Partida Rol por web

Estás en tu tierra natal, en un alejado cuartel del Adeptus Arbites algo abandonado, descansando en el triste habitáculo que se te ha seleccionado después de cumplir con tu última labor, cuando irrumpe tu superior inmediato: el Agente Fergusson. Es un duro hombre algo más alto que tú, con pesados pasos y el mentón siempre alto; mirada decidida, potente voz...dirías que roza el tópico, salvo porque está rapado y no lleva ningún tipo de sombrero. No puedes evitar fijarte una vez más en su notable cicatriz de la frente mientras intentas disimular. -Debes acceder a la nave orbital e ir a la oficina del Regulador, desea hablar inmediatamente contigo, en persona. -dice con su autoritaria voz. Intentas averiguar si el motivo es algo bueno o malo, si él está tranquilo con ello o preocupado por ti...pero en su frío gesto no encuentras más que neutralidad.

Nunca era bueno que el superior viniera a visitarte, probablemente otra misión en la que arriesgar el pellejo, Tristán podía olerlo pero no obstante preguntó cuadrándose con un gesto mecánico para hablar a su superior. Había que respetar la cadena de mando 

-¿Misión o Charla, Señor -la voz del Arbitres sonó mecánica y respetuosa

O lo que leyendo entre líneas era un "he de coger mi equipo o solo voy a recibir una palmadita en la espalda/bronca por la forma de resolver el último caso". Desde luego colgar por los pies a aquel confidente no había sido un gesto muy elegante ni sutil aunque el fin justificaba los medios. 

-No conozco los detalles, pero te recomiendo recoger tus cosas por si acaso. Te espero fuera, no tardes. -sus ultimas palabras no te parecen tan autoritarias, una petición más bien; quizá se haya expresado mal. Tras decir eso se da media vuelta y se va con sus recios andares. Tú, dicho lo dicho, empiezas a recoger tus cosas, que no son tantas. Sales, bajas un par de pisos de desgastada escalera, y fuera del edificio casi en la puerta ves un vehículo de transporte básico* esperándote, con él dentro, el agente Fergusson. -Vamos, te llevaré. -dice con su ruda voz.

Se puso su abrigo sobre el negro de su uniforme cerró un par de botones y se ajustó los arneses del equipo. Tomó la bandolera que colgaba del catre y se la hechó al hombro junto a la escopeta apoyada contra la pata de la cama. Estaba listo, se palmeó el pecho en busca de un bulto, sintió cartuchos, nudilleras y por fin, la caja cuadrada de lho. Siguió a su superior haciendo resonar sus pasos sobre los suelos prefabricados del cuartel.

Subes al coche y empieza a conducir. Calles llenas de polvo, algunos edificios semiderruidos, varios tipos de calaña por las calles...hogar dulce hogar. Al poco te percatas de que os llevará un buen rato llegar a vuestro destino. Él permanece impasible, concentrado en su tarea y sin iniciar ninguna clase de conversación.

Tras una algo aburrida media hora de traqueteo por las desgastadas carreteras llegáis a la gran explanada del puerto espacial. Hay un gran edificio central y amplias zonas habilitadas para el aterrizaje y el despegue. Te lleva a una de esas zonas en las que hay una especie de caza imperial con capacidad para combatir en el espacio, con los símbolos del Adeptus Arbites, con la compuerta abierta, con dos plazas en su interior y la del piloto está ocupada. -Buena suerte. -es lo único que dice tu compañero, con su fría voz neutra.

¿Un transporte biplaza extraplanetario? Cuantas molestias para llevar a un agente lo normal era que le hubieran llevado en uno de los lentos transportes de carga pero...¿un caza? Eso quería decir que la misión era urgente pero de ser así había candidatos mejores que él. La mente del Sinofio ató cabos rápidamente, una visita discreta que acabaría con una misión aún más discreta de las que casi no existen. 

-Gracias, señor. -dio un par de pasos en dirección al vehículo

Se pasó la mano por la bandolera de forma inconsciente cercionandose que no había huecos donde debería haber un cartucho, todo correcto. Se subió al transporte dejando el equipo detrás del asiento y aseguró las sujeciones que quedaron bien sujetas con un "click" del cierre en su pecho, los viajes siempre eran movidos. 

-Cuando quiera. -se limitó a decir sentado en su asiento

La compuerta se cierra y pronto despegáis. Al principio es algo movido pero nada fuera de lo común...sin embargo cuando empieza a acelerar hacia arriba y sobretodo cuando atraviesa la atmósfera del planeta la nave vibra con fuerza, es algo impactante pues los cristales están como prendidos fuego y pareciera que éste fuera vuestro último día vivos. Y finalmente todo se tranquiliza, incluso tú por mucho que te esperaras tanto traqueteo...habéis salido del planeta.

