El día había sido duro, entre rezos y silencios se hacia pesado pero no había durado mucho o al menos a mí se me había pasado rápido. Es rara esa sensación y que normalmente cuando algo es pesado el tiempo suele pasar despacio pero en esta ocasión no, el estar atareado había hecho del día unas cuantas horas.
Cuando estamos reunidos en la cocina con el resto del "sequito" como algo sin vergüenza, como ellos. Intento integrarme, sonreir a sus comentarios y de vez en cuando entonar alguna canción que amenizase la estancia a todos ellos. Demostrando mi espíritu vivaz y la alegría que me da el señor que en estos momentos tanto hace falta.
Cuando los mayores estan entretenidos en alguna conversación mi curiosidad decide hacer acto de presencia una vez más. Me acerco a los niños que juegan en la cocina para preguntarles algo.
-¡Hola! Me llamo Anatoli. Qué pena lo de la hija del centurión ¿verdad? ¿Vosotros la conocíais?- si alguien dice la verdad y ve lo que un adulto no ve, son los niños.
No sé si tendría que tirar algo, lo dejo en tus manos director ^^
El teólogo tomó asiento junto a los otros, que se habían instalado delante del fuego de la cocina, formando un corro junto con el resto de asistentes. Pero su vista estaba fija en el fuego y no pronunciaba palabra alguna.
PNJotizado
Una campesina de cofia roja no tardó en aparecer sosteniendo con ambas manos un puchero humeante lleno de galushkas, que depositó en medio de los que se disponían a cenar. Cada uno de los comensales sacó del bolsillo una cuchara de madera o, en su defecto, un simple palo. En cuanto las mandíbulas empezaron a moverse más despacio y se aplacó un tanto el hambre de lobo de todos los presentes, muchos se pusieron a charlar.
¡Pena por ella! contesta uno de los niños. Todo el mundo sabía que era una bruja. Deberíamos de estar contento y celebrarlo. ¡La señorita se relacionaba con el mismísimo diablo en persona! Bramo el chiquillo que llevaba un camisón tan profusamente adornado con medallas y botones que parecía un tenderete de chucherías.
Ese niño nos va a meter en un buen lío, pienso. Le miro con cara de pocos amigos y le mando bajar la voz con un gesto de la mano. Después de todo, soy mayor que él.
— Habla bajo, chico. No despiertes a los muertos.
>> Sin embargo, habla. ¿Por qué dices esas cosas?
¿Y no has oído hablar de lo que le pasó a una tal Chepchija? Comenta el niño sorprendido, sin que le importe que Alexsey le haya pedido discreción, y se dirigió a la cazuela con un palo en busca de algo que llevarse a la boca.
En el seminario no les enseñan gran cosa. Comento otra niña, aunque este era más mayor y se podría utilizar con ella el calificativo de chica.
Bueno, te lo contaré yo. En nuestra aldea vive un cosaco llamado Cheptun; es un buen cosaco. Vive muy cerca de aquí. Pues una vez Cheptun se sentó a cenar con su mujer, la Chepchija, como la llamaban todos. Al terminar fueron a dormir, pero como era en pleno verano y hacía mucho calor, ella se quedó dormida en el patio, y él se tumbó en un banco, dentro de la casa... No, no; fue al revés: ella en la casa y él en el patio.
¡No fue así! Protesta el niño con chorretones de grasa corriéndole por la barbilla, había conseguido pescar un buen trozo de carne. Chepchija no se acostó en un banco; se acostó en el suelo. Y al decir esto se paró, mirando con aire triunfal a la chica.
La chica le dirigió una despectiva mirada, y continúo. Dentro de la casa estaba la cuna del niño de un año. No me acuerdo si era un niño o una niña. La Chepchija se despertó a medianoche y creyó escuchar algo como si fueran los aullidos de un perro y también como si rascara con las uñas la puerta de la casa. Se asustó mucho, pues era muy tonta, pero se armó de valor y dijo: "Me levantaré, abriré la puerta y le pegaré un palazo..." Y cogió un palo, abrió la puerta y ya le iba a arrear un golpe al perro, cuando éste la esquivó y de un salto se metió dentro de la cuna. Al darse la vuelta, Chepchija se quedó más pálida que un muerto. En lugar del perro, vio delante de ella a la señorita. Y no habría sido tan horrible si la señorita se le hubiera presentado en su forma natural, tal como nosotros la veíamos. Su rostro era de un color azulado, casi negro, y sus ojos despedían chispas. De inmediato se lanzó sobre el niño, lo sacó de la cuna, le clavó sus dientes de loba en la garganta, y se puso a chuparle la sangre…
Chepchija lanzó un grito desgarrador y quiso huir para pedir auxilio, pero la puerta estaba cerrada. A la pobre no se le ocurrió otra cosa que subir las escaleras hasta la buhardilla, y se encerró allí, llorando a mares. Poco después la bruja entró en la buhardilla y empezó a morderla y arañarla. Cuando clareó el día, el marido regresó y la encontró totalmente desangrada, y en que estado se hallaría que al día siguiente murió. Y sonriendo, miró orgullosa al niño que seguía con el trozo de carne ensartado pero al cual no había dado ningún bocado más. El niño estaba temblando de miedo.
