laars y le entregó la soga. - Laars, creo que usted es más fuerte que yo y sabe más de nudos. Haga el favor de inmovilizar a ese hombre, al más corpulento y potencialmente peligroso. El frasco del cura debe llevar agua bendita, podrías rociar unas gotas sobre algún cuerpo y comprobar si lo libera de la posesión.
Acto seguido se dirigió hacia los cuerpos y comenzó a amarrar sus muñecas con las cuerdas decorativas.
- ¡Vaesen! Criatura extraña, estamos dispuestos a escucharte y ayudarte a resolver tus temas pendientes en esta posada... Tratemos de resolver ésto por las buenas... dijo Hans al terminar de amarrar un cuerpo antes de dirigirse al siguiente.
Tras utilizar las cuerdas decorativas sacó la bola de cristal y la observó en silencio.
Motivo: Observación del futuro y contacto con muertos.
Tirada: 9d6
Resultado: 3, 3, 2, 6, 1, 6, 4, 5, 2 (Suma: 32)
Ivar salió de su estupor al notar las cuerdas que le lanzó el hombre que hablaba con una bola. Las recogió del suelo, presto a obedecer a cualquiera que pareciera tener algún en ese momento. Se dispuso a maniatar a su tío. -Ya te podías haber estao quieto, Tío Karl- Al tiempo que se dedicaba a esa tarea manual, recuperaba algo de agencia propia. Discurriendo al tiempo que atando y en un alarde de empatía menguada por la tensión los acontecimientos recientes acabó por hacerlo en voz alta al grupo: -La última vez que hablaste con la bola esa, estos san levantao contra nosotros que parecen muertos o yo que se qué. Alguien antes leyó que el fantasma ese taba enterrao fuera. Vamos a hacer algo con ese, ¡ o por lo menos a salir de aquí!, que no tie pinta de que esto saya quedao tranquilo. Creo yo, eh?-
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Motivo: Atar cuerpo con cuerda. Sigilo
Tirada: 6d6
Resultado: 20 [2, 5, 2, 1, 5, 5]
La temperatura de la habitación continuaba descendiendo poco a poco, y el grupo se dio cuenta de que sería necesario actuar con rapidez para aprovechar aquel extraño respiro que les había dado la casa.
Hans y Laars reaccionaron, comenzando a atar a los dormidos que quedaban con vida con los cordeles que controlaban las cortinas de la casa, reservando la gorda soga con la que se había ahorcado el posadero para atar fuertemente al fornido aldeano.
Cuando hubieron terminado con los de aquel piso, las campanas de Billby volvieron a sonar. Las tres de la mañana. El frío comenzaba a hacerse palpable, y Laars e Ivar se dirigieron hacia el exterior, tratando de encontrar aquel cadáver mancillado que debía ser causa del maleficio según el diario que habían leído.
El chaval pensó que el invernadero sería un buen lugar para buscar, pensando en dónde podría haber alguien enterrado. Al entrar en el lugar llamó su atención una trampilla de madera sujeta con tiras de cuero.
Mientras tanto sus compañeros se habían dedicado a terminar de atar a otros dos de los dormidos restantes, Olaus Klint y la cocinera, y pronto se hubieron reunido con ellos. Para entonces, Laars, aterrado, no se había decidido aún a entrar en la oscuridad donde descendía aquel húmedo lugar.
Ya reunidos, se adentraron juntos en aquel agujero. Descendiendo las escaleras llegaron a una especie de despensa, donde barriles y envases de todo tipo convivían con pescados y carnes puestos a secar. Todo allí olía a viandas en curación, pero fue de nuevo el más joven quien reparó en un pequeño soplo de aire que provenía de una zona lateral.
Al investigarlo encontraron una depresión, que daba lugar a una abertura y más tarde un camino. Un viento ligero y un olor a humedad indicaban que aquel lugar era más profundo de lo que aparentaba, y los cuatro se adentraron en fila india.
Pronto la estrecha oquedad dio lugar a una profunda cueva. Al adentrarse en ella pudieron oír el eco de un lloriqueo, o una letanía... Era difícil de saber con la distancia y el eco. Laars levantó la voz con intensidad; - ¿¿QUIÉN ANDA AHÍ?? - Pero nada más que su propio eco le respondió y, al finalizar este, aquel sonido había desaparecido por completo.
Se internaron en la ancha caverna, esquivando estalactitas que amenazaban con abrirles la cabeza si se descuidaban en lo más mínimo. De repente, sintieron como si atravesaran una frontera mágica, cuando el frío exterior que les había acompañado desde que entraran se disipó por completo, y se vieron en una sala de una habitación acogedora. Enfrente, un hombre joven miraba fijamente hacia algo invisible en el lateral con el amor en sus pupilas. En unos segundos, mientras ellos se acercaban, la ensoñada faz mudó en algo parecido a la sorpresa, o el terror, y una daga invisible abrió el lateral de su cuello, de donde comenzó a brotar la sangre a borbotones.
En ese momento, el frío volvió a sus huesos, así como la gruta en donde se encontraban, y sintieron una oleada de odio dirigida hacia ellos. El joven se transformó en un cadaver repugnante en descomposición, con moscas y gusanos, y un ser semifantasmagórico se materializó junto a él. La criatura trató de dañar con sus garras a Laars pero no pudo hacer presa. Hans trató de convencerla de dejar de lado aquel odio, pero sus palabras no fueron escuchadas.
Aprovechando el momento, Ivar clavó su daga en el costado del ser, escuchando su grito desgarrador. Simo rebuscó en aquel cuerpo, encontrando en él un anillo dorado. Al cogerlo, la criatura redobló su grito y se dirigió hacia él, siendo detenida por una detonación de la escopeta del cazador, que le dio la vuelta alejándola varios pasos.