El vacío espacial...algo que pone los pelos de punta incluso a los más experimentados. Muchas son las historias que cuentan sobre los peligros del espacio exterior, historias en las que no quieres pensar ahora. El caza en el que estás vira hacia la zurda y entonces ves, a través del enfriado cristal, la gran nave azul oscuro con símbolos del Adeptus Arbites orbitando el planeta. El piloto hace que vuestra nave se acerque y atraque en uno de los hangares del imponente vehículo espacial.

Tras presurizar el hangar, habiendo cerrado la escotilla, el piloto abre vuestra compuerta y sale. Cuando sales tú ves un hombre de más edad que tú, claramente veterano por su gorra y sus galones en la gabardina azul oscuro. Le distingues como Regulador, seguramente aquel con el que tenías que reunirte. -¡Por aquí, cadete! -su voz es ruda, algo rasgada, como la de aquellos que fuman o beben en exceso. Te ordena que le sigas y se da media vuelta y empieza a caminar. Primero se adentra en uno de los elevadores que dan a este hangar, y te mira para que entres también.

Nunca le habían gustado aquel tipo de viajes, Tristán era un hombre de tierra firme, no un pájaro. No podía decirse que tuviera miedo a volar era más bien inquietud, inquietud por no tener el control. El miedo lo tenía controlado, más o menos, era lo que tenía haber visto cosas tan jodidas en los sectores bajos de Sinophia Magna, cosas que de vez en cuando le visitaban en sueños. Cosas que dejan heridas de esas que se tratan con alcohol. 

La nave aterrizó al fin y el cadete soltó el cinturón, tenía las manos agarrotadas de sujetarse, demasiado tenso. La puerta se abrió al fin y el Arbites se bajó pisando suelo "firme" al fin. Le estaban esperando, un oficial de mayor rango a juzgar por los galones y de mirada indescifrable. Tristán repasó rápidamente sus galones, uniforme y maneras en busca de algo. Siempre se le había dado bien encontrar lo que discordaba en la gente y cualquier objeto servía para marcar afiliaciones extra-oficiales. ¿Paranoico? Tal vez pero eso le hacía competente en su trabajo. El Sinofio siguió a su superior en silencio entrando en el elevador hacia su destino final.

No te percatas de nada raro en él. Subís algunos pisos y al abrirse las puertas empieza a caminar, mirándote por encima del hombro con intención de que le sigas. Camináis por cuidados pasillos blancos con puertas cerradas de madera pulida, con nombres o palabras en las puertas indicando a qué o quién pertenece la sala en cuestión. Avanzáis hasta el final de uno de los pasillos hacia una puerta en concreto, al lado de la cual hay un hombre apoyado en la pared: pelo negro mate a capa, estatura media, el ojo derecho artificial aunque disimulado por muy intensa que sea la roja luz que desprende, gabardina verde bastante oscuro abierta, dejando ver una pistola bolter y una espada de energía en su cinto. Te percatas claramente del amuleto que le cuelga del cuello, es un amuleto dorado con el claro símbolo de la Inquisición; al ver el amuleto te sorprendes, instintivamente se te yergue un poco más el cuerpo. -No sabía que ibas a estar esperando... -dice tu superior con cierto toque amargo en su seca voz.

El hombre, el cual supones que es un inquisidor, sonríe ampliamente y se pone recto dejando de apoyarse en la pared, incluso como esperando que abran la puerta para entrar. -Si fuese previsible no estaría hoy aquí. -dice con una voz algo afable, con claro toque humorístico. Tu superior abre la puerta y entra. El hombre te tiende la mano con una leve sonrisa en el rostro antes de entrar diciendo: -Soy el inquisidor Marcus Toth, y a partir de hoy tu superior. Un placer conocerte. -y casi a la vez se oye desde dentro la invitación a entrar para ambos por parte de tu superior.

El agente se irguió al ver el símbolo de la Inquisición asíque era aquella la razón de tanto secretismo. Después de todo era un paso lógico en su carrera se había mezclado en la Divisio Inmoralis para llegar al corazón de las cosas algo que no era muy diferente a lo que hacía un Inquisidor aunque su escala y autoridad fuera solo la de un agente. Tristán se cuadró llevándose la mano a la frente en rígido saludo militar. 

-Un honor servir bajo vuestra órdenes, Señor

Siguió hacia el interior de la sala al Inquisidor, su nuevo jefe. Ya había hecho alguna misión encubierta, más por la vista gorda de sus superiores que por mandato extra-oficial de estos pero entendía como funcionaba el sistema y sus reglas. Le contarían lo estrictamente necesario y se callarían los detalles que dieran visión de conjunto y suscitaran preguntas incómodas.