Hablar con los niños había dado sus frutos. Si es que nos encanta hablar a todos y más si conocemos historias entretenidas como esta. Escucho atento la historia que cuenta la niña y salvo alguna interrupción del pequeño me introduzco en el cuento como si me fuera la vida en ello. De hecho por un momento olvido que estamos hablando de la hija del centurión.
No puedo evitar sentir escalofríos cuando relata la forma en que la chica se come al bebé y después a la madre, no me quiero imaginar tampoco lo mal que lo debe estar pasando Alexsey pero le miro de reojo. "Seguro que se ha tapado los ojos" pienso sin decir nada.
Cuando ha terminado la historia decido tomar la palabra.
-¡Menuda historia! ¿En serio no nos tomáis el pelo?- realmente tras lo que vivimos me creo todo esto. La vi volar, ser una vieja y luego una joven y aquel gato era aterrador. -¿Los mayores que piensan de todo esto o solo los niños podíais ver la verdadera apariencia de la bruja?- intento ser fuerte, no mostrar mi miedo ya que ellos así hacían pero en realidad toda esta historia me tenía en un alto nivel de nerviosismo, tensión, miedo pero sobretodo curiosidad.
Chicos vuelvo a pedir perdón, ya sabeís lo que pasa. Espero poder dar el nivel de posteo pero si veis que tardo no desesperéis ni loco abandono la partida. Me encanta. Si tenéis que actualizar sin mí me pongo al día, nunca pasarían dos turnos sin yo postear.
Pospuesto que es todo cierto. Contestó el niño con cierto toque de superiridad. Nadie se ha olvidado de lo que le ocurrió al pobre Mikita.
Espera, yo se lo contaré. Exclamó chica.
No, no, lo contaré yo. Intervino el niño que se llamaba Spirid. Tú ya has contado una historia.
¡Bien, bien, Spirid es el encargado de contarlo! Aprobó la niña
Probablemente no habéis conocido a nuestro querido Mikita. Comenzó diciendo Spirid.¡Qué hombre era Mikita! Era el encargado de cuidar los perros de caza. En eso era un maestro; conocía a sus perros mejor que a su mismo padre. El que después ocupó su puesto, no vale absolutamente nada comparado con él. Sí, es verdad que algo sabe, pero no le llega a Mikita ni a la suela de sus zapatos.
Empieza bien, Spirid. Interrumpió la chica. A nadie le interesa la vida de Mikita solo lo que le ocurrió.
Mikita. Continuó Spirid. Descubría a las liebres en menos tiempo que el necesario para encender una pipa. Lanzaba al caballo y gritando “¡eh, "Valiente!” o “¡aquí, "Veloz"!, las alcanzaba siempre en un instante.
A nadie le interesa la vida de Mikita solo lo que le ocurrió. Volvió a interrumpirlo la chica.
Pero en un día comenzó a mirar a la señorita de una manera especial. No se sabe si él fue quien de forma natural se enamoró de ella, o si fue ella la que lo embrujó valiéndose de diabólicas artes. Lo cierto es que de un día para otro, Mikita sólo vivía para ella, sólo pensaba en ella, y estaba tan loco que daba pena.
Siempre que la señorita le miraba, parecía un verdadero pelele. Las riendas de los caballos se le caían de la mano, se equivocaba de nombre al llamar a los perros, y ya ni podía montar bien a caballo. Un día que estaba en la cuadra limando los cascos de los caballos, la señorita se le acercó y le dijo:
“Mikita, permíteme poner mi piececito sobre tu cabeza." El niño puso voz de falsete para imitar a la señorita.
"No sólo un pie, señorita –le respondió feliz y aún arrodillado-, si se sube sobre mis hombros seré el hombres más feliz del mundo.”
