Tras la Reconquista, la comarca de las Hurdes (denominada también Dehesa de la Jurde), cuyas poblaciones suelen recibir el nombre de alquerías, se mantiene casi inmutable a lo largo de más de setecientos siglos. Una región agreste situada entre montes y valles, sus habitantes dependen principamente del ganado caprino para subsistir a duras penas, acosados además por los recaudadores de los señores de la comarca, nobles colocados a dedo por el señor de la vecina región de La Alberca que pretenden exprimir hasta la última gota a los pastores hurdeños que habitan sus montes.
En medio de este orden de cosas, llegan los personajes a la comarca en uno de sus viajes y desplazamientos, pues aunque no es una región muy dada a peregrinos y caminantes, a veces es necesario cruzarla para llegar a la vecina Plasencia o a Ciudad Rodrigo.