Te despiertas poco a poco. Te duelen las muñecas. Estás casi desnuda, encadenado a una rugosa y fria pared, en una habitacion casi sin luz. Puedes ver en el suelo un balde con agua, desgraciadamente no está a tu alcance.
Vuelves a cerrar los ojos, intentando recordar. Lo último que recuerdas es el ataque contra la Academia de Tahedoranes, te decidiste separar de Kiwn y del otro hombre por miedo a que les pasase algo y subiste, eliminando a enemigos en cada escalon, hasta los aposentos del Gran Maestre. Ahi todo es un poco confuso, viste a Tah Vordomant traicionando a los vuestros, matando a vuestros compañeros. Y tambien recuerdas a otro hombre, de aspecto fragil y débil. Sostenia un báculo negro y parecía muy tranquilo con la carnicería que alli estaba pasando. Tambien recuerdas al Zemalnit, huyendo con un solo brazo, el otro se lo habian cortado... la gran espada de fuego estaba solitaria en el suelo... luego... el hombrecillo del baculo hizo un movimiento mágico y ... no recuerdas nada mas.
La celda en la que está solo tiene una salida. Una pequeña puerta oxidada con un ventanal enrejado.
Me fijo en los grilletes que me retienen, preguntándome cómo haré para abrirlos. Es mi primera preocupación: salir de aquí, buscar a Kwin, si es que está vivo, y después, averiguar qué ha pasado.
Los grilletes están soldados concienzudamente. Sería necesaria una fuerza sobrehumana para arrancarlos, quizás bajo la tercera aceleración alguien podria romperlos.
Se escuchan unos pasos y tu puerta se abre. Aparece un joven chico con una jarra llena de agua y se acerca.
Miro al chico fijándome en sus ropas para saber quien es, o al menos, para tratar de averiguar quién es su amo. ¿Acaso se trata de algún sirviente de la propia Udafiún, o es el siervo de algún señor desconocido? Aunque tal vez lo mejor sea preguntarle.
- Chico ¿dónde estamos? ¿por que me habéis apresado?
Esa última pregunta es realmente interesante. Los atacantes no se habían andado con melindres a la hora de matar a todos los que se encontraban en la escuela. ¿Por qué se habían molestado en conservarme con vida?
Con vida, pero sin espada. La ausencia de mi arma me hacía sentir más desnuda que la falta de ropa.
Observas al tímido chico, a juzgar por sus ropas parece un sirviente o un esclavo. Definitivamente es la primera vez que ves a esa persona, no era de la Academia.
El chico da un respingo cuando escucha tu voz, acartonada por la sed. Está temblando.
-N...No sé nada señora... Sólo me han ordenado que le traiga un poco de agua...
Dice mientras hecha en el cuenco el liquido de su jarra, con los nervios se le cae un poco al suelo.
Señora... siempre quiese que alguien me llamara así Pienso con un suspiro. Es curioso que en un momento como este pueda sentir algo parecido a la alegría. Sin embargo, en seguida recuerdo cual es mi situación. No es momento para entretenerme con vanalidades.
- Tranquilo chico, no te pongas nervioso. Estoy atada ¿ves? No te voy a hacer nada. Dime, ¿no sabes qué lugar es este? ¿Cómo has llegado tú hasta aquí? O al menos ¿en qué fecha estamos?
El chico acaba de hechar el agua a trompicones y te mira dudoso, no sabe si responderte o no. Seguramente se lo habrán prohibido, sea quien sea su amo.
Haz una tirada de 1d8 + Carisma con dificultad 8 para ver si te contesta
Tirada: 1d8(+2)
Motivo: Carisma
Dificultad: 8+
Resultado: 1(+2)=3 (Fracaso)
Juas, el carisma no es lo mío...
El chico baja la mirada y sin mediar palabra se dirije a la puerta. Es inútil que sigas insistiendole. Cierra la puerta con su manojo de llaves y escuchas como sale corriendo por el pasillo empedrado.
Te has vuelto a quedar sola, encima no te ha dado de beber. Contemplas el agua fresquita a unos metros de ti.
Miro con ansia el cuenco lleno de agua, pero en seguida recuerdo las rigurosas condiciones del entrenamiento de un tahedoran, y vuelvo a enfocar la atención hacia los grilletes. Esta vez no me pregunto si puedo romperlos. En lugar de eso, me fijo en la cerradura, y trato de imaginar cómo podría forzarla con lo poco que tengo a mi disposición.
Perdón, hoy tuve un día muy largo y no he podido postear.
Hola!
no te preocupes, ahora estoy esperando a que otros posteen en su escena correspondiente. Tu estás bien situada en la historia? Si crees que te falta información o que hay algo de lo que no te enteráste dimelo. Lo que no viste creo que es esto:
Lo último que recuerdas es el ataque contra la Academia de Tahedoranes, te decidiste separar de Kiwn y del otro hombre por miedo a que les pasase algo y subiste, eliminando a enemigos en cada escalon, hasta los aposentos del Gran Maestre. Ahi todo es un poco confuso, viste a Tah Vordomant traicionando a los vuestros, matando a vuestros compañeros. Y tambien recuerdas a otro hombre, de aspecto fragil y débil. Sostenia un báculo negro y parecía muy tranquilo con la carnicería que alli estaba pasando. Tambien recuerdas al Zemalnit, huyendo con un solo brazo, el otro se lo habian cortado... la gran espada de fuego estaba solitaria en el suelo... luego... el hombrecillo del baculo hizo un movimiento mágico y ... no recuerdas nada mas.
Sí, sí, estoy bien situado en la historia ^_^. Lo que no veía era la escena 1, pero ahora ya sí que la veo correctamente.
Las horas pasan sin sentido mientras estás atada a la pared... no sabes que día es ni si es de noche o de día, ya que tu celda no está iluminada por luz natural.
Amortiguadas por los gruesos muros del castillo, escuchas unas voces debajo de tu suelo, son gritos de terror. Unos momentos despues, vuelves a oir esas voces, que dicen algo de una cuerda, no aciertas a escuchar lo que dicen nitidamente.
Supongo que están torturando a los otros prisioneros - pienso para mi -. ¿Habrán matado también al Zemalnith? Me pregunto si su intención era robar la espada de fuego... aunque en ese caso, no deben ser muy listos. Todo el mundo sabe que la Espada tan solo puede ser empuñada por su legítimo dueño.
Con paciencia trato de relajarme para evitar que los calambres musculares empiecen a hacerme daño. Supongo que tarde o temprano alguién vendrá a por mí. Cuando las circunstancias cambien será cuando tenga la posibilidad de escapar.
El flaco sonido de pisadas te despierta de tu ensimismamiento, esta vez intuyes que son tres personas las que vienen por el pasillo.