Entonces ella se le subió a los hombros, y apenas él pudo ver sus pies, pequeñitos, bien torneados y blancos, ya estaba embrujado.
Con cada mano agarró las piernas desnudas de la joven, se levantó y de inmediato se sintió transformado en caballo. Sin poder hacer nada por evitarlo, salió corriendo al campo y tardó bastante tiempo en regresar. Nadie sabe dónde estuvieron ni qué hicieron, y ni el mismo Mikita pudo explicarlo. Lo único que se sabe es que volvió cansadísimo y con los ánimos por los suelos. Desde entonces comenzó a adelgazar y quedó como una espátula. Un día entraron en el establo buscándolo, y no lo encontraron. En lugar del desgraciado Mikita, encontraron un montón de cenizas y un cubo de agua. Así desapareció el pobre... ¡Y qué hombre que era!
Ya ves, señores seminaristas, qué cosas pasan en nuestro pueblo. No está bien que contemos estas cosas de nuestros amos, pero tampoco estaría bien que calláramos la verdad. Comento la niña con inusitada madurez.
Demyan, que se había acercado para escuchar la alegre conversación de los niños, ahora estaba pálido como la harina. Seguramente la historia de Mikita le había recordado a sus propias vivencias cuando la señorita había cabalgado sobre sus hombros.
Al escuchar la historia de Mikita no puedo evitar acordarme de como la bruja cabalgó a lomos de Demyan. Qué orgulloso estoy de pasar de las mujeres, puag, ¿enamorarme? Ni loco, tan repipis, dominantes y brujas. ¡Todas brujas! Una risita interior revolotea por mi boca pero consigo contenerla.
Entonces miro de reojo a Demyan. ¿Quizá le hechizó? ¿Quizá siga hechizado? Está muy callado desde aquel suceso...
-¡Madre mía! ¡Pobre Mikita! ¿Y solo le ha ocurrido a el eso? ¿A nadie más? ¿Nadie que haya sobrevivido a sus encantos? No querría estar en su pellejo.- sigo haciendome el durito delante de los niños, cuentan todo con tanta osadía que hacerme menos valiente podría ser quedar en ridículo.
-¿Y el Centurión qué tal es? Se le ve buen hombre y parece que desconocía las prácticas de su hija ¿no?
Aleeee puntual y en hora jajajaj para que luego digáis ^^
La primera reacción de Alexsey es de incredulidad. Sin embargo, a medida que avanza el relato, recuerda la cabeza cercenada del cosaco y sus ganas de hablar. En el mundo pasaban muchas más cosas de las que le habían enseñado en el seminario.
— Tenemos que pasar la noche a solas velando el cadáver de ese... ese demonio. Pero yo no quiero ir. Hablad, vosotros que conocéis al Centurión. ¿Hay algo que podamos hacer?
Parece mentira que Demyan, el adulto, siga embobado de esa manera. Fuera lo que fuera que pasase aquella noche, sin duda ha quedado tocado de por vida. Suspira estoicamente.
Claro, por supuesto que ha habido muchos más como el pobre Mikita. Podéis preguntarle a Doroch. Comento Spirid señalando a un cosaco joven de mirada fiera y negros bigotes. Doroch es un cosaco callado y no le gusta presumir, a diferencia de otros muchos cosacos, y jura por lo más sagrado del cielo que sirvió de cabalgadura de la bruja en varias ocasiones. Podéis preguntarle a él si queréis.
El centurión quería mucho a su “palomita” y nunca desconfió de ella. Para el su palomita era una niña inocente, una virgen inmaculada que nunca había sido tocada por el mal que surca estas tierras. Yo creo que la bruja lo hechizo y por eso no veía la verdad. Pero nadie se atrevió a quitarle esa venda de los ojos del centurión. El centurión es un hombre bueno pero fiero, y no admite criticas de su palomita.
Mírgorod Nikíforovna no tolera que desobedezcan sus órdenes, y hay de aquel que se niegue a cumplir con sus mandatos. El pobre infeliz no tendrá suficiente tierra para correr. Pero al igual que es severo y fiero con quienes le desobedecen, es un santo varón con quienes cumplen sus mandatos. ¿Por qué preguntáis esto? Pregunta la niña con malicia.
Al oír la misión de los tres seminaristas tanto la niña como el niño reprimen un grito tapándose la boca. Os deseo mucha suerte mis queridos hermanos. Comenta Spirid con los ojos llenos de terror. Rezare en vuestras tumbas para que la bruja no se lleve vuestras almas. Luego busca en sus bolsillos y saca un trozo de yeso. Los espíritus malignos no pueden entrar dentro de los círculos, si os ataca la bruja dibujar un circulo y meteros dentro. Puede que esto os salve. Y tiende el trozo de yeso a Anatoli.