-¿Puedo preguntar el por qué de mi cambio de asignación? -guardó silencio- Supongo que se me requiere para alguna misión en especial

Mientras el inquisidor entra y se sienta en el despacho del regulador, en una de las cómodas sillas que están enfrente de una buena mesa de madera pulida en el centro de la sala, te dice sonriendo: -El hecho es que buscaba alguien como tú para reclutar, entenderás que un miembro de la Divisio Inmoralis es un recluta idóneo para la Inquisición. Además tu historial, Tristán, es peculiarmente apto: has madurado en una situación adversa, has avanzado en tu carrera rodeado de dificultades y situaciones...digamos comprometidas, y has optado por hacer frente a todas esas dificultades y ahondar en lo profundo de la corrupción de tu propia tierra natal para limpiarla desde dentro; ni siquiera tus lazos natales han podido contigo. Tienes lo que te mereces. -amplía su sonrisa al decir esto. -Así que no, no es por ninguna misión en especial, tómatelo como un ascenso. Ahora podrás servir a nuestro Señor Emperador más eficientemente todavía, y seguir ascendiendo dentro de la Inquisición.

-Caballeros. -interrumpe el regulador, sentado al otro lado de la mesa sobre la que tiene un par de conmemoraciones especiales por su servicio, dentro de pequeñas letrinas acristaladas en ambos extremos de la mesa. -Si me permiten, ya podrán elogiarse mutuamente más tarde. Ahora acabemos con el procedimiento. -y te pasa un cogitador manual con la última página de un documento oficial sobre tu cambio de puesto, con un pequeño dispositivo de firma digital. -Firma ahí y ya habremos acabado. Te habría explicado la situación, pero al parecer el señor Toth no tiene tiempo que perder. -te dice, esperando que pongas la yema de tu índice en el dispositivo sin leer el documento. -Irás ahora directamente, acompañado por él, al hangar seis y montaréis en una nave de transporte que os llevará a la Nave Negra. -añade.

Cuando firmas el regulador te desea buen viaje y te ofrece con honor el saludo correspondiente. Tras eso Marcus le dice: -Gracias, Regulador. -y le da la mano con respeto, tras la cual sale de la sala.

Te guía a través de la nave hacia el hangar correspondiente, mientras te dice: -Cualquier consulta adicional que quieras hacerme éste es un buen momento, mientras llegamos al crucero inquisitorial.

El agente echó una firma rápida con la T extendida sobre el Fenring de G alargada y así con la ligereza de un trámite selló su destino, probablemente hasta el día de su muerte, algo no muy lejano por otra parte. Tristán miró a su antiguo superior cuadrándose y saludó de forma militar a modo de despedida siguiendo al Inquisidor. 

-El Regulador comentó que había un situación que explicar de haber más tiempo -hizo una pausa- Es necesario que esté al corriente e de intuir, Señor.

-Se explicó mal, quiso decir que no contaba con que yo estaría y te diría las cosas tal cual, él pensaba que tendría tiempo para explicarte tranquilamente lo que hemos hablado en un momento. De todos modos para mí no hay más que añadir, al menos por ahora. -dice con una amplia sonrisa de toque picaresco. En el hangar cogéis una nave de transporte con el casco pintado de negro con el símbolo dorado de la inquisición. Subís por la compuerta que está en la parte posterior de la nave, dejas tus pertenencias en un compartimento preparado para ello y os sentáis y os abrocháis los cinturones. Sois los únicos en la sección de pasajeros de la nave, una sala metálica con algunas filas de asientos. La compuerta se cierra y no tardáis en alcanzar vuestro destino, pues pronto se abre la compuerta de nuevo; estáis en un gran hangar en el que caben algunas naves como la que os ha traído. -Por aquí, no olvides tus cosas. -te indica guiándote al elevador más cercano.

Subís algunos pisos y las puertas se abren, mostrando pasillos blancos con puertas de madera pulida con números y algunas con nombre. Avanzáis por el pasillo frontal y se detiene en una puerta del lado derecho de número 18, la abre moviendo el pomo y te invita a entrar. Tiene una cama que aparenta ser la mar de cómoda, una mesa de noche, un amplio escritorio y un armario. -Ésta será tu habitación. -dice mientras coge la llave de la parte interior de la cerradura (estaba puesta) y te la da. Luego se saca algo de un bolsillo y te lo da, es un comunicador que se pone en la oreja. -Está configurado, no lo modifiques. Con esto podrás entrar en contacto conmigo cuando lo necesites. Acomódate y baja al comedor del piso de abajo. Te esperamos en la mesa de la esquina derecha, no tardes. -acaba diciendo con una amplia sonrisa con algo de picaresca y se va, cerrando la puerta al salir.