Entonces se escuchó el grito de Hans. - ¡Ya hemos luchado suficiente! ¡Estás confundido, pero podemos ayudarte! - Aquellas palabras en ese momento de extraña paz que había surgido tras el último fogonazo, llegaron a aquel ser, que cejó momentáneamente en su ataque y se paró extrañado a hablar con ellos.
Les habló de Albert, su amor perdido. De su traición, y de su asesinato por parte de Pyri. De unos planes de quienes había considerado sus amigos para convertirlo en una criatura sobrenatural. Y de el odio que en él se había despertado. De vez en cuando parecía ir a sucumbir a ese odio pero Hans le reconducía de nuevo hacia la tranquilidad con acertadas palabras.
Y les pidió ayuda. Les dijo cuánto necesitaba que su cuerpo reposara en terreno sagrado. No ocurrió nada cuando le lanzaron agua bendita por encima, y entonces el joven Ivar se dio cuenta de que el cementerio de la iglesia de Billby podía ser la solución. Aquella capilla cuyas campanas llevaban anunciándoles la hora de la noche desde que empezó aquella pesadilla.
Se despidieron de la ahora amable criatura, y se dirigieron hacia el piso superior con los restos mortales de Oscar en la chaqueta de Hans. Más tarde los pasaron a una carretilla y continuaron camino bajo la densa lluvia invernal en dirección a la cercana aldea, donde se colaron por la puerta abierta del cementerio, y con unas palas que habían tomado prestadas del cobertizo realizaron un enterramiento. Hans dijo unas palabras de reposo, tras las cuales Laars e Ivar comenzaron a palear de nuevo aquella tierra consagrada de camposanto sobre el cuerpo de Oscar, mientras Simo miraba con intensa concentración.
Y así, cavando, empapados por la tormenta, el rayar del amanecer les sorprendió. Si alguno de ellos hubiera mirado hacia la puerta del cementerio habría visto el espíritu de Óscar observándoles con agradecimiento y desapareciendo definitivamente con las últimas paladas que coincidieron con la llegada de un día claro.
No lo hicieron, pero la sensación de un trabajo terminado les embargaba a todos. Hans insistió en que necesitaba descansar, y Laars en que no debían volver a la posada de nuevo, por lo que tomaron un carromato en dirección al norte que les llevó de nuevo a Uppsala, a su castillo, sede de la Sociedad de la que ya se sentían completamente parte, tras esta noche de locos.
Lo que pensarían aquellas personas que se despertaron al día siguiente en la posada, algunas atadas de pies y manos, y con dos muertos en el piso de arriba, faltando aquellas cuatro personas, extranjeros recién llegados a la posada... No lo sabremos por el momento. Tampoco si Olaus Klint les delataría, guardaría el secreto, o trataría de extorsionarles en el futuro.
Lo que sí sabemos es que nuestros héroes se habían merecido un buen descanso frente al fuego del hogar, preparado cuidadosamente por su mayordomo, Algot Frisk, así como un baño caliente que el dispuesto empleado les iría trayendo uno a uno según lo fueran solicitando.
Cosas de las que muchos de entre ellos jamás hubieran podido ni soñar disfrutar
Sois bienvenidos a añadir los puntos de vista de todo lo que ha pasado de vuestros personajes, sus reflexiones, sus ralladas, un final e incluso un epílogo. Vamos, lo que os dé la gana.
Dejo la partida abierta hasta que escribáis todos o hasta que den el primer recordatorio de inactividad (en ese momento la cerraré sin esperar a nadie xD)
Hans ayudado por sus compañeros consiguió descansar finalmente en el mejor sofá de la mansión junto al fuego. Escuchando feliz los relatos de las vivencias de sus compañeros, un profundo sentimiento de liberación le despojó de un gran peso del Alma. Ahora sentía cómo se le llenaba un nuevo espacio en su interior, ahora más ligero... - "Todo se va ordenando según el orden natural de la misteriosa Vida, Existencia..." Enamorado de sus pensamientos reflexivos, Hans disfrutaba muchísimo la cálida compañía de su nuevo Clan, su nueva Familia. Ese Viejo se sentía profundamente realizado tras haber sobrevivido una noche más y haber ayudado a un espíritu a continuar su Viaje. Además sentía un hogar, en ese precioso momento se sentía el Rey del Castillo, reforzado por los atentos cuidados del mayordomo. Como era el más frágil viejecito del grupo, todos sus compañeros veían bien que el señor Frisk priorizara las atenciones a Hans, o al menos, eso pensaba Hans. Hans valoraba mucho a ese mayordomo, era un máquina. También disfrutaba viendo las caras de sus compañeros felizmente atendidos por Algot.
Mientras le preparaban su baño, su antigua bolsa de tabaco brillaba fluctuante frente a las llamas... Tras coger tabaco del compartimento de la derecha, lo colocó en la pipa y se incorporó estirando esa experimentada columna. Cuando hubo recolocado su postura cogió con delicadeza y cariño su bolsa de tabaco mirándola atentamente. Colocándosela en la nariz durante unos segundos parecía que susurraba, la subió hacia el cielo y guardándola en su pecho dijo: - Gracias.
Se encendió su aromático tabaco y se quedó en trance observando el humo y las llamas.
Al volver en sí sonrió por dentro y por fuera. El baño reparó mucho de su cansancio, tras casi una hora de baño Hans dijo a Algot: - ¿Qué dieta sana y reconfortante puedes ofrecerme?