Partida Rol por web

Demyan paseaba con su sotana por el corredor del seminario. El cual se veía desde aquella posición la catedral y detrás de ella las colinas boscosas acompañadas del sonido de los pájaros que convertían a aquel recinto en un remanso de paz y tranquilidad. Te inducía a la oración y meditación y al acercamiento de Dios.

Se dirigió por el corredor hacia el patio donde jugaban los seminaristas menores al futbol. Mientras se acercaba otro sonido diferente surgía el de los niños. Hoy le esperaba uno de sus hermanos que tenía la tarea de contarle a un seminarista mayor en este caso a su hermano las dificultades y molestias de la vida en el seminario. Parecía un tipo de confesión pero estaba camuflado bajo la tarea de acompañamiento y guía. Con la intención de apoyar y animar al seminarista menor en su camino hasta completar sus estudios, y darle la fe y motivos necesarios para sentirse llamado al seminario mayor. 

Cuando terminó el seminario bajé para estar con mi familia ellos vivían cerca, cogí la bici y me puse mi mochila me despedí de los maestros sacerdotes que me dirigían. Todos ellos tenían esperanzas en mí, me decían que era un chico muy aplicado y bueno e inteligente. Cosas que agradecían a dios y que dios llamaba desde pequeño nada de llamar cuando uno era ya mayor. Así que me sentía muy apoyado por los demás, y los muchachos me pellizcaban a veces y me metían tortas en las caras como uno de ellos llamado Bohdan que me dijo un día: - Toma esta torta te la he metido porque dice el evangelio que debes perdonar a tus enemigos.- Tenía doce años tres años más que yo, y empecé a llorar no porque me doliera la torta sino porque veía que era vulnerable a los demás, otras veces me quitaban la comida o la chaqueta que utilizaba para el frío.

Cuando bajaba con la bici seguí pensando en todo lo que me había pasado cosas buenas y cosas malas. “En lo que me habían quitado con el frio que pasaba pero al rezar me calentaba no sabía como pero entraba en un calor que no sabía muy bien explicar. Los maestros me miraban y me reñían y me decían otra vez: - ¿Y tú chaqueta Alexsey otra vez la has perdido? – Y yo callaba sin decir que me la habían robado.” Y seguí pedaleando con la única intención de llegar a casa pero antes debía de pasar por una plaza con fuente y allí pararía pues tenía sed y hambre. Pero podía aguantar lo segundo pero lo primero no, así que pedaleé con más energía pero sin cansarme para llegar a la fuente y poder saciar mi sed. Después me quedaría un largo camino ya que no tenía dinero para el autobús me lo habían robado y tendría que ir a una pensión y pedir por caridad pasar la noche.

-¿Le habéis visto?

-¡Ha debido ir por ahí! Por el otro camino es imposible, ¡no hay salida!

Los otros chavales del seminario gritan por el claustro mientras corren de un lado para el otro. Parece como si buscasen a alguien, quizá jueguen al escondite o mejor dicho quieran encontrarlo para un ajuste de cuentas.

Entre unos setos, lo bastante frondosos como para quen no se le vea, se esconde Anatoli. Acaba de robarles unos cigarrillos a unos adolescentes mayores que el y justo cuando iba a conseguirlo le vieron y empezaron a perseguirle. Menos mal que Anatoli se conoce el seminario de arriba abajo y nadie más conoce el hueco que esconden estos setos, el hueco donde el entierra todos sus tesoros.

-¡No ha podido irse muy lejos!

-¡ANATOLI! ¿ME OYES RATILLA? ¡EN ALGÚN MOMENTO TE PILLAREMOS!

Se les nota enfurecidos, a Anatoli le da igual, sabe que en algún momento le darán un coscorrón pero no será igual que si le pillan ahora. Seguramente aproveche cuando estén de mejor humor o cuando no tengan tiempo, se acerque y asuma esos golpes, se los darán con menor fuerza.

Porque si Anatoli es experto en algo, a parte de en esconderse, es en saber encajar los golpes.