La niña se persigna varias veces , reza un pequeño responso y besa una de las cintas de su pelo. Esta cinta ha tocado el sepulcro de Santo Metodio. Dijo mientras le tendía la cinta a Alexsey. Luego se inclinó y le dio un beso en la mejilla mientras le susurraba en el odio. Y este beso es para el chico más valiente de la aldea que esta dispuesto a enfrentarse a la bruja.
Anatoli obtiene: Trozo de yeso
Alexsey obtiene: Cinta de tela bendecida
Alexsey se queda petrificado, primero blanco, luego rojo. Se habla mucho de las brujas malvadas de los cuentos, de las que residen en el interior de los bosques. Pero, ¿qué clase de bruja era esta muchacha? No era vieja, ni fea, ni malcarada, ni, hasta donde él sabía, tenía cabezas parlantes en el sótano. Pero había transmutado su miedo en orgullo como dicen que los alquimistas transmutaban el hierro en oro.
Alexsey asintió serio, dramático.
— Por supuesto. Volveré cuando el mal de esta tierra haya sido derrotado, o no volveré en absoluto —un poco melodramático, pero qué demonios, probablemente muera esta noche.
Durante el resto de la velada finge un orgullo y una presencia de la que carece. Su pecho henchido por el fuego del orgullo se apaga poco a poco a medida que se acerca la hora.
Durante la despedida se atreve a besarle la mano a la chiquilla. Sale sin mirar atrás.
Agradezco con mucho aprecio el regalo de mis amigos. Porque sí, compartir estas historias y encima darnos un pequeño obsequio me hace considerarles como tal. Me echo yo la mano a los bolsillos para devolverles el presente pero me doy cuenta de que no tengo absolutamente nada más allá de mis utensilios más queridos.
-No tengo nada que regalaros pero os traeré algo, conseguiré algo y os lo regalaré.- digo asintiendo velozmente ante los ojos de los dos niños.
Tras despedirme de la conversación voy directo a Doroch. No quiero dejar pasar la oportunidad de sabes como la señora camelaba a los hombres. Me acerco y tiro de sus ropas para que mire hacia abajo y poder hablarle.
-Hola Señor. Me llamo Anatoli, soy uno de los seminaristas que van a orar a la hija del centurión. ¿Podría darrme algún consejo sobre como enfrentarme a tal acontecimiento? Me han dicho que la señorita consiguió conquistar su corazón. Quizá tenga alguna idea o alguna petición de oración.- intento ser cuidadoso, quizá este hombre siga enamorado.
La mirada del cosaco era dura y sin sentimientos. La hija del amo nuca consiguió conquistar mi corazón, pues era una bruja de carne y hueso, puedo jurarlo, yo nunca me relacionaría con el diablo ni con sus siervos. Soy un buen creyente. Dijo sin que le temblara la voz y sin importarle que toda la cocina le oyera llamar bruja a la hija de su amo. Aunque nadie en la sala se sorprendió por esta acusación tan dura, ni le recrimino al cosaco por tan gran insolencia.
Me gustaría darte algún consejo, pero no puedo soy un humilde cosaco que sirve a su señor como mejor puede. Solo hay una cosa que te pueda salvar y está aquí. Dijo golpeando el pecho de Anatoli con su dedo. Cuando la bruja te tiente piensa en lo que más quieras y ella no podrá embrujarte.
Acto seguido agarro a Anatoli con sus dos fuertes manos y lo levanto medio metro del suelo. Acerco la cara del niño a su bigote, tanto que Anatoli puedo oler el vodka que Doroch había tomado esa noche, y le planto dos besos en las mejillas. ¡Suerte valiente muchacho! Otros en tus circunstancias ya habrían salido corriendo para refugiarse bajo las faldas de sus madres.
El beso del cosaco me sorprendió a la par que me horrorizo. Su aliento olía a vodka a la vez que su bigote aún seguía mojado del último trago. Fuera como fuese, me había dado un gran consejo, pensar en lo que más quiera para que no me embruje la bruja.
Con esta reflexión me fui a dormir.
Después de tanto hablar, alguien comentó en la cocina que ya era muy tarde y todos comprendieron que había llegado la hora de acostarse y dormir. Unos se acomodaron en la cocina, otros en el granero o en el patio...
Final de Capítulo.